¡Nueva adaptación! Ahora de un pequeño libro de la misma serie que el de "Atrapados en la nieve".

Tanto los personajes como parte de la historia no me pertenecen; debido a que es una adaptación habrá muchas situaciones que tendré que colocar de acuerdo a los personajes de Bleach así como a las edades que les he colocado (más jóvenes en la historia original)

Por supuesto que todo es ficción y como ahora poseo tiempo libre comenzaré con las actualizaciones, así que por favor les pido un review para conocer su opinión acerca de la historia.

Les aseguro una cosa, definitivamente ésta trama les encantará.

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La Rosa del Desierto

Capítulo 1: "Aquellos ojos que no olvidaría"

Había una periodista en el avión, Uryuu –el príncipe Ichigo Kurosaki se unió a su secretario en la parte de atrás de su limusina –Orihime Inoue. Es una corresponsal extranjera de una de las nuevas cadenas de noticias. Averigua qué hace aquí.

-No hay ningún misterio al respecto. Excelencia. Convalece de neumonía. Eso es todo.

Ichigo le lanzó una mirada que cuestionó su cordura. Pero Uryuu era joven, británico e increíblemente inocente cuando se trataba de política, mientras que él había aprendido el juego sobre las rodillas de su abuelo y sospechaba que distaba mucho de ser «todo».

-Es la hermana de Sora Inoue –añadió Uryuu, como si eso lo explicara –Es el nuevo Veterinario Jefe –continuó al comprender que no era así –Pensó que un poco de sol ayudaría a la recuperación de su hermana.

-¿Sí? –qué casualidad -¿Y desde cuándo estar emparentada con el Veterinario Jefe le da derecho a alguien, y más a una periodista, a viajar en el avión privado de Byakuya?

-Creo que su Alteza consideró que la señorita Inoue agradecería un poco de comodidad después de haber estado tan enferma. Al parecer es un gran admirador… -Ichigo agitó una mano, pero Uryuu continuó –Y como usted venía a casa…

-Solo me enteré de la programación del vuelo cuando le pedí a la embajada que organizara mi medio de transporte. Ambos sabemos que Byakuya no haría volar ni una cometa por mí. En cuanto a ofrecer su palacio aéreo personal…

-Creo que Su Alteza es plenamente consciente de la opinión que tiene usted sobre su extravagancia.

-Sí, bueno, incluso la reina de Inglaterra vuela estos días en líneas aéreas comerciales.

-Su Alteza no busca que la reina de Inglaterra escriba un artículo favorecedor sobre él para una de las revistas más importantes.

-Gracias, Uryuu –reconoció Ichigo ante su dosis de humor. Por lo visto no era tan inocente –Sabía que tarde o temprano irías al grano.

Por desgracia, no era algo que fomentara la risa. Orihime Inoue sin duda sería agasajada y alabada como parte de la ofensiva de seducción del regente, mientras Renji, el joven emir, se hallaba fuera del país estudiando los métodos de negocios americanos sin mostrar gran entusiasmo por regresar a casa. «Mi propio regreso», pensó Ichigo con tono sombrío, «se vio precipitado por un susurro amigo que me indicó que Byakuya estaba a punto de convertir su regencia en algo más permanente».

-¿Es consciente de lo que se espera de ella? –preguntó.

-No lo creo.

-¿Y qué hay de su hermano? –Ichigo no quedó convencido -¿Lo conoces?

-Lo conocí en el Club de Xcution, en el circuito social. Sora Inoue es una compañía agradable. Solicitó permiso para viajar a su casa cuando su hermana cayó enferma y antes de que supiera lo que pasaba, Su Alteza le había transmitido una invitación personal para que viniera a recuperarse al palacio de Las Noches.

-Y cuando mi primo decide algo, es necio aquel que se opone -¿Y por qué habría de oponerse Orihime Inoue? Byakuya mantenía a los corresponsales extranjeros fuera de Las Noches como cuestión política. Y no había ninguno local. Debió parecer un regalo.

-No creo que deba preocuparse señor. La reputación de la señorita Inoue como periodista es formidable. Si su primo busca alguna publicidad positiva, diría que ha elegido a la mujer equivocada.

