Este es un fanfiction adaptado a amuto.

Su verdadera autor es WithoutHeart

Yo solo lo adapte al anime Shugo Chara

Los personaje no me pertenecen ni tampoco la historia…

Bueno ya no los entretengo más… a leer.

Capítulo I

"Mejores amigos"

POV Amu

— ¡No me puedes decir eso! — lo apunté con mi dedo índice mientras la indignación fluía por mis venas. Incluso había dejado de masticar mi delicioso pan.

—Oh, Amu por Dios, debes superarlo. House es un maldito—se encogió de hombros y lo asesiné con la mirada

—Claro que no, es incomprendido como muchas solemos ser— desvié mi cabeza en claro gesto de que lo ignoraba. — Además si hablamos de superar cosas, tú deberías superar que Chii* no es real y jamás lo será. Por más que la dibujes— fue su turno de mirarme mal y con los labios fruncidos de molestia

—Claro que sé que no es real… y para que lo sepas, técnicamente casi lo fue, solo era una persocon porque la hicieron así. — Se acomodó los lentes sobre la nariz y yo sonreí sobradamente

—Es una animación, Ikuto. Las animaciones son ilusiones ópticas y solo te dan la sensación de movimiento porque son muchas imágenes juntas, no hay nada de real en ellas más que los dibujos. Supéralo—me crucé de brazos recibiendo su fulminante mirada

—Sin embargo, eso no cambia que House siga siendo un desgraciado y sé que secretamente te mueres por él— sonrió con suficiencia y le lancé un trozo de pan al gorro que ocultaba su desastroso cabello.

— ¡Claro que no! Tú te babeabas por Chii… "ay, Amu cada vez que la veo pienso que deseo más ser Hideki" "Oh Dios y si ella…"— me tapó la boca con su mano pero yo seguía recitando las palabras que me había dicho

—Ya, está bien. Es una tregua, lleguemos al consenso de que ambos tenemos gustos diferentes en cuando a televisión— retiró su mano y yo me arreglé los anteojos para poder observar con duda su rostro

—Okey, pero si lo vuelves a insultar yo voy a gritar por toda la escuela lo que pensabas de Chii— rodó los ojos

—Ni que fuera a influir en algo con mi reputación o debería decir no-reputación- bufó y solo me reí

—Estás en lo cierto—le concedí la razón.

—Siempre lo estoy. Mi intelecto y coeficiente es superior. Mi cerebro y compleja red neuronal es Júpiter en comparación al tuyo que siendo generoso es Mercurio, claro, sin ánimos de ofender— se encogió de hombros

— ¡Por las santas ovejas! Solo me ganaste por un punto, eso no te hace superior. De hecho, el que lo presumas te deja muy abajo en la escala evolutiva. Pero no te preocupes, en este inhóspito planeta aún quedan almas bondadosas como yo que están dispuestas a soportar tus ínfulas de genio y gustos extravagantes. Claro, sin ánimos de ofender— sonreí al notar como a través de sus vidrios lograba ver sus ojos entrecerrarse.

—Ya, tregua, tregua—dijo al fin, después de un rato sopesando sus posibilidades

Nos reímos un poco más y bebí de mi refresco

—Tuve problemas con el ejercicio siete de química. La presión y temperatura del gas no me coincidieron—reveló pensativo y me apuré en terminar de tragar

— ¿Pasaste los grados Celsius a kelvin?- me miró como si fuera lo más obvio y estúpido del mundo.

—Soy tan idiota— se golpeó la frente con la palma de la mano. Asentí terminando con mi sándwich — ¿Qué haría yo sin mi querida amiga? — preguntó con voz tierna

—Ay Ikuto, no serías nada. Nada— reímos nuevamente y su risa causó el aumento de la mía. Tenía ese típico oink en la carcajada. El resto del tiempo nos la pasamos comiendo nuestros almuerzos y conversando animadamente, hasta que él cambió el tema

—Según mi reloj tocaran en tres, dos…uno—y el timbre chilló con fuerza interrumpiendo las animadas conversaciones de la cafetería. Ordenamos rápidamente nuestra mesa y nos fuimos de ahí de la misma forma. Jamás nos atrasábamos en llegar a clases, generalmente éramos los primeros en nuestros asientos. De la misma manera desde el jardín de infancia.

