INOCENTE Y CRUEL INFANCIA
Capitulo 1: La niñez de un pequeño pelirrojo
Por: Okashira Janet
Hola, bueno solo aclarar una cosa, Rurouni Kenshin no me pertenece, todos sus personajes son propiedad de Nobuhiro Watsuki maestro de maestros y adicto a las figuras de acción (aunque no lo admita). Este fic esta hecho con la simple intención de entretenerlos y como se puede observar en el titulo la historia esta situada antes de que ocurriera la misma historia en si ¿Complicado?, solo lean.
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-Kenshin, Kenshin- la voz era firme y clara pero el pequeño pelirrojo que dormía placidamente sobre un futón en la cocina parecía no tener la menor intención de despertar.
-Kenshin… ¡Kenshin!- intentó gritarle pero el sueño del pequeño era pesado, terriblemente pesado.
-¡Kenshin!- esta vez el grito fue acompañado por un jalón en las cobijas y el pequeño niño pelirrojo se encontró rodando por el suelo frío a esas tempranas horas de la mañana.
-¿Pero que tienes chiquillo?, pareciera que no has dormido en meses-
-¿He?- el pequeño abrió con sorpresa sus ojos y Hiko Seijuro no pudo hacer otra cosa que asombrarse nuevamente al notar el hermoso color violeta que poseían, jamás en su vida había visto a una persona con los ojos de ese color y probablemente jamás la vería a excepción claro de ese niño.
-Maestro… aún es muy temprano- el niño restregaba infantilmente uno de sus ojos, su cabello rojo estaba de tal manera alborotado que parecía una pelusa viviente, sí, un pequeño cachorrito peludo.
-Nunca es temprano para despertar, recuérdalo- la voz de Hiko era firme y como de costumbre el pequeño no entendió exactamente de que le hablaba su tutor pero a pesar de eso asintió con la cabeza.
- Sí maestro-
-No deberías tardar tanto en despertar cuando yo te llamo-
-Pero usted no me ha llamado- respondió el niño parpadeando.
-Por supuesto que sí- contestó Hiko un tanto airado –Te he llamado, te he dicho Kenshin, Kenshin repetidas veces-
-Pero…- el niño guardo repentinamente silencio y el treceavo maestro del Hiten Mitsurugi se llevó una mano a la sien mientras cerraba los ojos y contenía un suspiro.
-Kenshin… ya te he dicho repetidas veces que ese es tu nuevo nombre, ya no eres mas Shinta-
-Lo siento, es que todavía no me acostumbro- el pequeño pelirrojo bajó los ojos al piso, su cabello alborotado haciendo una mota roja.
-Pues ya lo harás, ahora vete y prepara tu almuerzo-
-¡De nuevo!- saltó el pequeño pero no halló mas respuesta que los ojos ceñudos de su tutor – perdón, lo haré enseguida- se corrigió rápidamente al tiempo que se ponía en pie de un salto y salía disparado hacía la cocina, no entendía como los ojos de su maestro podían cambiar tan drásticamente de un momento a otro, la mayor parte del tiempo eran oscuros y autoritarios pero conservaban siempre una ligera chispa de… pues… no podía definirlo muy bien pero le brindaban seguridad, era como si con solo ver los ojos de su tutor se sintiera protegido, pero a veces estos cambiaban y se volvían fríos y tormentosos, Shinta no sabía muy bien si cuando eso pasaba su maestro sería capaz de matarlo como había matado a esos hombres que lo atacaban y es que había visto tantas muertes en su corta vida que el hecho de que alguien lo matara a el le parecía de lo mas normal.
Pero bueno, ya basta de cosas que no entendía, de nada le serviría ponerse a pensar en los ojos de su maestro cuando su pancita sentía tanta hambre, de hecho podía oír sus gruñidos pidiéndole comida.
-Que lastima que yo tenga que cocinar con lo mal que lo hago- murmuró el pequeño mientras se ponía de puntillas para ver si así alcanzaba a ver lo que estaba en el estante de víveres, bien, una jarra de sake, otra jarra de sake, otra jarra de sake, otra jarra de sake… no, si seguía buscando por ahí seguramente no hallaría gran cosa. Intentó buscar algo parecido a sustento en las filas inferiores pero solo había polvo y telarañas, para ser una cocina no estaba muy bien cuidada que digamos.
Tenía hambre, en verdad tenía mucha hambre y ahí estaba, una motita roja con los ojitos perdidos en medio de una cocina decadente, su pancita emitía débiles gruñidos y el pequeño no tenía una idea muy clara de lo que debía hacer, bueno si había buscado abajo y había buscado en medio y no había encontrado nada tal vez si buscara arriba encontrara algo de valor para su estomaguito.
