Summary: Porque Tony Stark le quitó lo más importante a Pietro, era lógico que él le quitara algo importante para él.

Advertencias: rara especie de Pietro/OC. Clásico tropo de un OC como hija de Tony. Posibles ¿spoilers? De mi fic "Life unexpected".

Disclaimer: los personajes conocidos son propiedad Marvel Studios, Disney y Stan Lee. Los personajes originales y la historia son míos.


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Poder y Control

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Prólogo:

Una vida marcada

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I

La vida del joven Pietro Maximoff era, a todas luces, normal. O tan normal como podía ser la vida de un infante cuando vives en una zona de guerra como Sokovia. Y aun así, él y su hermana Wanda podían decir que ambos eran, a su modo, felices.

Sí, quizás el lugar donde vivía no era el más seguro del mundo, pero era su hogar. Sí, quizás sus padres no siempre podían darle todo lo que él quisiera, y aunque irónicamente siempre era él el primero en berrinchear por ello, al final no le importaba, ¿por qué? Porque al final del día él ya tenía todo lo que necesitaba.

Ni siquiera necesitaba amigos, porque él ya tenía a Wanda junto a él, y él sabía que si Wanda estaba junto a él, no necesitaba idiotas hipócritas junto a él porque solamente importaba ella.

Nuevamente, Pietro podía decir que su vida estaba bien.


II

Aquel día había sido como cualquiera. Sus padres los habían dejado en la escuela, les desearon un buen día y miraron como el auto desaparecía en la distancia, para luego voltearse y aprovechar el tiempo que quedaba libre para jugar un poco. Pietro, siendo el mayor, había sugerido una simple carrera contra su hermana, la cual, ella ganó.

—¡No es justo! —resopló él cuando alcanzó a su hermana en la meta—. ¡Saliste antes de tiempo, es trampa!

—¿Y? Tú nunca dijiste las reglas, Pietro. Así que si me adelante, no cuenta —explicó brevemente su hermana como si se tratase de explicarle a un niño. Y aquello, más que aplacar su ira, solamente aumentó el resentimiento hacia su hermana durante el resto de las clases.

Y no era que Wanda ganase por primera vez y este fuera su orgullo herido el que hablara por él. No, Pietro había sido un niño lento, no tanto para quedar de último en clase pero si lo suficiente para no llegar a tiempo y ganar. Y como cada vez que Wanda le ganaba, él no le hablaba hasta que terminaran las clases, su madre se diese cuenta y les reprendiera hasta que, a regañadientes, hicieran las paces.

Y justamente, así sucedió.

—¿Me pueden decir qué demonios les sucede? —incitó su madre una vez al llegar a su apartamento. Ninguno dijo nada, más Wanda solamente resopló y Pietro, en respuesta, bufó.

Como toda madre, ese comportamiento en sus hijos le preocupaba profundamente, aunque dicho comportamiento fuera más común de lo que ella quisiera creer. Sin embargo, su querido esposo, más que preocuparse de la situación, hecho una carcajada burlona ante la ingenuidad de su mujer.

—Oh, ¿qué no vez, cariño? El orgullo de nuestro hijo ha sido herido, ¡por nada más y nada menos que su pequeña hermana! —le explicó su marido como si aquello fuera lo más obvio del mundo—. Debes dejar de preocuparte, mujer, porque si lo haces a cada rato que peleen solamente irás a perder el tiempo.

Fue el turno de la madre de bufar, ignorando completamente las palabras de su marido.

—Claro, es fácil hablar cuando no eres tú quién está al pendiente de ellos. ¡Si te la pasas todo el día trabajando, el único que va a perder el tiempo aquí eres tú, Django! —refutó la mujer de la casa, apuntando a su marido con un dedo acusador. Este solamente rodó los ojos, ignorando las palabras de su esposa. Esta, cuál robot, rodó su cabeza hasta sus hijos y los fulminó con la mirada—. ¡Y ustedes dos, no sé qué habrá pasado pero más les vale perdonarse si quieren comer hoy!

Y ante la perspectiva de no engullir nada en lo que restaba del día, Pietro y Wanda solamente asintieron con la cabeza.

