¡Hola! Bienvenidos/as a mi segundo fic. No tenía pensado publicarlo, porque solamente son pedazos de algo que aún no tiene forma, ni creo que llegue a tenerla.
Lo que presento aquí son mini episodios de lo que podrían ser esos meses que transcurren desde que Eleven cierra la puerta en adelante. Pequeños momentos que imagino, dándoles a los personajes algo de tiempo para pensar en sí mismos y recordar, y aprovechar los momentos juntos.
No hay acción, no hay una trama definida. Tan sólo pequeñas escenas de la vida cotidiana, casi todas desde el punto de vista de El, a la que, en este fic, llamaremos Jane. Aparecen todos nuestros amigos, nuestra pandilla favorita, con sus tonterías, sus piques, y muchas cosas cociéndose a fuego lento. Poco a poco iré incorporando pequeñas escenas. Por ahora, tengo un arsenal de unas veintitantas, pero esto puede crecer todo lo que quiera. Sencillamente, me gusta jugar a intentar ver qué puede estar pensando cada personaje. Habrá mucho de papá Hopper, un poco de MikexJane y algo de LucasxMax... que llegará a su debido tiempo. Nancy, Jonathan, Steve... también aparecen. Todos forman parte ahora del mundo de Jane, y como tales, son importantes para la historia.
Disclaimer: ningún personaje, canción o juego/película que aparece aquí me pertenece, sino a sus autores. No busco lucrarme, sino pasar un buen rato con nuestros personajes favoritos.
Hale, vamos al lío.
1
Tras el final
El fogonazo de luz roja cesó al instante. La última fisura se cerró, los aullidos de los últimos demidogs se ahogaron en la caverna y se hizo la oscuridad.
Las fuerzas la abandonaron repentinamente. La cabeza aún le zumbaba, a causa de la sobreexcitación de los últimos minutos. Habían sido tantas cosas a la vez… Había empleado hasta la última gota de fuerzas en concentrarse para vencer. Había tenido que recordar muchas cosas dolorosas para poder… ¿cómo dijo Kali? Ah, sí… canalizar…
… Canalizar su energía, concentrarse en la rabia que sentía por todo lo que le habían hecho, por la vida que le habían dado y por la que le habían robado.
Pero no solamente se había concentrado en cosas malas, sino también en todo aquello por lo que luchaba. Cosas buenas. Personas buenas que la hacían feliz. Concentrarse en proteger a sus amigos, en volver a reunirse con ellos otra vez, en salvar a las personas que le importaban. En salvar a Mike. A Dustin, a Lucas. A Jim, que estaba allí a su lado, protegiéndola. A Joyce, a Nancy, a Jonathan, incluso a aquel chico tan peculiar llamado Steve… A Will, al que no conocía siquiera, pero se hacía una idea de lo que llevaba sufrido…
Y también, porque había que cerrar el círculo. Lo que ella empezó, ella lo acabaría.
No le había gustado sentirse poderosa por causa de cosas tan dolorosas. Odiaba todo aquello que le había hecho ser como era.
Monstruo.
Pero al mismo tiempo, sus amigos le habían llamado heroína, maga, valiente… Le habían sucedido cosas terribles en su vida, pero gracias a ellas podía encontrar personas, proteger a los que le importaban, sobrevivir…
Ser alguien con una misión distinta a la de vivir como una rata de laboratorio.
Superheroína.
Y en aquel instante en el que se sintió levitar, en el que la cabeza estuvo a punto de estallarle, cuando había tenido frente a sí a un ser extradimensional que había estado a centímetros de poseerla, fue cuando aceptó definitivamente que jamás podría cambiar lo que era, ni podía lamentarse, sino seguir creciendo y protegiendo a todos. Sus amigos la seguirían queriendo si al menos lo intentaba. Y sintió explotar su poder, se supo más fuerte que nunca. Supo que, de haber seguido en el laboratorio, tal vez no habría conseguido desarrollar así sus poderes. Lo estaba haciendo porque quería, porque tenía motivaciones, porque quería proteger a otros. También había desarrollado su fuerza aquel año anterior en la cabaña de Hop, en sus ratos libres, pero esto era distinto. Era un estallido de poder tremendo, pero no la asustó.
Era parte de ella. Ahora estaba conforme con aquello.
