DESPERTAR
Disclaimer: nada me pertenece, sólo la idea.
Nota de la autora: cuando escribí esto mi amiga S me dijo: "deberías enviárselo a Jonathan Stroud para que sepa cuál debió ser el verdadero final de la trilogía de Bartimeo."
Los actores que elegiría para interpretar a los protagonistas son:
Thomas Brodie-Sangster (Nathaniel), Sophie Cookson (Kitty), Rami Malek (Ptolomeo) y Pep Antón Muñoz (voz de Bartimeo). Al que no le guste es libre de imaginárselos como quiera, ésta es sólo mi opinión.
Recomiendo leer escuchando Iris de Goo Goo Dolls
Kitty Jones se recostó contra la silla, puso los pies encima de la mesa y cerró los ojos.
Llamaron a la puerta, fastidiada, dio permiso para entrar. Nathaniel entró y se situó en el centro del despacho. Kitty se levantó y se acercó a él, entonces, sin decir una palabra comenzó a golpearle. Nathaniel la sujetó y la estrechó contra sí. Kitty ocultó la cabeza en su pecho y empezó a llorar.
-Mentiroso, dijiste que nos veríamos luego-
-Lo siento, lo siento, pero tenía que protegerte, quería que tú estuvieras a salvo-
Kitty alzó la cabeza y dejó que Nathaniel le limpiase las lágrimas con suavidad. Se besaron.
Kitty se despertó y miró a su alrededor, en sus brazos tenía el abrigo de Nathaniel. Inspiró su esencia, se secó los ojos y se reprendió a sí misma por volver a soñar con él. Echó un vistazo al despertador que descansaba encima de la mesilla de noche, estaba claro que no se iba a dormir otra vez. Decidió que lo mejor sería levantarse e ir a correr. En el último mes había decidido adquirir un nuevo estilo de vida, más saludable, con la esperanza de que eso la ayudase. La imagen que le devolvió el espejo ya no era de una extraña, pero seguía sin ser ella misma. Kitty nunca había sido una chica coqueta, pero eso no significaba que quisiera parecer su abuela antes de haber cumplido los 20. Las arrugas eran menos pronunciadas, sabía que no iban a desaparecer totalmente, que de hecho incrementarían con los años, pero estaban mucho mejor que la primera vez, entre eso y el tinte de pelo aparentaba unos años menos que su madre la última vez que la vio.
El sol no había salido aún, una fina capa de rocío, ¿o sería la lluvia de la noche anterior?, lo cubría todo. Kitty corría por el parque, sin escuchar música, el aire caliente se trasformaba en vaho al salir de su boca. Estaba en Saint James's Park. ¿Por qué no podía evitar ir a aquel lugar? ¿Era masoquista? Las barricadas habían sido retiradas tiempo atrás, pero todavía quedaban restos de destrucción y ruinas. Echó un vistazo. Nada nuevo. Se dio la vuelta y continuó su camino.
Durante el último mes había adquirido la costumbre de quedar a comer con Rebecca Piper, quien se estaba convirtiendo en una buena amiga. Como había llegado más pronto de lo habitual al Ministerio, esperó sentada en uno de los amplios sillones de cuero marrón ojeando el periódico. Una de las noticias captó su atención.
"Encontrado un superviviente entre las ruinas de la explosión de Saint James's Park. La víctima, que no ha sido identificada, fue trasladada inmediatamente al hospital en estado muy grave…"
¿Sería posible que? El corazón de Kitty empezó a latir con fuerza, como si continuase corriendo. Arrancó la noticia del periódico, dejó un mensaje para la señorita Piper en recepción y se marchó al hospital. Una doctora muy amable la acompañó hasta una habitación.
