Disclaimer: Pokémon Special no me pertenece, es propiedad de Hidenori Kusaka.
Advertencias: Incesto, MangaQuestShipping.
Notas iniciales de capítulo: Participante de "Rehaciendo clichés" del foro "DexHolders del prof Oak".
¡He aquí un nuevo fic que puede ser un two-shot o un three-shot! (Soy débil a los retos, I know) ¡espero les guste este intento de MangaQuest :D!
I
Prima
—*—*—*—
Lo primero es aceptarla, luego va quererla y cuando te das cuenta, ya has caído.
—*—*—*—
El día en el que Crystal llegó a la casa de su tía Gold no se había levantado aún.
Crystal se había quedado huérfana y la custodia fue dada inmediatamente a la única hermana de su madre. Ella no estaba tan desconsolada como debería estar, o si lo estaba lo disimulaba muy bien, al parecer después del funeral había decidido dejar de llorar e ir hacia adelante. Mizuko la admiraba, una niña de apenas diez años mostraba la valentía que no muchos tenían.
—Estás en tu casa, Crys —le dijo su tía con una sonrisa amable.
—Perdón por todas las incomodidades —se disculpó ella agradeciendo con una sonrisa.
—Espera a que baje Gold, no se han visto en años, ¿no es así?
Ella asintió. —Desde que teníamos cinco.
—Él se alegrará de tenerte aquí, será como si tuviera una hermana —dijo ella riendo.
Crystal sonrió, estaba realmente agradecida por la amabilidad con la que la estaba aceptando en su familia. Justo entonces, apareció Gold, en pijama, despeinado y más dormido que despierto aunque fuesen ya las diez.
—¿Por qué hacen tanto ruido? —Preguntó sin mucho ánimo— ¿…Y quién es ella? —Señaló a Crystal despectivamente, no pareciéndole lo suficientemente bonita como para cortejarla.
—¡Gold! ¿Qué son estas horas? —Mizuko se levantó del sofá dispuesta a regañar a su hijo, pero recordó entonces que estaban acompañados, así que decidió calmarse y presentar a la niña— Ella es Crys, ¿no la recuerdas?
—Hola Gold —Saludó la niña tratando de ser amable y no hacer ninguna mueca por la presentación tan… simple de su primo.
—… ¿Cabello de chicle? —Preguntó despertando y mirándola sorprendido. Mizuko le dio un golpe en la cabeza reprimiéndolo y Crystal forzó su sonrisa. Claro, la última vez que se habían visto Gold le había arruinado el cabello con goma de mascar— ¡Ay! ¡Lo siento!
—Sé más respetuoso, Crys vivirá con nosotros a partir de ahora —dijo su madre cruzándose de brazos.
Gold abrió los ojos sorprendido. —¿Por cuánto?
—Esta ahora es su casa, ella es parte de la familia a partir de hoy —declaró la mujer para horror de Gold.
El niño estaba justo en su etapa de aversión a las niñas, en las creencias en las que todas ellas tenían piojos, menos las bonitas claro, y Crystal era su prima no una niña linda.
—¡Me niego!
—¡Gold!
Mizuko estaba alterada por la reacción de su hijo, volteó a ver a Crystal, esperando que la niña no se hubiese molestado, pero por contrario, lucía cansada y preocupada por la actitud de Gold, como si estuviese viendo a un niño pequeño haciendo rabieta. Y claro que lo era, Gold era menor que Crystal por tres años, por lo que ella se lo perdonaba.
En definitiva, era muy madura para su edad.
—¡No se va a quedar con mi habitación!
—Nadie ha hablado de tu habitación —repuso Mizuko molesta— ¡ve a bañarte y que no se discuta más! ¡Ya vas tarde para ir a la escuela!
—¡Pero mamá–!
—¡Nada de peros! ¡Arriba!
Gold la miró suplicante, luego vio a Crystal con el ceño fruncido y con la poca dignidad que le quedaba, subió las escaleras zapateando. La mujer suspiró y miró a Crystal.
—Lamento eso, Gold es algo… recio a los cambios.
—No te preocupes, tía —respondió Crystal con total tranquilidad—. Solamente tiene siete años.
Y ella diez, pero se notaba que no pensaba como una niña normal. Mizuko sonrió, ella siempre había querido tener una hija y Crystal además de ser niña era madura y la viva imagen de su hermana. Definitivamente, tenerla allí iba a ser de lo más grato.
.-
—¡¿También irá a mi escuela?! —Preguntó Gold claramente, enojado.
—Obviamente, tu escuela es muy buena y la aceptaron inmediatamente cuando vieron sus excelentes calificaciones —dijo Mizuko con una sonrisa de satisfacción.
