CAPÍTULO 1
Se miró una vez más en el espejo y sonrió. Estaba guapísima. El vestido azul cielo se amoldaba perfectamente a su figura por la parte de arriba, mientras que la falda con sus miles de capas volaba a su alrededor. Cada vez que se movía, la luz se reflejaba en la pedrería que adornaba las mangas, los tirantes, el escote y la zona de la cadera. Tenía el pelo recogido en un moño bajo, unos cuantos mechones estaban sueltos y tenía una pequeña tiara plateada adornando la cabeza. El maquillaje era escaso, sólo un pintalabios rojo pálido y los ojos delineados de negro para que resaltaran.
Aunque Emma prefiriera montar a caballo, sola o con su padre, dar paseos por los jardines del palacio o perderse por los bosques, practicar a manejar una espada o leer escondida en alguno de sus rincones del palacio, de vez en cuando le gustaban esos actos sociales en los que reyes y príncipes de los reinos vecinos, así como la alta nobleza, los cortesanos y gentes de alcurnia se reunían en bailes y eventos. Era una oportunidad para conocer gente nueva, distraerse y aprender sobre otros lugares más allá de las cuatro paredes del palacio y de las fronteras del reino. También era una oportunidad para vestirse de gala, usar esos vestidos detalladamente confeccionados para esas fiestas y que estaban en el fondo del armario, ponerse las joyas más bonitas y bailar hasta el amanecer. Emma se consideraba una chica sencilla, a pesar de ser la princesa, y encontraba una mayor satisfacción en los momentos tranquilos con las personas a las que quería, pero eso no quería decir que no le gustaba divertirse.
-Está hermosa princesa. Nadie podrá apartar la vista de vos esta noche. Y ¿quién sabe? Puede que conozcáis a vuestro príncipe esta noche- dijo la doncella que estaba detrás de Emma, haciendo los últimos arreglos al vestido. Ella asintió distraída, sin prestar mayor atención a las palabras de la joven.
Hubo un ligero golpe en la puerta de su habitación, y después de ordenar que entrase, se asomó otra doncella, más joven que la que estaba con ella, y tímidamente le informó -Alteza ya ha llegado todo el mundo y la están esperando en el Gran Salón. Sus majestades han dicho que ya puede bajar- Emma asintió y suspiró. Aunque no hubiera una razón aparente para hacer ese baile, simplemente era otro de los muchos que se organizaban en el palacio, sabía que sus padres esperaban que conociera a un príncipe con el que más tarde casarse, puesto que ya tenía la edad. Volvió a mirar su reflejo en el espejo y salió al pasillo, para bajar por las grandes escaleras que le llevarían al piso de abajo.
Todo estaba desierto, a excepción de por los guardias colocados a lo largo del pasillo y ante alguna de las puertas, y de los criados, que se apresuraban de acá para allá. Aun así, se oían las voces que provenían del otro lado de la puerta cerrada que estaba delante de ella. Había demasiada gente como para que las gruesas puertas aislaran el sonido. Miró al maestro de ceremonias que estaba delante de ella, asintió con la cabeza, dándole a entender que estaba lista, y los guardias, después de cuadrarse ante ella, abrieron las grandes puertas de roble, al mismo tiempo que sonaban unas trompetas. Al instante, todas las voces y murmullos se apagaron y todo el mundo se giró hacia donde ella estaba de pie.
-Su Alteza Real, la princesa Emma Swan de Misthaven- fue presentada por el maestro de ceremonias, que se hizo a un lado para dejarle pasar. Cuando estuvo delante de la barandilla, todo el mundo se arrodilló ante ella, y Emma en respuesta inclinó ligeramente la cabeza. Luego se dirigió a su derecha, donde agarró el brazo del maestro de ceremonias y con su ayuda bajó las escaleras y cruzó el pasillo hacia donde estaban sus padres sentados en sus tronos, sonriéndola admirados al ver lo mucho que había crecido su única hija, hasta convertirse en una mujer. Ella se inclinó ante ellos en señal de respeto y luego caminó hasta sentarse en el trono a la izquierda de su padre. Entonces todos los invitados fueron pasando delante de ellos, presentándose. Emma se revolvió en su asiento, inquieta. Sabía el motivo de ese baile, mejor dicho, lo que sus padres esperaban de ese baile y de repente, al ver a tantas caras desconocidas, a tantos hombres, muchos de ellos tan apuestos y con grandes títulos, se sintió nerviosa y abrumada. ¿Sería posible para ella encontrar a alguien que quisiera reinar a su lado, que la quisiera? ¿Podría ella encontrar a su amor verdadero, tal como habían hecho sus padres hacía tanto tiempo? Esas y muchas preguntas más se agolparon en su mente, y tuvo que hacer un gran esfuerzo por no salir huyendo. Ella no era así, no era de las que corrían cuando se sentía inquieta, sino que afrontaba la situación. Controló su respiración hasta que volvió a calmarse y siguió prestando atención a los nombres y las caras. De hecho, se sintió más feliz al ver que muchas de esas caras la miraban con admiración y respeto, y en sus ojos había amor. Y no solo en los hombres, que sabía que muchos deseaban tenerla, sino también en las mujeres. Las más jóvenes la miraban como alguien inalcanzable y a quien imitar, mientras que las mayores la veían como una digna sucesora de sus padres y alguien que se convertiría en una figura poderosa. Le alivió ver el amor que tenían esas gentes en ella. Aunque no pudo evitar preguntarse si les acabaría defraudando por esa confianza tan grande que depositaban en ella.
