Disclaimer: Ningún personaje de Naruto me pertenece.

1/10 --- Número de capítulo en relación al total.

Hola a todos. ¿Cómo están? Espero que bien. Bueno, el que estén acá puede significar muchas cosas: mera curiosidad, gusto por la pareja, etc, etc, etc. En todo caso, quiero decirles -recordarles para los que ya sepan también- que yo actualizo todos los días. Un capítulo por día. En cuanto a la pareja, se que es crack, no digo que vaya a suceder ni que deba hacerlo... simplemente son dos personajes que me encantan y quise hacerlos funcionar por el simple hecho de poder intentarlo. Si lo logré o no, me lo dirán ustedes. La idea, era hacer algo cortito de tres capítulos y resultó en diez. Como siempre, tuve problema para controlar la extensión de lo que escribo =P. En fin, espero les guste. Desde ya, mil gracias por darle una oportunidad a mi fic y tomarse la molestia de leerlo. Si se sienten inclinados a dejarme su opinión, será bienvenida. Gracias. ¡Nos vemos y besitos!


Desierto


I

"Equivalente al infierno"


Exhausta, elevó sus blancas orbes al cielo. En lo más alto, el sol ardía en su máximo esplendor. A Hinata siempre le habían agradado los días soleados, eran sus favoritos de hecho, pero en aquel lugar nada tenían de agradable. El calor era insoportable, y el sol no tenía nada de bonito allí, no era la calidez y luminosidad que se veía en los soleados días de Konoha, era una gran bola de fuego cuyos rayos parecían capaces de quebrar la tierra bajo sus pies. Y, si Hinata no supiera mejor, creería que tal cosa era posible. De hecho, eventualmente miraba hacia abajo para asegurarse de que tal cosa no pasara, pero su mirada blanca solo encontraba arena y más arena. Arena detrás suyo, la misma que ya habían recorrido y habían dejado atrás, arena a ambos lados, de línea del horizonte a línea del horizonte, y arena adelante que aún les quedaba por pisar. En el camino, no había visto plantas ni animales, a excepción de uno o dos cactus y una alargada serpiente de cascabel que había intentado morder a Shikamaru, y que lo habría hecho, si Sakura no hubiera reaccionad e intervenido, arrojando el venenoso animal lejos de su camino, de un violento puñetazo.

Eventualmente, habían tenido que atravesar algunas dunas también, donde Hinata –vergonzosamente- había sido incapaz de mantenerse en pie en la arena y había caído, en tres ocasiones. Para su desgracia. Y, para empeorar aún más la situación, Naruto había sido testigo de su torpeza. Afortunadamente, el incidente había quedado en el pasado y nadie se había burlado de ella realmente. De eso, habían transcurrido ya tres horas, y aún entonces el panorama no había cambiado. Allí donde mirara, solo veía arena, arena, arena y alguna que otra piedra de color similar a la arena, aunque más oscura. Pero, aún entonces, las formaciones rocosas eran extrañas en aquel lugar. Hinata se preguntó cómo todas aquellas personas podrían vivir allí, sin la agradable sensación de poder sentarse bajo la sombra de un árbol, o la belleza de un campo de flores, o de un gran lago de agua fría en el cual zambullirse, o de una suave brisa. Nada de ello parecía existir allí, y Hinata se encontraba extrañando su hogar a pesar de haberlo abandonado tan solo unos cuantos días atrás, en pos de la misión a la que habían sido enviados.

Esa mañana, tres días atrás, Hinata había estado descansando plácidamente en su cama. Acurrucada de costado y aferrando las sábanas contra su cuerpo. Su cabello, largo, lacio y del color de la mismísima noche, esparcido sobre la blanca almohada. No recordaba bien que había soñado, porque al instante en que había despertado todo vestigio de él había desaparecido, pero sabía que había sido bonito. Y que Naruto había estado allí. Y por un instante había deseado regresar a dormir, pero alguien se lo había impedido.

—Hinata-nee-chan —había susurrado una suave voz similar a la de ella. Soñolienta, Hinata se había sentado cuidadosamente en la cama, con las piernas plegadas bajo su cuerpo, y había frotado sus ojos mientras un pequeño bostezo escapaba sus rosados labios.

