Severus Snape estaba totalmente harto.
Cada año lo único que recibía era un grupo de mocosos, ya sean totalmente perdidos en el mundo mágico o con un poco de entendimiento, o con toda la educación habida y por haber. Claro, si no se contaban ya a los mocosos que ya tenía de años anteriores, cuya estupidez en vez de aminorar, sólo subía un poco más.
Pero éste año, éste maldito año, iba a aparecer el niño que seguramente mantendría su paciencia al límite. El maldito mocoso malcriado de Potter. ¡El Niño que vivió, El Salvador! Severus sólo quería arrancarse la cabeza. Estaban a un día de empezar las clases y sólo escuchaba o sobre niños nuevos que seguramente harían explotar su aula de Pociones, o sobre Harry Maldito Potter. Se preguntó si desear la resurrección espontánea del Señor Tenebroso en ese momento era muy egoísta.
Sin embargo, mientras estaban en la cena esa noche, Minerva McGonagall se veía tensa. Albus Dumbledore hablaba en voz baja hacia ella, pero ella sólo parecía enfurecerse. A Severus no le interesó, mientras trataba de ignorar el maldito olor a ajo que llevaba Quirinus Quirrell, quien estaba junto a él. Maldición, ese hombre realmente volvió destrozado de su expedición, y aún así tenía el puesto de Defensa. Bufó mentalmente, comenzando a dudar de la mente de Albus con respecto a los profesores. Tomó un sorbo del jugo de calabaza de su copa, deseando un whisky de fuego. Sus pensamientos se dirigieron hacia el laberinto (bastante inútil) que Albus les pidió que lo hicieran para proteger... lo que sea.
Odiaba mantenerse en la ignorancia sobre algo que él debía hacer, pero cuando Albus no quería decir algo, no iba a hacerlo. Escuchó la voz del semigigante a unos asientos de él, hablando con la profesora Sprout, quien tenía una mueca de preocupación en su rostro.
—...pero sí, era muy pequeño. ¡Y no sabía nada! ¡Tuve que decirle sobre... sobre sus padres!— Hagrid había bufado muy fuerte, y Severus pudo jurar que estaba conteniendo las lágrimas. Escuchó distraídamente, ignorando el tartamudeo de Quirrell y a la profesora Hooch de su conversación sobre escobas.— Y esos... esos tontos muggles. ¡Le habían dicho que sus padres habían muerto en un accidente porque eran borrachos! ¡La propia hermana de su madre se lo dijo!
No escuchó la respuesta de Sprout, pero Severus estaba pensando en lo que dijo. Sabía que Hagrid había ido esa tarde al Callejón Diagon a pedido del director, pero nada más (tampoco es que le interesara mucho); pero si el semigigante llegó a ir con un nacido (o criado) muggle, que al parecer era totalmente inconsciente sobre hasta la muerte de sus padres... Frunció el ceño, una imagen de Lily en su cabeza e inmediatamente luego, su hijo. Negó con la cabeza; Hagrid debería de hablar de otro niño, que tuvo la mala de suerte de tener a sus padres muertos. Se preguntó brevemente si el lobo habría ido a visitar al Potter restante, aunque no le interesó demasiado; de todas formas, el lobo fue el único de los idiotas que no lo atacaba, aunque sea directamente, y el más sensato, por lo que si había visitado al crío posiblemente no le habrá mencionado sobre las bromas de su imbécil padre hacia él. Ignoró la conversación sobre el pobre diablo del que hablaba Hagrid, ya soltando unas pocas lágrimas, y simplemente terminó en silencio su cena; cuando estaba por retirarse, Albus lo detuvo.
—Quisiera hablar contigo en mi oficina, mi muchacho. Es importante.
Diez minutos más tarde, Albus y Severus estaban en la oficina del primero, tomando una taza de té, sentado uno frente al otro.
—¿Cómo has estado, Severus?— Severus bufó: el director siempre empezaba una conversación particularmente tensa de esa manera, y tenía la seguridad de saber que ésta conversación se basaría sobre cierto mocoso. Le siguió el juego, un poco molesto pero sin demostrar nada.