-Lo encontramos tres días después de la explosión entre los escombros. Al parecer, una viga le sirvió de parapeto. Presentaba un profundo corte en el costado y otros más superficiales en el resto del cuerpo, numerosas contusiones y quemaduras de segundo grado en el brazo y de primera en ambas manos, así como intoxicación por humo. Actuamos con la máxima celeridad y logramos estabilizarlo, pero cayó en coma. Como no quedaban entre los jirones de sus ropas nada que nos ayudase a identificarlo, decidimos esperar un tiempo, pero finalmente yo misma decidí poner una noticia en los periódicos con la esperanza de que alguien acudiese preguntando por él- explicó
-¿Y todo eso lo hacen un mes después de haberlo encontrado?- preguntó Kitty en voz más alta de lo que pretendía
-Todo ha sido muy caótico. Estamos desbordados. Cada día viene alguien preguntando por un familiar o un amigo. Aun son muchos los desaparecidos y…-
-Ya, ya. Le pido disculpas- dijo Kitty suavizando su expresión- Es que, si es quién yo creo, es una persona muy importante para mí y estoy un poco irritable-
-No se preocupe. Todos seguimos muy nerviosos y en realidad es usted la persona más educada con la que he tratado en lo que va de año-
Kitty y la doctora entraron en la habitación. El paciente descansaba sobre una cama de sábanas blancas. Estaba entubado. Una pierna en cabestrillo. El brazo derecho vendado completamente y el izquierdo solo la mano y alguna que otra venda suelta, en su piel todavía se veían cardenales de distintos colores. Gran parte de la cara también estaba vendada. Había perdido el cabello y las cejas, la piel a la vista estaba algo seca y acartonada, pero era él, no cabía duda de que era él.
-Debe tener una razón muy importante para vivir, porque no deja de luchar en ningún momento. Mis compañeros y yo al principio teníamos muchas dudas de que sobreviviese, pero no se rinde- comentó la doctora
-¿Cree usted que despertará?- logró articular Kitty al cabo de un rato con voz pastosa. Le costaba mucho tragar y notaba que su cuerpo empezaba a pesar más de lo habitual y a sus piernas le costaba sostenerlo.
-Es sorprendente que sobreviviese tanto tiempo bajo los escombros y con unas heridas así, pero desde que llegó no ha dejado de recuperarse ni un solo día. Le advierto que será un proceso lento. No podemos asegurar cuándo despertará, pero no será inmediatamente, y cuando lo haga también deberá experimentar un proceso lento de recuperación, asistencia psicológica, rehabilitación…-
-¿Pero usted tiene esperanza?-
-Siempre procuro tenerla. ¿Se encuentra usted bien? Se ha puesto muy pálida. Siéntese y tome un poco de agua-
Kitty hizo lo que le pidieron y comenzó a respirar profunda y pausadamente.
-¿Es quién usted creía que era, señorita?- preguntó de nuevo la doctora al cabo de un rato
-Sí. Su nombre es John…- se cortó Kitty rápidamente- Jones. Nathaniel Jones-
-¿Es usted un familiar directo del señor Jones?-
-Lo más cercano que tiene. ¿Podría dejarnos unos momentos a solas? Por favor-
-Claro. Pero no demasiado-
Una vez solos, Kitty se aproximó a la cama de Nathaniel y tomó delicadamente la vendada mano del muchacho entre las suyas. Había mentido sobre su nombre. No quería decir que se trataba de John Mandrake, el importante y conocido ministro. Sospechaba que era lo mejor. Si se sabía, seguramente lo trasladarían a un hospital privado y muy caro donde no la permitirían visitarle. Y la noticia podía llegar a oídos de algún enemigo que todavía quedase por ahí escondido. No. Lo mantendría en secreto.
-Más te vale no morir. ¿Me oyes? Me prometiste que nos veríamos luego. Demuéstrame lo que valen tus promesas- susurró
En los seis meses siguientes, Kitty no paró de visitar a Nathaniel. Había oído que era bueno hablar a los pacientes en coma. Le contó muchas cosas sobre sí misma, estudios médicos afirmaban que podía oírla, pero como no se movía no sentía vergüenza ninguna al contarle aquellas cosas. Los médicos no dejaban de asombrarse de los progresos del joven desde que Kitty empezó a visitarlo. Era como si estuviese deseando despertar y volver al mundo de los vivos.
