Disclaimer: Naruto y sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto
Hola, gracias por entrar n.n
Este fic forma parte de un proyecto multifandom personal con motivo de celebrar mis primeras cien historias. Para conocer más detalles pueden darse una vuelta por mi perfil, donde lo explico, o pueden seguir leyendo sin inconveniente alguno.
Disculpen por los posibles fallos que puedan encontrar y gracias por leer :D
Proyecto: Cien drabbles por cien historias
Pareja: Sasuke/Hinata
Motivo: Cosas para decir
I
Las cosas que deberías decir
.
Los caminos de la expiación pueden ser tan misteriosos como enrevesados. En múltiples lugares había estado Sasuke en los últimos dos años desde que finalizara la guerra, y en cada uno de ellos encontró mil maneras diferentes de intervenir, ya sea mediando, reparando, equilibrando o combatiendo. Aunque fuesen tiempos de paz, nadie podía asegurar el final de las rencillas.
En medio de la misión que se había autoimpuesto, se había cruzado con innumerables y variadas personas, pero con ninguna se llenó de tanto asombro como con Hinata Hyuuga. Detenido al pie de un añoso árbol para pasar la noche, frente a un fuego cobijador con la mente puesta en el próximo trabajo, irrumpió frente a él tan intempestivamente que apenas si pudo creérselo.
-Konoha se ha dignado a aparecer –comentó mientras pulía un kunai con desidia.
Hinata detectó la ironía.
-Konoha no está controlándote, Sasuke-kun.
-¿Entonces qué haces aquí?
-Susupongo que lo mismo que tú –repuso ella-. Estoy en una misión.
Él cambió de kunai sin mirarla todavía.
-Bienvenida al ruedo –dijo con tono indescifrable. Luego le hizo un gesto con la cabeza-. Siéntate, esta noche hace frío.
Recién entonces Hinata se relajó, nunca estaba del todo segura sobre el mejor modo de conducirse con alguien como Sasuke. Al igual que todos en Konoha seguía considerándolo un compañero, e íntimamente oraba por su destino, pero nunca había existido la confianza necesaria para sentirlo cercano.
-Gracias –dijo con timidez, sentándose junto al fuego-. Te ves bien, Sasuke-kun.
La dulzura contenida en su observación no pasó desapercibida para el ninja, pero aun así hizo una mueca de inconformidad. Tal vez llevaba tiempo sin sostener un intercambio de ese estilo.
-¿Me veo bien? En estas circunstancias, Hyuuga, tal vez sean otras las cosas que deberías decir.
Ella lo miró con cierto asombro, sin comprender.
-¿Qué cosas? –indagó, temiendo haberlo ofendido.
Él pasó a pulir otro kunai.
-No lo sé… Cosas como "debe ser difícil para ti", o "estás trabajando muy duro", o "habrás tenido que afrontar muchas dificultades, pero seguro estás haciendo lo necesario para redimirte de todo el daño que has causado".
Hinata se sintió muy incómoda con ese asomo de resquemor.
-Jajamás diría una cosa así –musitó, lamentando la inseguridad de su voz.
-Pues deberías –insistió él, mirándola por fin-. Deberías ponerme en mi lugar, deberías echarme en cara de una buena vez las cosas que he hecho en contra de la aldea, lo mal que he interpretado mi papel como shinobi.
Esta vez ella detectó cierta tristeza solapada entre sus palabras.
-Sasuke-kun…
-Supongo que a su debido tiempo, las dirás –concluyó él, volviendo a enfocarse en el kunai.
La joven experimentó una profunda desazón. Sin embargo, fue incapaz de ofrecerle una palabra motivadora. Si en algo lo conocía, intuyó que, de todos modos, un hombre de su calibre jamás aceptaría ninguna clase de consuelo.
.
.
.
II
Las cosas que deberías decir tú
.
Los hados eran mucho más poderosos de lo que creían, porque pocos días después volvieron a cruzarse en la aldea adonde ambos, sin saberlo, se dirigían. Sasuke la miró con ojos inescrutables, mientras que Hinata permaneció irresoluta a causa del desconcierto.
-Ya veo –dijo él-, al parecer compartimos el mismo propósito.
Ella hizo un meritorio esfuerzo por sobreponerse a la confusión.
-¿Se trata de cucustodiar un importante cargamento?
El joven asintió con indolencia. A continuación se enfocó en escrutar los alrededores, por lo que Hinata ya no supo cómo proseguir la conversación… si es que estaban conversando. Le amilanó el hecho de verlo tan profesional cuando la misión consistía en hacer algo tan simple.
Y entonces se preguntó también qué tanto habría pasado en los dos años que llevaba viajando solo por el mundo.
-Pues andando, tendremos que hacerlo juntos –dijo él luego.
Si bien su voz había sonado tan parca como de costumbre, Hinata no pudo dejar de notar el fastidio que sentía por verse obligado a ello. Ella no pretendía ser una molestia, si había algo de lo que había huido desde pequeña era de terminar en ese rol.
-Si tanto te molesta, pupuedo encargarme sola.
Él la miró con una ceja levantada.
-No dije que me moleste.
-Pero así lo has insinuado.
-¿Susceptible, Hyuuga?
-Precavida.
-¿Entonces qué debería decir? ¿Que será un gusto para mí desempeñar esta misión contigo?
Hinata ya no supo tolerar su insolencia.
-Dedeberías decir que hubieras preferido hacerlo solo, pero dado que soy tu compañera esperas popoder llevarte bien –replicó ceñuda. La vacilación de su voz provenía del disgusto, así que esta vez no se esforzó en ocultarla-. Dedeberías decir que te has acostumbrado a arreglarte por ti mismo, por lo que quizá te cueste confiar en alguien más, pero que estarás agradecido… Y si no sabes cocómo agradecer, al menos deberías aclararlo con sinceridad.
El otro se le quedó mirando fijamente, impertérrito. Sin embargo, por dentro Sasuke se preguntó de dónde diablos había salido esta muchacha que en el pasado sólo sabía ocultarse de los demás. Menuda forma que tenía su penoso destino de aguijonearlo en la actualidad.
-Bien, pues veo que no será necesario agradecerte –repuso, y pasó junto a ella sin mirarla.
Hinata, zaherida con esa indiferencia, cerró los puños y giró hacia él, hacia su espalda alejándose.
-En todo caso, dedeberías decir que cuentas conmigo.
Él apenas vaciló en su andar. Siguió con la vista al frente, pero le hizo una seña con el brazo convidándola a sumarse. Hinata profirió una crispada exclamación, superada por esa petulancia. Aun así, caminó tras él asombrándose del encono que le provocaba.
Hubiera querido ser más agresiva, más imponente, pero su carácter era de una naturaleza serena y proclive al perdón. Al poco rato, entonces, ya lo había disculpado, entendiendo al final que él también había tenido que vencer cierto orgullo para aceptar su compañía. Ignoraba que, más que su vanidad, había comenzado a vulnerar otro sector de aquel enigmático corazón.