—Bien, Albus. Llorando por las noches al recordar que empieza otro año de enseñanza a niños inútiles y llorosos que extrañan a sus padres.
El director rió suavemente, pero Severus no le veía mucha gracia a lo que técnicamente era su realidad. Albus tomó un poco de té, antes de dejar suavemente la taza sobre el escritorio. Juntó sus manos sobre la mitad de su abdomen, y lo miró sobre sus gafas de media luna; el brillo de sus ojos inexistentes en ese momento.— Verás, Severus, como bien sabrás, este año es el primero de Harry Potter.— Severus asintió, conteniendo una mueca de desagrado detrás de su taza. Albus suspiró, como si algo invisible estuviera tomando todas sus fuerzas, y Severus realmente no estaba preparado para escuchar el: —He cometido un grave error, mi muchacho.
Severus logró sostener su taza de té antes de que el contenido se volcara, y mientras la dejaba sobre la mesa con su rostro totalmente indiferente, miraba al viejo director. El hombre no era precisamente alguien que admitiera sus errores, y menos frente a otros. Esperó pacientemente, levantando una ceja, y el director volvió a suspirar.
—Creo que Harry no tuvo una... no tuvo la infancia feliz y tranquila que esperaba que tuviese.— El director ya no lo miraba, pero a Severus no le importaba. Una alarma había empezado a sonar suavemente al fondo de su mente, que le advertía que el hijo de Lily (el hijo de Lily) posiblemente había sido herido, pero la ignoró, porque Harry Maldito Potter no podía haber sido víctima de nada más que de la malcrianza y el ego.
—¿Albus?
El director seguía sin mirarlo, pero ahora estaba totalmente serio.— Le pedí a Hagrid que me enseñe los recuerdos de Harry, ya sabes, ya que él fue a buscarlo...— Severus ignoró el bufido que quería salir de su garganta, ignorando a conciencia la conversación que escuchó del semigigante; Hagrid podía ser todo lo gentil y amigo que cualquiera desearía y necesitaría, pero no era el mejor para situaciones importantes.— Creo que sería mejor que... que los veas por ti mismo y me digas qué te parece, ¿por favor?
Antes que Severus pudiera contradecir, el director atrajo su pensadero personal frente a él y colocó rápidamente los recuerdos. Le hizo una seña a Severus y ambos hombres se encontraban dentro. Se encontraban en lo que parecía ser el medio de un mar, frente a una torre oscura y en plena tormenta; Severus dio una pequeña vuelta sobre sí, pero la ciudad se veía bastante alejada, y frunció el ceño. ¿Ahí es donde vivía Potter? A su lado pasó Hagrid, quien bufaba cosas incoherentes. Tanto él como el director lo siguieron hacia dentro de la torre, y cuando estaban los tres completamente dentro, Severus pudo apreciar el frío lugar, y lo primero que vio fue a tres muggles en un rincón; uno de los tres, el hombre gordo y bajo, tenía una escopeta entre sus regordetas manos, y sólo levantó una ceja; siguió su vista hacia el (también obeso, maldición) niño, que miraba al semigigante con miedo, y luego hacia la mujer que abrazaba protectoramente al mismo, y Severus casi suelta una maldición cuando registra la cara de caballo de Petunia Evans.
—¿Le has dado la custodia del Potter restante a Petunia, Albus? ¿De verdad?— La voz del Severus había sonado indignada y hasta molesta, pero no le importó. Cualquiera que hubiese sido amigo de Lily sabría que Petunia no era nada más que una estúpida que odiaba la magia, y que trataba a cualquiera que fuera mago o bruja como la mismísima peste; y ante ese pensamiento, no pudo más que querer salir de su propia mente, al escuchar las fuertes alarmas en ella.— Esa idiota odia la magia, y en especial odiaba a Lily. ¿En qué estabas pensando? ¿Dejar a un niño mágico en sus manos? Yo soy una buena persona en comparación a esa idiota, Albus.