Se paro de puntillas y estiró su brazo lo mas que pudo pero no alcanzaba el tercer estante, se pegó mas al viejo mueble y estiró mas su delgado bracito, ya, las yemas de sus dedos alcanzaban a tantear la superficie, ahora solo era cuestión de esforzarse para obtener algo, camino un poquito a la derecha y otro poquito a la izquierda, nada, estiró mas su bracito, su manita de pronto tanteo algo y sin ponerse a pensar en las consecuencias lo jaló hacía el.
-¡PAF!- El pequeño parpadeo, estaba en el suelo, todo a su alrededor era blanco, su hakama, su gi, sus manitas, sus pies, el piso, su pelo, hasta el mismo aire era blanco. Se quedo de piedra un momento procesando lo que había pasado y al fin lo recordó, sí, su maestro le había dicho que aquella cosa era harina y la harina servía para hacer ricas galletas pero para eso se necesitaba leche y la leche solo se podía conseguir en el pueblo, por desgracia el pueblo estaba muy lejos…
-¡Grrr!- pero por otro lado su pancita tenía mucha hambre… ¿pancita o pueblo?, ¿Hambre o leche?, bueno la respuesta parecía lógica, si tenía hambre debía bajar al pueblo, el pueblo estaba lejos, bajando la colina, aún no entendía muy bien porque su maestro vivía tan lejos de la gente, vivía demasiado solo y cada vez que necesitaban algo tenían que bajar la montaña era un verdadero fastidio.
-Entonces bajare al pueblo- se dijo con decisión al tiempo que se levantaba y sacudía con fuerza su ropa para quitarse la harina, acto seguido corrió a la puerta, era difícil abrirla, tenía que quitar la tranca de madera ¿Por qué era tan pesada aquella cosa?, el pequeño puso las manos bajó la madera y empujó todo su cuerpo hacía arriba extendiendo poco a poco los brazos ¡Ah! Era muy pesada, pero al fin la madera cayó al suelo junto a el produciendo un golpe seco, el pequeño sonrió satisfecho, ya podría salir, y así se alejó corriendo olvidando con su prisa cerrar nuevamente la puerta.
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Shinta caminaba despacito por la calle, en su prisa por salir no se había preguntado como es que se conseguía la leche ¿Dónde tenías que preguntar?, había bajado la montaña corriendo y agitando los bracitos como solo los niños pequeños saben hacer, con una gran sonrisa en la cara pero ahora que estaba en el pueblo con toda esa gente caminando de un lado a otro no sabía muy bien a donde dirigirse.
-¡Oh pero mira!, ¡Que adorable criatura!- el niño tuvo que encogerse de hombros y hacerse una bolita junto a la pared mientras una señora frotaba con fuerza su cabeza.
-¡Que hermoso cabello rojo!, ¿Habías visto otro cabello así querido?- el hombre que estaba al lado de la señora se inclinó un poco y tomando un mechón de cabello de Shinta lo estiró hacía el.
-No, en verdad que el color es extraño- el pequeño no decía nada, no se movía, solo esperaba pacientemente que la inspección terminara para poder seguir con su camino, siempre era así, a donde quiera que fuera y por alguna extraña razón que aún no acertaba a comprender la gente siempre parecía querer abrazarlo o ya por lo menos tocar sus cabellos rojos.
-Que lindo niño ¿Cómo te llamas?-
-Ya querida no podemos entretenernos deja a este chico en paz-
-Pero…- la mujer no pudo terminar de hablar porque ya su esposo la jalaba del brazo alejándola del niño, Shinta por su parte alzó sus ojos violeta un momento solo para ver con satisfacción que el par de adultos ya se había alejado, eran extranjeros, eso lo podía saber por sus ropas pero eso no le interesaba, lo importante en esos momentos era…
-¡Grrr!- Sí, conseguir leche, porque si tenía leche y tenía harina podía hacer ricas galletas.
Siguió caminando, la gente que pasaba a su alrededor también seguía haciéndolo, ¿Dónde conseguiría leche?, paso por una clínica, se oían gritos histéricos adentro, seguramente alguien estaba muriendo, unos hombres que llevaban en brazos a otro que estaba herido lo apartaron de la acera bruscamente, como consecuencia el pequeño cayó a un lado, un rió de sangre había quedado tras la comitiva y al pararse el niño notó con resignación que sus manos se habían manchado de esta.
Que flojera tener las manos manchadas de sangre… ahora tendría que buscar un lugar para lavarlas.
-Disculpe…- Shinta jaló el kimono de una mujer pero esta al girarse notó al niño sucio y manchado de sangre que la tocaba.
