La puerta se abrió de golpe y la policía entro registrando todo el lugar, tenía miedo de que el volviera y me golpeara de nuevo. Mamá siempre me ordenaba que antes de que el volviera tenía que esconderme en el armario de abajo.
Era muy raro que mamá ya no me haya venido a buscarme, siempre después de golpearla se iba y ella venia y lloraba con migo, pero esta vez solo escuche su auto, pero ella no vino.
Vivimos en Rusia, y nunca fui a la escuela. Mamá dijo que iban los niños comunes para aprender, pero que yo no iría a allí porque era especial. Según ella me enseño todo lo que tenía que saber.
El armario fue abierto y uno de los policías me encontró, dejo el arma en su cinturón y me alzo. Me apoye en su hombro, tenía miedo donde esta mamá.
(…)
Nadie quería explicarme, pero al final lo hicieron. El la había matado, ahora no tenía mamá, ni familia con la cual pueda quedarme. Así que no me quedaría más que ir a un orfanato, un hombre bastante viejo, tenía el pelo blanco y llevaba un abrigo negro.
-¿Eres Rynoa verdad? – Parecía amable, pero solo asentí con la cabeza – Vamos te llevare a tu nuevo hogar.
Me llevo de la mano hasta un auto negro, me iso subirme atrás y él se subió en el asiento del copiloto.
-Por cierto me llamo Wammy, pero ahora tu nombre será Sia.
-¿Por qué tengo que cambiar mi nombre? A mamá le gustaba.
(…)
Habíamos viajado hasta Londres, donde el dijo que viviría ahora, estaba lleno de niños jugando, hablando y comiendo pero solo me dedique a bajar la cabeza y seguir caminando.
Me llevo a la que sería mi habitación, no era la gran cosa, pero si era bastante grande. Tenía una cama de dos plazas, un armario de madera, un escritorio y una ventana que daba al patio.
-Si quieres cambiarte hay ropa en el armario – Termino de decir eso y se fue, del otro lado del armario había una puerta, la abrí y había un baño, tome algo de ropa del armario y me cambie, la que tenia estaba sucia. Me mire al espejo. Casi nunca lo hacía en el sótano en el que estaba oscuro y no había espejos, la única oportunidad que tenia de mirarme es en las ventanas o en el baño de arriba.
Mi pelo color zanahoria estaba demasiado largo y disparejo, mis ojos todavía estaban algo brilloso por las lágrimas. Tome el cepillo del lavado y empecé a peinarme. Me lave la cara y me acosté en la cama. Nunca había hablado con alguien de mi edad o una persona que no fuera mi madre. Sentí mi estomago rugir por el hambre, no pensaba ir al comedor me daba vergüenza pero el hambre me estaba matando.
Tocaron la puerta, no abrieron hasta que dije "pase," era el mismo hombre que me había traído, creo que ya le tengo un poco mas de confianza, digo me trajo desde Rusia hasta Londres. Vamos tonta no soy puedo tener 5 años, pero sé que es un gran trayecto.
- Pensé que podrías tener hambre así que pensé que podrías querer almorzar – Antes de que le contestara mi estomago me delato, me puse roja como un tomate, pero el solo rio. Me cogió de la mano y empezó a llevarme por los pasillos, llegamos a una clase de comedor.
Había muchos niños de tedas las edades compartiendo mesa y riendo, parecían muy animados. Aunque había una mesa en la que solo había chicas, tenían de unos 9 años para arriba. Pararon de hablar en seco cuando me vieron pasar con Wammy en frente suyo, una de las chicas me fulmino con la mirada, pero solo baje la cabeza y seguí caminado.
Wammy me dejo en una fila para la cafetería.
- Estaré en mi oficina, está en el tercer piso si tienes problemas ven a avisarme. – Sonrío amablemente, solo le sonreí falsamente, para darle algo de confianza y él se fue. Me quede sola esperando mi turno, hasta que llegue. Luego de pedir la cocinera me tomo de los cachetes y dijo que era muy tierna.
Camine hasta una mesa del fondo casi vacía y me senté sola. Empecé a juguetear con la comida, para ese entonces ya se me había pasado el hambre. De reojo vi un chico de pelo blanco que se senté enfrente de mí, tenía una camisa que le quedaba grande y en vez de comer se puso a jugar con unos muñecos.
- ¿Te molesta si me siento aquí? – Pregunto en voz casi inaudible, pero solo negué con la cabeza, la verdad no me molestaba.
Siguió jugando, en su propio mundo y yo en el mío. Pero digamos que la paz no duro mucho…..