—¡Pero mamá —gritó tratando de hacerle entender—, es una intrusa! ¡Se está metiendo mucho a la casa! Ya tiene una habitación, ya me quita el baño, ya usa la televisión, ¡está robando mi oxígeno! ¡Siento que voy a morir!
La madre del niño se acarició la sien, buscando fuerzas de donde no tenía para no entrar en una pelea con su hijo. Afortunadamente Crystal no estaba cerca, estaban yendo de regreso a casa después de las clases de Gold, lo que sí le preocupaba era que todas las personas que los rodeaban volteaban a verlos cuando el niño gritaba.
Se arrodilló a su altura y tomó a Gold por los hombros.
—Escucha Gold, sé que no te agrada la idea de que alguien más viva con nosotros, pero comprende que Crystal no tiene a dónde ir —él desvió la mirada— estoy tratando de darle una vida normal, pero no puedo hacerlo si tú te enojas con cada cosa que hago. ¿Intentarás llevarte mejor con ella? —Él murmuró— ¿Qué cosa?
—Que sí —dijo rodando los ojos— lo… lo voy a intentar.
Ella sonrió complacida con la respuesta y lo abrazó. —Gracias.
—Mamá… que me avergüenzas…
Ella rió apretándolo aún más, él terminó por ceder abrazándola también. No podía ser tan malo.
.-
Era horrible. No podía creer el nivel de descaro e irrespeto que tenía Crystal. ¡Lo había despertado a las ocho! ¡Era condenadamente temprano! Pero no podía reclamarle nada porque ella se había ido a comprar el desayuno y él estaba aseando. Sí señores, él estaba limpiando su habitación, todo porque la señorita perfecta lo había despertado temprano permitiéndole a su madre darle órdenes que jamás le había dado.
—¡Es trampa! —Se quejó barriendo su habitación con furia— ¡Me dijo que era tarde! ¡Me engañó!
—Es tarde si consideramos todos los deberes que hay que hacer en la casa —contestó Crystal por su tía—, asear, cocinar, estudiar y hacer los deberes.
—¿Qué? —Gold estaba sorprendido, ¿en serio esperaba que él hiciera todo eso?— Pero si ni siquiera has entrado a la escuela.
—Pero tú sí y tienes muchas tareas pendientes…
—¿Viste mis cuadernos? —Preguntó sintiéndose violado— ¡Estás espiándome!
—No te espío —corrigió ella con la poca tranquilidad que le quedaba— dejaste todos tus cuadernos tirados en el pasillo y yo los recogí.
—¡Es invasión a la privacidad!
—¿Qué? ¡Si los tiraste frente a mi habitación! —Se quejó Crystal, sintiéndose indignada.
—¡Eso no es cierto! ¡Acabaste de decir que fue en el pasillo!
—¡Mi habitación está en el pasillo! ¡Y no es lo único! Lanzas tu ropa, mochila, juguetes y basura también —enumeró molesta— ¿no conoces el significado de orden?
—¡Si tanto te molesta, ¿por qué no te quejaste antes?!
Crystal frunció el ceño. —¡Porque quería ser amable contigo pero eres un caso perdido!
—¡Y tú una bruja!
—¡Esperen, esperen, esperen! —Mizuko apareció en la puerta de la habitación con un delantal y un cucharón en la mano— ¿Qué sucede aquí?
—¡Mamá! ¡Esa niña es insufrible! Ha estado espiándome.
Crystal se mostró indignada. —Ya te dije que no es así. Él tira todas sus cosas frente a mi habitación, ¡yo solamente las recojo!
—¡No tienes por qué recogerlas! ¡Déjalas ahí y ya, son mías!
Mizuko miraba a los dos niños pelear, esa era la primera vez que discutían directamente, pues cuando Gold buscaba molestar a Crystal, ella lo ignoraba o le daba la razón para evitarse justamente lo que estaba pasando.
—Gold, estoy de acuerdo con Crys, ya va siendo hora de que arregles esa costumbre de dejar todo tirado por ahí, por eso tardas tanto arreglando tu habitación.
Gold no podía creerlo, su madre, la mujer con la que había estado desde… siempre, estaba dándole la razón a otra persona que no era él, a una niña que no era su hija.
—Te odio —le dijo a Crystal con rabia.
Crystal no pareció inmutarse por las palabras, pero Mizuko sí.
—Suficiente Gold, estás castigado —dijo molesta— nada de salir, nada de videojuegos, televisión o internet hasta nuevo aviso.
—¡¿Qué?!
—Ya hablé —declaró la mujer yéndose de la habitación, de nuevo en dirección a la cocina.
Crystal miró a Gold, no había enojo o pesar, él se lo merecía, pero aun así, se sentía un poco culpable por la pelea.
—Gold, de verdad…
—Sólo vete y déjame en paz —dijo el niño dedicándole una de sus mejores miradas de odio.
Y ella no insistió, simplemente acató sus órdenes sin decir una sola palabra, dejando a Gold sólo con su rabieta.