-¡Suéltame!- acto seguido se alejó rápidamente, estaba harta, harta de los niños que se quedaban sin padres, de los que morían como mosquitos, de los que la observaban con ojos desamparados, de la guerra que no acababa, estaba completamente asqueada y no quería verlos mas, no quería ver de nuevo a un niño pidiéndole ayuda, no quería ver en sus desolados ojos que estaban solos en el mundo.
Shinta por su parte no se inmuto por la reacción de la mujer, de hecho era muy normal recibir esas reacciones por parte de las personas en esos días, pero por kami ¿Dónde encontraría leche?.
-¡Que cabello tan rojo!- el pequeño volvió a agachar la cabeza al tiempo que un joven le acariciaba rápidamente el cabello y seguía su camino, como iba diciendo ¿Dónde encontraría leche?.
-¡Mira que linda cosita!- esta vez Shinta tuvo que echar un poco la cabecita hacía atrás porque la mujer que pasaba le había dado un tirón demasiado fuerte a su cabello, quizás si se metiera a una tienda y le dijera al dueño que quería leche se la diera, así lo hacía su maestro ¿no?.
-¡Que niño tan mono!- Shinta no estaba muy seguro de lo que significaba esa exclamación pero de cualquier forma dejo que la muchacha frente a el le levantara la barbilla al tiempo que le acariciaba la cabeza.
-¡Y tienes los ojos violetas!, ¡Que hermoso niño!, cuando seas mayor tienes que casarte conmigo ¿he?- Shinta asintió con la cabeza al tiempo que parpadeaba ¿Y si le preguntaba a la chica donde podía conseguir leche?.
-Nos vemos, cuídate pequeño- demasiado tarde la chica ya se había ido, el pequeño dejó salir un largo suspiro y su estomago por su parte arrojó al aire un sonoro gruñido.
-Tengo hambre…- ahora tenía que encontrar la tienda, si encontraba la tienda encontraría leche, caminó un poco mas, la gente se encontraba siempre agitada, siempre corriendo, siempre gritando, siempre llorando, el pequeño recordó un poco de cuando el también vivía así, antes de conocer a su maestro, antes cuando estaba con sus hermanitos solía llorar mucho y después cuando los mataron había llorado mas pero luego Hiko lo había rescatado y desde entonces ya no lloraba porque Hiko decía que la vida era demasiado buena para desperdiciarla llorando y que de cualquier forma llorando no se consigue nada, así que mejor no lloraba, como en ese instante, podía llorar porque no encontraba la leche o porque se había perdido pero no lo iba a hacer porque así no ganaba nada, tenía que seguir.
Y así siguió y de pronto la tienda apareció frente a el pero al pedir leche el señor que estaba tras el mostrador le había pedido dinero y Shinta no sabía que era eso y el señor le había dicho que entonces no podía darle leche y ahora estaba ahí, sentadito en la acera viendo a los caballos levantar tierra a su paso. Había buscado leche y la había encontrado en la tienda pero ahora le hacía falta eso que llamaban dinero. Dio un suspiro Ahora ¿Cómo conseguía dinero?.
-Hey niño ¿Sucede algo?- Shinta levantó la vista, frente a el se encontraba un muchacho, delgado, musculoso, cabello negro y lacio.
-No tengo dinero…-
-A eso pasa muy a menudo en estos días- el muchacho se dejó caer a un lado de Shinta y el pequeño volteo a verlo de reojo, ahora que lo notaba los ojos de ese joven eran muy extraños, se veían maliciosos y atrevidos.
-Y a todo esto ¿Para que querías dinero?-
-El señor de la tienda dice que lo necesito si quiero leche-
-Ahh… tienes un color de cabello muy raro ¿ya te lo habían dicho?-
-Sí…- el pequeño paso el dedo por el polvo de la acera dibujando una rayita, de hecho ese era el comentario que mas oía acerca de su persona.
-¿Tu padre era pelirrojo?-
-No lo recuerdo…-
-Ah sí, en estos tiempos también es común no tener padres, yo por mi parte no los tengo pero así es mejor, anda uno mas suelto ¿Cómo te llamas?-
-Shin… ¡Kenshin!- se interrumpió recordando el nombre que le había asignado su maestro.
-¿Kenshin?, es algo así como el corazón de la espada ¿verdad?- el pequeño parpadeo sorprendido, de hecho no sabía que significaba ese nombre pensaba que su maestro solo se lo había puesto por que si.