-Tal vez. Dime, ¿le gusta a Inoue el trabajo que desarrolla aquí?

El silencio de Uryuu era toda la respuesta que necesitaba. Orihime Inoue tampoco requeriría que se lo letrearan en palabras de una sílaba; era demasiado inteligente para eso. Y por supuesto que Byakuya se lo facilitaría. Le contaría a la mujer el gran trabajo que llevaba a cabo, y para demostrárselo la llevaría del lujo de aire acondicionado del nuevo centro médico al nuevo centro comercial, a través de las nuevas instalaciones deportivas. El progreso en acero inoxidable y cemento reforzado.

La mantendría bastante ocupada para que no tuviera tiempo de ir en busca de algo que pudiera darle otras ideas. Aunque lo deseara. Después de todo, una entrevista personal con el regente, hombre duro a los medios de comunicación sería una exclusiva importante para cualquier periodista, sin importar lo formidable que fuera su reputación.

A Ichigo los periodistas no lo entusiasmaban tanto como a su secretario, ni siquiera cuando tenían una presentación tan bonita como lo era Orihime Inoue.

Cambió de enfoque.

-Dime Uryuu, ya que estás tan bien informado, ¿qué entretenimiento ha preparado mi primo para mantener divertida a la dama durante su estancia aquí? Imagino que tendrá planes para ello, ¿verdad? –la idea era desagradable, pero sabía que si Byakuya la admiraba, era por su cara bonita y cabello rojizo más que por sus habilidades periodísticas. El rápido rubor de Uryuu demostró el efecto que surtía la señorita Inoue en los varones impresionables -¿Y bien?

-Se han preparado algunas actividades –confirmó –Un viaje en barco a lo largo de la costa, una celebración en alguna parte del desierto, un recorrido de la ciudad…

-Parece que le van a dar el trato digno de alfombra roja. ¿Algo más?

-Bueno, hay un cóctel en la embajada británica, desde luego… -titubeó.

-¿Por qué me da la impresión de que reservas lo mejor para el final?

-Su Alteza dará una recepción en su honor en el palacio.

-Será prácticamente como una visita de estado –sus peores temores se habían confirmado –Pero es un programa agotador para una mujer convaleciente de neumonía, ¿no te parece?

-Ha estado enferma, Excelencia. Se desmayó mientras realizaba una transmisión en directo desde alguna parte del este de Europa. Yo lo vi. Se desplomó… durante un momento pensé que había recibido un disparo de algún francotirador. ¿Qué aspecto tenía ahora? –preguntó con ansiedad -¿Usted la vio en el avión?

-Solo fugazmente. Parecía…

Ichigo se detuvo unos instantes para considerar el aspecto de Orihime Inoue. Un poco agitada, quizá. El cuello con encajes de su blusa blanca había proporcionado un marco para un rostro que era un poco más delgado que la última vez que la vio en una emisión por satélite. Tal vez por eso sus ojos plata le habían parecido tan grandes.

Había alzado la vista de un libro que sostenía y encontrado su mirada con franca curiosidad; había exhibido una expresión abierta que evitaba toda coquetería, aunque aun así había logrado transmitir la sugerencia de que recibiría de buen grado su compañía para pasar las horas tediosas en el aire.

La sinceridad lo obligó a conceder que se había sentido tentado, despierta su curiosidad por la presencia de ella en el avión privado de su primo. Y no era inmune al placer de la compañía de una mujer hermosa. En un momento determinado llegó tan lejos como para llamar al auxiliar de vuelo para que la invitara a unirse con él. En los pocos segundos que el hombre tardó en responder, había recuperado el sentido común.

Mezclarse con periodistas no era una buena idea. Nunca sabías qué iban a imprimir. O, más bien, sí lo sabías. Demasiado tarde había averiguado que era mucho más fácil ganar una reputación que perderla, en particular si encajaba con alguien que ocupaba una posición de jerarquía.

Y sin ninguna duda Byakuya se enteraría de cualquier conversación que hubieran compartido en cuanto el avión aterrizara. Que la vieran con él no la ayudaría en nada dentro de los círculos del palacio.