Kitty recibió una llamada del hospital una mañana de sábado. Dejó caer el auricular del teléfono al suelo y fue corriendo hasta allí, sin molestarse siquiera en coger su cazadora. Entró en la habitación sin aliento. Se había prometido a sí misma no llorar, sin embargo, cuando Nathaniel la miró y pronunció su nombre, no pudo hacer otra cosa más que esconder la cabeza en el hueco entre el hombro y el cuello del muchacho y gimotear. No sin torpeza, Nathaniel le colocó la mano sobre la cabeza y le acarició el pelo, parpadeando para no llorar él también.
-Estás despierto- dijo ella finalmente, secándose los ojos con el dorso de la mano
-Tenía una buena razón para ello. Te lo prometí-
Kitty soltó una risa amarga.
-Bueno, más vale tarde que nunca, supongo-
-Siento mucho haberte mentido. Pero era necesario. Tenía que ponerte a salvo-
-Ya arreglaremos cuentas tú y yo-
-Los médicos dicen que me recupero muy deprisa, pero me van a tener un tiempo más, hasta que se aseguren estoy bien del todo. Luego podré empezar con la rehabilitación y volver a mi vida normal-
-Por cierto, ahora vivo en tu casa y no tengo intención de marcharme, creo que estarás de acuerdo conmigo en que es lo suficientemente grande para los dos-
-Está bien. Kitty, gracias por salvarme la vida, por visitarme y todo lo demás-
-Te dije que no quería oírlo de ti-
Nathaniel sonrió victorioso.
-Tú recupérate pronto ¿vale?- dijo Kitty y volvió a esconder la cara en el hueco entre el hombro y el cuello del muchacho, depositando allí un fugaz beso.
Nat sintió como un escalofrío muy agradable recorría toda su columna vertebral.
-Bartimeo también se salvó. Le dejé partir antes de liberar toda la energía del bastón- dijo Nathaniel
Kitty sonrió de verdad por primera vez en meses.
Pasaron los meses. El tiempo mejoraba, Kitty y Nathaniel salían a pasear todas las tardes. Los primeros días caminaban a un ritmo un tanto lento y debían detenerse a menudo porque Nathaniel llevaba muletas y se cansaba pronto, pero Kitty nunca se quejó, en ocasiones, incluso dejaba que el muchacho se apoyase en ella. Los primeros días le ayudó a subir las escaleras pasando los brazos por debajo de sus hombros, a veces incluso agarrándole de la cintura. Procuraban evitar Saint James's Park, Nathaniel aún no se sentía preparado. Sabía que algún día tendría que enfrentarse a ello, pero de momento no. Un día, pasaron por la antigua casa de Nathaniel, que había sido reconstruida. Esa noche, el joven tuvo pesadillas.
Kitty, que había oído quejas en la habitación se levantó y se sentó al borde de la cama del chico. Nathaniel se despertó sobresaltado y se abrazó a ella, comenzó a llorar. Fuera había tormenta y los relámpagos iluminaban de vez en cuando la habitación. En sus sueños, Nathaniel rememoraba el accidente de Nouda una y otra vez. Había hablado con el psiquiatra del hospital, pero quería hablar con ella, solo con ella.
-Nada más liberar toda la energía del bastón, hubo una explosión que me lanzó de espaldas. El edificio comenzó a derrumbarse, me ardían el brazo y el costado, notaba la cabeza pesada y atontada, me pitaban los oídos, apenas podía ver ni pensar nada coherente, me costaba hacer funcionar mi cuerpo, pero debía escapar, algo me decía que debía escapar. No sé muy bien cómo logré ponerme de pie, con las botas de siete leguas fue más fácil pero no logré escapar del todo. Recuerdo una lluvia de cristales y una gran viga de hierro y… ya nada más-
-Lo hiciste. No saliste del edificio pero te quedaste a las puertas. Lo lograste. Ahora estás aquí, conmigo- dijo ella, quien en ningún momento había dejado de abrazarle
-Recuerdo oír tu voz en la oscuridad y querer ir hacia ella. Salir de la oscuridad y verte-
Nathaniel también le habló de la muerte de su maestro, el señor Underwood. De cómo lamentaba profundamente la muerte de la señora Underwood, pues fue la única que le había mostrado algo de cariño en su niñez. Ella solo le escuchaba y le abrazaba. Más tranquilo, Nat miró a Kitty a los ojos. Allí estaba ese fuego que tanto le cautivó desde el primer momento. Empezó a sentirse mejor. Recordó cuando pudo ver su aura gracias a Bartimeo. Tan luminosa. Observó su rostro. Volvía a llevar el pelo largo. El corte que tenía en la mejilla cuando se despidieron había cicatrizado. No aparentaba la edad que realmente tenía, pero su aspecto era muy sano. Las arrugas estaban ahí, no habían desaparecido, pero eran menos marcadas, más suaves. Le gustaban. Eran la prueba de sus actos, de su determinación, de su valor, de su altruismo, de todo lo que respetaba, admiraba y le gustaba de ella. Fijó la mirada en sus labios, deseaba tanto besarla. Kitty se marchó antes de que llegase a rozarla, dejando a Nathaniel solo en su habitación.