—¿H-Hanabi-c-chan? —había preguntado, desconcertada. Era extraño que su pequeña (que ya no lo era tanto pero para ella siempre lo sería) hermana menor apareciera a tan tempranas horas en su habitación. Más aún, porque a ese horario era el horario en que Hanabi entrenaba con su padre—. Umm... ¿Q-Qué-

—Padre me envió a buscarte —los ojos blancos de Hinata se abrieron desmesuradamente.

Nerviosa, empezó a tartamudear —¿P-Pa-Padre?

La menor de las Hyuuga contempló a su hermana con aprehensión —S-Si... C-Creo que tienes una misión...

Apresurada, Hinata bajó de la cama –tropezando varias veces en el camino- y comenzó a rebuscar entre sus ropas habituales hasta dar con el atuendo que siempre solía usar. Un pantalón tres cuarto azul oscuro, su remera de red que utilizaba debajo de todo, y su chamarra lavanda y blanca. Luego, colocó sus sandalias ninja –también azules- y amarró con suma delicadeza su protector con el símbolo de la aldea alrededor de su cuello. L-Listo... pensó, contemplándose en el espejo por un instante, jadeando por la prisa que llevaba. Tomó su estuche para kunais y shuriken, lo sujetó con cuidado alrededor de su muslo derecho, y se dirigió a toda prisa al patio delantero de la casa principal del complejo Hyuuga, en la que ella vivía. Hanabi, en algún momento, se había escabullido silenciosamente de la habitación, Y Hinata no había podido agradecerle el haberla despertado.

Cuando llegó al patio, sin embargo, Hanabi se encontraba ya allí, junto a su padre, en completo silencio. Hiashi, también permanecía en silencio, pero su aire era completamente diferente. Mientras Hanabi lucía tímida y retraída junto a la gran presencia del líder del clan, Hiashi parecía imponente y firme. Y tenía ese aire de adustez y severidad en su mirada que siempre poseía. Agitada, hizo una cordial reverencia, y susurró, muy bajito —P-Padre, ¿m-me e-enviaste a llamar?

El hombre se cruzó de brazos. Al hablar, su voz sonó tan formal como siempre, aún si se trataba de su propia hija a quien se estaba dirigiendo —Hokage-sama lo hizo. Se te solicita para una misión.

—¿M-Misión? —repitió tímidamente. El hombre dio media vuelta y comenzó a caminar al interior de la casa. Ambas manos ocultas en las anchas mangas.

—Hanabi, por hoy terminamos —la mencionada observó a su padre, y asintió. Hanabi ya no era una niña pequeña, sino que ya poseía quince años y era chunin—. Hinata.

La mencionada se envaró y rápidamente comenzó a sudar —¿S-Si?

—Trata de no meterte en el camino de otros —y sin decir más, desapareció. Entristecida, la Hyuuga mayor bajó la mirada. Su padre, continuamente, cuando ella era convocada para una misión, decía las mismas cruentas palabras. Siempre le decía que no fuera una molestia para los demás, ¿acaso era eso ella? Kiba y Shino le habían asegurado que no, pero Hinata misma –en muchas ocasiones- podía darse cuenta que los estaba retrasando. Por eso, se esforzaba mucho y entrenaba con todas sus fuerzas, aún si Naruto hubiera elegido a Sakura en vez de a ella –tras su confesión-, Hinata no se rendía. Continuaba esforzándose, quería mejorar. No quería ser una molestia, para nadie. No quería volver a ser esa niña que lloraba por todo y se rendía, aunque definitivamente había llorado en aquella ocasión.

—H-Hinata-nee-chan... —musitó tímidamente Hanabi—, ¿n-no deberías irte?

Los ojos blancos de ella se abrieron desmesuradamente —¡O-Oh…! —y, sin decir más, dio media vuelta y comenzó a correr—. G-Gracias… H-Hanabi-chan…

E-Espero que K-Kiba-kun... y S-Shino-kun... n-no se enfaden c-conmigo p-por llegar t-tarde... Pensó, preocupada, corriendo por las calles de la aldea a toda prisa. Sin embargo, iba tan sumida en sus pensamientos que no notó que estaba a punto de chocar con alguien. Solo se percató de ello, cuando ya estaba en el suelo.