.-
Los siguientes días no fueron mejores, Crystal seguía siendo un dolor de cabeza para Gold y para Crystal, Gold no era más que un niño molesto y mimado. Definitivamente no se agradaban, la presencia del otro no hacía más que incordiarlos, en especial cuando tenían que ir juntos a la escuela por la tarde.
—La haces parecer toda una bruja, ¿tan mala es? —Preguntó Pearl durante la clase de deportes, jugaban fútbol pero el balón estaba lejos de ellos.
—Peor de lo que puedas imaginar —respondió él con el ceño fruncido— es odiosa, una intrusa, egocéntrica, orgullosa y fastidiosa.
—Yo creo que estás exagerando —dijo Silver, su mejor amigo.
—Jamás he sido tan sincero en toda mi vida —contestó el azabache de mala gana— aunque a lo mejor se llevan bien ustedes dos, una amargada para un amargado.
—No juegues, es mayor que nosotros —dijo Pearl riendo.
—Blue también, pero a mí no me importaría tener una cita con…
Lo siguiente que vio fue negro, sorprendentemente no había sido culpa de Silver, quien sostenía un balón dispuesto a golpearlo, pero eso era antes de que una raqueta se estrellara contra su cabeza, mandándolo al suelo y dejándolo en un estado moribundo.
—¡Gold…! —Pudo escuchar entre el mareo y la confusión, la culpable había sido una chica de su curso que conocía muy bien, era Sapphire Birch, una de las chicas en su lista de las posibles novias que en un futuro gustaría tener— ¡Ay, lo siento! ¡No te la iba a lanzar a ti!
—¡Gold, no te mueras, no vayas a la luz! —Dramatizó Ruby zarandeándolo, quien había llegado con la castaña.
—¡Quédate quieto que sólo lo empeoras…! ¡Ah! ¡No cierres los ojos Gold! —Exclamó Pearl.
Pero él ya no podía mantenerse más consciente, sea para quién fuere la condenada raqueta, iba con toda la disposición de cometer un homicidio. Cerró los ojos y lo último que escuchó fue a Sapphire gritar: —¡Lo maté! ¡Papá me va a matar!
.-
Cuando abrió los ojos de nuevo había sentido como si sólo hubieran pasado dos minutos, pero en dos minutos no podrían haberlo trasladado a una camilla. Miró confundido lo que tenía encima de él, un techo que no recordaba. Se levantó con un poco de dificultad, desorientado y con la cabeza ardiéndole, se llevó una mano a la frente, encontrándose con una venda. Miró a su alrededor, estaba en la enfermería y a su lado estaba sentada Crystal leyendo un libro.
Si hubiera estado en óptimas condiciones la habría echado, pero como se encontraba algo mareado y perdido, sólo atinó a preguntarle: —¿Qué pasó?
Al parecer Crystal estaba muy centrada en su libro, porque cuando Gold le habló pegó un brinco y dejó caer el libro. La había asustado. —¡Gold! ¡Estás despierto! Es un alivio, unos minutos más y habrían llamado a la tía Mizuko para trasladarte al hospital.
—¿Qué pasó? —Repitió.
—Te golpearon con una raqueta de tenis en la cabeza por accidente. —respondió haciéndole recordar sus últimos momentos— has estado durmiendo por media hora, el golpe no fue muy fuerte así que no llamaron a la tía Mizuko, pero si seguías dormido sí la habrían llamado.
—¿Qué si no fue fuerte? Esa chica tiene la fuerza de un elefante —comentó Gold sintiendo cómo todo le daba vueltas.
Crystal pareció reír por su comentario y levantó su libro del suelo. —Me voy a clases, le informaré a la enfermera que ya despertaste.
—Tú… ¿has estado todo este tiempo aquí? —Preguntó el chico extrañado.
—Eh… sí —respondió ella no muy segura el porqué de la pregunta. —Como sea, uno de tus amigos te dejó aquí tus cosas y tu almuerzo. Sí decides irte a tu casa avísame primero. ¿De acuerdo?
Esperó su respuesta, la cual fue solamente un asentimiento de cabeza, satisfecha con ello Crystal se retiró de nuevo a su salón de clase, dejando a Gold meditabundo. ¿Por qué tanta amabilidad? Quizás esa era su forma de disculparse con él por ser una bruja.
Sí, seguramente era eso.
Se recostó nuevamente en la camilla chasqueando la lengua, seguía sin agradarle.
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Unos meses después los roces entre Crystal y Gold habían mermado, lentamente pero lo habían hecho para fortuna de Mizuko, parecía como si se hubieran resignado a la presencia del otro, Crystal procuraba no meterse con las cosas de Gold y Gold no se acercaba a ella. Todo en paz.
