Sale el sol por un hueco del taller donde me encuentro.

Me despierto algo confundido, y me cuesta poner mis sentidos en funcionamiento. Busco un reloj, cualquier reloj. Encuentro uno en la parte superior de la pared que tengo a mi izquierda. Son las 7 de la mañana. Supongo que es buena hora para levantarse. Me impulso con los brazos hacia arriba.

Cuando me pongo en pie, las paredes y las estanterías dan vueltas alrededor mía. Creo que me he levantado demasiado rápido. Me muevo lentamente hacia la dirección donde recuerdo que esta la puerta. Tras tropezarme varias veces, finalmente llego hasta la puerta.

Sujeto el pomo y lo giro, empujando la puerta hacia el exterior. La luz del sol me ciega, dejando mi visión totalmente blanca. Mis ojos empiezan a acostumbrarse. Distingo las formas de la calle, las farolas que se alzan del suelo y las casas que se encuentran alrededor de la tienda. Doy unos pasos hacia el exterior, dejando que el viento acaricie mis mejillas, sumergiendo me en la paz de la mañana.

-Buenos días, idiota.

…Me ha durado poco la paz de la mañana. Veo a Rin, sentada en el suelo de la entrada, casi como si hubiera estado esperándome desde hace un buen rato, como un depredador esperando pacientemente a su presa.

-Buenas, Tohsaka.

-Uy, tienes la voz ronca, Shirou. ¿No puedes aguantar las fiestas por la noche, eh?

¿A qué viene ese tono burlón? ¿Se está mofando de mí?

-Estuvo ayudando a Hotaruzuka-san con unas cosas, así que no pillé ninguna juerga como tú dices. Además creo que te lo conté antes de irme.

Se levantó del suelo, esbozando una leve sonrisa. Esto va a ir para largo.

-Dos cosas: uno, Hotaruzuka trabaja en una tienda de licores, por lo que no es extraño que hallas bebido algo mientras la ayudabas; dos, no te has levantado en casa, sino en un taller, ¿Cómo explicas eso, idiota?

-Uno, nunca bebería delante de Hotaruzuka-san; dos, aparte de que no tengo que darte ninguna explicación, fue por algo importante.

Me miró fijamente. Sus ojos azules rezumaban frialdad y maldad pura, absorbiendo la felicidad del ambiente a cada segundo que pasaba. La presión aumentaba, y el aire era estrujado de mis pulmones con fuerza que amenazaba con reducirme a un amasijo de carne. Tenía que hacer algo ahora mismo.

-…

-…le diré a Saber que la vas a dejar por una maduri-

-¡CIERRA LA P*** BOCA!

Y así empieza otro día de mi vida, persiguiendo a Tohsaka por la calle.