Sin abrir los ojos, comenzó rápidamente a disculparse —L-Lo siento... L-Lo siento... y-yo...

—¿Hinata?

Los ojos blancos de ella se posaron en la persona con la que había impactado. Una sonrisa despreocupada agraciaba los labios de dicha persona, largos colmillos filosos asomando por debajo del labio superior. Junto a él, una perro ladraba agitado y movía alegremente la cola —¿K-Kiba-kun...?

Kiba rió —Pues, ¡¿quién mas?

Con cuidado y delicadeza, Hinata se puso de pie —E-Esto... ¿q-qué haces a-aquí?

Desconcertado, el castaño rascó su nuca —Bueno... vengo de desayunar y ahora Akamaru y yo íbamos a entrenar. Si quieres, puedes venir.

—¿E-Entrenar? —no lo entendía, ¿acaso Kiba no pensaba asistir a la misión—. ¿Y l-la misión?

—¿Qué? ¿Misión? —el chico extendió una mano y acarició con brusquedad la cabeza del can—. Que yo sepa no me convocaron a ninguna misión.

—E-Esto... ¿S-Shino-kun y t-tu n-no vienen?

El miembro del clan Inuzuka pareció pensativo —Creo que Shino esta en una misión de su clan. Y yo no tengo ninguna misión así que...

—O-Oh... —comprendió finalmente, entristecida. Las últimas misiones que Hinata había tenido, habían sido todas con su viejo equipo y eso a ella le agradaba. Shino y Kiba la hacían sentirse bien consigo misma, la hacían sentirse cómoda. Tanto en un momento dado como en batalla. Algo que Hinata no había logrado con nadie más.

Kiba volvió a reír —Hinata, ¿no deberías continuar tu camino? Parecías ya bastante retrasada y... —antes de que pudiera culminar, ella ya había empezado a correr. En la distancia, oyó la voz tímida de ella agradecerle por recordárselo.

A toda velocidad corrió por las calles de la aldea, esquivando con gracia a los transeúntes que se cruzaban en su camino. Recordó a Neji, pero era probable que él tampoco estuviera convocado a aquella misión, dado que había salido en una misión con su antiguo equipo hacía tres días atrás y Hinata no se había enterado de que hubiera regresado. Por eso, lo dudaba. Aún así, hubiera deseado un rostro familiar cerca de ella. Hinata no era muy buena relacionándose, era aún –en muchas ocasiones- demasiado tímida y temía cometer demasiados errores. Con Kiba y Shino se sentía bien, se sentía comprendida y protegida. Ellos siempre cuidaban y habían cuidado de ella. Y, Neji, con los años, se había vuelto algo más tolerante a sus fracasos, y había decido ayudarla a entrenar. Aunque seguía siendo la misma persona estoica y seria, Hinata sabía que para su primo –de alguna forma, a su modo- ella era importante. Y eso era todo lo que la Hyuuga necesitaba saber.

Apresuradamente, subió las escaleras de piedra hacia el despacho de la Hokage. Estaba retrasada y todos se enfadarían con ella si no llegaba pronto. Habitualmente, Hinata no era impuntual. Cerrando fuertemente los ojos, empujó la gran puerta de madera, tropezando al cruzar el umbral y cayendo hacia delante —¡L-Lo siento! —susurró, abriendo los ojos en el instante en que lograba recobrar parcialmente el equilibrio, solo para notar que su rostro se encontraba a centímetros del rostro de Naruto, quien la observaba desconcertado. N-Naruto-kun... N-Naruto-kun e-esta muy cerca...

—¡Hinata! —sonrió. Avergonzada, y con el rostro completamente enrojecido, trastabilló nuevamente y cayó al suelo. Ridiculizándose aún más.

Suspirando, alicaída, se puso de pie e hizo una reverencia a la Hokage, la cual la observaba algo divertida. Las mejillas de Hinata totalmente rojas —L-Lo siento... H-Hokage-s-sama... y-yo…

La rubia mujer hizo un gesto despreocupado con la mano y volvió la vista a los papeles sobre su escritorio —No te preocupes Hinata. Naruto recién llegó aquí también.