Y ahora que todo había acabado, en medio de aquel vacío, tantos pensamientos, tantas emociones la invadían en un segundo… Todo ello, salpicado con los ecos de los rugidos del monstruo del otro lado, que aullaba al saberse separado de sus futuras víctimas, todavía rondando su cabeza. Se sentía muy cansada, más que nunca. Mucho más que cuando, el año anterior, Dustin la había tenido que llevar en brazos antes de enfrentarse al demigorgon. Parecía que la habían tenido en el tanque de privación sensorial durante días enteros. Le pesaban los párpados terriblemente. Estaba segura de que dormiría durante muchas horas y, por primera vez en mucho tiempo, echó de menos su cama en la cabaña y deseó despertarse allí, cubierta por la suave, blanda y calentita colcha estampada…
Pero hacía frío, aquella oscuridad era glacial, como la bola helada que se le había instalado en el pecho. Tiraba de ella hacia abajo, hacia la oscuridad. Como el Otro Lado. Sintió que sus piernas eran de gelatina y que su cuerpo pesaba una "to-lada". Tone-lada. Palabra del día 59.
El frío duró poco, porque enseguida notó calidez. No había chocado contra las láminas metálicas del suelo del ascensor. En cambio, sí que oyó el repiqueteo del rifle al caer al suelo.
Un momento… ¿cómo sabía que lo que había caído era un rifle?
¿Había estado alguien disparando con un rifle hace solamente unos instantes?
¿Por qué tenía la cabeza tan embotada? Apenas sabía ni cómo se llamaba…
Estaba reclinada en el suelo y alguien la había sujetado, abrazándola. Su cabeza y torso reposaban sobre otra superficie voluminosa y confortable. Unos brazos fuertes y grandes la acunaban suavemente y la envolvían entera, haciéndola sentir a salvo. Olía a tabaco, a desinfectante de hospital, a pólvora… Una mano acarició su cabello suavemente. Juraría que aquella mano temblaba un poco…
- Lo has hecho bien, enana – musitó una voz profunda, ronca y con un deje de alivio, orgullo y preocupación - Lo has hecho muy bien.
Jim. Por supuesto. ¿Cómo pudo pensar que la oscuridad se la iba a tragar, cuando él había estado a su lado durante aquel horroroso rato? Ella, muerta de miedo ante la enorme fisura, le había cogido la mano y él se la había estrechado con cariño. Por una vez, no había estado sola, con una fila de captores parapetados tras un cristal o unos monitores, que serían simples testigos si pasaba alguna desgracia. Ellos nunca movían un dedo, salvo para controlar sus constantes vitales y limpiar la suciedad que a veces provocaba. Si cuidaban de ella, lo hacían como cuando se cuida de un aparato para que no salga defectuoso. Bien hecho, y ahora de vuelta a tu jaula.
Ahora, no habría nadie que la presionara ni castigara si no lo hacía bien. Jim jamás había hecho eso con sus poderes. Haría lo que pudiera, y sabía que Jim la apoyaría pasase lo que pasase. También le había oído disparar a sus espaldas, protegiéndola de los monstruos que intentaban saltar al ascensor. Él se lo había prometido. "Guarda tus fuerzas para lo de ahí abajo" y había hecho todo el trabajo mientras ella se concentraba en la puerta. ¿Qué otra persona se habría atrevido a bajar con ella a aquel infierno y protegerla hasta las últimas consecuencias? Tal vez los chicos, eso seguro. Pero ellos no sabían tirar con escopeta o rifle como él.
Notaba la garganta seca, dolorida… Aquel grito, con el que había consumido todas sus fuerzas, le había arrancado la voz de cuajo. Quería responderle a Jim, darle las gracias por haberla acompañado a aquel horror, por haberla protegido, por seguir a su lado cuando ella había cometido tantas estupideces, por recibirla con aquel tosco "¿Dónde demonios has estado?" y acto seguido, abrazarla y besarla en la coronilla...
Sabiendo que no podría hablar, le respondió del único modo en que era capaz por sus mermadas fuerzas: le echó los brazos al cuello débilmente. Él la besó suavemente en la mejilla izquierda y notó el tacto áspero de la barba al rozarle. Le hizo cosquillas y le reconfortó, llenándola de consuelo y de afecto. Ya no era un arma de inmensos y mortíferos poderes mentales, una potente luchadora que había cerrado un desgarre en otra dimensión, que había llegado a desplegar tal fuerza que hasta levitaba como un ángel vengador…
Ahora volvía a ser una niña, apenas adolescente, exhausta, muerta de miedo y que necesitaba con urgencia una siesta de al menos veinte horas.
Los siguientes momentos pasaron en una neblina espesa de la que no lograba salir. A pesar de que cada fibra de su cuerpo deseaba que sus ojos se cerraran al fin, no pudo dormirse. Podía oír el zumbido del ascensor al subir y a Hop incorporándose y tomándola en sus brazos. Las botas del hombre hacían eco en los funestos pasillos que deseaba no volver a ver jamás. Tenía la cabeza apoyada en el hueco de su cuello y su hombro, con lo cual oía perfectamente el latir de su corazón, profundo y acompasado. Su mano izquierda reposaba inerte sobre su vientre y su derecha se agarraba débilmente a la solapa del abrigo del policía. De pronto empezaba a sentir mucho frío, probablemente tras el bajón de energía. Pero la voluminosa figura de Jim la envolvía, cálida y confortable. Se sentía a gusto.