Pero eso no significaba que el cariño del niño hubiese aumentado hacia su prima, seguía en el limbo en el que la tomaba por bruja, pero al menos era una bruja pasiva.
—¡Mamá, Silver y Ruby vendrán esta noche! —Dijo Gold un día después de la escuela, lanzando sus zapatos en la entrada.
Crystal no se molestó en recogerlos, solamente puso los suyos ordenadamente al lado y siguió a su primo con tranquilidad.
—¿Qué? ¿Por qué no me avisaste antes? —Preguntó ella no muy alegre por el saludo, estaba en la cocina preparando la cena.
—Porque estábamos en la escuela, duh —respondió como si hubiese sido obvio— ¡iré a preparar los juegos!
—¡Gold, espera…! —Pero él había emprendido carrera hacia su habitación. Mizuko suspiró— Ese niño… en fin, ¿qué tal la escuela, Crys? —Preguntó mirando a la niña que dejó su mochila de lado para ponerse un delantal, dispuesta a ayudarle a su tía con la cena, como siempre.
—Bien —contestó con normalidad sonriendo.
—¿En serio? ¿Y qué tal tu examen? —Preguntó.
Crystal pareció sorprendida, no esperando que lo recordara. —Bien… obtuve un diez.
—¡¿De verdad?! ¡Eso es sorprendente! —Exclamó sonriendo ampliamente y brindándole un gran abrazo.
Crystal enrojeció. —No es para tanto mam–… —se interrumpió inmediatamente, sonrojando se aún más y viendo cómo su tía se separaba de ella; se había equivocado— l-lo siento, gracias tía Mizuko.
Ella se quedó mirando a la niña de diez años, callada y con una mirada blanda, Crystal bajó la cabeza, estaba sumamente apenada, pero en eso, Mizuko la volvió a estrechar en brazos.
—Así está bien, cariño.
Y justo Crystal iba a corresponder el abrazo, cuando se escuchó cómo carraspeaban en la puerta. Era Gold que observaba la escena para nada alegre.
—¿Qué haces con mi mamá? —Preguntó acercándose, mirándola con desagrado.
—Solamente la felicita a por sus buenas calificaciones, ya va siendo hora de que tomes ejemplo de Crys —respondió Mizuko no dejándose intimidar por el menor, poniéndose una mano en la cintura y retándolo con la mirada a contestarle.
Gold era impertinente, pero no suicida, no contestó, solamente le dio a Crystal la mirada más fea pudo hacer y se marchó nuevamente. Cuando Mizuko buscó la cara de Crystal, la encontró cocinando de nuevo. No dijo nada, simplemente se resignó e imitó a la niña.
Ya con el tiempo le abriría su corazón.
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—Gold, no vinimos a jugar, vinimos a estudiar —dijo Silver viendo que su amigo tenía preparada su consola de videojuegos, Ruby asintió estando de acuerdo con el pelirrojo.
—Ustedes son muy amargados, no me digan que se van a volver como la bruja de allá —dijo Gold frunciendo el ceño.
—Creo que ya deberías empezar a llevarte bien con tu prima, ya han sido seis meses —dijo Ruby sentándose en el suelo, tomando un control. Gold bufó, en sus sueños.
Silver lo miró enarcando una ceja. —¿No que necesitabas estudiar matemáticas?
—Sí, pero no siempre papá me deja venir a la casa de Gold, además, no me la pasaré jugando todo el tiempo, luego nos pondremos a estudiar.
Gold se rió. —Como digas chico cursi, al menos tienes más humor que el emo de ahí.
—No soy emo —replicó Silver, pero los dos chicos ya estaban ignorándolo.
La puerta se abrió, dejando ver a Crystal con una bandeja en manos con algunos sándwiches y bebidas, Ruby y Silver voltearon a verla inmediatamente, esperando la bruja que Gold siempre describía, pero solamente se encontraron con…
—Bienvenidos, ¿les está…? —Frunció el ceño al ver a Gold— Gold, se supone que deberían estar estudiando. Ruby soltó inmediatamente el control, dejando a Gold como el único culpable.
…una niña normal con una mirada tan amable que los sorprendió.
—No vengas a molestar ahora, ¿qué haces en mi habitación?
—Venía a traerles algo de comer, pero no creo que lo merezcan si solamente están jugando… por Dios Gold, se supone que estamos en exámenes finales.
—Eso le estaba diciendo yo —dijo Silver cruzando de brazos, Gold susurró un "traidor".
—Le diré a tía Mizuko.
—¡Por una vez métete en tus asuntos! ¡No eres nada mío! —Se quejó él ante la amenaza. —¡Y ya vete! Solamente quiero estar con mis amigos, ¿o es que ya no puedo estar con mis amigos en mi casa?
