DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a TOEI, Mizuki e Igarashi. Este minific fue creado únicamente para entretenimiento sin afán de lucro.

Respondiendo al retofic conjunto del Aquelarre, Clau Ardley y servidora.

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SIGNOS

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El hombre examina con detalle la hoja de papel que la chica le había extendido minutos antes. Desde que entró en el encantador local, con decoración inspirada en las famosas fuentes de sodas de los años cincuenta, ella se dio cuenta de que ese hombre de pelo negro bien peinado, cuidado bigote y profundos ojos negros no se tomaba nada a la ligera.

Sus amigos ya le habían dicho que George Johnson parecía mucho más que el dueño de una cafetería universitaria. Sin embargo, a pesar de su semblante serio, la trató con gran cortesía y una chispa de calidez asomando por sus ojos negros. Ella temblaba de nervios, pero el hombre tomó su mano para darle confianza. Un toque respetuoso, paternal, sin pizca de dobles intenciones.

-¿Así que eres irlandesa, Patricia O'Brian?

Ella era una chica tímida, pero no una cobarde. Alzó la barbilla como si reafirmara el orgullo de sus raíces irlandesas.

-En efecto, señor Johnson. Nací en Irlanda y toda mi familia es de ahí.

A George le hizo gracia lo resuelta que parecía esa jovencita de rostro agraciado escondido tras unas gafas, y curvas rotundas mal disimuladas con camisetas de chico varias tallas más grandes. Era obvio que había aprendido a defenderse de ataques previos, relativos a su acento irlandés, a su miopía, o a su figura que estaba más bien lejos del anoréxico canon de belleza en boga.

-Bueno, Albert y Candy ya me habían hablado de ti, muchacha, y aunque esos dos tórtolos estén un poco locos por su reciente matrimonio, siguen siendo personas maduras y confiables.

Los Andrew son viejos conocidos de Patricia. Candy estudió la carrera de Filología Inglesa con ella, pero al casarse con el profesor Albert Andrew, ha decidido tomarse un año sabático y no está haciendo un posgrado como la joven irlandesa.

-E...entonces...- Patricia está demasiado nerviosa para continuar con la oración.

Johnson ríe animadamente, y decide terminar con el sufrimiento de aquella pobre criatura que lo mira con ojos de cervatillo asustado.

-Sí, muchacha. El trabajo es tuyo. ¿Te importaría empezar mañana? Dora se tomará su incapacidad por maternidad a principios del mes que viene, pero necesitas ir aprendiendo de ella las funciones básicas.

-Bueno, señor Johnson, en realidad podría empezar ahora mismo. Ya salí de clases y no tengo nada que hacer.- Patricia contestó con un patetismo que no pudo evitar.

Y es que mientras sus compañeras de clases disfrutaban de citas románticas y salidas con amigas, ella se quedaba en la habitación leyendo, haciendo ganchillo o pintando. Era bien consciente de su poco atractivo, al menos a sus propios ojos. Por eso, a sus veinticinco años no tiene novio; y se ha hecho a la idea de que las gorditas como ella no pasan del papel de "buenas amigas".

Gordita. Ese es el mote por el que le han conocido toda la vida, pero sólo a su buen amigo Terry Grandchester se lo acepta de buen grado. Él la aprecia sinceramente, y ella sabe que el joven es de naturaleza sarcástica. Anyway, hace más de tres años que no se ven en persona. Él fue condiscípulo suyo, pero abandonó la carrera de Filología para abrirse camino como actor de teatro en Nueva York. No han perdido el contacto: le manda correos electrónicos, la llama por teléfono y se envían regalos por sus cumpleaños y Navidad. Ahora que ella estaba en América, Terry le había prometido visitarla en septiembre, antes del comienzo de su nueva temporada teatral.

¿Patty, me escuchas?- la voz de George la hace volver a la realidad.

-Oh, lo siento, señor Johnson, estaba pensando en las cosas que aprenderé aquí- mintió.

-¿O más bien en tu novio, muchacha?

Ella se puso seria por medio segundo, pero enseguida percibió que la pregunta de George no era malintencionada y se relajó.

-No, no tengo novio... en realidad estaba pensando en que cuando termine hoy, debo ir a consultar las notas en la pizarra de mi facultad.

-Bien... mira, ahí viene Dora, ella te dirá dónde están los delantales y lo que necesites saber. Y bienvenida, chica... si tienes algún examen o cosa parecida, avísame y podrás marcharte temprano. Dile tu talla a Dora, para que podamos pedir tus uniformes a la central.