—No tengo perdón, Severus.— El viejo hombre miraba el recuerdo, sin embargo Severus pudo apreciar el dolor en su voz.— Simplemente tomé decisiones precipitadas y erradas.
Ya se habían perdido parte de la conversación mientras hablaban, pero tanto Severus como Albus lograron escuchar la incrédula voz de un segundo niño, que había estado escondido y fuera de la vista de los hombres hasta ese momento.
—¿Soy un mago?
El niño que habló era demasiado pequeño, para gusto de Severus. Tenía los cabellos oscuros totalmente desordenados, sus anteojos se encontraban partidos en dos aunque unidos por una cinta, y ropa que le quedaba muy grande y gastada, logrando que su delgada figura se vea aún más delgada, y Severus no tardó ni medio segundo en darse cuenta que ese niño había sufrido bastante maltrato en su corta vida. Ese niño no podía ser Harry James Potter. Harry James Potter tendría que ser un niño de estatura promedio, con una sonrisa arrogante y un bromista de primera, torturando a niños inocentes o lo que sea, menos eso. Éste Harry James Potter no era el abusivo, era el abusado. Éste niño tenía la estatura de un niño de siete u ocho años, el peso posiblemente de uno de cinco y la apariencia de haber vivido en las calles durante un tiempo.
Y, aunque no era lo más importante en ese momento, el niño (El Salvador, El Elegido, el niño-que-vivió) acababa de preguntar si él era un mago. Harry James maldito Potter no sabía que era un mago. No, Severus no podía seguir viendo al hijo de Lily (su mejor amiga, el hijo de su mejor amiga) en ese estado. Severus vio por última vez a quién decía ser Harry Potter, viendo sus grandes ojos verdes (oh, Lily) detrás de esas gastadas gafas, antes de retirarse del recuerdo, enfadado con... con lo que sea.
Con Albus, por su estúpido error; con el Señor Tenebroso, por ser tan estúpido en creer en profecías y matar a los posibles padres perfectos, por matar a su Lily, por matar a la madre de ese niño; consigo mismo, por no pensar ni siquiera una vez en el Potter menor; ¡hasta con el desgraciado de Lupin, maldición! ¡Severus preferiría que el maldito lobo lo hubiese criado antes que ese intento de ser humano que decía ser Petunia! Se encontraba nuevamente en la oficina, respirando pesadamente como si hubiera corrido, y momentos después también Albus, quien guardó su pensadero y volvió a sentarse en su puesto detrás del gran escritorio. Severus no se sentó, sino que se quedó cerca de la puerta, apretando sus puños detrás de su espalda y luchando contra su magia, que enfurecida trataba de destruir la oficina del viejo mago. Tomó dos profundas respiraciones antes de hablar, un poco sorprendido de su reacción.
—¿Por qué me dices esto?
—Porque necesito que lo protejas, claro.
Los hombres se quedaron en silencio unos momentos después de eso, Albus mirando sus escritorio como si fuera muy interesante y Severus, con el ceño fruncido, mirándolo fijamente. Protegerlo, claro. Técnicamente le había hecho una promesa indirectamente a Lily sobre proteger al niño Potter, pero es obvio que no la cumplió bien, aunque ahora podía hacerlo. Claro que protegería a ese niño totalmente indefenso, maldición, le gustara o no al Potter restante tener al murciélago de las mazmorras como una sombra detrás de él. En especial ahora, luego de haber visto lo que era la copia de James Potter pero en miniatura y maltratado; tal vez en algún tiempo atrás hubiese pensado que eso sea algo bueno, pero ya había madurado, y ahora sólo lo enojaba y hasta le daba lástima. ¿Alguien sabía de la situación del niño? ¿Acaso los muggles realmente eran tan ignorantes que no veían las señales de abuso? ¿Y si sabían pero nadie dijo nada? Oh, si ese fuera el caso, a Severus no le molestaría en absoluto volver a ciertas actividades mortífagas; debería preparar su propiedad en Spinner's End, sólo por si acaso. Se centró nuevamente en el director.
—¿Acaso nunca fuiste a comprobar si estaba bien, Albus?— El director negó con la cabeza, con lo que Severus pudo jurar que sólo era vergüenza.