Y el día siguió su curso como cualquier otro día, con su madre haciendo los deberes de la casa con ayuda de Wanda, el haciendo la tarea que le había quedado atrasada y su padre cambiando los canales en el televisor, aprovechando que este era de los pocos días que su trabajo le dejaran libre.

A Pietro no le gustaban las noticias, muchas veces eran aburridas cadenas del gobierno hablando de patrañas que a él, sinceramente, no le importaban. Sin embargo, últimamente el noticiero nacional mostraba noticias de su país donde mostraban más violencia que en todas las caricaturas para niños que a él le gustaban. Pero mientras esas caricaturas le llenaban de adrenalina y felicidad, cuando Pietro miraba las imágenes en el televisor lo único que sentía era como sus entrañas se retorcían, todo mientras su cuerpo se llenaba de un miedo que pocas veces él había sentido en su vida.

—Papá, ¿puedes cambiar el canal? —pidió tranquilamente el niño a su padre—. Tengo miedo.

—No te preocupes, hijo —dijo el hombre tranquilamente, sonriéndole a su hijo—. Yo no dejaré que nadie te haga daño.

Pero ni aun así, Pietro no se tranquilizó.

Durante el transcurso de la tarde, Pietro intentó mantener las imágenes que vio en la televisión fuera de su cabeza, e incluso hizo la tarea con todo el empeño que un niño podía ponerle a algo así.

El almuerzo vino y cuando terminó, Pietro se encerró con Wanda en la habitación, jugando con sus ya desgastadas figuras de acción mientras su hermana terminaba sus tareas.

—Wanda —la llamó.

—¿Qué, Pietro?

—¿A ti te da miedo lo de la televisión? Ya sabes, lo de las bombas y zonas de guerra —explicó para que ella entendiera mejor. Wanda pareció pensarlo un momento, y luego de un rato, respondió:

—Un poco, pero intento pensar en otras cosas —pero aquello no tranquilizó a Pietro, y Wanda lo había notado—. Te preocupas demasiado, Pietro.

Intentó seguir jugando con sus muñecos, pero el pensamiento de que algo les pasará lo seguía por más que intentara ahuyentarlo. No tenía ganas de jugar, por lo que tuvo que contentarse mirando caricaturas para intentar ahuyentar el tema.

Finalmente, llegó la hora de la cena, y el aroma de la comida de su madre inundó las fosas nasales de los gemelos. Como hormigas que buscan el azúcar, los niños se dirigieron al comedor ansiosos y se sentaron esperando por la comida.

Una vez el plato de pasta estuvo frente a él, Pietro empezó a engullir alegremente junto a su hermana. Sus padres discutían sobre algo, pero sinceramente, él no podía recordar que fue.

Fue entonces cuando oyeron el sonido de la ventana romperse, y pronto, el suelo debajo de los pies de Pietro se desvaneció. Oyó a su madre girtarle, diciéndole que tomara a Wanda y salieran de ahí, y así lo hizo.

Oyó como el piso se caía, pero lo que siempre se quedaría grabado en su mente eran los gritos de toda la gente en el edificio. Mujeres, hombres, niños, Wanda, sus padres y él gritaron. Gritaron hasta que las gargantas se le desgarraron, tapando el sonido del piso derrumbándose frente a ellos, y junto a los escombros, toda su vida se iba frente a sus ojos.

Frente a ellos, debajo de su cama, quedó sólo un pedazo de lo que solía ser su cuarto, y justo en medio, clavada en el concreto, estaba otra bomba. Era pequeña, pero sabían que podía hacer. No se movió, ni tampoco Wanda, pero notaron algo en esa bomba, un nombre enfrente de ellos.

Stark.


III

Pietro ya no era un niño, y Wanda tampoco.

Todo rastro de aquellos pequeños gemelos, temerosos por la guerra y lo que esta podría causar habían quedado en el pasado, pues cuando niños gritaban por sus padres, ahora gritan a los extranjeros y autoridades que están frente a ellos.