La cafetería es una concesión de una gran cadena, pero Johnson le ha añadido detalles que la hacen única.

-De acuerdo, señor Johnson, y muchas gracias... realmente necesitaba el trabajo.

Patricia se dirigió al vestidor, y mientras se cambiaba de ropa, rememoró el cómo había llegado hasta esa situación. Ella fue a aquella pequeña universidad estatal americana por medio de un intercambio escolar, con la idea de permanecer el último año de la carrera para luego volver a Dublín para continuar con su vida. Allá, en Irlanda, la esperaban sus padres, su abuela, y Liam Doyle, su prometido. El joven era un bon vivant que pertenecía a una de las mejores familias dublinesas, igual que ella, pero ninguno de los dos estaba enamorado del otro. Desde la distancia, Patricia sopesó las posibilidades, y cuando el curso escolar terminó, se dio el valor de anunciar a familia, amigos y novio que se quedaba en América. La pequeña universidad le había ofrecido una beca de posgrado que no pudo ni quiso rechazar.

Lo vio como una señal que no podía ignorar.

Naturalmente, los O'Brian y los Doyle pusieron el grito en el cielo. Papá O'Brian y Liam volaron a toda prisa a América, para tratar de convencer a la chica de su error. Los dos tenían mucho que perder con esa ruptura, porque había grandes negocios que iban a salir de dicho matrimonio. Pero Patty estaba encantada con su reciente independencia, y aunque ofreció a Liam casarse cuando terminara su posgrado, el joven no aceptó. Finalmente, no hubo acuerdo, y el señor O'Brian anunció a su hija que no le enviaría más dinero para sus gastos, con la secreta esperanza de que al verse sin un céntimo, la chica llamara y pidiera volver a casa, a las comodidades de niña rica.

Pero la habían subestimado, vaya que sí. En cuanto su padre salió del elegante loft que la chica alquiló con el dinero de él, Patty llamó a su banco para pedir que transfiriera el dinero de la cuenta donde recibía su mesada a otra que había abierto en América. A continuación, fue a la inmobiliaria a rescindir el contrato de alquiler, llevándose un disgusto porque la agencia no quiso devolver los dos meses de fianza. Esa misma tarde, por internet contactó con otra agencia que alquilaba un diminuto estudio reconvertido en apartamento; y al día siguiente, tras verlo y comprobar que tenía conexión a internet comunitaria, firmó el contrato de alquiler. Se pasó el fin de semana trasladando su ropa y efectos personales, pues los muebles del loft no eran de ella.

Agradeció que el estudio estuviera amueblado, aunque fuese con muebles muy viejos, y pasó al supermercado a comprar ropa de cama, trastos de cocina y despensa. El apartamento estaba equipado con muebles de cocina de los años ochenta, a excepción de la cafetera y el microondas; pero el agente inmobiliario probó delante de ella que funcionaban perfectamente, así que no le dio importancia.

Cuando terminó de guardar la ropa, la despensa y limpiar; por fin se puso a colocar las sábanas de la vieja pero robusta cama, pero sintió algo duro y curvo debajo del somier. Dio un paso atrás, sobresaltada, y descubrió que tenía compañía: una tortuga de tierra, seguramente abandonada por el anterior inquilino. La primera reacción de la chica fue sacar al animal, pero enseguida simpatizó con él y lo adoptó. Le dio de comer lechuga y mientras el quelonio devoraba la hierba, ella se preparó una sopa de lata y pensó en qué nombre ponerle al animal.

-Vaya, ¿cómo se sabrá si una tortuga es niño o niña?

Tras consultar en internet y examinar al animal con cuidado, se dio cuenta de que era una hembra. La tomó entre sus manos, y la observó a los ojos unos instantes a través de sus gafas.

-Bien, desde hoy te llamas Julie, querida. Como mi amiguita de la infancia.

Y once días después, se encontraba en el vestidor del que sería su primer trabajo. Dora recibió a Patricia con mucha amabilidad. Fue paciente con la chica, pues la irlandesa también demostró que sabía trabajar duro, y en sus turnos de cinco horas, la cafetería estaba siempre limpia, los clientes contentos y el en local se escuchaba buena música. La joven embarazada se mostró muy complacida con Patty, entablando a las pocas horas una buena amistad con esa chica de trato fácil y sonrisa sincera.