Se dio cuenta de que Uryuu aún guardaba su respuesta.

-Bastante bien –repuso con irritación.

╰ ╮…La Rosa del Desierto…

Orihime Inoue se detuvo para recuperar el aliento al salir del aire acondicionado de la sala de desembarco del aeropuerto y entrar en el calor del mediodía del palacio Las Noches.

A pesar de la valerosa exhibición de narcisos en los parques, en Londres la primavera no había llegado a establecerse, y su tía la había obligado a ponerse ropa térmica y un jersey bastante grueso.

-¿Te encuentras bien, Orihime? Debes estar cansada del viaje.

-No te preocupes, hermano –la pregunta ansiosa de Sora hizo que pareciera exactamente como su tía, y no estaba acostumbrada a que la cuidaran tanto. Se quitó el jersey –No soy una inválida, solo tengo calor –espetó. Había estado de muy mal humor la semana anterior al caer con neumonía, pero la evidente preocupación de Sora hizo que se arrepintiera –Disculpa. Lo que pasa es que durante el último mes, la tía Rangiku me ha tratado como a una niña pequeña a punto de morir de agotamiento –sonrió y enlazó el brazo de Sora –Pensé que había escapado de su dominio.

-Bueno, he de reconocer que no tienes tan mal aspecto como había esperado después de los comentarios de la tía –bromeó como solía hacerlo –Empezaba a preguntarme si debía alquilarte una enfermera.

-No será necesario.

-Entonces, ¿solo una ambulancia?

-Únicamente si quieres que de verdad escape de casa.

-Es obvio que te estás recuperando –rió.

-Me quedaban dos opciones: recuperarme con rapidez o morir de aburrimiento. La tía no me dejó leer nada más exigente que una revista de hace tres años –le informó mientras la conducía en la dirección de un Range Rover de color azul oscuro –Y cuando descubrió que veía las noticias, amenazó con confiscarme el televisor.

-Exageras Orihime.

-¡En absoluto! –entonces cedió –Bueno, quizá un poco. Solo un poco –sonrió –Pero no estoy cansada, de verdad. Viajar en el avión privado del emir se parece a volar en clase turista tanto como una bicicleta a un Rolls Royce. Sí, es volar. Sora, pero no como nosotros lo conocemos –respiró el cálido aire del desierto –Esto es lo que necesito. Espera a que me quite la ropa térmica, y no podrás pararme.

-Te lo advierto, tengo órdenes estrictas de evitar que hagas alguna actividad demasiado física.

-Aguafiestas. Anhelaba que algún príncipe del desierto de cabellos rebeldes me llevara en algún corcel negro –al ver que su hermano no parecía demasiado complacido con la idea, le apretó el brazo –Bromeaba. Tatsuki me dio un ejemplar de El Jeque para leer en el avión –sin duda era lo que su editora de noticias y mejor amiga consideraba una broma. Tenía un extraño sentido del humor que a veces podría parecer bastante serio. O quizá había sido una excusa para transmitirle toda la información que había sido capaz de obtener de la situación en Las Noches delante de los ojos atentos de su tía –No sé si era una inspiración o una advertencia.

-¿Quieres decir que lo leíste?

-Es un clásico de ficción femenina –protestó.

-Bueno, espero que lo tomaras como advertencia. He recibido instrucciones de la tía y, créeme, montar a caballo queda descartado. Se te permite estar a la sombra junto a la piscina con una lectura ligera por la mañana, pero solo si prometes no meterte en el agua…

-He pasado semanas así, hermano. No prometo nada.

-Solo si prometes no meterte en el agua –repitió con una amplia sonrisa –y te echas una siesta por la tarde. Nos diste a todos un buen susto, ¿sabes?, al desmayarte en medio de las noticias.

-Muy mala costumbre –acordó con firmeza –Se supone que yo las trasmito, no que las produzco… -calló al ver una limusina negra, con los cristales ahumados, alejarse del aeropuerto.