- ¿Nos vamos? – musitó ella con voz de cristal.
- Sí, nos vamos a casa – respondió él.
- Bien – murmuró sonriendo. Sus abotargados sentidos aún estaban agudizados para percibir el olor a sangre, pólvora, carroña y productos farmacéuticos que inundaba las galerías. Se le revolvieron las tripas.
Hubo una parada y una pequeña conversación entre él y otra persona. Tuvo la sensación de que conocía a aquel hombre, pero de eso quizás hacía mucho tiempo.
La otra persona continuó con ellos y notó que tiraba o se apoyaba en Hop, porque sus pasos eran más lentos. Iba cojeando.
Al cabo de unos minutos, notó el aire frío de la noche en su rostro. Se estremeció y Hop le frotó los hombros, envolviéndola mejor en el chaquetón prestado por Kali. Un tintineo de llaves y más conversaciones veladas. Olor a ambientador de pino, tabaco, cuero y caramelos de limón. Una ligera sacudida y la depositaron con delicadeza en un asiento. Su cabeza cayó a un lado, incapaz de sostenerse. Un clic del cinturón de seguridad, una caricia en su frente y la puerta se cerró.
Una vez que el coche se puso en marcha, bastó el suave ronroneo del motor, el leve tambaleo del coche que parecía mecerla y el bisbiseo de los dos hombres de fondo para que por fin se durmiera.
Tras un espacio de tiempo que no supo mensurar, el coche se detuvo y la oscuridad aterciopelada en la que estaba sumida la soltó de nuevo. Amortiguadas entre algodones, oyó voces a su alrededor. Sabía que eran voces conocidas y queridas (¿se podía querer a alguien aunque solamente hubieras estado con él una semana y separados casi un año?) pero no tenía fuerzas ni para abrir los ojos.
Sin embargo, se sintió bien al oírlos a todos allí junto a ella. No entendía bien lo que hablaban, porque gritaban todos a la vez, pero preguntaban por ella, por Will (que al parecer acababa de llegar con Nancy y Joyce), por el desuellamentes, por los demidogs, por el doctor Owens… ¡el doctor Owens! Eso era. Era el hombre que cojeaba! Lo había conocido un rato antes de…
Todo se entremezclaba con el zumbido de su cabeza, que tras el cierre de la puerta aún no se le iba. Le dolían un poco las sienes y notaba sus piernas y brazos como si fueran de plomo. Era como un saco de patatas, una muñeca desmadejada que Hop portaba con cuidado en sus brazos. Sintió algo en sus labios y en sus orejas. Sangre, seguramente.
Notó una mano que la rozaba y la voz de Mike.
¡Mike!
- El… ¿Está bien?
- Solamente algo cansada, chico. Lo ha hecho estupendamente allá abajo. Ha consumido muchas fuerzas. Necesita descansar.
Una superficie suave y blanda. Una cama. Qué a gusto! Pero no era la cabaña. Los olores eran diferentes.
Casa Byers, de nuevo. El cuartel general.
El rumor de voces seguía alrededor, pero esta vez más difuso ya. Hop estaba organizando la noche, pues todo tenía pinta de que iban a quedarse a dormir allí juntos.
- En mi casa van a matarme – decía Max.
- ¡Toma! Y en la mía – se solidarizó Dustin – Y después de lo de Meows, mi madre está de lo más paranoico.
- No te preocupes, iremos todos juntos al infierno – intervino Lucas.
- Pues yo no sé lo que voy a contar en la mía… - se oyó a Steve.
- Deberías ir al hospital, Steve – decía Nancy – Esos cortes son profundos.
De pronto, se oyó un chillido, un vaso de cristal cayendo al suelo y a Joyce gritando algo sobre una cosa en su nevera…
Todo era muy confuso, pero no tenía ganas de desentrañar los significados de lo que se estaba diciendo. Por ahora, quería disfrutar de tenerlos a todos allí.
Lamentó mucho su extremo cansancio, porque tenía ganas de sonreír. Cómo los había echado de menos.
Bueno, a esa Max, no.
- Jefe, quiere que lleve a casa a unos cuantos? – Jonathan tenía en la mano las llaves de su coche.
- Creo que es demasiado tarde para eso. Digamos que se han quedado a hacer fiesta de pijamas en casa de los Byers. Mañana a primera hora os llevaremos a vuestras casas. No quiero jaleo. Al que sí que hay que me voy a llevar es a Billy.