—No, mi muchacho. Y es otro de mis errores.— Suspiró con pesar, y Severus tuvo que contenerse para no insultarlo.— Simplemente creía que la joven Petunia trataría a Harry como un hijo más...— Severus pensó en el obeso niño del recuerdo, y no pudo saber qué infancia hubiese sido peor: si la del niño maltratado o la del obeso que no viviría más de veinte años. Su ceño fruncido se acentuó más.
—¿Y el lobo? Vivía pegado a Potter y a Lily. ¿Por qué demonios no dijo nada?
—Remus no sabe nada de Harry, Severus. Él dijo que no iba a poder hacerse cargo del niño, y las protecciones de sangre en el número cuatro de Privet Drive mantienen a Harry a salvo de...
—A salvo de nada, Albus.— Severus se acercó en pocos pasos hacia el escritorio, y puso ambas palmas sobre éste, mirando enojado al viejo director.— Las protecciones de sangre no son muy fiables si sabes qué buscar, y créeme cuando te digo que ese niño hubiese estado más seguro viviendo con Hagrid que en esa casa. ¿Hemos visto al mismo niño? ¿Ese pequeño niño que aparentaba aunque sea tres años menos que su edad? ¿Ese mismo niño que no sabía que la magia siquiera existiera? ¿Eso es estar seguro para ti?
—No tengo perdón, Severus.— Dumbledore lo miraba a los ojos, y Severus soltó una maldición en voz baja al verlos brillantes por las lágrimas.— Hice mucho daño sin pensarlo demasiado, y tú más que nadie sabe que si sólo hubiese sospechado que el pequeño Harry no era feliz en esa casa, hubiese buscado otro medio para protegerlo y así tenga una infancia feliz.— Severus asintió, volviendo a enderezarse y colocando sus manos unidas detrás de su espalda; su rostro era nuevamente indiferente, aunque la furia inexplicable brillaba en sus ojos negros.— Sólo quiero arreglar lo que rompí, mi muchacho, y necesito tu ayuda en esto. En mantener a Harry a salvo, y dejarle que sea feliz en el tiempo que dure la escuela como no lo fue antes.
—¿Y si no tiene reparación, Albus? ¿Has pensado en esa posibilidad?— El silencio del director otorgó mucho, y Severus negó con la cabeza.— No sé hasta qué punto llegó el maltrato del niño, Albus, y aunque haya sido mínimo, los niños maltratados no hablan de ello demasiado, y exigirles que se abran a uno sólo los cerrarán más. El niño no parecía demasiado perturbado, pero no se sabe; su delgadez y su tamaño eran alarmantes, y hasta una maldita burla en comparación a lo que eran sus cerdos parientes, y no es algo de simple genética, y mejor no hablemos de los trapos viejos que un imbécil alguna vez llamó ropa, es claro que el niño no tiene nada que haya pertenecido únicamente a él. Si tenemos suerte, ese niño tal vez sepa que no está bien lo que le hicieron, y eso simplificaría mucho las cosas...
—Severus.— El director cortó amablemente su discurso, aunque igual frunció el ceño.— Sabes que te confiaría mi vida, ¿verdad? Desde que volviste, he confiando en ti más que nadie en mucho tiempo.
Severus tragó saliva suavemente, sus ojos entrecerrándose lentamente y su cuerpo entrando en tensión en cuestión de segundos.— ¿Qué quieres que haga?
HPSS
Los niños del primer año entraban en ese momento al Gran Comedor, algunos mirando los alrededores y hablando entre ellos, otros aburridos y otros totalmente nerviosos y asustadizos. Severus, junto a Quirrell (maldición con ese imbécil), fruncía el ceño en su máscara habitual, mientras vigilaba a sus serpientes y buscaba a un pequeño niño en la multitud, aunque no pudo verlo hasta que fue llamado para la selección. Severus no estaba tan seguro sobre que el niño acabaría en Gryffindor, aunque era lo más seguro, en realidad. Al principio todos estaban susurrándose entre ellos ante el gran Harry Potter, pero luego de un minuto donde el niño seguía con el sombrero, hasta Severus hizo una pequeña mueca de confusión. Miró a Albus, que sólo levantaba las cejas con una mirada triste, y cuando miró nuevamente hacia el niño, el sombrero estaba gritando su veredicto:
—¡Slytherin!