Lo cierto es que cualquier episodio que recuerde de mi vida, esos ojos dorados siempre están presentes, desde que tengo memoria somos amigos inseparables. Únicamente los dos.

Ocupábamos los primeros bancos y esperábamos con impaciencia a los profesores para hacerles nuestras preguntas; aunque usualmente no éramos mucho del agrado de éstos, como no lo somos del alumnado. Pero ¿qué más da ser una "friki"? Si la poca aceptación social era el precio para ser quien soy, estaba más que dispuesta a pagarlo.

— ¿Vendrás hoy? — me preguntó Ikuto después de haber sacado nuestras cosas y de organizarlas sobre las mesas

—Claro, no me perdería por nada del mundo una de tus caídas— apreté los labios para contener la risa. Muchas veces ya lo había visto saludar muy de cerca el Amatislo.

— ¿Solo recuerdas esas? He desafiado a las leyes de la física ¿y de lo único que tienes memoria es de cómo he caído? Que selectiva es tu mente, selectiva y muy reducida— asintió para sí mismo

—Te has picado— sonreí— si recuerdo uno que otro salto que te ha salido bien— me miró enfurruñado— está bien, casi siempre lo haces bien. — Me rendí. Tenía que ser justa, Ikuto era un gran atleta y también un gran temeroso.

El profesor llegó al aula y comenzó a impartir su lección. Ignoró nuestras manos alzadas para responder las preguntas y como solía ser el timbre final fue aclamado con suspiros de alivio. No por nuestra parte claro.

Nos apresuramos en guardar todo en las mochilas e ir hasta el profesor, pero éste siendo más veloz se había retirado hacía un tiempo

—Diantres, se nos escapó de nuevo— Ikuto tronó sus dedos en decepción mientras caminábamos hacia la salida.

—He pensado en un plan para retenerlo— murmuré pensativa

— ¿Cuál? —

—Me he enterado de que ama las donas con glaseado de frutilla— me golpeé la boca con un dedo—podemos atraerlo con una y así no se iría. Lo sobornamos con donas y así nos responde todas las preguntas— solo escuché la carcajada estallar a mi lado, llamando la atención de mucha gente alrededor. Sin embargo, eso jamás me había importado y al oír su característico sonido comencé a reír también.

—Ugh, el par de raritos. — escuché de algún lugar el comentario y solo avivó mi ataque de risa.

Después de unos minutos, nos recompusimos y logramos ir hasta mi destartalada camioneta. Un auto siempre será un auto, tan viejo como sea es mejor para combatir la lluvia y el frío.

—Prometo que el día que tenga mi coche, serás la primera en subir— aseguró mientras divisaba su casa.

La casa Tsukiyomi, era tan familiar para mí como la mía misma

—Ikuto, tú debes manejar. Serás el primero— me concentré en la curva antes de llegar por fin.

Mi camioneta fue lo que compré con los ahorros de mi vida. Jamás ahorré para esas burradas de maquillaje o para la fiesta de los dulces dieciséis. Yo quería un coche, mucho más conveniente que mojarse con la lluvia.

—Sabes qué quiero decir. Serás mi primer copiloto. — lo miré sonriéndole.

Estacioné el ruidoso trasto frente a su casa y nos bajamos luego de subir las ventanillas. Nos caracterizábamos por ser unos masoquistas, amábamos ir con el viento cortándonos las mejillas.

