La chica más bonita del mundo

Tendría unos diecisiete años…

La misma cabellera rubia.

La misma naricilla respingada y salpicada de pecas.

Boca pequeña, labios rojos.

Los mismos ojos verdes.

Cuerpo delgado, la misma complexión.

La chica más bonita del mundo.

Y no dejaba de sonreírle.

Habían pasado tantos años y el joven que alguna vez había sido solo quedaba en el recuerdo de sus admiradoras y fotografías. Terry había sabido mantenerse vigente a lo largo de los años y ahora su carrera actoral también se había extendido hasta los films de Hollywood.

Ya no tenía que salir al escenario a dar la misma obra repitiendo monótonamente las mismas líneas noche tras noche. Ahora solo lo hacia una vez (con muchas tomas), su imagen se había guardado en una cinta que rodaban en cines.

Les llamaban "películas".

Seguía tan apuesto y más cínico que nunca, algunas arrugas habían aparecido en las comisuras de su boca (había vuelto a fumar), otras cuantas arrugas en el contorno de sus ojos, y las canas no eran muchas a pesar de que su padre el duque estaba lleno de ellas.

Su cuerpo era fuerte y delgado, tenía el porte más elegante de todo Hollywood.

No llevaba barba ni bigote a pesar de sus años y las modas, todo el mundo que le conocía había perdido la noción de su edad y realmente no importaba porque el inglés se conservaba de maravilla.

Pero era tan viejo como para poder ser el padre de aquella muchacha de ojos verdes y sonrisa coqueta.

Sus ojos eran tan grandes como dos esmeraldas y la joven le había hecho saber que era su mayor admiradora.

Aquella noche se encontraba afuera de un teatro de Chicago donde estaban dando la premier de su película.

El flash le cegaba y los gritos le irritaban pero con el tiempo había aprendido a ignorar, o más bien dicho a soportar, porque para ese trabajo también había que ser diplomático.

Firmo algunos autógrafos como autómata, hasta que la vio a ella.

Era la misma sonrisa que le había visitado en sus sueños por tantos años.

La chica le entrego una fotografía de el con un bolígrafo y le miro con ojos traviesos.

Era ella.

Esto tenía que ser una broma de mal gusto, Terry creía verla pero eso era imposible y entonces rompió la norma de oro que el mismo se había impuesto desde el inicio de su carrera.

Comenzó una conversación.

— ¿Para quién es la fotografía?

La joven sonrió lentamente y hablo con voz cantarina. — Para mi Madre…

— ¿Y cómo se llama tu Madre?

— Candy…