Una vez acabadas las presentaciones, como era tradición, sus padres abrieron el baile, mientras ella esperaba a que alguien le pidiera bailar. Se quedó contemplando a sus padres, moviéndose con tanta gracia y estilo al son de la música y sintió una punzada de celos al ver eso tan perfecto que ellos tenían.
Por el rabillo del ojo vio que alguien se acercaba hacia ella, y cuando giró completamente la cabeza vio a August, su mejor amigo, hijo del maestro carpintero. Sonrió y dejó escapar el aliento.
- ¿Queréis bailar conmigo princesa? - preguntó inclinándose al llegar al trono donde se sentaba. Se sonrojó y agarró la mano que estaba tendida ante ella. Juntos fueron al centro de la pista, se pusieron en posición y sus pies comenzaron a moverse -pensé que preferirías bailar primero con alguien conocido para irte acostumbrando.
-Qué bien me conoces- volvió a sonreír. Efectivamente, su amigo había vuelto a adivinar sus pensamientos. Se conocían desde niños y se habían criado juntos. Habían corrido por los pasillos, habían investigado el palacio y encontrado diferentes rincones secretos donde esconderse del aya de Emma, que siempre le pedía que se comportara. Habían aprendido a manejar las espadas y a montar a caballo. Y aunque una vez hubieron crecido y Emma tuvo que empezar a atender a sus obligaciones como princesa y August a ayudar a su padre en la carpintería, al final del día siempre encontraban un momento para verse. Él era el único amigo que Emma tenía dentro del palacio y necesitaba esas confidencias con él.
- ¿Ya ha llamado alguien tu atención? - preguntó entonces August, provocando que las mejillas de Emma se ruborizaran violentamente.
- ¿Cómo sabes…?
August la interrumpió -Todos en el palacio llevan semanas hablando de que se espera que elijas a alguien. Pero tranquila, en las invitaciones no ponía nada de eso- añadió al ver la mirada asustada de Emma –para los invitados este es un baile más, uno dedicado para honrar a la princesa que pronto se convertirá en reina -sonriendo, continuó en tono burlón -mira ¿qué te parece ese? - la giró violentamente, aunque sin romper el compás, y ella vio a un hombre caminando hacia un grupo de personas. Pensó que era guapo. Tenía el pelo rubio ceniza, un porte firme y apostaría que tenía unos ojos preciosos –vale, creo que ya está ocupado- se retractó al ver que se acercaba a una mujer elegantemente vestida y la besaba la mejilla. Ambos se rieron y August continuó buscando con la mirada. Ella le miró contenta, estaba haciendo todo lo posible por distraerla, y lo agradecía. Hizo que diera una vuelta sobre sí misma para enseñarle a otro hombre, que estaba solo, y apoyado contra una columna y les miraba fijamente, o mejor dicho, la miraba embelesado a ella - ¿y ese? - Emma le miró de arriba abajo y sonrió complacida. Uniforme de la marina, alto y robusto. Pelo oscuro y revuelto y el asomo de una barba. Una sonrisa pícara y mandíbula firme. Pero lo mejor eran sus ojos. Oh, qué ojos. Podría jurar que se podrían ver a kilómetros. Eran de un azul intenso, como el del mar en un día nublado y en ese momento tenían un brillo especial. Sus miradas se encontraron y ella le sonrió tímidamente mientras que él levantó ligeramente su copa de champán hacia ella. Se dio la vuelta sobre los brazos de August y siguieron bailando los últimos acordes de la primera canción. Él la miró divertido mientras que ella sentía el calor en sus mejillas -ha venido gente importante a conocerte Emma, así que dales una oportunidad. Miraré quién hay por aquí y si hay alguien interesante te lo presentaré. Te dejo con tu próximo baile- entonces la agarró por la cintura y la giró para encontrarse con los brazos de un hombre que la pedía el próximo baile. Se agarró a él.
Primer capítulo de mi nuevo fic. Espero que os haya gustado.
Tengo planeado subir capítulo todos los lunes, pero hasta que acaben las vacaciones como vivo al día no sé si podré cumplir con eso así que subiré cuando pueda, pero prometo que todas las semanas habrá capítulo. Disfrutad.