Crystal frunció el ceño, ese tono de voz con el que Gold le estaba hablando no le gustó nada, pero no iba a pelear con él, no quería entrar en otra pelea más. Además, aunque no iba a aceptarlo, las palabras de Gold habían llegado a herirla un poco, pero alguien debía ser la persona madura.
—Sí puedes —dejó los aperitivos sobre la mesa—, me retiro.
Y como dijo, se fue no sin antes inclinarle la cabeza a Silver y Ruby en forma de despedida, los chicos se quedaron callados y miraron a Gold, que de mal humor empezaba el juego.
—¿Qué miran?
—Fuiste muy grosero con ella —dijo Ruby— ¿Y a donde se fue?
—Posiblemente a conjurar por ahí, o a estudiar, es una esclava de sí misma —dijo Gold restándole importancia— ya va a empezar el juego, siéntate Silver.
Pero el pelirrojo no acató la orden de su amigo, simplemente tomó su mochila y se dirigió a la salida. Ruby lo miró confuso.
—¿A dónde vas?
—Debo estudiar —explicó sin voltearlos a ver, simplemente salió.
—Tsk, déjalo, ¿quién lo necesita? —Preguntó Gold de mala gana mientras volvía a ver la pantalla.
Ruby miró a Gold por un momento antes de levantarse y seguir los pasos de Silver. —Lo siento Gold, pero tu prima y Silver tienen razón, debemos estudiar.
Y dejándolo con la palabra en la boca, se fue por la puerta hasta la sala, donde Silver estudiaba tranquilamente con ayuda de Crystal.
Gold frunció el ceño, dejó el mando a un lado y se comió un sándwich entero. En serio, odiaba a Crystal.
.-
Se dedicó entonces a hacerle la vida imposible, en la escuela, en la casa, como pudiera buscaba fastidiarla, si ella estaba haciendo de su vida una molestia, él haría de la suya un infierno.
Las burlas a diario fueron acompañadas por jalones de cabello, zancadillas y bromas que podían ser desde dejar apagado su despertador la noche anterior para que llegara tarde a la escuela, como dejar los desperdicios del almuerzo en su mochila de la escuela. Esa niña vivía por y para la escuela, así que ya tenía cómo fastidiarla.
Claro, los sermones de su madre no faltaron, Crystal no era tonta y no se quedaba callada, pero sí lo asumía todo con la madurez que la caracterizaba.
Realmente, volvió de su vida un horroroso infierno durante semanas, pero ella jamás lloró ni le gritó, sí se molestó pero jamás le dio el beneficio de verla sufrir por sus constantes agresiones.
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—Gold, deberías parar ya.
El chico de ocho años miró a su amigo como si hubiese perdido la cabeza. —¿De qué hablas?
—Deja de molestar a Crystal —dijo Silver directamente— ella ya tuvo suficiente, ya pasó un año.
—No hago nada que ella que ella no se merezca.
Esa era la respuesta de siempre cuando trataban de hacerle entrar en razón. Pero era la primera vez que Silver se lo decía, normalmente eran Red, Pearl y Ruby los que buscaban detenerlo.
Cerró su casillero y se dispuso a ir a clase, ese día le tocaba deportes tanto a él como a Crystal, con diferencia de que él sí tenía su uniforme de deportes y ella… no podría usarlo cuando llegara el momento.
—¡Ahhh!
Las miradas de todos los estudiantes del salón de Gold y el mismo Gold se fijaron en quién había gritado, se trataba de nadie más ni nadie menos que Crystal, quién se encontraba empapada, con hojas mojadas a sus pies y rodeada de chicos riéndose.
Silver lo miró inmediatamente y Gold levantó las manos en señal de inocencia. —Yo no fui, lo juro… ¡pero ojalá lo hubiera hecho yo! —dijo para luego soltar una carcajada, uniéndose a las risas de los alumnos que estudiaban con Crystal.
Ella, no dijo nada, se limpió el rostro y se fue goteando hasta los vestidores. No bajó la mirada en ningún momento.
.-
Crystal había pensado en usar su uniforme de deportes en reemplazo del que estaba empapado, pero se encontró con la desagradable sorpresa de que éste estaba lleno de pintura roja. Obra de Gold, obviamente. Ese día había llamado a Mizuko, pidiéndole que le llevará un uniforme a la escuela, pero en lugar de eso, le trajo su ropa normal y pidió permiso para retirarla tanto a ella como a Gold ese día.
—No puedo creerlo Gold, ¡ya me tienes cansada! ¡¿Qué tienes en contra de Crystal?!
Pero antes de que el niño respondiera, Crystal lo hizo por él. —No fue Gold, tía.
Mizuko la miró sorprendida, al igual que Gold. —¿Entonces quién...?
—Solamente… no fue Gold.
Y ninguna otra pregunta fue respondida, Crystal se limitó a dar esa respuesta y marcharse a su habitación, ante la mirada preocupada de. Mizuko y la desconfiada de Gold.