-No, no lo se-
-Vaya con el pequeño ¿Y por que dudaste hace unos momentos?-
-Es que ese es el nombre que me puso mi maestro-
-Ah, entiendo, entonces fue tu maestro… debe querer que te conviertas en un gran espadachín ¿no?, yo por mi parte conservo el nombre que me dieron mis padres, con todo y apellido- el muchacho puso ambas manos en el suelo y dibujó en su rostro una sonrisa de satisfacción, Shinta por su parte lo observó atentamente, ahora que lo recordaba Hiko le había dicho que no hablara con desconocidos.
-¿Y usted como se llama?-
-Ah, no tienes que ser tan formal, soy apenas un chiquillo como tú, bueno de hecho un poco mas grande pero no importa, mi nombre es Takasugi Shinsaku-
-Un gusto- exclamó el pequeño tendiéndole la mano.
-Igualmente- respondió el joven esbozando una radiante sonrisa, Shinta a su vez pareció relajarse, ahora ya no eran desconocidos, Hiko no lo regañaría.
-¿Y que haces aquí?-
-Pues nada, entreno un poco, flojeo otro tanto, intentó disfrutar de la vida y sobrevivir, una espada te ayuda mucho si lo que deseas es sobrevivir, no lo olvides- Shinta parpadeo y luego asintió con la cabeza, bien se aseguraría de recordarlo.
-Ahora, creo que no esta bien que un niño tan pequeño como tú ande solo por estos lugares los lobos de Mibu te pueden atacar y eso no es algo que desees-
-¿Lobos de Mibu?- pregunto el muchachito sintiendo un repentino temor al imaginarse una horda de lobos atacándolo.
-Sí, ¡Pero no los que estas pensando!- se apresuro a aclarar al ver la cara de espanto del pequeño –hablo de unos mas peligrosos, unos que usan espadas y matan a los que se les oponen-
-Si usan espadas… ¿Entonces son hombres?-
-Sí, pero no son buenos, son demonios que hacen correr la sangre por ríos, matan y torturan y a un niño como tu lo harían pedazos si lo vieran indefenso-
-¿En serio?- Shinta tragó saliva recordando a los tratantes de esclavos que habían muerto a manos de otros hombres mucho mas malos que ellos ¿Serían esos los lobos de Mibu?.
-Mi maestro mato a varios de esos lobos…-
-¿En serio?- de pronto el interés de Shinsaku pareció aumentar y el pequeño pelirrojo asintió fuertemente con la cabeza.
-Sí, ellos iban a matarme pero mi maestro llego a rescatarme-
-Que bien, en mis tiempos un maestro también me salvo de morir a manos de los lobos de Mibu, mis padres eran patriotas y eso les costo la vida, no me arrepiento de eso, murieron defendiendo sus ideales- Shinta guardo silencio, la muerte, siempre rondaba a todos, siempre dividía familias, siempre dejaba historias tristes que contar.
-Pero bueno, como te iba diciendo no es bueno que un niño tan pequeñito ande solo por estos lugares-
-¡No soy tan pequeñito!- saltó el niño.
-Créeme pequeño, desde ahora puedo pronosticar que serás bajito, sí, serás pequeño de estatura aunque tengas veinte años- Shinta hizo un mohín con la boca ¡El no quería ser pequeño!, quería ser alto y fornido, tan alto como su maestro y tan fuerte que ya nunca nadie podría lastimarlo ni a el ni a las personas que lo rodeaban.
-Pero cálmate no te enojes, aunque seas bajito puedes llegar a ser muy fuerte, ahora espérame aquí- Sin agregar nada mas el joven se paro y se perdió corriendo por una calle, Shinta lo observó con algo de tristeza, no le quedaba de otra mas que esperarlo y en ese lugar ya no tenía nada que hacer, dejo escapar un suspiro y volvió el rostro hacía el piso dibujando nuevas rayitas en la tierra, algún día se enseñaría a escribir y quizás también a leer, así podría dibujar letras en el piso y no solo palitos y bolitas
Llevaba ya un largo rato abstraído en dibujar sobre la tierra cuando Shinsaku volvió con una sonrisa y una botella de leche en una mano.
-¿Querías leche no?- el pequeño asintió sorprendido al tiempo que se levantaba del suelo.
-Bueno pues aquí la tienes, solo no me preguntes como la conseguí, ahora lo mejor será devolverte a tu maestro ¿Dónde vives?, ¿Es por aquí cerca?-
-Subiendo la montaña-
-¡Que!, ¿Y que hace un niño tan pequeño tan lejos?- Shinta cerro los ojos y luego los volvió a abrir.
-Solo quería leche-
-¡Hay, con este niño!- exclamó el joven en un suspiro –Bueno no importa, me servirá de ejercicio, ahora hay que llevarte a tu casa ¿Bien?- el niño asintió, ya el sol estaba muy alto y cada vez tenía mas hambre, le urgía llegar a preparar esas galletas.