- ¿Qué va a hacer con él? – preguntó Steve.
- Después de lo que me ha contado esa chiquilla, no está mal que pase la noche entre rejas. Y mañana tempranito tendré una charla con él.
Se oyó a Nancy y Jonathan hablando de buscar sábanas y sacos de dormir.
- ¿Puedo quedarme un rato con ella?
Mike. El corazón le dio un vuelco y empezó a latir un poquito más rápido. Siempre le pasaba igual.
Parecía mentira que estuviera tan cerca de ella en ese momento. Después de 353 días de separación, sentirle tan próximo y no tener fuerzas ni para mover la mano y acariciarle, le parecía terrible. Después de lo mucho que había anhelado su compañía, de lo mucho que había gritado a Hop para poder verle, de lo que había llorado cuando le veía en aquella dimensión oscura…
Durante un breve instante, pensó en lo que iba a suceder de ahora en adelante. Ahora que los chicos habían descubierto que ella estaba allí, ¿le dejarían verlos? ¿Seguiría Jim empeñado en encerrarla?
Si era así, ella se enfadaría mucho.
Pero ahora en su mente no había espacio para ningún otro sentimiento. Sólo el sueño y la calidez de la mano de Mike, que se había sentado junto a ella mientras Jim iba a por una manta. Oyó el grifo del baño a lo lejos y a Joyce hablando con Nancy.
- No te preocupes El, te pondrás bien. Estás de nuevo con nosotros. Todo ha terminado. Yo estoy aquí. Vamos a cuidar de ti. Voy a cuidarte.
La mano del muchacho acarició brevemente su frente y su sien. Era tan agradable… Deseó que se quedara allí con ella. Su voz era como un bálsamo que le llenaba el pecho de algo cálido e innombrable. Un agradable burbujeo que la reconfortaba y se expandía por todo su cuerpo, relajando sus miembros sobrecargados y acunándola hacia el sueño.
Era extraño, pensó. Hop y Mike eran dos presencias que la hacían sentir a salvo, pero eran muy distintas. Era obvio pensar que la alta y corpulenta figura de andares toscos del jefe de policía, con su rifle en mano y su letal puntería, fuera lo más indicado para salvaguardarla como lo había hecho un rato antes en el ascensor. En cambio, Mike, siendo un adolescente apenas algo más alto que ella, delgado y de facciones aún casi infantiles, también la hacía sentir segura. Era un confort distinto.
Jim la había alimentado, le había dado un refugio, un hogar, le había enseñado cosas, la había protegido de los hombres malos y, a su manera, le había dado un cariño que ella jamás se imaginó que existía y mucho menos pensó merecer. A pesar de su torpeza, su poco tacto y sus exabruptos de mal genio (varios provocados por ella, reconoció), era innegable que le había cogido cariño. Y ella a él. Mucho. Porque él también sabía hacerse querer y cuidarla con pequeños detalles. Le encantaba que le leyera cuentos. Que la hiciera sonreír con pequeñas bromas al final del día, cuando cenaban juntos y veían la tele. Que se quejara cada vez que ella le recordaba que había soltado alguna palabrota de la "Lista De Palabras Feas Que Ella No Podía Decir Pero Él Por Lo Visto Sí". Que viniera corriendo a abrazarla si alguna noche ella se despertaba gritando por alguna pesadilla. Que supiera consolarla en silencio, sin palabras tontas como en las películas, que solamente servían para reventarle más los nervios a uno. Que la hiciera sentir no como un objeto de experimentos, sino como una niña, con miedos, con cambios de humor, pero también con una alegría que aún estaba enterrada en algún lugar de su maltratado corazón y que él estaba sacando a la luz.
Mike representaba para ella el primer hogar, la primera vez que abrió sus ojos a un mundo nuevo, que él le enseñó pacientemente. Pensar en Mike era pensar en un refugio hecho de patas de mesa, sábanas y colchas. En figuras de plástico de juguete. En el sofá mágico que se inclinaba hacia atrás. En el primer Eggo. En aventuras en bicicleta abrazada a su espalda. En la promesa de un baile. En un beso extraño, sorprendente y cálido. En un walkie talkie que sabía de lágrimas y de soledad durante 353 días.