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A Crystal le estaban haciendo matoneo… aparte de Gold, claro. Se trataba de un grupo de estudiantes que habían decidido que ella no les agradaba, por la sencilla razón de que los había corregido en público durante unas exposiciones.
Gold se enteró de ello por boca de Ruby, quién buscaba despertar el lado amable del chico, el lado que sentiría pesar por su prima y dejaría de fastidiarla. Pero no fue así. Gold solamente fue indiferente a ello.
—Bueno, así solamente tendré que molestarla en casa.
—Eres horrible.
—Bah, a ella no le molesta, ¿no te has dado cuenta? Es como una especie de mujer de hierro —explicó Gold con sencillez.
Porque eso parecía ser, porque jamás lloraba ni alegaba, se enojaba y no se quedaba callada, pero nunca mostraba que aquello le afectaba más de lo que parecía.
O al menos así había sido hasta ahora. El ahora en el que ella estaba esperando a Gold para volver a casa porque justamente ese día estaba lloviendo y Mizuko le había pedido volver junto a su primo.
—Oh, aquí está la nerd —dijo una voz que ella reconocía muy bien.
—No empieces, Lorelei. Hoy no estoy de humor.
—Ay, la niña no está de humor —rió la otra, causando risas en sus dos compañeras.
—¿Esperas a tu novio, Crys? —Preguntó Sabrina parándose a su lado.
Crystal se alejó. —Solamente mis amigos me llaman Crys.
—Por eso nadie te llama así —puntualizó la tercera, Withney.
—Mejor sola que mal acompañada —repuso Crystal seriamente.
Y entonces, en el peor momento llegó Gold, con su mochila colgando en un sólo brazo y una mirada de confusión y aburrimiento que llamó la atención de las cuatro chicas.
—¡Gold! ¿Por qué tardaste tanto? —Preguntó Crystal molesta, acercándose a su primo e ignorando a las tres chicas que estaban con ella.
—Porque quise, ¿no podrías dejar de ser tan escandalosa? Sólo fueron quince minutos —miró a las chicas— ¿y ellas?
—Nadie, solamente…
—No puedo creerlo —dijo Lorelei aguantando las ganas de reír— ¡¿Sales con uno de segundo?!
—¡¿Qué?! ¡No! —Gritaron los dos aterrados al mismo tiempo.
—Es mi primo —dijo Crystal disgustada por la imagen mental que Lorelei le había brindado.
—Desafortunadamente, además, esta bruja no tendría ninguna oportunidad conmigo.
Crystal miró a Gold con el ceño fruncido, no quería que empezara a insultarla, no frente a esas tres. Pero ellas parecían fascinadas con el menor, al parecer encontraron algo divertido en la sosa de Crystal.
—¿Bruja? Wow, Crys, ¿tan horrible eres con tu primito? Si él parece ser un amor —dijo Withney situándose junto a Gold, que no parecía para nada disgustado con su presencia.
—¿Bromean? Tengo que soportarla en casa siempre, es odiosa, a veces siento que quiero morir.
Crystal suspiró, estaba llegando a su límite. —Gold, vámonos, es tarde.
—¡Déjalo! —Dijo Withney riendo— ¿Qué acaso no quieres que se sepa quién eres en casa? … aunque déjame decirte, Gold, que esa odiosa no cambia ni en la escuela.
—Ugh, no sé cómo unas señoritas como ustedes pueden soportar a… eso —dijo mirando a Crystal despectivamente.
Y ella no iba a seguir aguantando eso. —Gold, nos vamos ya —ordenó tomándolo de la muñeca y jalándolo fuera de la escuela, mientras que con la otra mano abría el paraguas.
—¡No me toques! ¡Suéltame!
Y lo soltó, porque él con fuerza se zafó de su agarre y la empujó. Crystal cayó al suelo, justo en un charco que empapó su falda, el paraguas cayó lejos, por lo que la lluvia se encargó de mojarla por completo. Esa era la primera vez que Gold la golpeaba o empujaba, por lo que el niño estaba sorprendido por sus propias acciones.
Dio un paso, no sabiendo si era para asegurarse que estaba bien, ayudarla o… lo que fuera, pero fue interrumpido por unas risas.
Eran esas chicas.
—Tu primo resultó ser más agradable que tú —dijo Lorelei pasándole por el lado a Crystal.
—Adiós Gold —se despidió Withney guiñándole un ojo.
Sabrina, que era más reservada simplemente le lanzó una sonrisa cruel a Crystal, que no se había movido de su lugar. Gold las vio irse y luego se acercó a ella.