El ocupante del coche sin duda era la razón para el vuelo del avión privado del emir en el que su hermano había conseguido acomodarla. Con una impecable traje oscuro a medida, una camisa a rayas discretas y una corbata de seda, podría haber sido el presidente de cualquier empresa pública. Pero no lo era.

Sus miradas se habían encontrado y el reconocimiento mutuo había sido instantáneo antes de que una azafata cerrara con presteza la puerta de su sección, más acostumbrada a llevar princesas que curiosas periodistas.

Lo cual había sido una pena. El príncipe Ichigo Kurosaki figuraba entre los primeros de su lista de personajes que debía conocer. Entre los recortes de periódicos, la fotografía del rostro anguloso con penetrantes ojos marrones había sido la única que había captado su atención.

El príncipe Ichigo se había detenido al entrar en el vehículo, y en el instante antes de que se cerrara la puerta, sus ojos la habían inmovilizado con una mirada que le provocó ruborizarse notoriamente en sus pálidas mejillas y además, desear bajar hasta los tobillos la falda que le cubría los muslos. Era una mirada que la hizo sentir enteramente femenina, vulnerable de un modo que para una periodista de veintidós años resultaba embarazoso.

Una periodista de veintidós años, con una pasada relación tormentosa, una guerra y media docena de entrevistas exhaustivas con primeros ministros y presidentes a su espalda.

Pero era capaz de reconocer a un hombre muy peligroso cuando lo veía, y la fotografía del príncipe, un retrato formal, impasible y posado, no se acercaba a lo que de verdad representaba.

Sabía que, de acuerdo con las costumbres de él, le mostraba más respeto soslayando su presencia que si hubiera viajado a su lado, pero como periodista no podía evitar sentirse decepcionada. Lo que más la perturbaba era su decepción como mujer.

Además, semejante respeto contradecía su fama como sex simbol, cuya riqueza, según los rumores, pasaba directamente de los pozos de petróleo a alguna de las mujeres hermosas que se le antojaban y a las mesas de juegos más exclusivas del mundo.

Pero al llegar a Las Noches, su hogar, al parecer había decidido seguir las costumbres. Al bajar del avión antes que ella, para ser recibido por los funcionarios formados en la pista, había prescindido del caro traje italiano para ponerse el atuendo de un príncipe del desierto.

Un auténtico príncipe del desierto.

Sora la vio observar en dirección a la limusina mientras el sol de la mañana se reflejaba en las oscuras ventanillas.

-El príncipe Ichigo –murmuró.

-¿El príncipe qué? –preguntó, fingiendo ignorancia. Hacía tiempo que había aprendido que la gente le revelaba más cosas de esa manera. Pero Sora no recurrió a los rumores locales tal como había esperado.

-Nadie que deba interesarte, Orihime. Es solo el sex simbol del país.

-¿De verdad? Por las reverencias que le dedicaron al bajar del avión, pensé que debía ser el siguiente en la línea de sucesión.

-No es el siguiente en la línea de nada –Sora se encogió de hombros –Ichigo recibe tantos respetos porque su padre recibió una bala destinada al viejo emir. De hecho, varias balas.

-¿Oh? -«hazte la tonta, Orihime, hazte la tonta» -¿Recibió disparos? –la mirada de incredulidad de Sora la advirtió de que quizá había ido demasiado lejos en su fingimiento.

-Sí, le dispararon, y su recompensa por una bala en el hombro y una pierna destrozada fue la mano de la hija predilecta del viejo emir y una vida de ocio. Aunque no vivió demasiado para disfrutarla.

-¿No sobrevivió al ataque, entonces?

-Se recuperó muy bien, pero unos meses después de la boda falleció en un accidente.

-Que terrible –luego -¿Fue un accidente?

-Eres suspicaz, ¿eh? –su hermano sonrió, luego se encogió de hombros –Tu conjetura es tan válida como la mía, y eso es lo único que puede hacer la gente… conjeturar.

-Bueno, vivió lo suficiente para tener un hijo –sintió pesar ante los recuerdos profundamente enterrados –Es lo más cerca que podemos llegar de la inmortalidad.

-Orihime –musitó Sora.