Cuando el niño estaba bajando de la banqueta (empujado por Minerva, Severus entrecerró sus ojos) el comedor estaba en un silencio bastante sorprendente, hasta que la mesa de Slytherin había empezado a aplaudir en bienvenida, aunque igual confusos. Severus tardó unos segundos en reaccionar y aplaudió amablemente, al igual que el resto del alumnado y profesorado, aunque su mirada se dirigió hacia Albus, quien miraba a Harry confundido (Severus sintió un poco de tensión abandonarlo al no ver que el director reaccionara mal ante el niño en Slytherin, ese pequeño no necesitaba que también lo discriminaran por su casa uno de los magos más poderosos), aunque no le sorprendió tanto. En Slytherin normalmente entraban niños que habían pasado su vida entera sobreviendo abusos de sus propios padres, volviéndose cada vez más ágiles con el paso de los años. Miró al pequeño niño, y Severus nuevamente vio esos ojos verdes detrás de esas horrorosas gafas, y agradeció que su mirada estuviera en blanco nuevamente. Siguió prestando atención a la selección, de vez en cuando asegurando el comportamiento de su casa.
HPSS
Luego de su anual charla de bienvenida a sus serpientes, Severus se dirigió a su oficina pública en la sala común de Slytherin, donde tomó rápidamente una poción calmante, sintiendo el peso de todo lo ocurrido entre el día anterior y el presente. Pensó en el comportamiento del niño Potter, en quien al parecer su ahijado había encontrado un amigo, y en cómo apenas y había podido tocar la comida. Negó con la cabeza mientras se sentaba detrás de su escritorio, con el libro Pociones en América en sus manos. Faltaba media hora para las nueve, horario de dormir de los de primero, y Severus debía fijarse en su pergamino-alarma quiénes serían los propensos a romper la regla más fácil en los primeros años; claro, estaban los niños que extrañaban a sus padres, pero normalmente siempre se despertaban a mitad de la noche.
A las nueve y cuarenta y dos minutos, el pergamino le mostraba que todos los primer año se encontraban en sus respectivas camas y durmiendo, por lo que asintió satisfecho, aunque tenía la intuición de que poco duraría el sentimiento. Sus pensamientos volvieron al niño Potter y a sus desagradables parientes, y sólo se dio cuenta de lo que hacía cuando su cabeza estaba dentro de la chimenea de su oficina, y la mirada interrogativa de Lucius Malfoy le daba la bienvenida.
—¿Ha sucedido algo con Draco, Severus?
—No, pero siento interrumpirte.— Severus negó con la cabeza, aunque no le importaba en absoluto interrumpir al aristócrata hombre. Vio a Narcissa Malfoy detrás de Lucius, sentada en uno de los sofás individuales de la sala familiar de Mansión Malfoy, quien lo saludó brevemente. Severus volvió a mirar a Lucius.— Tú sabes de leyes, querido amigo, por lo que necesito que me hagas un favor y busques maneras legales de sacarle la custodia de un niño a unos muggles.
—¿Maltrato muggle a un niño mágico?— La voz de Lucius sonó oscura, y Severus no podía culparlo. Al hombre no le gustaban los muggles y mucho menos saber de niños maltratados, y combinarlos era algo malo. Asintió, y Lucius tensó los labios.— Mátalos, y luego busca un buen lugar para el niño.
—Legal, Lucius. Aunque sea por el momento.— Severus sonrió torcidamente y Lucius le correspondió. Detrás, Narcissa negaba con la cabeza, divertida.— Sólo busca información y nos juntaremos. Aún no sé el nivel de maltrato, pero igual quisiera que para las Navidades el niño ya no esté con ellos.
