Wow, bueno, aquí estoy con un fic que pretende ser fragmentos de la vida de Miles con los von Karma, hasta su partida a América de nuevo.
Espero que sea de su agrado, porque a mi la pareja me fascina, en fin, no me entretengo, enjoy!
Miles' POV
- Muchacho, te presento a mi hija, Franziska von Karma. Aún no habla inglés correctamente, pero sí alemán.
Miré a la niña en brazos de Manfred y fruncí el ceño.
- ¿Inglés, señor? ¿No es muy pequeña?
- Te equivocas, muchacho. La niña es un prodigio.
- ¿Prodigio? – me esforcé por hablar algo de alemán – Hola, Franziska, ¿cuántos años tienes?
- Voy a hacer cuatro dentro de poco – contestó despacio, con una sonrisita suficiente –
- Habla… Muy bien, señor – comenté con esfuerzo y sorpresa –
- No podemos decir lo mismo de ti, chico – dijo en inglés – Ya puedes esforzarte. sI tienes dudas, cualquier persona de esta casa tiene órdenes expresas de ayudarte, excepto la pequeña, ¿entendido? Si vas a hablar con ella, asegúrate de saber lo suficiente primero. No quiero que la confundas.
- Sí, señor.
- Ella entiende cosas básicas en inglés. Pero tampoco quiero que la agobies.
- Sí, señor.
Él asintió, satisfecho, y dejó a la niña en el suelo. Ella caminó hacia mí y me rodeó, mirándome con atención.
- Bueno, os dejo para que os conozcáis.
Se fue, y ella sonrió de forma angelical. Era muy mona, con sus ojitos azules y su cabello lacio azuloso también. Lo tenía recogido en una hermosa trenza, que le confería un aire un tanto aristocrático. Su rostro era pálido, con las características formas redondeadas de un niño de tres años. Tenía un sencillo anillo, con una "vK" grabadas, en su dedo índice. Me señaló con ese dedo.
- ¿Cómo te llamas?
- Miles Edgeworth, señorita – contesté. Soltó una risita y se ruborizó un poco –
- ¿De dónde eres?
- Estados Unidos – ella frunció el ceño – América – sonrió –
- Encantada de conocerte. Soy Franziska von Karma – me tendió su manita, y la tomé, un poco perplejo –
- No dije nada, no habría sabido hacerlo. Acababa de llegar hacía tres días a la mansión, y aún no sabía apenas alemán.
- ¿Tienes… libros? – conseguí preguntar. Ella asintió –
- Sí, ¡ven!
- Tiró de mi mano y me llevó a una habitación donde no había estado nunca, al lado de la mía. Dijo algo que no entendí.
- No entiendo – murmuré. Se había convertido el la primera frase que dominaba del todo en alemán. Ella cogió un papel y un lápiz y escribió algo. No era muy buena letra, pero tenía tres años… Ya era increíble. Había una palabra. Me dio un diccionario y sonrió –
Busqué deprisa la palabra. "Habitación"
- ¡Ah! Habitación – ella asintió, feliz –
- Mía
- Sí – asentí –
Ella escribió otra cosa. Un momento después, contesté.
- Sí, es bonita
Me llevó hasta un librero donde había varios libres para niños. Cogió uno de la balda más baja. Era uno con pocas frases. Me lo dio y escribió otra frase. "¿Puedes leer?" Lo abrí y negué con la cabeza. Luego busqué un par de palabras.
- ¿Me lo prestas? – ella asintió y señaló el diccionario. Hizo gestos de que me lo quedara. Asentí – Gracias
Ella escribió algo "Puedes leer ahora" La miré.
- ¿Quieres…? – me trabé y no supe expresarme. Suspiré –
- Tú – me señaló – Lee – señaló el libro – A mí – se señaló –
- Ah. Okay.
Abrí el libro. La primera frase no la entendía.
- Érase una vez – dijo ella en inglés –
- ¡Ah! ¿Hablas inglés? – juntó dos dedos, indicando que sólo un poquito. – Ah, okay.
Iba leyendo a trozos, ella me corregía la pronunciación y me ayudaba con las palabras que no conocía. La historia en sí no era muy interesante. Al tratar de leer la segunda frase, me di cuenta de que era el cuento de Caperucita Roja. Lo más difícil era decir las palabras correctamente. Media hora después, acabamos.
- ¿Tú… lees? – le pregunté. Asintió. Le di el libro y ella lo abrió por el principio. Leía de corrido. Tenía una voz suave para ser tan pequeña, y leía muy bien. Disfruté oyéndola leer. No me atreví a interrumpirla –
- ¿Entiendes?
