Disclaimer: Harry Potter belongs to J. K. Rowling and Warner Brothers, this fanfic is made for fun and entertainment I don't want any profit.

Notas antes de empezar: Este fanfic en ningún modo pretende atacar el final mostrado por Rowling, créanme, tuve varios años para digerir el epílogo y lo respeto, pero tampoco puedo evitar escribir de mis parejas favoritas.

La historia está situada inmediatamente después del término de la guerra, quizá uno o dos meses después. El epílogo no existe y como pueden ver, no existirá dado que quiero cambiar las parejas.


Obliviate!
Capítulo Uno: Memoria

Como todas las mañanas, el despertador mágico de Hermione inundaba con su melódico sonido la pequeña habitación que compartía con Ginny en la Madriguera, recordándole que un nuevo día estaba comenzando y que aún debía resolver muchas cosas. La mañana se extendía por la casa, trayendo consigo los sonidos del resto de sus habitantes despertándose y deseándose buenos días. Todo parecía tan irreal aún, sobretodo para sus ojos castaños que sólo habían visto desgracias. La tranquilidad reinante se le antojaba fantasiosa, incluso demasiado perfecta y la sensación de que algo no estaba bien solía inundarla muy a menudo, similar a una opresión en el pecho que solía relacionar con los exámenes en Hogwarts.

Sin embargo, nada estaba mal, nada era incorrecto. Y como el fénix que renace de sus cenizas, cantando aún más alto y hermoso para alegrar el día, así mismo iba renaciendo todo a su alrededor después de la guerra, lento pero seguro. Se veían por todas partes magos y brujas saliendo de sus letargos, actos heróicos no reconocidos durante el reinado de Voldemort siendo aclamados, familias felices reuniéndose... Los cimientos de un futuro que se antojaba perfecto, impertérrito y próspero. Y aún así no conseguía estar tranquila.

Se incorporó lentamente sobre la cama, vislumbrando todo a su alrededor como si fuese la primera vez que lo veía, con esos ojos castaños que parecían indagar hasta lo más profundo de las cosas. Ginny yacía semi-despierta a su lado, sobre su cama, mirando el techo. Aún no recuperaba su sonrisa habitual ni esa leve picardía que no sabía que tenía hasta que la vio perdida, pero era algo que podía comprender, pues también pesaba sobre ella... la pérdida de Fred seguía calando fuerte en la familia.

La pérdida de Fred, la pérdida de Tonks, de Remus... Todos tenían un lugar al cual volver, una razón por la cual vivir y sin embargo, la muerte había ido por ellos en el peor momento, en el más inesperado y doloroso. ¿Sufriría ella el mismo dolor? Solía preguntárselo a menudo. Y dicha pregunta venía del hecho de que aún no había encontrado a sus padres, perdidos en Australia. Ellos también tenían una familia a la cual regresar, una hija que había hecho hasta lo imposible para protegerlos, ¿volverían a salvo? ¿O ella también perdería su sonrisa y alma por algún tiempo?

—¡Hermione, Ginny! ¡Mamá dice que el desayuno ya está listo! —Ron subía por las escaleras, sus pisadas hacían crujir el suelo, que parecía quejarse de su inusitada insensibilidad. La mujer compuso su rostro en un segundo, adoptando la misma mirada solemne que ocultaba sus sentimientos, Ron no podía verla dudosa, no cuando él mismo estaba tan frágil.

Ginny comenzó a quejarse por lo bajo, pues la noche anterior se había desvelado hablando con Luna sobre seres extraordinarios, no porque realmente le interesaran, sino más bien porque ese tipo de cosas solían distraerla lo suficiente como para olvidar el espacio vacío en la mesa que solía ocupar su hermano. No obstante, ambas se levantaron de la cama y tras dirigirse rápidas miradas, tratando de evaluar si su aspecto estaba presentable, salieron del lugar siguiendo los pasos de Ron que ya volvía al piso inferior.