—Yo…
—Ya es suficiente —dijo ella entré dientes, sobresaltando a Gold. Crystal se levantó del suelo y lo encaró, puede que la lluvia estuviera mojando su rostro, pero cualquiera se daría cuenta que estaba llorando— ¡Ya no lo soporto más! ¡Dime de una vez por todas qué hice! ¡¿Qué te hice para que me odiaras tanto?! ¡Ya no puedo más…! —Con la manga se limpió la nariz, sollozaba y apenas podía gritarle— Yo solamente… solamente quería tener una vida normal, quería mostrarle a papá y mamá que podía salir adelante sola, que podía ser fuerte… ¡Pero entonces llegas tú! ¡Con alguna estúpida broma, con alguna burla… con algo y me… y lo echas todo a perder! ¡NO LO COMPRENDO! ¡¿QUÉ FUE LO QUE TE HICE, GOLD?!
El niño estaba sorprendido, por no decir espantado porque su prima estaba estallando le justo en la cara. Había dejado de gritarle y se había dedicado a llorar nada más, como una niña perdida que buscaba a sus padres. Gold jamás pensó que la llevaría a ese extremo, jamás pensó que la humillaría tanto como para ponerla… así.
Por primera vez en todo el tiempo que llevaba con Crystal se sintió culpable. La miró para decir cualquier cosa, disculparse, darle ánimos, decirle que dejara de llorar… pero no consiguió decir nada porque ella se había echado a correr.
Y él no le quedó de otra más que seguirla, tomando el paraguas empapado y tratando de ver entre la oscuridad.
.-
—Crys… cariño, llegarás tarde a la escuela —dijo Mizuko al lado de la puerta de la niña, que estaba cerrada con candado.
—No iré, no me siento bien, tía, lo siento —fue la débil respuesta de la niña.
—Descuida, descansa y… tu almuerzo está en la cocina.
—Gracias.
Así había sido durante toda la semana, Crystal no había vuelto a salir de su habitación desde que llegó sucia y mojada a la casa, con Gold detrás de ella buscando hablarle. Mizuko le pidió explicaciones a Gold y cuando las obtuvo, desinstaló el televisor y la consola de videojuegos de su habitación, se llevó el computador y todos sus juguetes los llevó al sótano.
Esta vez se había pasado y Gold lo sabía, por eso no replicó nada cuando le estaban imponiendo el castigo.
—No irá hoy tampoco —le dijo su madre al niño, que extrañamente había tenido la consideración de esperar a su prima para ir a la escuela. —Espero estés contento.
Él no respondió, solamente se marchó sintiéndose sólo y condenadamente mal durante todo el camino. ¿Quién diría que al final le iba a hacer falta la presencia de la bruja Crystal?
Esa semana había sido horrorosa, porque se había dado cuenta que su vida había empezado a girar en torno a Crystal, todas las bromas, todas las molestias, todo ese tiempo libre que tenía ahora porque ya no estaba Crystal lo estaban poniendo enfermo. Porque ahora no pensaba en el odio que le tenía, ni cómo hacerla sufrir, sino en cómo estaba y si saldría pronto de su habitación.
Culpa. Sentía culpa por haberla humillado de esa forma, por haberle hecho llorar, por todas esas veces en las que le fastidió la existencia. Mísera culpa.
—Estoy de verdad desconcertado —dijo Ruby con sorpresa en la hora del almuerzo— ¿ha estado una semana entera sin salir?
—Sale a veces para comer —explicó Gold— más que nada a media noche o por la madrugada.
—No te ves feliz —comentó Silver. —Pensé que estarías saltando de euforia cuando la vieras hundirse.
Sí, eso también había pensado él, pero se disgustó al llevarse la sorpresa de que definitivamente no era así. Se sentía como alguien despreciable.
—Hola Gold —saludó Lorelei, quién pasaba cerca del pastizal donde acostumbraba a comer con sus amigos. —Que gusto verte.
Ruby y Silver miraron a Gold confusos, él fruncía el ceño desganado cuando normalmente estaría sonriendo buscando cortejar a la chica (porque así de casanova era a sus ocho años).
—¿Y la bruja? —Preguntó Withney con gracia.
—Hablándome —respondió llevándose algo de arroz a la boca.
Las dos chicas quedaron pasmadas, indignadas. —¿Disculpa, mocoso?
—Miren, hagan su aquelarre en otro lugar, que aquí queremos comer sin intoxicarnos, ¿pueden irse?
Lorelei se acercó a Gold para responderle con furia, pero alguien le tomó por el hombro y la jaló lejos de los niños. Se trataba de una chica mayor, de ojos azules, cabello castaño y rostro precioso, que hizo que las dos chicas hicieran una mueca.
—¿Los están molestando? —Preguntó sonriéndole a los niños.
—Descuida Nee-san, ya se iban —respondió Silver con total tranquilidad.
Junto a Blue aparecieron dos chicos, cuya presencia hizo que Lorelei y Withney tuvieran que bajar la cabeza e irse refunfuñando. Gold se alegró de tener a sus senpais ahí.