Ella respondió con un «Hmmm» distraído mientras observaba cómo se alejaba la limusina del aeropuerto. Podía ser su trabajo estar interesada en cualquiera tan próximo al trono sin poder llegar a aspirar a él, pero algo más avivaba su curiosidad sobre el hombre que había detrás de esos ojos chocolate.

Pues conocía hombres capaces de dominar a las personas más indisciplinadas con ojos como esos. No era el color lo que importaba. Sino la fuerza, la convicción que había detrás de ellos. Los suyos no eran los ojos de un simple y extravagante sex simbol, ¿y si fingía?

Al darse cuenta de que le mantenía con paciencia la puerta abierta, sonrió.

-Me gusta una buena historia humana con una introducción así de impresionante. Háblame de él. Su padre debió morir antes de que naciera.

-Así es. Quizá por eso el viejo emir consintió tanto a Ichigo. Fue criado como uno de los favoritos. Demasiado dinero y muy poco que hacer, era algo que tenía que provocar problemas indudablemente.

-¿Qué clase de problemas?

-Mujeres, juegos… -se encogió de hombros -¿Qué se podía esperar? Un hombre ha de hacer algo, y a pesar del título, la política del palacio le está vedada.

-¿Oh? ¿Por qué? –fue demasiado rápida en formular la pregunta y Sora se dio cuenta de que le estaba extrayendo información.

-Olvídalo, Orihime –afirmó –Has venido aquí a descansar y recuperarte, no a obtener una historia inexistente.

-Pero si no me cuentas por qué no puedo participar en política, no dejaré de pensar en ello –expuso de forma razonable, mientras Sora la ayudaba a entrar en el interior del vehículo con aire acondicionado –No podré evitarlo.

-Inténtalo –sugirió –No estamos en una democracia y los periodistas entrometidos no son bienvenidos.

-No soy entrometida –repuso con una sonrisa- Solo tengo interés –de hecho, el príncipe Ichigo le interesaba bastante. Los hombres con ojos como esos no perdían el tiempo en jugar… no sin una buena causa.

-Estás aquí como invitada del príncipe Byakuya, Hime. Rompe las reglas y te pondrán en el primer avión que salga de aquí sin contemplaciones. Y yo también, así que déjalo, por favor.

Hacía años que Sora no la llamaba Hime, y sospechó que era su manera de recordarle que a pesar de ser una periodista con gran fama y respetada, seguía siendo su hermana menor. Y se encontraba en su territorio. De momento decidió dejar el tema. Además, sabía, o al menos percibía, la respuesta a su pregunta. Puede que el padre de Ichigo fuera un héroe, pero había sido un extranjero, un occidental atraído por el desierto. Tenía los recortes de prensa para demostrarlo.

-Lo siento. Es por la fuerza de la costumbre. Y por el aburrimiento.

-Entonces tendremos que cerciorarnos de que no te aburres. He preparado una pequeña fiesta para presentarte a algunas personas, y el príncipe Byakuya se ha esforzado al máximo para que te lo pases bien.

Orihime le permitió que le detallara las recepciones y fiestas que le esperaban, sin insistir en el tema que más le interesaba. Después de todo, las fiestas eran los sitios idóneos para oír los últimos rumores y, con suerte conocer al sex simbol local.

-¿Qué era eso de una recepción en palacio? –preguntó.

-Solo si te sientes con ánimos –añadió Sora –Debería advertirte de que el viaje en el avión privado de Byakuya puede tener un precio. No estará por encima de seducirte para que reflejes una visión halagadora de su persona en la entrevista.

-Bueno, pues su suerte se ha agotado –mentalmente tachó la entrevista con Byakuya, número dos en su lista. Una pena, pero le daría más tiempo para concentrarse en el príncipe Ichigo. Después de todo, estaba de vacaciones –He venido a relajarme.

-¿Desde cuándo relajarte se ha interpuesto en tu trabajo? No te imagino rechazando una entrevista en exclusiva con el gobernante de un país rico de importancia estratégica, sin importar lo enferma que hayas podido estar.