Una pequeña parte de ella deseó poder abrir los ojos y beberse la figura de Mike. Habían estado juntos tan poco rato… No era justo, aunque habían sido conscientes de que, tras el reencuentro, había mucho que hacer, había muchas personas en peligro… Y aún en ese rato, ella había constatado que estaba cambiado. Era curioso que no se hubiera dado cuenta en la dimensión oscura en la que lo visitaba cuando se comunicaba con ella. Bueno, sí lo había visto, pero extrañamente, el cambio se había hecho patente al verse cara a cara con él. Había crecido unos centímetros y ahora ella tenía que alzar la vista para mirarle. Al abrazarlo, había notado que sus hombros eran un poco más anchos y que ahora él era quien abarcaba más fácilmente su figura menuda. Apenas quedaban rasgos infantiles en su rostro, y una cierta definición en el mentón, que se había marcado más, daba paso a un nuevo atractivo que ahora lo acercaba más a Jonathan o Steve que al resto de los chicos. Ahora su voz era algo más grave, ya no tan aguda como cuando gritó al conocerla. Y nuevamente le recordó más a la de alguien mayor. Había algo en el hecho de que ya no sonase como un niño que la ponía más nerviosa que antes. No supo encontrar palabras para aquella nueva percepción de Mike y decidió aparcar el asunto para considerarlo en otra ocasión, cuando estuviera más recuperada. Ahora, sólo quería dejarse acunar por su voz.
- Tengo tantas cosas que contarte… No van a separarnos ahora. No se lo permitiremos al jefe Hopper. Le convenceremos de que nos deje verte.
Su mano era cálida y se deslizaba suavemente por su frente y su pelo. Y lo que estaba contando le sonaba tan bien, que parecía un sueño.
- Procuraremos que no te vean. Estarás escondida, pero podremos estar todos juntos. Trazaremos un plan entre todos. Será nuestro gran secreto. Serás nuestra maga oculta en el bosque.
- Cariño, ¿me dejas un momento?
- Claro.
Sintió el tacto suave de un paño humedecido en los labios, en la nariz, las orejas, la frente. Olía a tabaco.
- Señora Byers… Lo siento. Siento mucho lo de Bob.
Un silencio. Joyce inspiró y parecía un sollozo contenido. Le temblaba la voz.
- Gracias… Muchas gracias, Mike.
El agua con la que habían humedecido el paño estaba agradablemente caliente. Despacio y con cuidado, Joyce le eliminó la sangre de la cara. Debía de estar ya seca, porque notó como pequeñas costras deslizarse por su piel.
- Pobrecilla… Está blanca como la cera. Lo ha debido de pasar muy mal.
- El es muy valiente.
- Menos mal que Hop ha estado cuidando de ella todo este tiempo. Quién lo iba a decir… Oye, ¿estás más tranquilo?
Una pausa.
- Sabes que lo ha hecho por el bien de ella, ¿no? ¿Qué crees que habría pasado si la hubieran dejado pasearse por el pueblo?
La voz de Mike se tensó.
- No se habría paseado por el pueblo. Podríamos haber cuidado de ella. La protegimos en los primeros días. Nosotros fuimos los primeros. Habríamos sabido hacerlo.
Desde su burbuja de semi-inconsciencia, Jane sintió un chispazo de orgullo y cariño. Claro que sí, ellos fueron los primeros. Mike, el bueno de Dustin y el avispado Lucas. La protegieron muy bien. Incluso Lucas, cuando se le pasó el enfado, la empezó a querer. La hizo feliz.
Pero por mucho que ellos pusieran toda su voluntad, era muy peligroso. No quería que los hombres malos se acercaran a sus amigos. Había hecho bien en permanecer alejada de ellos. Por mucho que le doliera.
- No dudo de eso, Mike, pero podría haber ocurrido algún accidente. Y con lo de Will y esos monstruos… No sabemos aún en quién confiar. Eleven ha dicho que ha hablado con extraños fuera de Hawkins. ¿Y si vienen a buscarla?
- Estaremos preparados.
Eso era cierto, y era algo por lo que ya le había pedido disculpas a Jim. Sabía que se había metido en un lío bien gordo al haber hecho todo aquello, pero sobre todo fue consciente en el autobús de vuelta.
En parte tenía miedo de volver.
No por el hecho de tener que regresar al lugar de donde escapó, donde le esperaba una pesadilla peor que el demogorgon.
Tenía miedo de que Jim se enfadara tanto con ella que ya no la quisiera a su lado. A lo mejor la echaba de casa y le gritaba que no merecía la pena proteger y preocuparse por una niña que rompía las estúpidas normas y no decía nada a los mayores.
Él la había cuidado, había sido paciente y, aunque sus métodos y su tozudez les habían dado muchas peleas, ella estaba aterrada de pensar que solamente la quisieran como arma aquella noche.
Pero eran sus amigos, ¿no? Y ella se había sobrepasado a su miedo, decidiendo que nada era más importante que cumplir con su deber.
Todo se había solucionado en el coche, cuando hablaron en serio y se pidieron perdón. Era una sensación agradable pedir perdón y saber que había paz entre los dos. Era como empezar otra vez, sabiendo que siempre podrías hablar y arreglar las cosas si no mentías. Fue entonces cuando supo que había hecho bien al regresar a casa. La necesitaban allí. Eran sus amigos, y los amigos se protegen.
