El secreto de Terry
Primera parte: los primeros años.
Su primer recuerdo feliz era su madre, su padre y él juntos en un tarde en el parque. Y a la vez era el último. Poco después ya todo se había terminado.
Llegó a Inglaterra poco después y tuvo que vivir con su padre y su nueva esposa.
Apenas tenía cinco años y se dio cuenta de que nadie lo quería en esa casa, excepto, quizás, su padre. Pasaba todo el tiempo solo, los sirvientes que lo atendían no le dirigían palabra y, en el caso de toparse con su madrastra, esta lo llamaba con una palabra que lo confundía.
"Bastardo".
No entendió al principio el problema, hasta que ingresó a un internado – a los ocho años – y un compañero tuvo la voluntad de explicarle el significado de la expresión, y el por qué debía molestarse.
-Significa que tu mamá no se casó con tu papá.
-Pues no – dijo él, sin comprender bien el problema -, papá ya me dijo eso, pero él aseguró que no es problema mío.
-Pues sí lo es – corrigió el otro chico – pues al llamarte bastardo están llamando puta a tu mamá. Y un hijo no puede permitir eso.
El niño tampoco sabía qué era una puta. El otro compañero tuvo que explicarle, y a Terry se le acabó la inocencia y la paciencia con los que le ofendían. Porque nadie podía llamar puta a su mamá.
Su mamá era una santa.
Se había convencido de eso durante todo el tiempo en que había dejado de verla. Seguramente era una santa, y lo extrañaba tanto como él a ella. Y algún día volverían a estar juntos para siempre.
Por eso tuvo que golpear a todo aquel que lo llamara bastardo. Y por eso lo expulsaban de cada internado. Y como su padre no entendía las razones de Terry para enojarse, se fueron distanciando hasta que, a los doce años de Terry, dejaron de hablarse, excepto lo imprescindible.
Fue en ese tiempo que Terry volvió a saber de su madre, gracias a su madrastra; ésta le arrojó una revista de entretenimiento con Eleonore Baker en la portada.
-Ahí está esa ramera divirtiendo a los impíos – le dijo.
Terry sabía el significado de la palabra, así que en silencio se acercó a la mujer y le dio una fuerte y seca cachetada.
-Límpiese la boca antes de hablar de mi madre.
La mujer hizo el tremendo escándalo y le pidió al duque que castigara a Terry. Pero éste no hizo nada. Desde hace un tiempo se limitaba a ignorar sus numerosas faltas de respeto.
¿La habrá amado alguna vez? Se preguntaba Terry. ¿Amaste alguna vez a mi mamá, duque de Granchester?
Aunque el padre de Terry no hizo nada, la madrastra se tomó la venganza en sus manos. Hizo que un grupo de sirvientes sacara a Terry en la noche de la cama y lo llevaron a uno de los sótanos, donde ella le dio cinco latigazos, riéndose a mandíbula batiente.
Al día siguiente él informó de esto al duque, pero éste no hizo nada. Se limitó a mirar a Terry con fijeza por unos minutos y luego salió de la habitación.
La madrastra anduvo todo el día con un rostro de pura felicidad.
Terry comprendió que no obtendría nada de su padre, y se dedicó a buscar información de su madre. ¡Una actriz! ¡Era magnífico! A él siempre le había gustado el teatro. De hecho, antes de ser expulsado de los colegios, siempre alcanzaba a presentar una obra (a la que nadie de su familia asistía, por supuesto). Y el que su madre fuera actriz le parecía lo más maravilloso del mundo.
Se dedicó a imaginar reencuentros con su madre. Era su pasatiempo favorito en las noches. Averiguó su dirección y empezó a escribirle, sin recibir jamás respuesta, pero esto no le preocupaba, ya que pensaba que estaba demasiado ocupada con su carrera.
Se encerraba en su cuarto del internado nuevo horas enteras, clasificando los recortes y las fotografías que tenía de ella. Y un maravilloso día, en su cumpleaños catorce, una carta de Estados Unidos llegó a sus manos y en ella estaba el más magnífico regalo que podía obtener. Una foto de su madre.
Era un primer plano, donde su madre había escrito "A mi adorado hijo Terrence".
No había cambiado absolutamente nada desde los días en que aún estaban juntos.
Mi primer regalo, pensó él. En ese momento sintió que sí habían valido la pena las cincuenta cartas escritas para su Eleonore Baker.
Ocultó celosamente la foto de su madre. Cuando nadie lo veía, la contemplaba horas enteras, acariciando las palabras escritas en ella, pensando que su madre también había tocado esa foto.
Hasta que lo llamaban para practicar, entrenar, cabalgar, estudiar, o lo que fuera.
También ahora tenía que asistir a fiestas. Porque aunque era un bastardo, seguía siendo un hermoso bastardo y el heredero de su padre. Todas las familias nobles le habían echado el ojo. Terry Granchester era un buen partido para cualquier jovencita.