Normalmente Hermione no habría permitido que la vieran tan desarreglada, solía quejarse de que los cuidados corporales eran tardados, pero tenía alma de mujer y cierto orgullo, mismo que se había esfumado en aquella tienda maloliente durante los meses de Guerra contra Voldemort, pues Ron y Harry la habían visto despeinada, ojerosa e incluso sucia en ocasiones, por lo cual unos cuantos cabellos desordenados en la mañana y el rostro demacrado ya no eran mucho obstáculo para ella.

—Buenos días, querida —le sonrió la señora Weasley, desde su puesto enfrente de los fogones, en los cuales se removía una buena cantidad de avena. Molly había estado mucho más amable con Hermione desde que se había enterado de su relación con Ron, e incluso de vez en cuando le susurraba cosas que la hacían sonrojarse con respecto al cuidado y hábitos de su hijo.

Esa mañana, mientras todos clavaban su vista en la olla con avena, hambrientos y deseosos, los pájaros cantaban suavemente por los campos alrededor de la casa y el sol iba deslumbrando el lugar, como si lo pintara suavemente de un tono más cálido. La chica se sintió abrumada por la atmósfera a su alrededor, casi vislumbrando entre sus párpados escenas similares en las cuales estaba con su familia; le temblaron las comisuras de los labios cuando su plato de avena estuvo frente a ella, porque aquel ambiente de febril armonía le recordaba a su casa.

—Buenos días —saludó Harry, bajando las escaleras hasta entrar al lugar, se tallaba los ojos con cierta pereza y su cabello estaba más alborotado que de costumbre, pero aún así sonreía con ganas.

Todos le contestaron al mismo tiempo, haciendo bromas habituales a esa hora sobre cualquier cosa, sin embargo, la voz de Hermione fue la última que rompió la avalancha de saludos y en ella se notó un deje de tristeza que ella sabía esconder muy bien. Harry dirigió sus ojos verdes hacia los castaños de su amiga, pero ésta evitó su mirada, como siempre que no quería que la vieran tan frágil y fingió que estaba muy interesada en su avena, por lo cual él dejó el tema por zanjado, por lo menos hasta después del desayuno.

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Hermione se sentó debajo de un grueso árbol de manzanas y clavó su inteligente mirada en el partido de quidditch que se disputaba entre Ginny, Harry, Ron y George. Su mente sopesaba un montón de posibilidades, tanto buenas como malas, así como también planes de emergencia. Tenía que encontrar a sus padres, tenía que volver a esa casa donde había crecido junto con ellos, para que todo fuera perfecto de nuevo. Pero tenía mucho miedo de lo que pudiera encontrar, o de lo que pudiera no encontrar. Los mortífagos habían hecho de las suyas mientras ella se escondía en una tienda de campaña, habían destruido casas, puentes, personas, si algunos de ellos eran sus padres nunca se lo perdonaría. Pero, ¿por dónde empezar? ¿A quién dirigirse?

A Harry y Ron no, definitivamente, le dijo una vocecita en su cabeza. Pasar tantos meses juntos durante la guerra, los había hecho pensar en que necesitaban su propia individualidad, su propio espacio o dicho en pocas palabras, no se soportaban demasiado últimamente. Seguían siendo corteses el uno con el otro, se saludaban, compartían sus anécdotas con los demás sobre sus aventuras y por supuesto, eran tan amigos como siempre, pero en esos momentos ella prefería comerse a un hipogrifo que volver a ir de viaje con ambos. Y sabía que en el fondo ellos estaban de acuerdo.

¿Entonces a quién podía acudir? Jugueteó nerviosamente con el iluminador de Ron, que había tomado sin querer de su mesita de noche. Quizás no necesitaba ayuda de nadie para hacerlo, quizás el instrumento de Dumbledore también podría ayudarla a ella, no estaba haciendo nada malo (y se convenció por ello), sólo quería ver a sus padres. Cerró los ojos con fuerza, dejando que la desbordaran los sentimientos de necesidad, de cariño hacia las personas que le habían dado la vida y luego accionó el iluminador, que al no tener ninguna fuente de luz que extraer se quedó quieto, como siempre, dándole una apariencia algo boba.

