Lo que fue de John Wick si lograba conseguir un boleto a México al final de la segunda película.
Unexpected.
Baba Yaga jamás lo habría hecho, tal vez por eso lo hizo.
Bailar la macarena y usar un bigote postizo, rizado y espeso encima del suyo funcionaba bastante bien. Despistaba.
Así es como sobrevivía. Servir tragos en un pequeño bar mexicano en Cancún pagaba la renta de su pequeño apartamento, además de alimentar a su perro sin nombre (aunque bien podría llamarlo Buddy, desde que se dirigía a él de ese modo). Era una vida, no le iba tan mal… con excepción de los siete minutos de auto humillación que implicaba divertir a la clientela bailando la macarena sobre la barra. A John le iba moderadamente bien. De vez en cuando se topaba con algún conocido que siempre estaba a punto de descubrirlo pero que al final no lograba decidirse a sacar el arma y ponerle una bala entre ceja y ceja. John intentaba engañarse aludiendo al corte de cabello el despiste, pero era el bigote lo que lograba salvarle el pellejo... El postizo, claro. Además de fingir un perfecto acento latino al hablar el inglés.
Algunas noches se sentía tentado, mientras le rascaba la panza a su canino compañero, de enviarle una postal a Winston dándole las gracias (porque sin dudas, la persona detrás de su milagrosa fuga y nueva vida como barman en México era él). No obstante, desechaba la idea poco rato después al llegar a la conclusión de que el hombre seguramente tendría a alguien de su entera confianza reportando cada minuto de su vida. Seguro Winston se desternillaba de risa viéndolo ridiculizarse con esos jodidos siete minutos.
John le palmeó suavemente la panza a su perro.
Esa noche había sido una de esas.
Fin.