-Regente –le recordó, abandonando toda pretensión de ignorancia -¿El joven emir no debe volver pronto de los Estados Unidos? ¿O es posible que ahora que ha probado la vida en la cima, el príncipe Byakuya sea necio a dejarla? Me refiero a que una vez que has sido rey, todo lo demás pierde importancia, ¿no? –Sora frunció el ceño un poco y puso expresión ansiosa. Ella sonrió y lo tranquilizó con la mano en el brazo –Lo mejor será que me siente tranquila junto a la piscina con alguna lectura ligera, ¿verdad?

-Quizá sería lo mejor –tragó saliva –Le diré a Su Alteza que está demasiado débil todavía para una fiesta.

-¡No te atrevas! Dile… dile que estoy demasiado débil para trabajar.

╰ ╮…La Rosa del Desierto…

Después de que el coche se detuviera, Ichigo permaneció largo rato enfrascado en sus pensamientos.

-Tendrás que ir a los Estados Unidos, Uryuu. Es hora de que Renji regrese a casa.

-Pero, excelencia…

-Lo sé, lo sé –agitó una mano con impaciencia –Disfruta de libertad y no querrá venir, pero ya no puede postergarlo más.

-Se lo tomará mejor viniendo de usted, señor.

-Tal vez, aunque el hecho de que yo sienta que no debo abandonar el país hará que entienda mejor el mensaje de lo que cualquiera de nosotros pueda expresar.

-¿Qué quiere que le diga?

-Que si quiere conservar su país, es hora de que regrese antes de que Byakuya se lo quite. Es imposible manifestarlo de forma más directa.

Bajó de la limusina y se dirigió hacia las enormes puertas talladas de la torre costera que había convertido en su hogar.

-¿Y la señorita Inoue? –preguntó Uryuu, con ritmo más lento mientras se acomodaba las gafas con el dedo medio de la mano derecha.

Ichigo se detuvo ante la entrada de su residencia privada.

-Puedes dejármela a mí –aseveró con una sonrisa.

Uryuu palideció y se plantó delante de él.

-Señor, no olvidará que ha estado enferma…

-No olvidaré que es una periodista –el rostro de Ichigo se ensombreció al notar la ansiedad en la cara de su secretario. Vaya, vaya. La afortunada Orihime Inoue. Necesitada por un hombre fabulosamente rico y poderoso por su capacidad para proyectar su persona bajo una buena imagen. Todo en un día, ¿cuántas mujeres podían comenzar unas vacaciones con esa clase de ventaja?

Se le ocurrió que Orihime Inoue, bendecida con inteligencia y belleza, probablemente comenzaba todas sus vacaciones con ese tipo de ventaja.

-¿Qué piensa hacer, señor?

-¿Hacer? –no estaba acostumbrado a que cuestionaran sus intenciones.

Uryuu podía estar nervioso, pero no intimidado.

-Con la señorita Inoue.

-¿Qué crees que voy a hacer con ella? –soltó una risa breve -¿Secuestrarla y llevármela en medio del desierto como si fuera un bandido de tiempos antiguos?

-No… no –su secretario se ruborizó.

-No pareces muy seguro –insistió Ichigo –Es lo que habría hecho mi abuelo.

-Su abuelo vivía en una época distinta, señor. Iré a hacer las maletas.

Ichigo lo observó partir. El joven tenía agallas y lo admiraba por el modo en que se enfrentaba a la vida, pero no pensaba tolerar el desacuerdo en nadie. Haría lo que fuera necesario.

Treinta minutos más tarde le entregaba a Uryuu la carta que le había escrito a su joven hermanastro y lo acompañaba al Jeep que lo llevaría hasta el muelle. El patio estaba lleno de jinetes con halcones sobre las muñecas y grandes sabuesos de patas largas y pelaje sedoso a sus espaldas.

-¿Va de caza? –Uryuu entrecerró los ojos -¿Ahora?

-Necesito quitarme la humedad de Londres de los huesos y respirar aire bueno y limpio del desierto –se le ocurrió que si Byakuya planeaba un golpe de estado tranquilo, quizá sería adecuado marcharse a su campamento del desierto, donde su presencia se notaría menos –Hablaré contigo mañana.