No obstante, pasados unos segundos, empezó a desprenderse algo de su pecho, como si un dementor estuviera succionando algo cálido de su corazón, para tomar la forma de una esfera azulada, brillante y danzarina a la luz del mediodía. Hermione se quedó estupefacta, contemplando cómo la esfera se formaba frente a sus ojos, hecha de los sentimientos que había estado vertiendo ella. Si la tocaba se iría, aparecería justo donde ellos y podría abrazarlos, podría pedirles perdón, contarles lo que había pasado... Su dedo vagó por el aire, como si lo acariciara suavemente y se posó sobre la esfera, al mismo tiempo que los ojos de Ron y Harry se dirigían hacia su amiga sin querer.

Sucedió en un breve instante, casi lo mismo que dura un parpadeo. La esfera de luz se metió dentro de Hermione, quien sólo atinó a poner un gesto de incredulidad, lo siguiente que todos supieron, una vez el grito de Ron y Harry hendió el aire, es que ella ya no estaba en el jardín de la Madriguera y que lo único que quedaba en el suelo, como señal de que había estado ahí era el libro de Pociones avanzadas que había llevado para entretenerse.

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La sensación de ser transportada por ese extraño aparato era difícil de describir, era similar a viajar en un traslador, pues sentía una fuerte presión bajo su cuerpo que la impulsaba, pero a la vez, era acompañada de la misma sensación de incomodidad que brindaba la aparición, como si fuese impulsada por un tubo de goma muy estrecho. Había sido una imprudencia marcharse, de esas que no solía cometer nunca y el grito de sus amigos se había quedado atorado en su cerebro, resonando. Estarían preocupados por ella, sin duda. Pero no se iría hasta alcanzar su objetivo.

Cuando abrió los ojos, tras unos cuantos minutos de opresiva oscuridad, se encontró en un bonito parque lleno de familias, disfrutando de uno de los primeros días del verano y ninguno de ellos se dio cuenta de que una muchacha había aparecido de la nada entre ellos, tan ciegos eran los muggles a las cosas fantásticas. Trató de orientarse por algunos letreros que lucían sus placas plateadas en las esquinas de las calles y se dio cuenta de que no estaba perdida cuando vislumbró una melena castaña, misma que pertenecía a su padre.

Su corazón dio un salto que bien pudo haberlo impulsado fuera de su pecho, en el cual la mujer posó su mano, como si tratara de comprobar que seguía ahí. Si su padre estaba ahí, entonces... Contuvo un grito que le hizo ganar las miradas airadas y desaprobatorias de todos quienes pasaban ese día por ahí, su madre estaba ahí y tenía un vientre de varios meses de embarazo, lo cual había supuesto un shock enorme para la castaña, quien por supuesto no se esperaba algo así de sus padres, no cuando parecían lo suficientemente grandes como para ello.

Cuidando que no la vieran y siempre esperando a que llegara el momento idóneo para deshacer el hechizo desmemorizador que les había lanzado antes de irse con Harry, con tal de mantenerlos a salvo, los siguió muy de cerca, tragándose las lágrimas de felicidad y agradecimiento porque estuvieran a salvo y por supuesto, felices. Quizás más de lo que esperaba que fueran sin ella. Dumbledore había inventado un artefacto perfecto, tan mágico como los sentimientos que siempre había defendido y ella se prometió a sí misma visitar su tumba cuando tuviera oportunidad, pues ese iluminador le había salvado la vida.

