Un auto gigantesco y largo (debía ser una limusina) hacia acto de presencia en la gran capital, generando las miradas curiosas de la gran cantidad de habitantes, quienes no podían dejar de observar la llegada a la ciudad de una de las familias más ricas del país, la familia Hyrule, quienes curiosamente tenían como apellido principal el rimbombante nombre del mismo país. Seria por lo mismo que se rumoreaba entre la población que ellos eran descendientes de la antiquísima familia real, que hace miles de años habían gobernado la nación, sin embargo, hoy en día no eran ellos quienes estaban a cargo del mando, pero no por eso no formaban parte importante de el.

El auto se dirigía a un barrio algo alejado del centro de la ciudad, el más elegante por los mismos, doblo en la esquina y se detuvo frente a una casa gigantesca, digna de aquella familia. Del auto bajo un hombre adulto, algo redondito, miro con orgullo la casa y entro en ella, seguido de su hija mayor y más atrás, su hija menor.

-¿Qué les parece la nueva casa? Jaja es una maravilla

-¿Casa? Es un pa-la-cio! La amo! Graaaciaas papi!

Una muchacha rubia entro a la casa, la observo de arriba abajo, de un lado a otro, pensamientos se arremolinaban en su cabeza, impresión por la nueva casa, tristeza por la pérdida de la antigua y miedo por la nueva vida que se le vendría, la voz de su padre interrumpió sus pensamientos

-Dime Zeldita, ¿qué te parece la nueva casa?

-Es… linda…- dijo dudosa, esperando que su respuesta fuese más que suficiente para satisfacer el ego de su padre por la nueva adquisición, de mala forma no fue suficiente.

-¿Que pasa hijita? ¿No te gusto?- pregunto el hombre con un poco de desgano

-No no es linda es solo que… me gustaba tanto la parcela, los animales- dijo Zelda con un tono triste en su voz

-Claro, como a ti te gustaba andar andrajosa y rodeada de animalejos es obvio que no te gustan los verdaderos lujos- dijo Hilda sin un ápice de ofender, era su forma natural de contestar y tratar a la gente.

Zelda miro con rabia a su hermana Hilda, en su mente maquinaba una y mil formas de contestarle, casi todas consistía en contestarle y golpearla pero justo cuando se le ocurrió un insulto más o menos decente, su tía entro interrumpiendo sus pensamientos violentos

-Hilda, no seas así con tu hermana

-Bueno… pido la pieza más grande!- Hilda corrió escalera arriba de la forma más elegante que pudo

Aida suspiro rendida y miro a Zelda quien aún analizaba la casa con resignación, de veras no le había gustado el cambio del campo a la ciudad, ni menos el inesperado cambio de escuela.

-Zelda ¿porque no subes y ves que pieza quieres?- la animo la tía Aida. Zelda tomo su bolso y subió las escaleras alejándose de ambos.

-Parece que no le gusto- dijo desganado Nohansen bajando la cabeza tal como niño chiquito regañado

-Tú sabes que le gustaba el campo- dijo Aida poniéndole una mano amistosa en el hombro a su querido hermano.

-Lo se Aida, pero quiero darles un buen pasar a mis hijas, quiero que estudien en el mejor colegio, ya las inscribí!- dijo mirando animadamente a su hermana

Aida sonrió tiernamente- Lo se hermanito, dale tiempo

-Si si, me encanta esta casa! Tiene sala de juegos! Wiii- dijo Nohansen mientras caminaba feliz hacia la famosa sala de juegos.

Aida sonrió y movió la cabeza- parece un niño- tomo sus cosas y subió las escaleras.

En el piso de arriba Zelda sacaba las cosas de su bolso, su celular, un espejo, la billetera que le había regalado su madre antes de partir y dentro de ella, una foto suya en la parcela abrazando a su caballo blanco, el compañero de su vida, Flamme y aunque sabía que él estaría muy bien cuidado no podía pensar en alejarse de el por tanto tiempo, sin duda sería una tarea difícil. Dejo la foto a un lado y miro por la ventana, se levantó y la abrió dando paso al balcón, dio unos ligeros pasos hasta llegar al barandal de este, poso sus manos en este y dirigió una amplia mirada a todo el alrededor, fijándose en lo que había en todo el perímetro, justo al frente una plaza grande y llena de verde se extendía por varios metros, su mirada se dirigió hacia el centro de esta en donde una hermosa pileta se erguía, dos caballos iniciaban el adornado central de esta, ambos apuntando en dirección opuesta con sus cabezas, uno apuntando al este y otro al oeste, sobre estos y al centro una construcción redonda sostenía a dos figuras que se miraban tomadas de las manos, un hombre y una mujer, alrededor de estos el agua salía de forma que envolvía a la feliz pareja , sin duda era una hermosa pileta que lleno de una grata sensación a su observadora, quien se deleitaba.

-Parece que estas entretenida

Zelda volteo dando un saltito asustada- Impa! Me asustaste! Llegaste temprano- dijo alegrándose de ver a su niñera

-Hubiera llegado antes, pero el bruto de Dampe conducía como ancianita, tuve que quitarlo del volante a empujones.

Dampe llego justo como si lo hubieran invocado cargando su pequeña maleta, era un hombre de baja estatura y de un caminar encorvado pero de un carácter amable y siempre servicial. Había estado al servicio de la familia desde hace varios años al igual que Impa…

-Buenos días señorita Zelda

-Buenos días Dampe- dijo Zelda con una sonrisa- ¿cómo estuvo el viaje?- pregunto mirando de reojo a Impa con una sonrisa maliciosa

Dampe estaba a punto de contestar cuando fue interrumpido por Hilda, quien entraba a la pieza bruscamente, miro a Impa y luego a Dampe incrédula.