A la mañana siguiente, Kitty llevó el desayuno a Nathaniel. Entró en la habitación del chico sin molestarse en llamar a la puerta y se quedó muda. Nathaniel estaba cambiándose para salir, su pijama sobre la cama impecablemente doblada, llevaba puestos unos pantalones negros y se disponía a ponerse la camisa. Kitty le miró de arriba abajo, le había visto lleno de vendas y sin ellas, pero hasta ese momento no había visto completamente los efectos del ataque. El pelo y las cejas le habían vuelto a crecer, tenía una pequeña cicatriz en el puente de la nariz y otra en la barbilla, el resto de los cortes de su cara habían sanado bien y sin dejar marcas muy visibles, solo las veías si sabías buscarlas. Las ampollas de las manos también desaparecieron con el tiempo, pero habían dejado algunas bandas de color ceniza, no muy destacables, pero el muchacho había adquirido la costumbre de llevar guantes. Tenía algunas manchas rosadas, por las quemaduras, en el brazo izquierdo, torso y espalda, así como algunas cicatrices. Pero lo más llamativo era la cicatriz del costado y, sobre todo, el brazo derecho. La energía del bastón al liberarse le había quemado, dejándole un curioso patrón, parecía como si una tormenta eléctrica le recorriese desde la clavícula hasta las yemas de los dedos, había una especie de extraña belleza en ello. Le vino a la cabeza aquel cuadro de Picasso, El Guernica. La primera vez que lo vio fue en uno de sus libros de texto, y le pareció feísimo. Hasta que empezó a leer y supo su significado, supo lo que representaba, lo que simbolizaba, entonces cambió de opinión. Las marcas del cuerpo de Nathaniel eran igual, eran el símbolo de sus acciones, de su sacrificio.
Nathaniel se percató de que cómo le miraba y sintió vergüenza. Cruzó los brazos sobre el pecho y se giró para ocultar tanto la cicatriz como el brazo marcado. Aún se estaba acostumbrando a él y le resultaba incómodo que la gente se lo quedase mirando.
-Esto, ¿querías algo, Kitty?-preguntó Nathaniel algo sonrojado
Kitty dejó la bandeja encima de la mesilla de noche y se acercó a él.
-¿Esa cicatriz del costado es la de…?-preguntó ella
-Sí, fue una de las peores-
Nathaniel era un chico delgado por naturaleza, pero los ejercicios de rehabilitación se notaban en el cuerpo del joven. Estaban cerca, muy cerca. Kitty alargó la mano y tocó suavemente la cicatriz. Nathaniel soltó un quejido, Kitty apartó la mano rápidamente, asustada. Pero Nathaniel soltó una risita burlona y ella le arreó un puñetazo en el brazo.
-¡Ay!, eso me ha dolido de verdad- se quejó frotándose el brazo
-Termina de vestirte y desayuna. Hoy quiero ir al Ministerio a saludar a Rebecca. Estúpido, encima que le traigo el desayuno a la cama con toda la buena voluntad del mundo se ríe de mí. Y sigue lloviendo, este asqueroso tiempo atmosférico londinense-
Kitty se marchó de la habitación dando un portazo y mascullando entre dientes.
