Grecia era una ciudad, normalmente muy calmada, por supuesto, esto tiene también que ver con quien eres, una ama de casa, un estudiante, un obrero, un ejecutivo, o un líder de la mafia ateniense, un joven de piel suavemente tostada por el sol y de rubios cabellos entraba en ese mismo instante en un hospital público de Atenas, su nombre, Milo Scorpios, que había pasado a suceder a su padre Kardia como cabeza de la familia al morir este. Bien era cierto que Milo era algo joven (a su parecer no tanto, ese año cumpliría los 27 años) y un poco arrogante y caprichoso, aun así, contaba con la lealtad de sus hombres, en parte, porque los conocía desde que era un niño, muchos de ellos, como los gemelos Saga y Kanon, habían sido sus compañeros de juegos, era normal que se sintiera, como pez en el agua.
Por supuesto, el motivo que los había llevado a los tres a ese hospitalucho, no eran los mejores, Milo estaba molesto, si había algo que no soportaba, eran los errores, y un cabo suelto era imperdonable para él.
Ya te dije que lo lamento…- susurro Saga cuando se detuvieron en la recepción, lo único que tenían que hacer era "deshacerse" de ese testigo que les había visto cobrarse una deuda con sangre y todo estaría bien – no era necesario que tu y Kanon vinieran… puedo hacerme cargo de esto yo…- añadió ganándose una mirada burlona de su hermano menor
Esta vez quiero asegurarme de que no hayan errores- respondió escuetamente Milo- sabes lo que tienes que hacer- dijo y le paso discretamente una inyectadora con una solución adentro- les espero aquí…
Entrar a la habitación del testigo no fue difícil, en un hospital con tanto movimiento, dos hombres pasaban desapercibidos, aun cuando eran dos adonis griegos, mientras Kanon vigilaba en la puerta, Saga inyecto la solución en el suero de aquel hombre que dormía allí, y que ahora, no despertaría, no hablaría, no sería una molestia, al salir, solo tuvo de darle una escueta mirada a su hermano y ambos empezaron a andar en silencio, rápido pero sin parecer sospechosos, con el fin de reencontrarse con Milo, pero no estaba, ambos gemelos empezaron a buscar con la mirada al rubio, pero al no verle, empezaron a inquietarse y sin decir nada, comenzaron a buscarle temiendo que algo le hubiese pasado…
…Pero el rubio estaba, más que bien en realidad, había sido allí, en esa abarrotada recepción, donde sus oídos captaron una voz, que sin dejar de ser masculina, era suave y armoniosa, siguiéndola, entro en la sala de emergencias, y el dueño de aquella voz, era un muchacho de cabellos escarlatas y pálida tez, que con una bata de medico leía unos informes mientras hablaba con otros médicos, sin dudarlo, se acerco al joven que alzo la vista para verle
-¿Si? ¿Puedo ayudarle?- pregunto, aunque no sonreía, su rostro era amable
Milo le miro durante unos instantes fijamente cosa que al pelirrojo le cohibió un poco e hizo que sus mejillas se pusieran rosas y tamborileará los dedos sobre la mesa, únicos síntomas de timidez que demostró en ese momento.
-Eh… si… de hecho si… ¿eres medico aquí o no?... me caí por las escaleras- se invento – me duele un poco el tobillo y la rodilla… si no está muy ocupado podría darle una revisada, creo que puedo haberme roto algo…
-Dudo que tenga algo roto- dijo entonces Camus sonriendo por primera vez- pase por aquí, necesitare que llene una forma- dijo llevándolo a un pequeño cubículo con una camilla donde se sentó y recibió la planilla que Camus le entrego, pero, lejos de llenarla, la dejo a un lado viendo como el médico le quitaba el zapato para examinarle el tobillo – ¿le duele si hago esto?- pregunto frotándole el tobillo a lo que Milo negó.
-No… ¿Hace mucho que eres medico?- le pregunto tuteándolo con una sonrisa traviesa- no recuerdo haber oído su nombre, Doctor…
-Camus… Camus Aquarius- contesto este alzando la vista de su pie unos momentos- Vaya llenando la planilla por favor- insistió de nuevo y sonrió- vuelvo en un momento- dijo y dejo a Milo allí solo que, fastidiado, lleno los datos de la planilla, por supuesto que no tenia registro en ese hospital, las veces que había tenido que ir a un centro médico, había ido a las mejores clínicas de Atenas, solo el poder ver a ese joven bien de cerca, valía la pena el estar allí
-Bien, ya estamos- entro Camus al cubículo y sonrió tomando la hoja- Sr… Milo…- leyó y le miro a los ojos- su tobillo, por lo que pude ver, está perfectamente bien, probablemente el dolor que tiene es por el maltrato al caer, no es nada serio, pero tómese una pastilla de estas en un rato y dos con la cena y seguramente estará usted bien- dijo con una sonrisa algo mas cálida, entregándole la pequeña cajita- ya puede irse Sr. Milo- agrego apartándose un poco de él para que pudiese pasar.
-Gracias Doctor… pero sabe, no soy de medicinas, siempre olvido tomarlas… se que olvidare tomarlas en la cena… ¿se encargaría usted de recodármelo?- pregunto mientras se ponía el zapato de nuevo y miraba de reojo la expresión de desconcierto de Camus que, sinceramente, le pareció tan inocente que le encanto- Le estoy invitando a cenar por si no me ha entendido- termino por decirle pasando a ser directo
-¿…a mi?- pregunto entonces el otro con esa expresión de desconcierto aun en su rostro-No.- respondió secamente y luego, se dio cuenta de que había sonado grosero- Es decir, lo siento, pero no puedo, en realidad soy un pasante y temo que precisamente hoy saldré bastante tarde… así que tendré que rechazar su propuesta- dijo recuperando el tono rosa en sus mejillas de nuevo, en realidad, Camus era algo receloso en cuanto a desconocidos se trataba.
-Pasante, ya veo… entonces… ¿que tal si cenamos mañana? Vamos Camus… no me hagas rogarte que eso no me gustaría- dijo poniendo la mejor de sus sonrisas de galán, esas que hacían sonrojar y, el chico frente a él, no pudo evitar sonrojarse, aun mas de lo que ya estaba, en conjunto con sus cabellos y ojos rojos, presentaba un divertido panorama para Milo- Camus es un nombre francés… así que debería gustarte la comida francesa… conozco un restaurant que está cerca de aquí… podría buscarte… ¿que no es trabajo de los médicos asegurarse de que sus pacientes estén bien y tomen sus medicamentos?- insistió, sacándole una sonrisa a Camus
-Eso… tendría sentido si el paciente fuese un niño y no un hombre de… 27 años- dijo tras darle una rápida mirada a la planilla que aun sostenía entre sus manos y que tenía ese dato, finalmente, suspiro y negó suavemente con la cabeza con algo de resignación- Salgo a las 8…
-Milo… sabes el tiempo que perdimos buscándote- empezó a reprocharle Saga cuando por fin se encontraron, en la acera fuera del hospital- te recuerdo que debía ser algo de entrar y salir…
-Y yo te recuerdo que yo soy tu jefe- dijo juguetón Milo con una sonrisa en el rostro, poniendo en sus manos una caja de pastillas- Ten, te las regalo- le dijo y se subió a su auto, un flamante Ferrari 458 rojo con vidrios tintados mientras los gemelos subían en un Mercedes negro, manteniéndose justo detrás de él en todo el camino, una ciudad no se maneja sola, y ellos aun tenían mucho trabajo que hacer por ese día