Sokovia nunca fue un gran país, pero cualquier rastro de seguridad era tan inestable como una hoja en un huracán, y allí estaban ellos dos, alzando sus pancartas y peleando para que ya no hubiera más niños que sufrieran el mismo destino, para que nadie más tuviera que ver lo que él y su hermana vieron.

A veces, en las noches, se preguntaba qué hubiera pasado si esa fatídica noche no hubiera pasado. Si ese maldito de Stark no hubiera mandado esas bombas, o incluso si sus padres hubieran salido de los escombros con vida. Pero eso era antes de soñar, porque cuando soñaba lo único que veía era los aplastados cadáveres de sus padres, cayendo en un abismo oscuro del cuál no iban a regresar.

Pero si Pietro tenía pesadillas, Wanda entonces revivía cada momento como una película. A veces, al despertar, la escuchaba, gritando por sus padres, gritando por él y sacudiéndose como si intentara correr hacía ellos. Y él no podía hacer nada, porque no fue lo suficientemente rápido para volver por ellos.

Pero no era su culpa. Ni de Wanda.

Ellos no mataron a sus padres. Ellos no les tiraron una bomba y tampoco la hicieron. Y así como aquella bomba, ellos no se las dieron a aquellos que los bombardeaban en esos instantes.

Sólo había un culpable, y ellos lo sabían.

Stark siempre le había parecido un inconsciente, el típico millonario que pretendía que con unas burdas donaciones a la caridad y abrir unos cuantos hospitales haría que todo el mundo lo perdonara; pero ellos sabían la verdad. Joder, cualquiera con dos dedos de frente y que viera las noticias sabría que en realidad Tony Stark no era más que un vil hipócrita, no, era un asesino.

Pero eso no era lo peor, ni de cerca.

Porque mientras él, su hermana y un montón de personas más estaban allí afuera luchando día a día para ver la luz del sol una vez más, ese hijo de puta estaba afuera siendo perdonado por la gente, sólo por haber construido una lata de sardinas super-desarrollada con sus amigos los fenómenos. ¿Qué salvó a New York? Y una mierda, pues si su amigo el de los rayos no hubiera venido a la Tierra, o si el gobierno estadounidense no se hubiera puesto a jugar con cosas que no conocía, la invasión no hubiera tenido lugar.

Todo era su culpa.

De él, de sus amigos, ninguno estaba absuelto de nada. Si en verdad querían hacer algo, hubieran empezado por sacar la cabeza de sus vengadores traseros, hubieran ido a lugares donde en verdad los necesitaban y hubieran hecho algo. Pero luego recuerda que precisamente por eso empezó el conflicto, y a decir verdad, preferiría que sus vengadores traseros se quedaran en América antes de venir a Sokovia y cagarla aún más.

No los necesitaban. Si Sokovia quería ser liberada, sólo su pueblo podía hacerlo. Nadie más.

Es por eso mismo que, cuando ese hombre de S.H.I.E.L.D. se acerca a ellos, es cauteloso igual que su hermana. Son extranjeros, y unos demasiado amables e interesados en el bienestar, tanto que estaba más que seguro que les pedirían algo.

Y sin embargo, eso no detuvo a los hermanos de aceptar lo que ofrecían.


IV

—"Lo necesitamos" —se decía mentalmente, mientras siente otra sacudida por todo su cuerpo que lo deja ardiendo. Se mordió el labio para no gritar, pero falló—. "Ya no hay vuelta atrás. Firmaste, Pietro, no vas a salir en un largo tiempo".

¿Cómo no lo había visto venir? No, si lo había hecho, solamente que dio por culo y aceptó junto a Wanda. ¿Dónde quedó el joven que pensaba antes de actuar? ¿Dónde quedó el hermano que pensaba en la seguridad de su pequeña hermana antes de hacer el tonto? Porque estaba más que seguro que los gritos que oyó no eran enteramente suyos.

—¿Cómo van las pruebas en el sujeto veintitrés? —preguntó una voz.

—Hasta ahora, el sujeto ha respondido bien a las pruebas. Si esto sigue así, podremos aplicarle las Nieblas, Herr Strucker —respondieron.