Después de un rato de estar en el parque, los padres de Hermione se dirigieron a su casa, presumiblemente para la hora de la comida, momento en el cual ella supo que no sería capaz de seguirlos más sin ayuda de medios mágicos y se decidió a desilusionarse, de manera que lo único que tuviera que cuidar fuera el sonido de sus pasos por las aceras y luego por las escaleras que llegaban a una bonita puerta de madera en una casa a las afueras de la ciudad. Durante el trayecto había oído la conversación que habían tenido sus progenitores, que oscilaba entre su vida cotidiana y los planes para el futuro bebé. Eso la hizo sentir un poco apartada. Lo había hecho por ellos, esperando que su existencia no les trajera problemas, pero ahora parecían estar mejor sin ella, incluso habían llenado el vacío con un hermanito. Se enjugó las lágrimas que le corrían por las mejillas, tenía que hacerlo, no importaba si la odiaban por haberlos engañado de esa manera. No podía vivir sin ellos. Ni sin su hermano o hermana. Tenía que hacerlo.

Entró a la pequeña casita, que de inmediato la transportó a los años vividos en Inglaterra, donde tenían una decoración similar, salvo que las fotografías no la incluían, ni había diplomas con su nombre, ni nada. Se decidió antes de deshacer su hechizo en echar un vistazo a las cosas que yacían en la casa, los muebles, las habitaciones, todo, mientras oía cómo sus padres comían en el piso de abajo. Quizás para ellos era invisible, tanto físicamente como en las fotografías, pero ella podía verse en todas ellas y en los álbumes guardados en la cómoda del estudio de su padre.

Había tantas fotos de ella, de sus padres, de sus amigos, tanto fuera de Hogwarts como dentro... Pronto volvería a todo eso, aunque el sentimiento de rechazo y temor fuera poderoso en su interior. Pronto volvería...

Su vista se quedó clavada en una fotografía de su primer año en Hogwarts. Harry, Ron y ella se la habían tomado durante la fiesta de la Copa de las Casas. Pero no podía decir a ciencia cierta por qué le llamaba la atención, quizás era un brillo extraño en sus ojos, o la sonrisa desvaída que le dirigía a Harry, quien estaba a su lado. ¿Había algo por recordar de eso? ¿No estaban los recuerdos tan frescos como siempre? Y sin embargo, sentía al ver esas fotos, en esa casa donde nadie la conocía, que ella también se estaba perdiendo de algo.

—¿Quién anda ahí? —probablemente sus pasos habían hecho demasiado ruido sobre el piso de madera, pues su padre yacía en la entrada de la habitación, escudriñando con ojos entrecerrados todo a su alrededor.

Era tiempo.

Levantó su desilusionada mano con la varita fuertemente agarrada a ella y lo apuntó, antes de pronunciar las palabras para deshacer el hechizo.

Pero supo que algo había ido mal cuando ella misma salió despedida hacia atrás, golpeándose con la comoda y a su vez, con el montoncito de libros y álbumes que cayó de ella.

Lo último que supo antes de quedar inconsciente fue que su padre seguía escudriñando el aparentemente vacío cuarto y que su cerebro empezaba a rebobinarse, hasta siete años atrás.

Hay cosas mucho más importantes que los examenes, como la amistad, y... Oh, Harry...

¿Qué más iba a decir? ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué había recordado eso en particular?

Sus párpados temblaron antes de cerrarse y no supo si fue un sinsentido o el propio hilo de sus pensamientos el que completó la oración.

... como la amistad, y... el amor...

Fin del Capítulo.


Notas de la Autora: Este fanfic lo empecé a escribir cuando salió la primera película de Deathly Hallows, inspirada por esa escena del baile que todos los fans del Harmony amamos x'DD. Hasta ahora he escrito tres capítulos, aunque no están revisados y en eso estoy. Bueno, no sé cómo empezar, nunca he escrito otro longfic que no sea de YGO, así que ni idea de qué decir x'D.

Sólo espero que les guste, me dejen sus opiniones, críticas, comentarios, cualquier cosa es bienvenida.

Muchas gracias por leer.

El próximo capítulo estará arriba el próximo miércoles sin falta.

¡Saludos!