Regina intentó correr hacia la salida más próxima, las ramas le arañaban las manos y se engarzaban en el pesado vestido, estaba oscuro pero era la única manera de librarse de aquella vida, la vida junto al Rey y junto a Snow no era lo que realmente necesitaba, ya estaba cerca, Daniel le estaría esperando, allí estaba una sonrisa se dibujó en su rostro al contemplarle, por fin podrían estar juntos, por fin podrían huir, escapar de aquella tormentosa situación sus manos estuvieron a unos centímetros de atraparle cuando un sudor recorrió su espalda entonces un girón negro cruzo enfrente de ella lanzando a Daniel lejos de su alcance, pudo ver a la sombra convertirse en Cora, su madre riendo en voz alta, disfrutando de la situación, qué había hecho para merecer aquella tortura de parte de su propia madre? Cerró los ojos con fuerza, gritando el nombre de Daniel, solo para despertarse sola dentro de su habitación.

Mañana sería la boda, sí. Se preguntó en dónde estaría en esos momentos si Daniel y ella hubiesen logrado escapar mientras las lágrimas luchaban por abrirse paso a la fuerza, se apoyó con fuerza en el barandal del balcón.

Por primera vez cayo en la cuenta de que no había sido culpa suya la muerte de Daniel, incluso la culpa no residía en su madre.

Era culpa de Snow, su futura hijastra. Una punzada de melancolía e ira cruzo por su mente, deseaba con todas sus fuerzas volver a amar a Snow como le había amado hacía solo unos días, cuando no le hubiese costado ni un gramo amarla con todo su alma y ser, cuando ser una madre para ella hubiese sido un sueño y no una pesadilla de la cual ahora no podría despertarse.

Fue aquel el momento en que supo que a sus ojos Snow White jamás volvería a ser aquella inocente chiquilla que inspiraba ternura y dulzura a su alrededor, aquella niña la había condenado a ella a una pesadilla, Regina se prometió a si misma que si su vida iba a ser una pesadilla de ese momento en adelante dedicaría cada momento y esfuerzo en que la vida de Snow también lo fuera.

Snow le arrebato el final feliz, las sonrisas de un futuro hijo o hija, le arrebato un hogar al cual llamar hogar, le arrebató toda posibilidad de felicidad con su imposibilidad de guardar un secreto.

Regina le pagaría con la misma moneda.