—Aruto dice que cuando menos me lo espere me dará un coche, pero como ya no le estoy creyendo mucho la verdad. Nunca espero que lo haga y no sucede—reflexionó frustrado

—Ya sabes que puedes usar el mío cuando quieras. — me encogí de hombros

—Claro que lo sé porque mi hermosa amiga siempre me lo prestará— me apretó la nariz mientras se reía

— ¡Ikuto! Odio que hagas eso, ¡demonios! — me sobé la nariz con cuidado a la par que él seguía caminando y abría la puerta

— ¡Mami llegamos! — se quitó el anorak e hice lo mismo con el mío, colgándolos juntos en la percha. Acomodé mi gran jersey de los marines y mis lentes, bizqueando un poco.

—Hola bebé. Hola Amu— nos saludó Celine como siempre tan amable y linda. — ¿Les ha ido bien?- preguntó

—El profesor se nos escapó y Amu y yo mantuvimos una discusión. Por lo demás todo estuvo bien—Celine rodó los ojos con una sonrisa

—Bien, espero que eso sea bueno…—Me guiñó un ojo— les prepararé empanadas de queso— salté de contenta

—Amo sus empanadas de queso, son tan deliciosas— alabé con una gran, gran sonrisa.

Después de reírse, ella se fue

—Vamos— Ikuto me jaló de la mano para que subiera con él a su cuarto, que también era tan familiar para mí. Once años de amistad convertían su casa en la mía y viceversa, aunque, mi madre no estaba como lo está Celine, tampoco mi padre. Pero ese es cuento aparte.

Se quitó el gorro que llevábamos a juego y lo dejó sobre el escritorio donde descansaban su ordenador y lápices diversos.

La habitación de Ikuto, era organizada, toda la colección de música ordenada por año y preferencia. Los colores de las mantas de su cama a juego con la alfombra y las paredes, manteniendo una armonía entre ellos. Nada se le escapaba nunca y los pósters de anime que mantenía en puntos estratégicos eran los únicos que rompían de algún modo la degradación del color dorado, rojo y azul.

Fue al baño con la camiseta que usaba para practicar y yo me dediqué a jugar con su cubo rubik después de acomodarme en la amplia cama.

Tarde bajo armarlo segundo Veinte.

—Estoy listo— dijo saliendo con el cabello hecho un desastre y la camiseta ancha saliéndosele de los pantalones de buzo.

—Yo creo que te falta algo— me paré y le saqué los lentes con cuidado. Bizqueó un poco antes de abrir sus ojos.

Me le quedé viendo sin una razón justificable… aunque siempre conseguía aturdirme el color tan intenso, el dorado brillante e inocente. Me alejé un tanto desconcertada y algo ruborizada, dejando sus lentes sobre la mesita de noche y escondiendo mis mejillas. Negué con la cabeza, negándome en redondo a analizar mi reacción.

—Amu, sabes que no veo muy bien sin mis lentes—bizqueó más antes de centrar mi rostro.

—No seas llorón, si quieres entrar tienes que usar los de contacto. Las probabilidades de que caigas y se quiebren los cristales dejándote ciego son bastantes. No permitiré que practiques con ellos y ver cómo te desangras. Ven—tomé su mano y él la ciñó alrededor de la mía. Decidí ignorar las ideas confusas que se produjeron en mi mente.

Bajamos hasta el patio trasero donde la lluvia había dejado de caer y podía practicar al aire libre mientras.

Busqué un trozo de Amatislo no tan mojado y me senté a lo indio ahí, observando a Ikuto calentar.

— ¿Estás listo? — le medio grité. Como respuesta asintió y me sorprendió, como siempre con la gran agilidad que demostraba. Tomando impulso saltó altísimo y giró en el aire apretando su cuerpo en posición fetal antes de caer grácilmente sobre sus pies, estirando los brazos.

No pude evitar aplaudir con el pecho inflado de orgullo. Sin duda Ikuto tenía mucho talento para los mortales y saltos acrobáticos. Su Amatisño de niño ha sido pertenecer a los animadores, todo el tiempo entrenándose, aprendiendo y aguzando sus ya de por sí muy buenas cualidades. El único problema entre su Amatisño y la realidad, era su temor a ser rechazado como solía sucedernos a menudo.