¿Nieblas? ¿A qué demonios se refería? ¿Acaso había firmado para ser el conejillo de indias de algún grupo de Neo-Nazis?

No puede seguir pensando cuando otro choque llega a su cuerpo, y sin poder contenerse, gritó.

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Los días pasan, y con ello las pruebas. Hacía ya tiempo que él, junto a Wanda, había experimentado lo que ellos llamaban Nieblas Terrígenas.

Un día, o noche, pues su sentido del tiempo ya había empezado a fallar, lo llevaron a una especie de cámara, donde había un artefacto que no supo identificar. Las puertas se cerraron, y aunque intentó salir, le fue imposible. Había una cámara, pero la habitación era a prueba de sonido. Nadie lo iba a escuchar por más que gritara.

Oyó un sonido provenir del artefacto, y observó estupefacto como este desprendía un extraño humo azul que, poco a poco, empezó a llenar la habitación cual nube de fuego.

El miedo lo invadió, ¿qué demonios era eso? No lo sabía, y no quería saber qué demonios le iba a hacer. Tenía que salir de aquí, y rápido.

—¡AYUDA! ¡SÁQUENME DE AQUÍ, POR FAVOR! —se volteó contra la puerta, y en un intento desesperado por salir de ahí, empezó a golpearla, esperando que cayera y pudiera salir de ahí. Sin embargo, aunque usara toda su fuerza, la puerta no cedía—. ¡QUIERO SALIR!

Retrocedió para darse impulso y corrió hacía la puerta. Repitió el proceso una y otra vez, una y otra vez hasta que el dolor empezó a extenderse en su cuerpo. La puerta estaba hecha de un material macizo, pero él era Pietro Maximoff, había escapado de situaciones peores y una puerta no le iba a detener.

Sin embargo, la niebla, lenta pero grande, se extendió hacía él. Pronto, ni siquiera podía apreciar las paredes o la puerta, pues toda la habitación había sido envuelta en aquella nube azul que ni su propia palma podría ver.

—¡DEJENME… SALIR! —pero no paró, nunca lo hizo. Un sueño se apoderaba de él, pero intentó no ceder, porque sabía mejor que nadie lo que pasaba cuando alguien quería dormir en situaciones así—. Necesito… ver a mí… hermana.

No pudo más, la niebla lo envolvió y junto a ella, el sueño.

Ese día (o noche) despertó en su nueva celda, la cual tenía un enorme espejo que abarcaba toda la pared. La cabeza, cuando menos, le dolía, pero eso no era lo importante.

Lo primero que notó, al mirarse en el espejo, fue su cabello.

Su cabello, el cual siempre había sido tan oscuro como el de su hermana, ahora era de aquel blanco sucio digno de la nieve pisada. Rastros de su antiguo color de pelo quedaban, pero el blanco lo abarcaba casi en su totalidad.

Casi sintió ganas de reírse de sí mismo, al darse cuenta del menudo ataque de pánico que había sufrido por un simple tinte. Pero no lo hizo, porque luego de semejantes pruebas (las cuales le hacían añorar sus asquerosos exámenes parciales de instituto) sólo para ver si "soportaba" una estúpida nube de humo, estaba claro que su nuevo corte de cabello no sería lo único.

Y fue testigo cuando intentó levantarse a inspeccionar la celda.

Si bien su celda era pequeña, pero no tan pequeña como para que él se diese de bruces contra el espejo una vez se paró. Y no terminó ahí, pues cuando se había parado para irse a lo que parecía la puerta, volvió a suceder.

Y a suceder, y a suceder, y a suceder cada vez que caminaba.

De todos los cambios que tuvo (el otro fue el crecimiento de músculos, pero siempre había sido un chico guapo así que no le dio importancia) aquel era el único que sí parecía ser fruto del contacto con la niebla. Y solamente un pensamiento albergaba su mente:

«¿Pero qué MIERDA me ha pasado?»

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Muy para el pesar de Pietro, no era el único con rarezas.