Tras un despertar neblinoso a las tres de la tarde, descubrió que ella y Hop estaban solos de nuevo en la cabaña.
El doctor Owens había pasado la noche en el hospital junto a Steve, aunque el adolescente ya había salido, pues solamente había hecho falta darle un par de puntos en la ceja y mandíbula. Jonathan había llevado a los chicos a cada una de sus casas y Nancy había ido a la suya para calmar ánimos. La historia era que todos se habían quedado a dormir en casa de Will y que Nancy, al ir a recogerle por la noche, había aceptado el ofrecimiento de Joyce de cenar con ellos, se había quedado indispuesta y había preferido quedarse. Para sus heridas, Steve dio la explicación que más se acercaba a la verdad: el hermano de Max, borracho, había aparecido en casa Byers buscando a su hermana y un poco de gresca y había encontrado ambas.
Por poco tienen que despegar a Mike con espátula del lado de Jane, hasta que Hopper había hablado, cortando los exabruptos del muchacho.
- Mira, chico… Será mejor que te vayas a tu casa y te calmes, porque si no, no te dejaré venir de visita.
Mike abrió mucho los ojos (igual que Dustin, Lucas y Max detrás de él)
- ¿A qué se refiere, señor?
Hop suspiró. Iba a ser muy difícil y estaba seguro de que se arrepentiría en los próximos minutos, pero ahora que Jane había salido a la luz, sencillamente no podía dejar que las cosas siguieran igual. La bola de nieve había empezado a bajar por la ladera y se hacía más grande a cada instante. Al cuerno el secreto.
Y ya estaba bien de estupideces.
- Veamos, ahora que os habéis visto y todo este asunto está casi cerrado, no creo que pueda contenerla mucho más tiempo dentro de casa en soledad. Podréis venir a verla.
El alud se le echó encima.
Lamentó haber dicho sus frases, porque una tormenta de decibelios en forma de gritos, aullidos, rugidos triunfales y saltos estalló en sus narices en mitad de la sala de estar de casa Byers.
- ¡Calmaos! Primero habrá que sentar unas normas…
Y así, el jefe Hopper había declarado el inicio lo que Dustin había acordado en llamar "la fase cero de emergencia", que duraría un mes aproximadamente y que requeriría grandes dosis de paciencia y aguante por parte de todos, especialmente de Jane. La "fase dos de seguimiento y precaución" iba a ser más complicada, pero supondría más satisfacciones para el grupo. Una vez contentos todos, habían consentido en marcharse, bajo promesa de volver a ver a Eleven pronto.
Ajena a todo esto, la chica estuvo durmiendo en la habitación de Will, donde al chico no le había importado en absoluto que durmiera ella. Él se durmió con su madre, Jonathan metió a Nancy en su cuarto ("con la puerta abierta", avisó Joyce) y los del grupo se desparramaron por el suelo del salón, repartiéndose los sacos de dormir y mantas sobrantes de la familia Byers, mientras Hop se quedaba con un sofá al volver del hospital junto a Steve. A Max, como buenos caballeros (capitaneados por un Lucas empeñado en hacer puntos) le cedieron el sofá de dos plazas frente a la televisión. Aunque, misteriosamente, el amanecer la sorprendió tumbada en el suelo, hecha un ovillo junto a los otros, con la melena rojiza sobre la cara de Mike (quien resoplaba y manoteaba en sueños como quien se quita a una mosca de encima) y cogida de la mano de Lucas…
Jim también se había marchado al poco rato, llevándose a Jane a la cabaña. Sabía que había que hacer muchas reparaciones, pero podrían esperar…
Jane recordó perfectamente lo que había ocurrido horas antes, y aparte de una extraña desazón, sintió un alivio fenomenal al saber que todo había terminado. Sin embargo, dejó aparcado el asunto de Kali y el de las noticias de que Brenner estaba vivo (a Jim le iba a dar un infarto cuando se enterase) y se concentró en el ahora. No quería preocupaciones. Bastante mal lo había pasado en el viaje de vuelta a Hawkins en aquel autobús, muriéndose de la angustia por Jim y sus amigos. Necesitaba un respiro.