Pero si esos huecos populares no lo aceptaban en su equipo serían unos tontos.

Repitió ese salto, y otro más, uno que se veía mucho más complejo porque eran como dos series en solo fracciones de segundos. Yo me mataría, no tenía la menor duda.

Después de practicar los mortales y otras pericias, corrió a mi lado con todo el cabello y cuerpo sudado. Al adivinar sus intenciones me incorporé rápidamente y eché a correr en círculos por su patio.

— ¡Ikuto! ¡Detente! ¡No seas asqueroso! —le grité por encima de mi hombro aunque fue tarde. Oí su risa antes de que me atrapara y me estrechara contra su húmedo cuerpo. — ¡Ugh! Voy a vomitar— fingí hacer una arcada, pero finalmente terminé riéndome estrepitosamente al igual que él.

—Eres un cerdo— recriminé secándome con una toalla que me facilitó. Ambos volvíamos a la casa ya que la lluvia comenzaba a caer nuevamente.

—Mírate hijo, apestas— acotó Celine cuando lo vio entrar. Casi chocó con la encimera así es que tomé su mano y lo guié

—Lo sé. Amu ya se ha dado cuenta y me ha dicho cerdo. —me delató

— ¿Me estás acusando con tu madre Ikuto Tsukiyomi? — soné falsamente indignada y la aludida se rió suavemente, ni comparación con su ruidoso hijo

—Eso parece, ¿no? —enarcó una ceja y negué con la cabeza

—Qué bebito— le hice burla y se carcajeó.

—Ouch cállate Amu y llévame a mi habitación—me jaló del brazo con brusquedad haciéndome tropezar, no caí de pura Amatisrte.

—Sin mí no serías nada y tienes el descaro de acusarme. Desgraciado— me senté en su cama otra vez, mientras él se iba a la ducha.

El cubo rubik me aburrió después de un rato y comencé a hurgar entre sus películas, también organizadas.

Pasé el dedo por cada título sin convencerme por ninguno, hasta que apareció ante mis ojos

— ¡Estrellas benditas! —exclamé sacando el DVD. Tenía los clásicos más hermosos del mundo. Grease, Dirty Dancing, Ghost, Los Cazafantasmas ¡Oh por las santas ovejas! ¡Los cazafantasmas! Cuando salió del baño con unos amplios jeans y una camiseta ancha negra me abalancé sobre él con el Cd en la mano

— ¿Por qué nunca me lo dijiste? — le pregunté indignada

— ¿Eh? ¿Qué hice ahora? — dijo a su vez, confundido

—Tienes los cazafantasmas, sabes de mi loca obsesión por Bill Murray y no me lo dijiste. No puedo creerlo— hice un puchero mirando el DVD

—Yo pensé que lo sabías…— caminé hasta su televisión y puse la película

—Pues te informo mono desarrollado que no tenía ni idea— me acomodé en uno de los cómodos sofás y pronto me acompañó

—Así que… ¿veremos los cazafantasmas? —Alcé mi mano y la puse sobre su rostro, demostrándole que lo ignoraba— Oh ¿y ahora me ignoras? — Tomó mis dedos y los alejó de su cara, para hablarme y me volteé antes. — Amu Clars, pegado a ti…—

Rodé los ojos al oírlo cantar. Siempre hacía lo mismo. Giré todo mi cuerpo hacia el lado contrario. No lo conseguirás esta vez, me dije.

—Tengo esta sensación en el fondo de mi alma, que sólo no puedo perder—se acercó más a mí y ya que no lo tomé en cuenta se puso a mi frente y me sujetó por los hombros para que lo viese— supongo que estoy en mi camino, necesitaba un amigo y de la manera como me siento ahora supongo que…— le puse la mano en la boca cortando su inspirada canción y me comencé a reír. Ahí va mi determinación a no disculparlo.