Patricia es una joven curiosa y bondadosa, así que le llama la atención que Dora no hable del padre de su bebé. Siente pena por ella, y al tercer día de trabajo, con mucho tacto le hace una propuesta.

-Dora... si necesitas ayuda o compañía cuando nazca tu bebé, yo... bueno, vivo en un apartamento de treinta metros, pero puedo dormir en el sofá.

La futura mamá pasa la mano por su barriga, procesando las palabras de Patty. Al final, comprende y ríe con ternura.

-Oh, no, Patricia, muchas gracias... pero mi madre vendrá del pueblo a ayudarnos a George y a mí con el recién nacido.

Un intenso rubor invadió las mejillas de Patty, quien como pudo preguntó para asegurarse de entender.

-¿Quieres decir que el señor Johnson...?

-Sí, es mi marido, Patty. Pensábamos que lo sabías, pero ya veo que Albert y Candy no te lo mencionaron.

-Lo siento, es que yo a él lo veo tan... serio. Hasta contigo.

-Y lo es, cuando estamos trabajando somos casi unos desconocidos, salvo ciertas miradas furtivas que nos echamos. Se toma muy en serio su trabajo,- Pone una mirada soñadora y se acerca para hablar al oído de Patty -pero en privado es tan cariñoso como cualquier hombre, si no yo no estaría embarazada. De hecho, este niño tiene muchas posibilidades de haber sido engendrado en el vestidor...

Patricia sonríe condescendiente y abochornada. Jamás volverá a ver el pequeño vestidor con los mismos ojos.

Los días transcurren, y Dora finalmente se despide de Patricia para tomar su baja por maternidad. Ahora la irlandesa tiene más trabajo, pero George también le ha subido el sueldo. Poco a poco va conociendo a los clientes habituales de la cafetería: principalmente estudiantes de las facultades de Bellas Artes, Filosofía, o Leyes; dado que esas facultades están en el área donde se ubica el café. Hace amistad con muchos de ellos, conversando de variados temas. Se hace amiga especialmente de Annie Britter, una chica que estudia piano y solfeo en la Facultad de Música.

Una tarde de fines de verano en que salió de su facultad rumbo al trabajo, se encontró con Annie. Caminaron juntas hacia la cafetería, pero de repente la irlandesa miró con preocupación al cielo.

-Parece que va a llover, ¿verdad, Patty?- comentó despreocupadamente Annie.

-Pues sí, Annie, pero por el color de las nubes me da la impresión de que caerá una tormenta bíblica, como las que caen en Irlanda.

-Entonces deberíamos darnos prisa en vez de mirar el cielo. -convino Annie-No quiero que mis partituras de Mozart y Chopin se arruinen.

-¿Pero no quedaste con tu novio? Este... ¿Artie? ¿Alfie?

-Archie, es Archie... y ya le llamaré al celular desde la cafetería. Venga, vamos.

Así lo hicieron, y con paso apurado llegan al encantador local, donde, como cada día, George lleva trabajando desde la mañana. Como si sólo hubiera esperado a que las chicas se pusieran a salvo de su furia, la tormenta se desató un minuto después de que llegaran a la cafetería. Annie se fue a uno de los sillones con mesa, típicos de ese tipo de cafeterías americanas, a esperar a su novio. Mientras le mandaba un whatsapp, George le tomó la comanda, ya que Patricia se estaba cambiando en el vestidor.

-Entonces te pongo un batido de fresa light, Annie... ¿no prefieres un chocolate caliente? Casi está listo.

-Bueno... mejor sí, ¡pero igual sin azúcar!

George sonríe condescendiente, aunque por dentro se pregunta cómo es posible que una chica tan delgada aun quiera serlo más.

Cuando la pelinegra está disfrutando de su chocolate sonó su móvil. Leyó el mensaje y miró hacia la ventana. Archie, su novio, la esperaba fuera. Rápidamente pagó la cuenta, y con una sonrisa se despidió de Patty, pues la irlandesa estaba muy ocupada sirviendo a todos los clientes que llenaron el local para protegerse de la lluvia.

Ya en el toldo exterior, y mientras abría el paraguas que le llevó su novio, Annie pregunta a Archie por sus prisas.

-¿Qué pasa, amor? ¿Por qué no quieres tomar una taza de chocolate conmigo?- pregunta ligeramente disgustada.

Archie le planta un buen beso a su chica, y sonríe con preocupación, mesándose los hermosos cabellos castaños.