- No todo – ella se rió y corrigió mi frase, algo en la sintaxis, quizá. No terminé de captarlo –
- Leo
Volvió a empezar, más despacio, y esta vez sí que la interrumpí, más de una vez por palabras que ya había oído antes. Empezó a impacientarse. Al acabar, suspiró, frustrada. Busqué algo.
- Aprendo rápido – le dije. Sonrió –
- ¿Ayudo?
- Sí – asentí – Ayudas.
Ella sonrió, más animada, pero se levantó y se fue a buscar otra cosa. Me encogí de hombros. Ella sacó unas ceras de colores y unas hojas. Me dio papel y me miró. Asentí, por complacerla, y nos tumbamos en el suelo a dibujar. Durante la siguiente media hora, aprendí los colores. Entonces, entró Manfred.
- ¡Chico! ¿Qué haces? – inquirió en inglés. Me puse de pie –
- Dibujar, señor. Franziska me estaba enseñando los colores – él frunció el ceño y le dijo algo en alemán. Ella contestó que sí. Se ruborizó y me miró, y luego volvió a su dibujo –
- Vaya, te las has apañado para caerle bien, ¿eh? Quizá es porque eres el más joven aquí. A veces creo que debe sentirse un poco sola. Está bien. Supongo que no le hará daño tener a alguien con quien jugar ¿Qué te parece?
- Señor, estoy atónito. Su hija sabe leer y escribir a la edad de tres años. Es increíble. Incluso sabe algunas frases en inglés.
- Ya te lo dije, muchacho – él sonrió con orgullo – Ella es un prodigio.
- Oh, sí, es fantástica.
- ¡Papi! – ella se levantó y le enseñó su dibujo a Manfred. Él la tomó en brazos y lo miró. Le respondió en alemán. Luego sonrió –
- Playa – dijo él en inglés – Mar. Cielo. Arena – fue señalando en el dibujo y ella asentía –
- Okay.
Él la bajó y ella me lo enseñó a mí. Era, claro está, una playa.
- Es… bonito – conseguí decir – Señor, no sé cómo decirle que está muy bien
- Tranquilo – se lo dijo y ella me sonrió – No te preocupes, chico, ya lo aprenderás. Acompáñame. Quiero presentarte a alguien. He encontrado para ti un profesor que te enseñará alemán y te seguirá educando en todos los ámbitos. No tendrás que ir a la escuela.
- Oh, ¡eso es fantástico, señor! – abrí mucho los ojos - ¿Estudiaré en la mansión?
- Exacto. Con Franziska. Por el momento, ella no estudiará contigo. Aunque, si no te das prisa con el idioma, pronto te alcanzará – se echó a reír –
- ¡Oh, no, me esforzaré mucho!
- Algo me dice que te alcanzará igual – meneó la cabeza – Pero, ¿Quién sabe? Esfuérzate, chico. Estoy seguro de que eres un pequeño geniecillo. Confío en ti
- No le defraudaré, señor. Lo prometo.
- No te pongas tan formal. Anda, ven. Franziska – llamó. Ella seguía nuestra conversación con los brazos cruzados, en silencio. Parecía una muñequita - ¿Por qué no vas al jardín? Violet te espera allí.
- Vale, papi. ¿Vienes? – me miró. Su padre le contestó rápidamente que no y el porqué. Ella asintió – Adiós, Miley.
- Ah, eh, adiós.
- Parece que ya tienes un nuevo apodo, ¿eh? – Manfred sonrió.-
- Sí, así parece.
- Espero que te guste, porque ella es terca como nadie. Si se entera de que te molesta, no dejará de usarlo.
- Oh, no me molesta. Es imposible molestarse con nada de lo que diga una niña tan hermosa.
- Curioso – comentó - ¿Así que te parece hermosa?
- Sí, señor. Lo es.
- Curioso – repitió – A una niña le dicen que es linda, mona, graciosa, bonita, preciosa… Hermosa es un calificativo para una mujer, ¿no crees?
Lo medité un momento. Luego me encogí de hombros.
- No lo sé. De todas formas, ella parece mucho mayor que una niña, ¿no cree?
- Parece una enana, ¿verdad? Como si sólo fuera una niña por su estatura.
- Sí, algo así.
Me había ido guiando por un pasillo, y entramos a una habitación espaciosa, en la que había un hombrecito menudo con expresión amable. Su nombre era el Sr. Smith. Un rato después, tuve permiso para irme. Salí a buscar a Franziska, intentaba no quedarme solo a menudo. Ella estaba en el jardín, la vi por una ventana abierta y la saludé. Ella me llamó con gestos y gritó:
- ¡Miles, ven!
Y me miró a los ojos. Desde entonces, supe que esa niña y sus ojos iban a ser la clave de la felicidad en mi vida.
Bueno, ¿qué tal como primer capítulo? ;D Reviews, ok?
Espero publicar pronto, nos leemos!