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Hiko caminaba de un lado a otro fuera de su casa, no estaba preocupado, claro que no, ese chiquillo, ese pequeño pelirrojo no era nada suyo, lo había recogido y le estaba enseñando la escuela del Hiten Mitsurugi pero solo eso, no tenía ninguna obligación para con el y si se desaparecía eso solo quería decir que era un ingrato que no merecía sus atenciones.
Sí, Hiko no lo necesitaba, el pequeño era el que lo necesitaba a el, Hiko Seijuro en primer lugar nunca había querido tener un alumno porque cuando un maestro del Hiten Mitsurugi tenía un alumno eso quería decir que tarde que temprano sería asesinado por ese mismo pupilo y eso no era nada agradable ni para el maestro que se enfrentaba a una muerte por la persona que había tardado años en entrenar ni tampoco para el alumno que quedaba marcado para toda la vida con la sangre de la persona que lo había cuidado por años con sus manos.
No, no era nada agradable y cuando se convirtió en Hiko Seijuro treceavo se juro a si mismo que no tendría un alumno, no, no quería que algún niño pasara por lo mismo que el, ser cuidado por un maestro, alimentando por él, velado en las noches de enfermedad para después tener que matarlo para aprender la técnica suprema; y al fin y al cabo ¿Para que servía la escuela del Hiten Mitsurugi? El solo recordaba el dolor de tener el cuerpo frío de su maestro entre sus manos y no quería lo mismo para otra persona, pero al ver a Kenshin….
Hiko aún se preguntaba que era lo que le había pasado al ver a Kenshin, quizás fue el hecho de verlo cavar tantas tumbas, quizás sintió que esas delicadas manos eran lo suficientemente fuertes para cargar con la muerte, quizás creyó que ese niño con todo lo que había sufrido era capaz de resistir un sufrimiento aún mayor, el caso es que lo había tomado como su pupilo pero eso no quería decir que tendrían algún lazo de afecto, no, los lazos de afecto eran malos cuando para llegar a la recta final de tu aprendizaje tenías que matar a tu contrincante en este caso él.
Y por eso intentaba tratar al muchacho rudamente, por eso no le hacía de comer, por eso lo ponía a lavar su ropa aunque hiciera mucho frío, por eso lo golpeaba duramente en los entrenamientos, por eso justo en esos instantes decía no estar preocupado por la suerte del chiquillo pero la verdad era otra… lo estaba.
Le preocupaba como puede preocuparle a un padre el hecho de que su niño se haya extraviado, lo quería porque sus preguntas tímidas acerca del funcionamiento del mundo siempre encerraban un dejo de sabiduría que le hacía sentir que el niño era especial, lo extrañaba porque desde que había matado a su maestro se había encerrado en su soledad y no había tenido contacto con otra persona hasta que esa pequeña mota de pelos roja había llegado a su vida.
Sí, estaba preocupado y si el pequeño se había marchado de su lado no lo podría soportar, aún no podía creer que una persona como él, un hombre tan grande, fuerte, atractivo, necesitara de un chiquillo como lo era Kenshin, un niño que al parecer tenía un razonamiento mas adelantado al de su edad y un corazón mas tierno que el de cualquier otra persona.
Dio otra larga zancada y su gran capa blanca corto el aire al pasar rápidamente de un lado a otro, había escuchado un ruido, pisadas y una despedida, después los pasos ligeros de su pupilo que subían alegremente lo que quedaba de recorrido para llegar a la casa, y el niño no podía enterarse de que el había estado preocupado, no podía enterarse de que estaba prácticamente con el alma en un hilo, así que entro rápidamente a la casa.
Shinta llegó a la casa y abrió la puerta asomando infantilmente la carita por una rendija, su maestro estaba sentado en el piso bebiendo sake directamente de la botella.
-Estupido pupilo ¿Dónde estabas?, ¿Acaso fuiste a cazar algo para comer?-
-Fui por leche- contesto el pequeño enseñándole la botella.
-¿Leche?- repitió Hiko alzando una ceja.
-Para hacer galletas- por un momento el treceavo maestro del Hiten Mitsurugi estuvo tentado de soltar una carcajada pero se contuvo y frunció el seño.
-Estupido pupilo tu nuca podrás hacer galletas, además el tiempo de desayunar ya se paso es hora de entrenar- el pequeño apretó los labios y observó con ojos cristalizados la botella de leche en su mano, Hiko pensó que se echaría a llorar pero en vez de eso bajó la botella al piso y asintió con la cabeza, estaba listo para entrenar y no, no tenía nada de hambre.