Lucius asintió, mirándolo fijamente, pero Severus se retiró de la chimenea antes de que continuara hablando. Sabía que Lucius realmente no era un mal hombre, y que si era un mortífago fue simplemente por su padre, pero no sabía si era la mejor idea decirle que el niño maltratado era el mismísimo Harry Potter, y decidió que se lo diría a su debido tiempo.
Pero sí estaba seguro de que, al momento de castigar (si era necesario el castigo), llamaría a Lucius, quien sabía estaría honrado de ayudar.
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Un par de noches después, su ahijado se presentó en su oficina luego de la cena. Draco le sonrió mientras se sentaba frente a él, y Severus le pidió a un elfo doméstico un café para él y un chocolate para el niño, que llegaron instantáneamente. El niño dio un sorbo feliz antes de hablar, un poco incierto.
—Harry Potter es molesto.
Severus frunció el ceño. Había visto al niño Potter estos días y siempre se lo veía callado y estudiando; aunque claro, el niño podría saber que estaba siendo vigilado y por ello actuaría de esa manera, pero si sus prefectos lo hubiesen encontrado comportándose como un imbécil, estaba seguro que le avisarían.— ¿Puedo preguntar por qué lo dices?
Draco se encogió de hombros, mientras tomaba más chocolate.— Simplemente es muy callado y me molesta. ¡Compartimos habitación y nunca me habla! ¡Y siempre lee todo el tiempo!— Frunce el ceño, y Severus se traga un suspiro.
—¿Y te molesta que estudie? Eso no es algo malo Draco. Y con respecto a que no te habla -se encogió levemente de hombros- tal vez espera que tú le hables.
—¡Molesta que estudie y que luego nunca diga nada en clases para ganar puntos! ¡Se pasa horas leyendo luego de la cen...!— Draco se calló abruptamente, viéndolo de reojo y tomando chocolate, y Severus procesó rápidamente lo dicho, y frunció aún más el ceño.
—¿Me estás diciendo que él se pasa del toque de queda estudiando? ¿Y te molesta porque, no lo sé, no te deja dormir?
Draco negó con la cabeza rápidamente, y Severus se sorprendió de que su ahijado estuviera tratando (muy mal) de mentirle a él para proteger a un niño que acababa de tachar de molesto, pero dejó eso para luego. Con motivos el niño siempre se veía cansado. Tomó un sorbo de su café, viendo como Draco parecía estar en una discusión consigo mismo.
—Harry no es malo, ¿sí? Tampoco es molesto ni nada; pero él no es nada de lo que se supone que todos escuchamos de niños.— Frunció el ceño incierto, y Severus tuvo que admitir que su ahijado tenía razón.— ¿Estamos seguros de que es el mismo Harry Potter?
Una pequeña sonrisa surcó los labios del pocionista, aunque aún su mente se encontraba con el niño Potter quedándose toda la noche estudiando. ¿Por qué su pergamino no le avisaba de ello?
—Trata de incluirlo, Draco.— Terminó diciendo Severus, suspirando suavemente.— El señor Potter no ha estado en el mundo mágico desde que tenía un año, y tal vez no está adaptándose bien.
—¡Pero es el niño-que-vivió!— La frustración en el rostro del niño rubio era obvia, pero el profesor negó con la cabeza severamente.
—Podrías empezar a olvidarte de eso y tratarlo como un niño que debió criarse en el mundo muggle, sin contacto con el mundo mágico, ¿no crees?
Draco suspiró fuertemente, echándose hacia atrás en la silla y asintiendo como si le hubiese pedido la tarea más difícil del universo. Severus negó con la cabeza divertido, aunque aún un poco molesto porque se la había pasado de largo algo tan obvio como un niño que no dormía adecuadamente, de tantas cosas.
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La sala de estar privada de Severus en sus aposentos estaba cálida gracias a la chimenea encendida frente al sofá, donde se encontraba Lucius Malfoy con un vaso de whisky de fuego en sus manos. Severus, sentado a su izquierda pero en un sofá individual, lo miraba fijamente. Lucius acabó sonriendo.