Las únicas voces que el oía en su cabeza siempre eran los gritos en sus recuerdos, y si bien siempre fue el impulsivo del grupo eso no era una razón para tacharle con algún trastorno o enfermedad mental. No estaba loco ni lo iba a estar, porque estaba lo suficientemente cuerdo para saber que la voz en su cabeza no era la suya.

¿Pietro?

Miró a los lados, pero ciertamente no había ningún micrófono o altavoz en la habitación que hiciera posible aquel suceso. No estaba loco, seguramente era el estrés que le impartía von Strucker lo que lo causaba. Sólo debía ignorarlo.

Pero entonces… ¿por qué esa voz sonaba exactamente a la de su hermana?

Pietro, por favor, respóndeme.

Demasiado igual.

Soy yo, Wanda. Pietro, tú… tú sabes que soy yo, ¿verdad? ¿Verdad? Necesito que me respondas, hermano, háblame.

Okey, eso era raro. Sacudió la cabeza, solamente debía ignorarla.

¡Pietro Django Maximoff, por favor, RESPONDE!

De acuerdo, eso no eran imaginaciones suyas. De alguna manera, Wanda había sido capaz de hablarle… ¿telepáticamente? Realmente no importaba (o al menos, no ahora), solamente quería oír la voz de su gemela, aunque sea una vez más.

¿Hermana… eres tú? —preguntó mentalmente, incrédulo.

Si, soy yo —respondió, y aunque Pietro no se sintió mejor (seguían prisioneros en ese agujero infernal), estaba aliviado de que Wanda seguía con vida. Si estaba bien o no, esa era otra cuestión—. ¿También usaron las Nieblas en ti?

Si te refieres a ese humo azul raro, entonces sí —respondió irónicamente. Oyó la risita de su hermana en su cabeza, y eso le hizo sonreír—. Me imagino que tú también te despertaste con cambios, ¿o me equivoco?

Te dije que había algo raro en todo esto, pero ¿me escuchaste? —rodó los ojos ante el regaño, sinceramente, no se sentía de humor—. Como sea, tenemos que hacerles caso. Von Strucker piensa que con estos poderes podremos ayudarlo, y créeme cuando te digo que es mejor callarse y ayudar.

Ayudar, ¿no es eso los que nos metió aquí? Sinceramente, hermana, estoy cansado de ser un maldito peón por parte de estos malditos extranjeros —sus manos se encogieron en puños, y Pietro resistió el impulso de golpear la pared—. Anda, dime que estoy mal, dime que…

¿Crees que yo disfruto esto, Pietro? No hay un solo día en que no piense en hacerles sufrir lo mismo que a nosotros. Pero, ¿sabes que es lo peor? Que a diferencia de los demás, tú y yo tenemos suerte.

¿Suerte? —bufó—. ¿A qué llamas tú suerte, hermana? ¿Convertirnos en las atracciones privadas de HYDRA, o que seguramente te prometieron la libertad a cambio de que cooperaras?

La suerte, querido hermano —dijo aquello como si se tratase de una blasfemia—, es que tú y yo estamos vivos.

¿Y qué? ¿De qué nos sirve una vida que ni siquiera podemos vivir?

Quizás sea cierto, pero no por mucho tiempo. ¿A que no adivinas de que me enteré hoy? —y casi pudo ver una sonrisa ladina en la cara de su hermana, casi haciéndolo sentir orgulloso.

Hmp, ilumíname, Wanda.

La bandera andante y sus amigos se han enterado de la verdad. Mientras tú y yo hablamos, todo el mundo se va a enterar que HYDRA sigue con vida. Y cuando el Capitán y sus amigos sepan de lo que pasó en Sokovia…

—… vendrán como moscas a la mierda.

Y por primera vez en mucho tiempo, Pietro pudo sonreír feliz.


V

En todos los dúos, siempre había alguien que nació con la bendición de siempre tener la razón. En su caso, la bendecida fue Wanda.

Los Vengadores vinieron a la base tan rápido como se enteraron, y luego de haberse encargado del arquero, regresó a la fortaleza para ver cómo le iba a su hermanita.