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El ruido de la cascada lo distraía, no podía pensar en dos cosas a la vez o mejor dicho no podía escuchar dos cosas a la vez.
-Estupido pupilo, yo no te estoy pidiendo que escuches dos cosas al mismo tiempo- y como siempre, parecía que Hiko era capaz de leer su mente.
-Lo que te estoy pidiendo- exclamó el hombre frunciendo el seño –es que te concentres solamente en el ruido de mis pasos y no en el del agua-
-¡Pero usted camina tan sigiloso y…!- trató de excusarse el pequeño pero se gano un repentino coscorrón de parte de su maestro.
-Ése es el punto-
-Pero yo…-
-¡Vamos Kenshin!, a este paso jamás aprenderás, concéntrate y vuelve a decirme ¿Estoy a tu derecha o a tu izquierda?, ¿Atrás o adelante?- la voz de Hiko como siempre que entrenaban se mostraba rígida y el pequeño no podía distinguir de donde provenía, sus ojos estaban cubiertos por una gruesa franela así que le quedaban otros cuatro sentidos, dos de los cuales no le servían para nada en esos momentos.
-¿Dónde estoy Kenshin?- el pequeño tragó saliva y movió su infantil cabeza de un lado a otro como si así consiguiera dar con la ubicación de su maestro, el ruido de la cascada era demasiado fuerte y además la brisa que se desprendía del agua lo confundía.
-¿Kenshin?- al parecer Hiko se estaba impacientando.
-¿Izquierda?-
-¡Deja de adivinar y concéntrate!- lo reprendió duramente Seijuro.
-Pero…- el pequeño de pronto cayó de rodillas al suelo, siempre era lo mismo, si no podía hacer algo Hiko le añadía una ligera carga de maltrato físico.
-¿Ahora sabes donde estoy?- el golpe le había llegado por atrás entonces lo mas lógico era que su maestro estuviera adelante.
-¿Esta enfrente de mí?-
-¿Por qué dudas?- un nuevo golpe, ahora Shinta se vio sentado en el suelo con las manos apoyadas a sus lados y un dejo de frustración en su infantil rostro.
-Es muy difícil-
-Nadie dijo que conseguir la técnica de los dioses fuera fácil- Shinta guardó silencio, era cierto, estaba aprendiendo la técnica de los dioses, solo alguien muy fuerte podría aguantarla ¿Él era fuerte?.
-¡No te distraigas!- una patada hizo al pequeño rodar por el suelo pero a pesar de eso no logró que se concentrara en el combate, de hecho jamás había estado tan distante porque en su pequeña mentecita había surgido una idea, podía ser algo descabellado pero…
"Si estoy aprendiendo la técnica de los dioses, quizás sea porque yo mismo soy algo así como un dios ¿no?, entonces si soy algo así como un dios quizás también tenga los poderes de ellos".
-¡Kenshin!- Hiko empezaba a molestarse y mucho, el pequeño pelirrojo no se había parado del suelo, con los ojos vendados y el rostro sudoroso parecía concentrarse en otro pensamiento y no en el actual entrenamiento.
-¡Kenshin!- pero el pequeño no lo oía o no parecía querer oírlo.
-¡Kenshin!- muy bien ese chico se estaba ganando un buen escarmiento.
-¡Shinta!-
-Esta cuatro pasos a mi derecha y dos adelante-
-¿Qué?- de no ser porque el niño tenía los ojos cubiertos se habría impresionado al ver la cara de sorpresa que tenía su maestro en esos instantes.
-Dije que…-
-No, eso no ¿Cómo lo sabes?, ¿Cómo sabes que… que estoy justo ahí?- el pequeño levantó el rostro y pasando las manos tras su cabeza aflojo las cintas que aprisionaban sus ojos hasta quedar libre.
-Bueno yo… yo creí que quizás tenía otro poder aparte del oído y el olfato, algo que me ayudara a encontrarlo, algo que no pudiera distraerse con la cascada- Hiko asintió en silencio mientras miraba al niño atentamente ¿Sería lo que estaba pensando?, no, el niño era muy pequeño, no podía ser posible.
-¿Entonces?-
-Bueno entonces me dije que si cerraba los ojos muy fuerte y trataba de desatender a mis sentidos lo encontraría yo… bueno yo sentí algo donde usted estaba-
-¿Algo?-
-Fue… bueno…- el pequeño tragó saliva, no sabía como explicarlo, había sido como sentir una energía ¿La energía se puede sentir?.
-Yo simplemente sabía que usted estaba ahí por esa cosa que lo rodea- explicó el niño señalando con el dedo a su maestro.
-¿A que te refieres con esa cosa?- preguntó Hiko alzando una ceja.