—Ya, está bien, está bien. Asumo que debí hurgar más a fondo— admití, dejando mi pose de "ignoración" sonrió y se sentó a mi lado nuevamente.

-O-

Celine nos trajo algunas cosas para picar y después se fue, dejándonos sumidos en la película.

Terminé con la cabeza sobre las piernas de Ikuto mientras prestábamos total atención a los primitivos efectos especiales.

Cuando terminó me estiré a gusto y bostecé un par de veces. Tuve que quitarme los gruesos anteojos para poder secar mis ojos y me rasqué la cabeza protegida por el grueso gorro de tela térmica, que más que uno convencional parecía un gorro esquimal. Sin embargo, a Ikuto y a mí nos fascinaba, por ello teníamos el mismo.

Me coloqué los lentes de nuevo y me puse de pie con pereza

—Diablos, se me hizo tarde— miré la hora y me apresuré en bajar las escaleras.

—Puedes quedarte si quieres, ni a Celine ni a Aruto le importaría. Ya sabes— ofreció con una sonrisa, negué con la cabeza.

—No, Tsumugu ha de estar esperándome. Lo conoces— me encogí de hombros tomando mi chaqueta gruesa y mi mochila llena de estampados de viejas marcas y clásicos.

—Sí, bueno. Gracias por acompañarme y ver mis grandes talentos— se rió jocosamente y le seguí un poco, con mi hermosa risa que parecía de una persona que sufría serios problemas de asma.

—Se presentará la oportunidad y deberán aceptarte. Eres increíble además de inteligente y obvio, eres mi amigo. — la risa nuevamente

—Eso espero— se rascó la nuca suspirando y acomodé mi gorro.

—Adiós Celine, muchas gracias por todo—

— ¿No te quedas a cenar? — preguntó desilusionada después de darle un abrazo

—No, pero muchas gracias. Me despide y saluda a su esposo. Adiós— y me interné en el frío ambiente de la tarde en Idris.

Con precaución me monté en la camioneta y después de despedirme con la mano de Ikuto manejé hacia mi casa.

-O-

El coche patrulla de Tsumugu no estaba así que supe que aún no había llegado. Su trabajo le quitaba todo el tiempo y casi no pasaba tardes conmigo. Aunque eso ya dejó de entristecerme, al igual que superé que mi madre se fuese y me dejara con mi padre por considerarme una molestia. Ikuto siempre estuvo a mi lado en las malas y en las buenas; aguantando mis lágrimas de niña tonta y recogiendo las partes de mí cuando las chicas con las que quería jugar me rechazaban por no ser bonita como ellas. Siempre a mi lado.

Me bajé cerrando con fuerza la puerta puesto que últimamente parecía más oxidada.

La casa estaba fría y oscura, por lo que me apresuré en encender la estufa y las luces.

Me quité la chaqueta y el gorro, soltando mi desaliñado cabello y subí a mi habitación para dejar mis cosas y estirar un poco la cama.

—Amu— llamó Tsumugu desde abajo y dejé los deberes que hacía para responderle.

Bajé la escalera cuidadosamente y lo encontré dejando sus botas y cinto a un lado del sillón viejo.

—Hola, papá— saludé pasando de largo a la cocina

— ¿Cómo ha estado el día? — se calzó las pantuflas y se acomodó con un quejido en el sofá

—Bien, fui a casa de Ikuto. Estuvo practicando nuevamente…es increíble cómo salta y…—inicié inspirada

—Sí, ya creo que sí. Dame una cerveza por favor—interrumpió mi charla y tuve que tragarme las palabras. Él veía televisión cuando le dije que si iba a cenar. No me respondió así es que la dejé a su lado en el sofá y subí nuevamente.

Me di una corta ducha y después de peinar mi pelo, me acosté a dormir.