Cuando vio a Stark, ciertamente, se sintió un tanto… estafado de que su hermana no hiciera nada. Estaba seguro que tanto él como Wanda habían esperado el momento de tener a Stark frente a frente durante más de diez años, diez años donde habían perdido hasta su estatus como humanos gracias a él. La única razón por la que no rompió su cuello en ese mismo instante, fue la voz de Wanda en su mente que le dijo que no lo hiciera.

Al menos, no todavía.

Sin embargo, el tiempo en el que Wanda le había enseñado todo el alcance de sus poderes le había dejado una importante lección: a veces, el dolor que podía causar la mente podía ser cien veces más letal. Y por lo visto, Wanda lo había puesto en marcha.

Otra de las ventajas de la incursión de los Vengadores fue que pudieron aprovechar la oportunidad de salir de ahí. Wanda se había encargado de eliminar los rastreadores de HYDRA en sus cuerpos, y sólo bastó con cargarla en sus brazos para que pudieran dejar su prisión de una vez por todas.

Pero aun así, no eran libres. No todavía.

Pietro sabía que no estaría tranquilo hasta verlos sufrir, ver al hombre que destruyó sus vidas retorciéndose de dolor, pidiendo clemencia ante ellos. Sólo así podría dormir tranquilo, sólo así sus padres dejarían de gritar.

Fue por eso que, cuando Ultrón les ofreció ayuda a cambio de sus servicios, ellos no lo pensaron dos veces. Quizás Wanda hubiera sospesado los riesgos de unirse al robot, pero Pietro sabía que, al lado de Ultrón, la fantasía del sufrimiento de Stark se haría realidad.

—De hecho —dijo el robot una vez terminado el trato—, que tengo un trabajo que te encantará, Pietro.

—Y, ¿se puede saber qué es? —preguntó un tanto fastidiado de la teatralidad del robot.

—Hace dos años, luego de otro intento lamentablemente fallido de eliminar a Tony Stark, una científica bastante amigo de Tony le encargó algo muy especial —el tono en que lo dijo hizo que el gemelo se tensara, pero eso no hizo disminuir su interés—. Resulta que el mundo tiene más de un Stark vivo, Pietro, y con el panorama de la situación, tengo el plan perfecto para ello.

Pietro no era el foco más listo del armario, pero eso no impidió que atase los cabos. La idea de que Stark tuviera un vástago le resultaba, mínimamente, deplorable. Ahora no sólo la gente, en su infinita estupidez, le endiosaba sólo por evitar un simple ataque (y que aun así, dejó a millones sin vida, sin trabajo y sin familia), sino que ahora le daban la vida que él les había quitado.

Pero el universo trabajaba de maneras extrañas, y si bien le dio a Stark una familia (¡A Tony Stark, por dios santo!), le daba la oportunidad a Pietro de quitárselo.

—Bueno, ¿qué tengo que hacer?


Sinceramente, me sorprende que el fandom español no se haya llenado de mil y un fics de Pietro conociendo a perenceja, perenceja salvándolo y teniendo a la pequeña Luna. No he leído de la relación Crystal/Pietro para que me guste, pero eso no he evita que el screentime de Pietro en AoU me haya parecido CRIMINAL y su muerte bastante injusta (enserio se pelearon con Fox para usarlo nada más para matarlo a la primera? u.ú ). Ni flashback del pasado, ni siendo totalmente malvado, solo una escena de su sentido del humor, su muerte y poco más. Es por eso que, aprovechando esa deliciosa oportunidad del odio a Tony que me dio la película, he decidido traer este fic.

Debido al criminal tiempo en pantalla de nuestro velocista y una mísera escena con la que trabajar en su personalidad, voy a llenar esos huecos con otras representaciones (Evolution, cómics, Days of Future Past), y aunque me encantaría meter a Magneto y los mutantes, voy a ser fiel al canon de las películas que parecen ponerlos como Inhumanos. Si los llego a mencionar será algo breve y conciso a modo de guiño.

Y antes de que se vayan, les recuerdo que los comentarios sólo toman unos minutos máximo y ayudan a que actualice más rápido. Sólo digo.

Hasta el próximo capítulo,

Petta.