-Esa cosa- volvió a repetir el niño poniendo ojos de puntito mientras seguía señalando a su maestro esperando que lo entendiera sin necesidad de más explicaciones.
-El ki- soltó de pronto Hiko bajando la cabeza y poniendo las manos en su cintura, no se había equivocado, el niño realmente había podido sentirlo a pesar de ser tan pequeño.
-¿Ki?- volvió a repetir Shinta, esa palabra le sonaba como a comida.
-Ki es la energía que despide un luchador, de acuerdo a su nivel de pelea el ki puede ser mas elevado o mas débil-
-¡El de usted es muy fuerte verdad!- exclamó el pequeño abriendo graciosamente los ojos.
-Sí así es- respondió Hiko luciendo una de sus despampanantes sonrisas de modelo pero rápidamente tomó una expresión mas seria –Eres muy pequeño para poder sentirlo sin entrenamiento-
-¿Y eso es malo?-
-No, es bueno pero debes usar también el oído y el olfato no te puedes confiar solamente de tu lectura de ki-
-¿Por qué?-
-Pues bueno… quizás algún día te encuentres a una persona que no posee ki-
-¿Es eso posible?-
-Eee… pues la verdad no creo, jamás en toda mi vida me he topado con alguien así-
-¿Entonces?- preguntó el niño con los ojos entrecerrados.
-¡Pues tu se precavido y ya!, además no te puedes saltar los pasos del entrenamiento, algún día cuando tengas que pelear con alguien que no tenga ki me lo agradecerás- una gota surgió en la cabeza del pequeño mientras su maestro se echaba la capa hacía atrás, ¿Enfrentarse contra alguien sin ki? Eso si que sonaba imposible.
-Bueno Kenshin ahora si, vamos a pasar al entrenamiento de verdad-
-¿El de verdad?- preguntó el pequeño estremeciéndose, pues que ¿Acaso solo estaban jugando hace unos momentos?.
-Sí, combate cuerpo a cuerpo, te servirá para despabilarte- el pequeño solo tragó saliva.
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…
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Acomodó su cuerpo pequeñito y fatigado en el futón, respiraba algo aceleradamente y aún tenía algunos rastros de sudor en su rostro, el entrenamiento de ese día si que había sido pesado y el pequeño pelirrojo había caído completamente agotado al suelo antes de poder llegar a su habitación.
Ahora el lo podía admirar ahí, tan pequeño, tan frágil y a la vez tan endemoniadamente fuerte, ese día no había comido nada, ahora el enojo que había sentido por su escapada por la mañana se había convertido en algo así como una especie de remordimiento, era demasiado pequeño para que pudiera resistir todo el día sin comer y entrenando para acabarla.
Quizás se estaba pasando de duro con él, pero en esa época, en esos años, ser débil no le serviría de nada, si se volvía blando con el haría del niño un ser endeble, y no, Kenshin se merecía una larga vida, había sufrido y tendría que sufrir mucho mas pero viviría en ese mundo de destrucción, no sería como todos los demás que apenas y pasan superficialmente por la tierra, Kenshin dejaría su huella bien plantada.
-Kenshin…- le susurró sabedor de que el niño dormía y no podía escucharlo –Kenshin espero que algún día me perdones lo que hago contigo, lo que hago con tu niñez, cuando tu llegaste a mi lado siendo Shinta eras un niño que sufría pero niño al fin y al cabo, yo ahora te he transformado, Kenshin- tocó su mejilla, apenas un roce con aquella piel infantil que lucía ligeramente colorada por el esfuerzo hecho unas horas antes.
-Kenshin, tu nombre significa "el corazón de la espada" ¿Te lo había dicho antes?, quizás no, quizás nunca te lo diga pero forjo en ti una espada, la mas reluciente de todas- guardó silencio, no sabía que mas decirle, nunca había sido bueno con las palabras y a pesar de que el niño ni siquiera lo escuchaba quería que supiera exactamente lo que pensaba de el.
-Kenshin, eres un buen niño, solo que creo que eso no va a durar mucho, en esta época esa es la etapa de la vida que menos dura y quizás por causa mía tu infancia sea mas breve aún, Kenshin no es exactamente el nombre que se le pone a un niño, es el nombre que se le pone a alguien que lucha por un ideal- Después de decir esas ultimas palabras se paró de su lado y rozándole apenas el pelo con los nudillos salió de la habitación, a la mañana siguiente le echaría en cara el haberse quedado dormido afuera pero recordaría prepararle esta vez el desayuno.