Un par de horas después, llegaron al Ministerio. Cuando Nathaniel recibió el alta del hospital, Kitty le explicó todo el asunto del nombre y cómo ocultó su identidad, el chico lo encontró divertido, pero decidió que ya era momento de sacar a la luz que John Mandrake seguía vivo. Se montó un gran jaleo ante la noticia, en el Ministerio se apresuraron a ofrecerle de nuevo su puesto, pero él lo rechazó, alegando que aún no se encontraba en condiciones. La señorita Piper se alegró tanto de ver a su antiguo jefe que por poco lo tira al suelo de un abrazo, pero le soltó rápidamente al notar la mirada de Kitty. Piper sabía cuánto había sufrido Kitty por la supuesta muerte del muchacho, sabía lo que sentía por él. Habían pasado varios meses desde entonces y Nathaniel aún no había dado una respuesta clara sobre si deseaba o no reincorporarse a su antiguo puesto. Ahora odiaba aquel lugar, únicamente volvería a trabajar allí para acabar con la corrupción, si es que algún día regresaba, quería consultarlo con Kitty. A ella también le ofrecieron un puesto en su momento y lo rechazó, pero él no lo tenía tan claro. Si de verdad querían limpiarlo era necesario que alguien con principios, que conociese la realidad de todo lo que había pasado, trabajase allí.
Por la tarde, la lluvia amainó. Ambos caminaban bajo el mismo paraguas. Kitty no había dejado a Nathaniel coger el suyo, pues la noche anterior lo dejó secándose en la bañera y la chica tenía mucha prisa por salir de casa. Nathaniel iba a replicarla pero ella le lanzó una de esas miradas para las cuales se necesita tener licencia de armas y se situó a su lado bajo el paraguas, sin decir ni mu. Habían caminado así otras veces, cuando el chico no podía sujetar el paraguas por las muletas, pero esta vez el silencio era algo incómodo. Kitty y Nathaniel se detuvieron en Tower Bridge y miraron el río, la chica cerró el paraguas. A lo lejos, se veía un etéreo arco iris. La chica clavó la mirada en Nathaniel.
-No vas a besarme, Nathaniel-
-¿Por qué?-
-Porque voy a besarte yo-
Aquella noche ninguno de los dos tenía ganas de salir. Ya no llovía, pero sí había niebla. Estaban tumbados en el sofá viendo la tele. El sofá era lo bastante amplio para los dos, pero Kitty parecía más cómoda recostada sobre Nathaniel. En un determinado momento, Kitty apagó la tele y le quitó la camisa a Nathaniel. Le besó en la boca, en la mandíbula, en el cuello, en la clavícula y en todas las cicatrices.
Mucho más tarde, cuando sus respiraciones y sus corazones recuperaron su ritmo normal, Nathaniel agarró la manta que cubría el sofá y la echó sobre sus cuerpos. Kitty recorría con las yemas de sus dedos las marcas en forma de rayos del brazo de Nathaniel.
-He pensado que podríamos viajar- rompió finalmente el silencio- Llevo ya un año demorándolo. Primero quería esperar a que se calmasen un poco las cosas en el continente, luego a que tú te recuperases. Creo que ya va siendo hora. Puede ser bueno para ambos, para nuestra salud. Un amigo en Brujas espera mi visita y luego, no sé, tal vez Egipto. Podríamos recorrer el mundo-
-Me gusta mucho ese plan- dijo Nathaniel
Volvieron a quedarse en silencio, Natthaniel sentía que cada vez le pesaban más y más los párpados, por lo que antes de quedarse definitivamente dormido susurró al oído de Kitty:
-¿Kitty?-
-Hmmm- dijo ella algo somnolienta
-Te quiero-
-Yo también-
Tras unos segundos en silencio, Kitty volvió a hablar.
-¿Sabes una cosa?-
-¿Qué?-
-Los médicos tenían razón. Te recuperas muy deprisa-
Nathaniel agradeció que estuviese oscuro y no pudiera ver como se ruborizaba.