Le dolía todo el cuerpo, pero tenía mucha sed, así que lentamente, se levantó de la cama, dándose cuenta de que hacía frío fuera del fortín de mantas en el que estaba envuelta. Se dio la vuelta, cogió una de las mantas y se la echó por encima, enrumbando a la cocina. Sabía ser silenciosa, pero con lo que no contaba era con que Hop no estuviera en su cuarto…
El jefe de policía estaba en el sofá del salón, con un libro en sus manos, pero profundamente dormido. Se había cambiado de ropa y ahora llevaba sus pantalones de casa y una de sus ¿miles de? camisas de franela. Roncaba ligeramente y, al acercarse a él, notó su olor a champú y gel de ducha. Ella también necesitaba una ducha, pensó pasándose el pelo por el pelo grasiento y apelmazado por la gomina y el sudor. Pasó de largo y fue al grifo a por el ansiado vaso de agua. Intentando hacer el menor ruido posible, llenó el recipiente y bebió ávidamente. Al acabar, pasó de largo por el sofá y fue al baño con la idea de preparase una ducha, pero de repente, sus piernas pesaban una tonelada y el camino se le hizo muy largo. Empezó a ver borroso.
Oyó algo moverse detrás de ella. Sus instintos le gritaron que se pusiera alerta, pero fue incapaz de reaccionar. En la periferia de su campo de visión, todo se tornó aún más borroso y se volvió gris. Un peso frío llenó algún lugar entre su garganta y su pecho y cayó a plomo hasta su estómago. Se tambaleó de espaldas, pero dos poderosos brazos la sujetaron por los hombros y aterrizó de espaldas sobre Hop.
- Hey, hey, pequeña… Aún no estás bien – dijo suavemente mientras la sostenía rodeándola con su brazo y acercándola a sí - ¿Qué hacías de pie?
- Sed – musitó ella, apoyando su cabeza sobre el costado del hombre, dejándose guiar y caminando a trompicones, tropezando con la manta, que medio arrastraba tras de sí.
- Tendrías que haberme avisado. Yo te habría traído el agua.
- Dormías.
- No me habría importado.
Llegaron a su cuarto y Hop la ayudó a sentarse, quitándole la manta. Jane se quitó las zapatillas y se introdujo bajo las mantas. Hop la arropó y ahuecó las almohadas bajo su cabeza, sentándose en el borde de la cama. Ella se movió un poco para hacerle sitio.
- ¿Estás mejor?
- Todavía cansada.
- Es normal. Ayer te sobrepasaste.
- ¿Qué es eso?
- Es ir más allá de tus fuerzas. Usar todas tus energías hasta la última gota.
- No la última.
Hop rió suavemente.
- Lo sé, nena, eres dura como una piedra. Por eso estás aquí, gracias al cielo.
- ¿El cielo?
- Es solamente una expresión. Significa que estoy muy contento de que estés sana y salva.
- Yo también.
Hop sonrió y Jane pensó que de pronto parecía muchos años más joven.
- Gracias – dijo ella, cogiéndole la mano suavemente.
- No hace falta darlas – respondió Hop – No iba a dejarte sola ahí abajo. Si te llega a pasar algo… - la voz le tembló y suspiró hondamente - No sé qué habría sido de mí.
Jane lo miró fijamente. Sabía que las palabras eran muy serias. Las entendía, las había oído en las películas de le tele. Ella también se sintió triste y culpable. Significaban que, si ella hubiera desaparecido, él sufriría mucho. Como había sufrido Mike por ella aquel año.
- ¿Triste?
- Sí. Mucho.
Hop cerró los ojos, luchando por impedir que se le aguaran los ojos. Pero la otra mano de Jane se alzó hacia su mano y la acarició.
- No estés triste. Sigo aquí. Sara se fue, pero yo no.
Al oír el nombre, él alzó la cabeza lentamente, con una expresión indescifrable en sus ojos. Él era como ella, siempre críptico.
- Claro que no te vas, nena. Ni pienso permitirlo.
Ella sonrió.
- Gracias por estar a mi lado.
- Por supuesto. Es lo que hacen los amigos. Ahora tienes que descansar, todo ha terminado – dijo resueltamente Hop, con voz más serena.
De pronto, ella se dio cuenta de dónde estaban.
- Estamos en casa.
- Sí, te traje a mediodía. Ni te enteraste, ¿eh?
- ¿Y todos?
- Se marcharon también a sus casas y les he dicho que podían venir a verte pronto.
- Verme? – el rostro de la niña se iluminó, a pesar de su cansancio.
¿Había oído bien? ¿Qué había pasado mientras ella dormía? El mundo se había puesto del revés? ¿Era eso un premio por cerrar la puerta, como los de Papi?
¿Desde cuándo Jim la dejaba ver a los demás? ¿Por qué? ¿Cómo?
- Es un premio?
Hop parpadeó desconcertado.
- ¿Qué dices?
- Un premio… por hacerlo bien.
- Hacer bien el qué? – de pronto, Jim pareció recapitular – Oh. Ah. Eso – permaneció un segundo en silencio, para añadir enérgicamente – Menuda estupidez, nena… Aquí nadie te premia ni castiga por hacer eso. Hiciste lo correcto, nos salvaste a todos.