╰ ╮…La Rosa del Desierto…

-Hemos llegado.

-Es hermosa, hermano –la villa se hallaba fuera de la ciudad en una colina que daba a la costa agreste cerca de las caballerizas reales. El puesto de Sora podía darle control sobre los servicios veterinarios del país, pero su principal ocupación se centraba en la caballada del regente. Debajo se veía un palmeral y alrededor de la casa había adelfas en flor, aves de plumajes brillantes… -Esperaba desierto… dunas de arena…

-Échale la culpa a Hollywoos –al acercarse la puerta se abrió y un sirviente que se le había asignado a Sora con anterioridad hizo una reverencia cuando Orihime atravesó el umbral –Orihime, él es Sado. Cocina, limpia y cuida de la casa para que yo pueda concentrarme en el trabajo.

El joven moreno le devolvió la sonrisa con timidez.

-¡Santo cielo!, hermano –exclamó Orihime después de admirar todo, desde las exquisitas alfombras sobre lustrosos suelos de madera hasta la pequeña piscina situada en el jardín discretamente amurallada que había más allá de los ventanales –Es un poco diferente de la casita pequeña que tenías en Londres.

-Si crees que esto es lujo, espera a ver las caballerizas. Los caballos tienen una piscina mucho más grande que la mía y allí dispongo de un hospital plenamente equipado, con todo lo que pueda pedir…

-¡Vale, vale! –sonrió ante su entusiasmo –Luego me lo puedes mostrar todo, pero ahora mismo me vendría bien una ducha –se levantó el largo cabello ondulado en una coleta –Y necesito ponerme ropa más ligera.

-¿Qué? Oh, lo siento. Siéntete como en casa, descansa, come algo. Tu habitación está ahí –la condujo a una gran suite –Hay tiempo de sobra para verlo todo.

Ella se detuvo en la puerta, pero no fue el esplendor de la habitación lo que la sorprendió, sino el hecho de que toda superficie disponible estaba cubierta con cestas llenar de rosas.

Hermosas rosas.

-¿De dónde han salido?

-De donde crezcan las rosas en esta época del año –Sora se encogió de hombros, abochornado por el exceso –Habría pensado que estarías acostumbrada a ello. No creo que nadie envié lirios, amapolas o claveles, ¿cierto?

-Casi nunca –reconoció al tiempo que buscaba una tarjeta, sin encontrarla –Pero por lo general basta con una docena o un arreglo algo exagerado. Estas parecen haber sido encargadas al por mayor.

-Sí, bueno, el príncipe Byakuya las envió esta mañana para que te sintieras como en casa.

-¿Cree que vivo en un invernadero?

-Aquí lo hacen todo en una escala alta –Sora puso una mueca y miró el reloj –Orihime, ¿puedes quedarte solo una hora, más o menos? Tengo una yegua a punto de parir.

-Ve –rió –Estaré bien…

-¿Segura? Si me necesitas…

-Relincharé –se burló.

-En realidad –su hermano sonrió relajado –Creo que el sistema telefónico te resultará más adecuado.

Sola se concentró en las rosas. Eran capullos perfectos, de un blanco cremoso. Resistió la tentación de cortarlas. Se llevó algunas a la nariz para percibir el aroma: las flores eran hermosas pero carecían, por desgracia, de fragancia, un gesto estéril sin ningún significado real.

Y sus pensamientos retornaron al príncipe Ichigo Kurosaki. El sex simbol también era una especie de tópico. Pero esos ojos marrones sugerían algo muy diferente detrás de la apariencia que fomentaba.

El príncipe Byakuya tal vez quisiera conquistar su cooperación con el avión privado y las rosas, pero era Ichigo quien tenía su absoluta atención.

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El capítulo 2 ya está escrito, así que dependiendo la cantidad de comentarios será el tiempo en que lo subiré, a más tardar unos 15 días.

PD. La actualización de "Atrapados en la nieve" no la hacía porque el libro se me había perdido y llevaba muchos meses buscándolo, hasta recién ésta madrugada que lo encontré, así que cuando tenga internet subiré el capítulo 9.

Nos leemos después.