Movió su mano apenas imperceptiblemente y luego abrió lentamente los ojos, esas hermosas orbes violetas que escondían una infinita dulzura, así que por eso lo había nombrado Kenshin… el sueño se apoderaba de el, no entendía muy bien las otras cosas que le había dicho pero estaba seguro de una cosa, Kenshin era el nombre que le había dado su maestro porque aunque no lo demostrara muy a menudo Hiko a su particular manera lo quería.
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Tomó la espada con la mano izquierda y colocó la mano derecha junto a la empuñadura, sus ojos violetas inocentes pero decididos veían fijamente la prueba que tenía pasar, un ancho poste de madera con varios metros de cuerda amarrados a su alrededor supuestamente para hacer mas difícil el reto, bah, cosas mas resistentes había cortado en su entrenamiento con Hiko.
Se acercó otro paso y los hombres que estaban tras el empezaron a burlarse de su apariencia, es decir, se burlaban porque por fuera parecía un niño, uno incluso le ofreció una moneda si era capaz de cortar la madera a la mitad, claro todos imaginaban que era un niño, pero lo cierto…
-Hiten Mitsurugi, Sou Ryuu sen- no lo grito, no había necesidad, la madera se cortó en dos, fue un tajo limpio.
-Yap, mi moneda- exigió el pelirrojo mientras extendía su mano y ponía ojitos inocentes, lo cierto es que había dejado de ser un niño.
-Tú niño, ven acá- Kenshin giró el rostro, quien le hablaba era un hombre alto, delgado pero musculoso de cabello negro y una mirada algo maliciosa que sin embargo no te hacía pensar en el como una mala persona, muy vagamente en sus recuerdos Kenshin sintió que ya se había topado con esa persona anteriormente.
-¿Si?-
-Quieres formar parte del Kiheitai ¿verdad?- Kenshin asintió eso es lo que estaba buscando, formar parte del grupo que derrotaría de una vez por todas a los lobos de Mibu y a la guerra que parecía no acabar.
-Bien, Katsura quiere hablar contigo sígueme- Kenshin asintió y siguió al muchacho en silencio, este llevaba en su espalda una especie de guitarra y silbaba una melodía que de pronto interrumpió para hablarle al pequeño.
-Oye eres muy bueno con la espada, ¿Qué estilo es el que usas?-
-Hiten Mitsurugi, disculpe pero ¿Cómo se llama usted?-
-O que descortés he sido- exclamó el joven volteando a verlo con sus ojos maliciosos.
-Mi nombre es Takasugi Shinsaku, ¿Y el tuyo?-
-Kenshin Himura-
-Ahh…- siguió caminando como si no le prestara mayor atención pero lo observaba por el rabillo del ojo, jamás en toda su vida podría olvidar ese cabello rojo y esos ojos violetas, era demasiado especial para que a uno se le olvidaran sus facciones. Solo que esta vez no había dudado en decir su nombre, quizás y ya había comprendido que ese era su destino.
Kenshin que seguía avanzando pudo ver al hombre que lo esperaba, ese tal Katsura ¿Qué le diría?, bueno, no importaba mucho, lo que quería era acabar con la guerra y salvar la vida de las personas inocentes, no entendía porque su maestro parecía estar en su contra.
Por muchos años había sido educado con un solo fin en mente "Ser el corazón de la espada" ahora ya dominaba el arte de la espada y eso es lo que le dictaba su corazón, no importaba si tenía que derramar sangre para cumplir su objetivo, no importaba tampoco si lo poco de niñez que aún le quedaba se quedaba atrás…
Educar a un niño no es
hacerle aprender algo que no sabía
Es hacer de él alguien que no existía
John Ruskin
Notas de Okashira Janet: Hola, pues por fin aquí esta el final de este primer capitulo, antes que nada aclarare que este fic será una serie de one shots cada uno de ellos dedicado a la infancia de uno de nuestros personajes favoritos y sin relación entre si (al menos en la mayoría de los casos).
Decidí hacer el primer capitulo acerca de la infancia de Kenshin porque a parte de ser el protagonista de la serie me encanta como luce de niño, es una imagen tan adorable que no pude resistirme a escribirla.
No me queda mas que aclarar (para el que no lo sepa) que Shinsaku podría considerarse como el segundo al mando en el grupo de los Ishin Shishi (No me salgan con ¿Qué es el Ishin Shishi? porque los cuelgo), bueno ese era el grupo de los realistas con los que peleaba Kenshin.
La ultima escena donde Kenshin corta el madero sale en el tomo 19 del manga, todo lo demás a salido de mi imaginación, quiero dedicarle este fic a mis hermanitos Gabriela-chan y Josafat-kun sus travesuras de bebes me han dado la inspiración para esta historia y en fin a todos nosotros, que alguna vez fuimos niños Ciao
Viernes 14 diciembre de 2007