-¿Y ustedes, que hacen ahí parados?- miro a Dampe- Valla a buscarme mis cosas y las deja en mi pieza

-Sí, señorita ense…

-Pero valla YA! ¿O acaso la joroba no lo deja escuchar?- dijo mientras se retiraba y murmuraba- que servidumbre más terrible…

-Hilda! ¿Qué te he dicho? Ten más respeto!- grito Impa

-No vale la pena Impa, déjala sabes que por más que le grites no te escuchara

-Que niña más… desagradable

-Impa! Jaja casi se te sale

-Haber que son esos gritos- dijo Aida entrando en escena

-Tu sobrinita querida Aida, esa niñita está cada vez más insoportable, no sé cómo todavía no la han mandado a un internado

-Impa! Jajaja- rio Aida tapándose la boca con su mano- téngale paciencia, ya encontrara un esposo rico y se ira

Las tres rieron bajo, ninguna soportaba a Hilda, pero no podían decirle nada sin que fuera a victimizarse con su padre, sabia manipularlo tan bien que había crecido como la consentida caprichosa que lo obtiene todo a través de berrinches. Zelda por su parte era más tranquila y amigable, admiraba el temple de su madre y había decidido desde pequeña que ella seguiría su ejemplo, tratando con respeto a cualquier persona y criatura viviente, esto mismo hacia que la gente le tuviera mucho cariño, algo que su hermana Hilda envidiaba, claro que nunca lo admitiría.

El despertador no era necesario para Zelda, el típico sonido del despertador de su hermana chocando contra la pared era necesario para que despertara por completo, ya era el décimo que le compraban y al parecer necesitaría pronto de uno más. Abrió sus ojos y procedió a estirarse, tomo su celular y lo encendió, las 7:00, era una muy buena hora, en su antigua casa tenía que levantarse media hora antes para llegar a su escuela, al menos algo bueno tenia esta nueva vida. Zelda decidió que pondría todo de su parte para que este episodio de su vida fuera agradable, después de todo no iba a andar amargada durante el resto de sus estudios. Se levantó y fue animadamente a darse una refrescante ducha.

Una vez lista bajo para desayunar junto a su familia, detrás de ella se escucharon pasos, era Hilda quien bajaba y bruscamente izo a un lado a Zelda para pasar primero, Zelda la miro e inmediatamente su mirada se transformó.

-Hilda que… te pusiste… pareces trabajadora nocturna jaja- dijo en tono juguetón

Hilda que ya estaba fuera de la escalera dio media vuelta y miro a su hermana de arriba hacia debajo de forma despectiva, short rosado pálido, una blusa blanca y zapatos comodos.

-Yo podría decir lo mismo, claro que tu pareces indigente

-Ya no te enojes Hilda, era broma jaja, te ves bonita pero estas muy arreglada, vamos a la escuela no a un desfile de moda

Hilda traía puesto un vestido rojo apretado arriba y un poco más suelto abajo el cual le llegaba un poco sobre las rodillas, zapatos de tacón negros y maquillada, adornada con joyas carísimas que le había regalado su padre, y por supuesto el infaltable bolso de marca que hacia juego con los zapatos, su cabello estaba tomado en una media cola por medio de una pinza para el cabello con un hermoso brillante.

Hilda miro por última vez a su hermana, dio media vuelta y se dirigió a al comedor a tomar desayuno. Zelda suspiro rendida, nunca podría llevarse bien con su hermana, siguió bajando las escaleras y fue camino al comedor.

La escuela Sagradas Diosas era la mejor dentro de toda la ciudad, no solo entraban allí los alumnos más ricos sino que también había mucho espacio para aquellos menos adinerados que tuvieran un buen promedio durante la primaria, había de todas las razas y variedades, zoras, dekus, kokiris, hasta gerudos. Consistía básicamente en 4 cursos, los de primero, segundo, tercero y cuarto, pero cada curso de ramificaba en varios más enumerados por letras que generalmente iban desde la A siguiendo hasta la E, en donde cada uno tenía más o menos 20 alumnos, llegando a un total de casi 400 alumnos en total que albergaba la escuela, para su director Rauru era un número más que suficiente el cual garantizaba que solo los mejores entraran allí.

Zelda e Hilda bajaron del auto y entraron a la escuela, una más animada que la otra. Hilda comenzó a caminar más rápido, tratando de alejarse lo más posible de Zelda, quien trato de ignorar por completo a su hermana y comenzó a buscar su sala asignada. Hilda iba muy concentrada mirando cada rincón de su nueva escuela por lo que no se fijó cuando doblo una esquina que había un joven que caminaba en dirección contraria, chocando con el mismo y tirando su bolso al suelo.

-Ay! Ten cuida.. –dijo mientras levantaba su mirada hacia el rostro del joven, en seguida se detuvo, era extremadamente guapo

-Disculpa, ¿estás bien?- dijo el muchacho que en seguida recogió el bolso y se lo entrego

-Ay si, que torpe- dijo Hilda de forma coqueta

-Fue mi culpa, iba distraído y apurado, toma tu bolso- sonreía amablemente

-Gracias, que caballero hay pocos como tu ah, guapo y caballero –dijo mientras recibía su bolso, el muchacho sonrió tímidamente y enrojeció, Hilda no perdió el tiempo – Que rota, no me he presentado, soy Hilda Hyrule –dijo mientras estiraba la mano en un gesto de saludo

-Yo soy Link, Link Orhonsen –estiro la mano tomando contacto con la de Hilda concretando el saludo.

Hilda lo miraba con gran interés, el año apenas comenzaba y ya se estaba poniendo interesante, lo que no sabía era que este sería un año lleno de cambios, para ella y su familia, sobretodo cambios con su hermana Zelda.