- ¿Y si no lo hubiera hecho bien?
Hop suspiró y acarició su frente, suavizando su tono de voz a uno que no empleaba desde que Sarah estaba con él y la tranquilizaba.
- Pues… no habría pasado nada. Al menos lo habrías intentado. No te sientas presionada. Espero que anoche no hicieras eso… eso que haces por miedo a una regañina o a que no te quisiéramos, ¿verdad?
Ella lo miró con gesto impenetrable.
- Dios, eres imposible… - Hop cabeceó - Escúchame bien. Estabas en tu derecho de escoger no hacerlo, tú mandas sobre tu cuerpo y tus posibilidades. Nadie te obligó a usar tus poderes, como hacía ese hijo de puta psicótico del laboratorio.
- Palabrota.
- Me da igual. Óyeme: aquí nadie te obliga a nada, ayer lo hiciste porque querías, ¿no?
- Era mi deber. Yo debía proteger.
- Tampoco debes cargarte con el peso del mundo sobe tus hombros – dijo él con ojos brillantes.
Por dios, solamente era una cría de apenas trece años.
- Pero podía hacerlo. Tenía que intentarlo.
- Y lo hiciste genial. Casi me asustaste cuando te pusiste a flotar…
- ¿Te asusté?
- He dicho casi.
Ella sonrió, más tranquila ya.
- Verás… He pensado que debemos ser muy precavidos estos días para evitar problemas… Pronto descubrirán el desastre que hemos dejado en el laboratorio y vendrán a limpiar… No puede verte nadie.
- Peligro.
- Eso es. Pero ya no tiene sentido todo lo que he estado haciendo antes – Hop suspiró y tomó asiento en la silla que había junto a su cama – Escucha, ya te dije en el coche que siento mucho todo lo que ha pasado este tiempo. Ha sido un año difícil.
- No siempre.
Los ojos de Hop se iluminaron, pero no sonrió.
- Te he hecho pasar muchas dificultades por culpa de mi cabezonería. Ahora Joyce está disgustada conmigo, diciéndome que debí habérselo contado. Pero nadie me dio clases sobre cómo salvaguardar a una niña con poderes telequinéticos… He hecho las cosas lo mejor que he podido… y creo que no me ha salido bien.
Aparte del cansancio, Jane tuvo mucha dificultad en entender algunas partes de su discurso, pero la idea general sí que la tenía. Ya habían hablado en el coche de todo eso y estaban en paz.
- Entiendo – le aseguró con su débil voz.
- Bien, me alegro de que entiendas, nena, porque no quiero cometer los mismos errores.
Mientras hablaba, le acariciaba los nudillos con el pulgar.
- De veras que siento mucho todo.
Jane había visto muchas telenovelas en aquel año como para llegar a intuir que aquellas palabras eran serias y le apretó la mano.
- Yo también he sido estúpida.
- Los dos.
- Los dos.
- No dije en serio eso de llevarte al laboratorio. Nunca volvería a llevarte allí. Lo sabes, ¿verdad?
- Lo sé.
- Quiero que tengas una vida normal, que sepas que hay un mundo más allá de ese laboratorio y más allá que este bochinche de madera.
- ¿Bochinche?
- Sí, esta casa.
- Esto es hogar.
La simplicidad de Jane jamás dejaría de sorprender a Hop. Sonrió enternecido y a Jane le gustó.
- Lo hemos intentado. Pero habrá que cambiar de táctica. Voy a dejar que tengas contacto con los chicos. Son capaces de tirar la casa abajo con sus tirachinas y de llenarme el despacho de ranas si no les dejo verte.
Jane sonrió. Eran capaces de cosas mucho peores, eso seguro.
- Tengo una leve idea de lo que vamos a hacer. Creo que te gustará. Será un nuevo compromiso. De todos modos, ahora no te preocupes por eso. Muy pronto verás a tus amigos, pero por hoy ocúpate de descansar y comer bien. Te quiero sana y fuerte, ¿comprendido?
Ella asintió y por fin notó que los ojos se le cerraban.
- Buenas noches.
- Noches.
Otro día hablarían de su nombre. Jane le gustaba. Lo había escogido Mamá.
N.A. Bueeeeeeno, pues este es el primer capi. Ya he dado el tono que va a tener todo este entramado. Ésto es lo que ofrezco: algo mucho más relajado que el jaleazo que estoy liando con mi otro fic de Star Wars. Iré intentando simultanear ambas publicaciones. Básicamente, porque de este nuevo fic tengo ya otro chorro de capis escritos ya y con el de Star Wars aún estoy liada todos los meses. Se agradecen críticas, comentarios y sugerencias. ¡Hacen crecer la historia exponencialmente!