-Es que mi hermano llegó esta mañana al campus, y me fue a visitar a los dormitorios de mi facultad. Se fue hace como una hora y ya llamé a su bloque, pero el portero me dice que no lo ha visto.

-¿No iba a llegar hasta el próximo curso?- preguntó Annie extrañada.

-Pues en eso habíamos quedado, pero él es así, de repente toma decisiones y se me planta con los hechos consumados. Ay, ¿dónde estará?

-¡Háblale por teléfono, Archie!- Annie se da cuenta de su error y enseguida rectifica- Lo siento, amor, es que los truenos me ponen nerviosa.

-Tranquila, cariño. La verdad me estoy poniendo nervioso por nada. Stear sabe cuidarse muy bien a pesar de todo, y el campus es totalmente seguro. Vamos.

Archibald abraza protectoramente a su chica, la cobija bajo su enorme paraguas y decide llevarla a su dormitorio para dormir, y algo más, juntos.

Minutos después de que la parejita se ha marchado de la cafetería, entra en ella un joven desconocido para George y Patricia; aunque su mochila y aspecto es el típico de un estudiante universitario. Saluda cortésmente con una sutil inclinación de cabeza, y se dirige al único sitio libre que queda en el local: una pequeña mesa al lado de la entrada a los baños, con una sola silla. En son de broma, ese lugar es conocido entre los clientes como "la mesa Forever Alone", y normalmente la usan George o Patty para tomar algo cuando paran, o hacer cuentas.

Patricia se quedó paralizada al mirar al joven. Era de pelo negro y ojos castaños que lleva gafas, en apariencia un tipo común y corriente. Pero en esos ojos ella vio la luz. Y se enamoró de él sin remedio.

Se da cuenta de que sostiene una jarra de cristal con café recién hecho, y la alza para mostrarla al joven, quien asiente. Con rapidez, la chica toma una taza y va a la mesa "Forever Alone", deposita con cuidado la taza y vierte el aromático líquido en ella. El muchacho aspira complacido la bebida, y disfruta paladeándola sin prisas. Siente que el frío se va, pero sabe perfectamente que no sólo es por el café; ni que esta es la última vez que se deje caer por la recién descubierta cafetería.

«Una chica tan preciosa nunca se fijará en ti, Stear, por muchos estudios que tengas», es la frase que se ha repetido cada uno de los setenta y tres días que lleva queriéndola en secreto. Se enamoró de ella al instante, desde aquella tarde lluviosa en que se metió a toda prisa en la cafetería, para resguardarse de la tormenta. Ella, con su cabello castaño con destellos rojizos y sonrisa resplandeciente, llenó su taza de café, calentando su cuerpo y su corazón. Volvía de ver a Archie en la facultad de Bellas Artes; y después trató de regresar a su edificio de dormitorios al lado de la facultad de Ingeniería. Pero "la camarera bonita" le dio un cálido color castaño a su vida gris... y silenciosa. A partir de esa noche en que la vio por vez primera, retomó un proyecto de alta tecnología que dejó aparcado por otros a primera vista más prácticos.

Mientras tanto, se conformaría con mirarla casi a diario en su trabajo, aunque el comprar tantos refrescos le hacía temer por su glucosa en sangre y el ajustado monto de su beca. Se había propuesto no tocar un centavo de su pensión como ex-combatiente, pensando en el futuro, pero él sabe perfectamente que por aquella chica vaciaría su cuenta de ahorros.

Patty... ese es el nombre que Alistair ha leído en la placa de identificación de la camarera; y el joven pensó que le quedaba perfecto. Podía ganarse la vida sirviendo mesas, o estar lejos de ser una supermodelo, pero Patricia tenía esa belleza serena y porte aristocrático propio de las familias con raigambre. Y la nobleza de la chica no se limitaba a su apariencia: él observa el cariño y respeto con que trata a todo el mundo; y, agazapado detrás de unos setos, cómo tras acabar la jornada y cerrar el café, ella entrega una bandeja con comida a un sin techo que cada noche se acerca al local.

-Eres preciosa, perfecta, me encantas...- las palabras salen como un torrente de la boca de Stear, pero ni él se escucha. Habla con un susurro, y además, es sordo.

Alistair Cornwell perdió la capacidad auditiva a consecuencia de una explosión cuando era soldado en Afganistán.

CONTINUARÁ...


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Aquí les traemos otro minific de Stear. Gracias por sus comentarios.