Los primeros bailes lo deslumbraron. Le encantó el ruido y la alegría de los reunidos, la atención de las mujeres fue para él una buena manera de reemplazar el afecto materno que no tenía. Pero después de un tiempo la vida de sociedad le pareció inútil y vacía. Ninguno de esos nobles era sincero, transparente, o simpático. Le aburría estar con ellos. Y las mujeres sólo buscaban seducirlo para luego poder lucirse ante sus amigas. Nadie expresaba verdaderos sentimientos.
Y entonces fue que decidió fugarse.
Desde que Eleonore Baker le había enviado la fotografía, él había reanudado la costumbre de escribirle todas las semanas. Además, le envió fotografías de sí mismo, pues juzgó que era justo que ella también pudiera conocer el aspecto de su hijo. Jamás obtuvo respuesta, a menos que le hubiese contado algo doloroso y entonces recibía a vuelta de correo algún libro de teatro con una dedicatoria. Esto bastó para que él se sintiera más cercano a su madre que a cualquier otra persona en su vida. Así que pensó que ella lo recibiría con los brazos abiertos en Nueva York.
-Ella me abrazará y dirá que he crecido mucho. Entonces yo le confesaré que quiero ser actor, ella me inscribirá en alguna academia y yo trataré de conseguir un trabajo de tramoya, o de barrendero, lo que sea. Hay que empezar de abajo, como siempre dice el duque. Y después viviremos juntos y quizás lleguemos a presentar una obra... Tal vez llegue a ser tan famoso que hasta el duque tenga ganas de verme.
Consiguió un pasaporte falso, donde agregaban cuatro años a su edad. Y como siempre se vio mayor de lo que era, no tuvo problemas en obtener el pasaje y viajar solo.
Pensó en decirle a su padre para que no se preocupara, pero luego reflexionó que al duque realmente no le interesaba lo que hiciera con su vida.
El viaje se le hizo eterno. Se la pasaba en cubierta mirando hacia Estados Unidos, pensando que ahí estaba su madre, que en ese lugar por fin podría ser feliz.
Llegó a Nueva York muy mareado, pero se sobrepuso rápidamente y buscó un carruaje que le llevara donde su madre. Atontado como todo adolescente, no pensó en avisarle, sino que llegó de repente.
Una mujer anciana lo recibió. La mujer se sorprendió al verle, pero lo reconoció y hasta lloró de emoción al abrazarlo. Pero de todas formas lucía preocupada.
Eleonore Baker apareció cuando la anciana la llamó. Terry se enderezó y sonrió tímidamente, esperando el abrazo que nunca llegó.
Sintió que en la sala se oían voces de hombres. También risas. El olor del alcohol y de algo más llenaba el ambiente.
-Terry... hijo, no debiste venir – dijo la mujer.
Terry no supo qué contestar. Se dio media vuelta y salió de la casa.
Ella se dio cuenta de que lo había dañado.
-¡Terry, no...! ¡Si yo te adoro!
Pero la mujer no lo siguió. Terry, confundido y más triste de lo que jamás había estado, se paseó sin rumbo por las calles de la ciudad.
Se hizo de noche y él seguía caminando. De pronto vio un puente. Las fantasías de un suicidio lo habían acompañado desde hace años, pero jamás se sintió con la fuerza para hacerlas realidad.
Aunque ahora parecía ser el momento preciso.
Se dirigió al puente y se inclinó sobre la baranda. No era muy alto, pero suficiente para dejar de pensar en el padre que lo ignoraba y la madre que lo había despreciado.
De pronto, una mano fuerte lo sujetó del brazo.
-¿Cuál es la idea, jovencito?
Terry, molesto, se dio vuelta y atacó con la otra mano a su salvador. El hombre lo eludió fácilmente y lo inmovilizó.
-Tu madre no se pondrá nada de contenta cuando sepa lo que tratabas de hacer. Está como loca en su casa, preocupada por ti.
-¡Pero si ella me echó de su casa!
-Sólo se limitó a observar que no debiste haber ido, y eso es un hecho incuestionable. Pero te aseguro que estaba más feliz de lo que la he visto nunca.
Terry observó a su salvador: era un hombre delgado, alto, de barba.
-Soy Robert Hathaway, amigo de tu madre. Deja de revolverte, chico, que te llevaré a casa.
Terry dejó de luchar y acompañó al hombre. Se sorprendió al darse cuenta de que no estaba muy lejos de la casa de su madre. Había caminado en círculos todo el tiempo.
Eleonore estaba en la puerta, sólo con una delgada bata de seda, a pesar del frío. Cuando vio que Terry llegaba, se precipitó a abrazarlo. Él la sintió muy fría y la abrazó para darle un poco de calor.
-¡Mamá! Pero si estás helada... - le dijo.
-Es la nieve – se apresuró a decir la anciana que la acompañaba, que sí llevaba un pesado abrigo de cuero.