—De verdad me sorprendes —dijo Ruby mirando a Gold. —¿Acaso te hicieron algo?
Gold desvió la mirada algo incómodo. —Algo así.
—Bueno, no tienes que preocuparte por esas idiotas, si pasa algo nos dices, ¿vale? —Dijo Blue con una sonrisa entusiasta.
—Eso suena a manada.
—No seas amargado Green.
Mientras los tres mayores empezaban a discutir, Silver miró a Gold con seriedad, casi indiferencia. —¿Y qué vas a hacer ahora?
Gold no respondió, pero la respuesta era obvia.
.-
—¡Ábreme o tumbo la puerta!
—¡Adelante!
Gold gruñó, no estaba nada feliz de que esas fueran las primeras palabras que Crystal le decía en toda la semana.
—¡Vamos, que es mi casa!
—Y esta mi habitación.
—¡Que está en mi casa!
Ese día había decidido por fin encarar a Crystal, pero no podía hacerlo con ella encerrada en esa maldita cueva que llamaba habitación. Agradecía que su madre estuviera fuera, porque si lo hubiese escuchado gritar, lo mandarla a dormir a la azotea.
—¡Sólo quiero hablar contigo!
—Ya lo haces.
—¡Cara a cara!
—¿Para qué me embarres pastel? No gracias.
Se pasó las manos por la cara, estresado, odiaba haber ganado esa fama de odioso bromista con ella.
—No haré nada, ¡sólo abre! ¡¿Qué tengo que hacer para que salgas?!
—¿Puedes devolverme mi dignidad? —Gold se quedó en silencio— Eso pensé.
En su vida Gold había pensado que esa niña tan seria podía llegar a ser tan rencorosa e infantil cuando se lo proponía, y se suponía que ella era mayor. Lo peor, lo decía como si nada, como si no le afectara, como si no le doliera, como si nada estuviera pasando y ahora era ella quién lo detestaba a él.
—Vamos Crystal, no tengo todo el día.
—Yo sí.
—¡Aaaarg! ¡¿Por qué eres tan complicada?! ¡Rencorosa de…!
De repente, la puerta se abrió, dejando ver a una Crystal que lo lucía haber estado sufriendo, estaba en pijama y tenía los ojos hinchados, pero con las mirada interrogante, los brazos cruzados y el ceño fruncido la hacían lucir como si estuviese en todo su esplendor de chica molesta.
—¿Qué quieres, Gold?
Y justo entonces se quedó congelado, porque no era muy suyo eso de disculparse, solamente se quedó balbuceando intentos de disculpas, que Crystal no entendió ni tenía interés en entender.
—Escucha… le diré a tía Mizuko que me mudaré con unos familiares de papá —dijo Crystal con tranquilidad, Gold la miró con los ojos abiertos—, así no te molestaré más y tú no me molestarás a mí. ¿De acuerdo?
—No.
Aquello sorprendió a Crystal, quién parpadeó un par de veces anonadada. —¿Qué?
—Yo… no… es que… —se rascó la nuca con incomodidad, aquello era más difícil de lo que aparentaba— ¡Lo siento, ¿bien?! Es mi culpa. Yo no debí molestarte, ni humillarte de esa forma… es que… no me gusta la idea de que estés aquí, con mi mamá en mi casa y con… con mis cosas en mi espacio.
Ella no sabía qué decir al respecto ni tampoco podía decir a ciencia cierta si aquello era una disculpa. —Por eso digo que me voy con…
—Déjame terminar —dijo callándola—, quería que te fueras… pero ya no —demonios, eso era tan difícil— ahora eres… como parte de mi espacio, ¿sí? Además, si te vas, mamá se va a sentir mal y te odiaré por eso —advirtió seriamente—. Vuelve a la escuela, prometo no molestar y… si quieres… te comparto a mi mamá… ¡pero no el televisor!
Crystal no dijo nada, solamente se acercó a Gold, muy cerca a decir verdad, sorprendiendo al niño que se sonrojó por la cercanía, frunció el ceño aún colorado, no le gustaba que se le acercara tanto.
—¿Qué?
—Nada, es que… es como si hubieras madurado —dijo Crystal separándose de él. —Pudiste hacer eso desde un inicio.
—¿Ya no estás enojada? —Preguntó Gold confundido.
—Te disculpaste, no tengo por qué estarlo ahora —respondió Crystal tranquilamente.
Había vuelto a ser la odiosa sería de siempre, pero eso ahora, no molestaba a Gold en lo absoluto. Con el tiempo, incluso podría llegar a tolerarla un poco…
Vaya cosas hacía la culpa. Ya había aceptado a esa… chica súper seria como parte de su familia. Y así fue como Crystal tocó a la puerta del corazón de Gold.