—Hay bastantes formas de sacarle la custodia a los muggles, y son bastante fáciles, mientras que se pueda verificar el maltrato, por supuesto.— Severus asintió, aún sin dejar de mirarlo.— Por otro lado, el niño o niña debería de atestiguar sobre lo sucedido; sino, hagámoslo fácil y confundamos al juez y ya, en menos de una hora el niño estaría fuera de las garras de esos imbéciles padres. Claro, es un resumen de todo, pero mejor que ponerme a explicar cada maldita ley muggle. ¿Puedo preguntar quién es el desafortunado?— Lucius terminó, aunque rápidamente recibió una negación por parte de su amigo. Bebió un poco de su whisky, mirando al pocionista, y luego asintió, sabiendo que no ganaría nada.— Entonces, Harry Potter en Slytherin. Eso es una verdadera sorpresa.
—En efecto.
Severus sentía la mirada de su amigo sobre él; sabía que el día de hoy estaba siendo poco comunicativo, pero no le importaba. Mañana, luego de su clase, debía de hablar con Potter, porque el niño había estado comiendo demasiado poco para su gusto y paz mental, y saber que tampoco estaba durmiendo lo suficiente era todo un problema molesto en su cabeza. Vio a Lucius entrecerrar los ojos y al momento siguiente los abrió en grande, y el vaso que sostenía en su mano se rompió en pedacitos. Severus lo veía venir, porque estaba seguro de que su ahijado ya le habría hablado sobre Harry y su comportamiento a su padre, y al hombre no le costaría sumar dos más dos.
—Harry... Potter... Severus, no puedes esta hablándome en serio.— La sonrisa de Malfoy era incierta, y Severus lo vio a los ojos, seriamente.— ¿Me estás contando la historia de mierda de que el maldito elegido fue maltratado por simples muggles? ¿Estás escuchando la idiotez en esto, no?
Severus suspiró, negando con la cabeza.— El niño quedó con la hermana de Lily, Petunia, y ella es una maldita envidiosa que, desde que se enteró que ella no podía hacer magia, la odia por completo. Si te soy sincero, Lucius, me hubiese sorprendido más que lo hubiese tratado bien.
—¿Y el viejo? ¿Acaso cuando lo visitaba no se daba cuenta de...? ¿No lo visitaba, verdad?— Ante el silencio de Severus, Lucius maldició.— Oh, ese hombre está senil hace mucho tiempo, lo dije antes.
Los dos quedaron en silencio luego, cada quien con un pequeño caos en su cabeza. Luego de unos minutos, Lucius habló en voz baja.—¿Sabes hasta qué punto es el maltrato?
Severus negó con un poco de pesar.— Salvo con la obvia desnutrición, no vi golpes en él, pero claro, pueden estar debajo de la ropa. Aunque confío que fue más maltrato psicológico que físico, espero.
—Si lo deseas, podemos ir el sábado hacia Londres muggle para arreglar lo de su custodia. Deberíamos de presentar una demanda, aunque tal vez solamente podríamos ir hacia ellos y sobornarles para que entreguen la custodia del niño sin nada demasiado problemático...—Severus asintió en acuerdo. Sí, sería lo mejor. Lucius carraspeó levemente.— ¿Ya sabes con quién se quedará? Por favor dime que no volverá a caer en las manos de Dumbledore.
—No, no irá con él. Sin embargo, vendrá conmigo. Albus me pidió que sea su guardián legal.
—Una decisión razonable, por supuesto.— Lucius asintió convencido, mientras se levantaba y con un movimiento de varita limpiaba el desastre anteriormente causado. Se dirigió hacia la chimenea, y tomando polvos flú se despidió, dejando a un silencioso Severus detrás.
HPSS
¡Y acá estamos! Antes que nada, la historia va a ser totalmente desde el punto de vista de Severus, salvo en algún especial (?) que quiera hacer; también, por supuesto, es la continuación de Ojos xd.
Trataré de hacer los capítulos más largos y más explicativos que Ojos, y espero que les guste.
Las publicaciones serán bastantes irregulares ya que empecé las clases y estoy cada día más muerta (?.
xx