Eleonore no respondió nada, sólo sonrió con lágrimas en los ojos. Robert entró detrás de ellos y los siguió al salón, que ahora estaba vacío. Terry sintió olor a flores y respiró hondamente. Al fin en casa, pensó.
La anciana llevó unas mantas y arropó a Terry cerca del fuego. Terry esperaba que su madre también se arropara cerca de él, pero ella no parecía tener frío. Tampoco Robert. Él le decía algo en voz muy baja y ella negaba con la cabeza, decidida.
-¿Me puedo quedar contigo, verdad?
Eleonore sonrió tristemente.
-Nada me gustaría más, querido Terry, pero eso es imposible. Debes volver con tu padre, y no le digas que estuviste conmigo. Por favor. Él es un buen hombre, no debe enterarse de lo que hiciste.
-¡Él no es un buen hombre! - repuso Terry – No me quiere, jamás me habla, no se interesa en mí... por favor, mamá, quiero quedarme contigo, quiero ser actor, deseo ser como tú.
Su madre frunció el ceño al oír esto. Robert sólo se rió burlesco.
-¡No debes ser como yo, Terry! Tu deber es convertirte en el duque de Granchester, ser un hombre importante y feliz, tener tu propia familia...
-¡No! Mamá, quiero ser como tú. La vida de noble no me interesa, sólo son unos farsantes, quiero una vida de verdad como la tuya. Déjame quedarme contigo. Puedo hacer muchas cosas, aprendí a coser en los internados, a tejer, a barrer, también puedo operar una locomotora o manejar un auto...
-¡No, Terry! - exclamó Eleonore, casi violentamente. Terry aguantó las lágrimas y se levantó.
-Entonces no me deja otra alternativa, señora – dijo, y salió corriendo de la casa. No se dio cuenta del auto que venía en sentido contrario.
Eleonore no alcanzó a parar el auto antes de que atropellara a su único hijo. Furiosa, iba a destrozar al conductor pero Robert se lo impidió, diciéndole que no tenía la culpa. Entonces, ella se arrodilló y tomó el cuerpo exánime de su hijo.
-¡Una ambulancia! ¡Hay que llamar a una ambulancia! - decía el dueño del auto.
-No se preocupe, nosotros nos encargaremos – le dijo Robert, y entró en la casa siguiendo a Eleonore.
La anciana que vivía con Eleonore ayudó a tender a Terry en el sofá de la sala.
-¿Deberíamos llamar a un médico? - preguntó.
-Yo sé de estas cosas, y no le queda mucho tiempo – dijo Robert.
Terry comenzó a respirar con dificultad. Una costilla le había perforado el pulmón.
-¡Se va a morir si no haces algo, Eleonore! - exclamó Robert.
-Le prometí a su padre que él jamás sabría de esto... ¿y ahora debo romper mi promesa, de esta manera? ¡No puedo, no puedo!
-¿Prefieres que muera?
-¡No! Es mi hijo, quiero lo mejor para él, pero... Terry, Terry, ¿por qué tenías que venir? ¿Por qué no pudo tu padre hacerte feliz?
-Entonces él tampoco cumplió su promesa, Eleonore.
-Lo sé, lo sé.
La respiración de Terry se hizo sibilante.
-Tiene el perfil afilado de los muertos – dijo la anciana.
Esto decidió a Eleonore. Se inclinó sobre el cuello de su hijo y pareció besarlo por un momento. Luego se levantó, con la boca llena de sangre.
-Ya está hecho – murmuró.
Nota: Si han llegado hasta acá y aún no abandonan esta extraña historia, deben estar preguntándose algo: sí, leí Crepúsculo y vi la película. Me gustaron muucho! Y hace unos días, estaba viendo por enésima vez Candy con un grupo de amiguis, cuando nos dimos cuenta de que Terry es vampiro. En serio. Pero vampiro "Crepúsculo".
De verdad.
¿Lo han visto dormir? No, cuando Candy entraba a su pieza en el Colegio el tipo nunca estaba dormido. Y en Escocia, menos.
Es inmensamente atractivo y tentador, irresistible. Lo amaban todas las que lo veían.
Evitaba ponerse bajo el sol, se colocaba bajo un árbol o permanecía encerrado.Y por algo prefería vivir en Londres, donde hay harta neblina.
Bajo el sol su piel brilla. Y en la nieve, también, cuando Candy y él se reencuentran en Nueva York (o quizás sea una alucinación de Candy).
Tiene fuerza sobrehumana (pelea contra Neil y tres compinches. Sí, una vez Albert lo salvó, pero es que estaba fingiendo para no causar sospechas;)
Le gusta más andar de noche que de día.
Se aleja lo más posible de los lugares sagrados (no le gustaba ir a misa)
Bueno, sí, estoy torciendo las cosas. Pero igual...
Gracias por leer!
Cualquier duda, crítica, burla, reto, no sé... critiquen todo lo que quieran, chicas, y si creen que está demasiado raro, pues sí... A ver si la Candy también se convierte en vampira y se le borran las pecas;)