Riendo nerviosamente, el rubio rascó su nuca. Tímidamente, Hinata lo observó de reojo. Aún luego de tantos años, y aún a pesar de lo sucedido años atrás, Hinata no podía evitar sentirse nerviosa en su presencia. Sus manos aún sudaban frío, su piel se sonrojaba, su corazón latía más fuerte y una sensación graciosa invadía su interior. Entristecida, notó que Sakura permanecía al lado de Naruto. Pero aunque Naruto había rechazado sus sentimientos por Sakura, la pelirrosa aún no había aceptado los de él. Lo cual la entristecía aún más, Naruto merecía ser feliz. Mirando a su otro lado, notó que la tercer persona convocada era Shikamaru, quien lucía desgarbado, desinteresado y aburrido como siempre. De hecho, no había dedicado más que una mirada en la dirección de Hinata, para luego volver su vista al frente y refugiar ambas manos en los bolsillos de su pantalón.

La voz de la Hokage la sacó de su estado de ensimismamiento —La misión... —comenzó, y Hinata se sintió remover inquieta en su lugar. Con los años, había adquirido más confianza en sí misma y en su desempeño. Aún así, las misiones la seguían poniendo algo nerviosa. Más aún, si no tenía a sus compañeros de equipo para hacerle compañía y alentarla. O-Ojalá S-Shino-kun y K-Kiba-kun pudieran v-venir... No. Negó con la cabeza. No debía pensar de esa forma. Ella era perfectamente capaz de lograrlo por su cuenta. Su antigua sensei, Kurenai, habitualmente le decía aquello y también solían hacerlo Shino y Kiba. Hinata, por su parte, tenía cierta dificultad creyéndolo; pero, si ellos confiaban en ella, ella también lo haría. Después de todo, no quería defraudarlos y destruir la fe que ellos tenían en ella. En su vida, ya había decepcionado a varias personas como para querer añadir más a la lista—. La misión es una misión de rango A, en Sunagakure.

Naruto, al oír esto, reaccionó inmediatamente alborotándose y gritando algo más fuerte de lo necesario —¡Vieja! ¡Gaara, ¿está bien?

La mujer, evidentemente, no apreció la forma en que Naruto la había nominado porque su ceja se había enarcado peligrosamente. A su lado, Hinata oyó a Shikamaru susurrar la palabra problemático; pero, ella, a diferencia del resto, encontraba aquella característica de Naruto adorable. Sin embargo, no lo manifestó, y tuvo que concentrarse para no sonreír ligeramente ante esto, tal y como había hecho durante los exámenes chunin cuando Naruto había retado a todos a detenerlo y Shikamaru lo había llamado problemático por enemistarse con todos, mientras que Kiba se había reído en son de burla de él. Naruto-kun.

Sakura, que había permanecido callada hasta el momento, alzó el puño y golpeó al rubio en la cabeza —¡Naruto, demuestra más respeto a Tsunade-shishou!

—Ouch, Sakura-chan... Yo solo…

Tsunade, irritada por el hecho de que todos parecían estar ignorándola, aclaró su garganta; atrayendo la atención de los presentes a ella —Gaara esta bien. Sunagakure esta teniendo problemas con un grupo de insurrectos que se hacen llamar a sí mismos "Cobras del desierto", y tal como su nombre lo indica, utilizan armas envenenadas para atacar. Por los reportes enviados, tres guardias han sido envenenados y uno de ellos ha fallecido. Los ninja médicos de allá no han podido encontrar el antídoto y la forma de contrarrestarlos. Por eso, Sakura, fuiste escogida para esta misión.

La pelirrosa asintió —Si, ¡Tsunade-shishou!

La mujer asintió y se volvió a los informes antes de retomar su explicación —Como este grupo se mantiene cerca de las afueras de la aldea, su presencia esta perturbando el ingreso y egreso de shinobi, tanto de Sunagakure como de otros lugares. Hyuuga Hinata se encargará de hacer un reconocimiento del terreno y ubicar su escondite.

Tímidamente, la chica asintió —S-Si...

—Nara Shikamaru, tu te encargarás de trazar un plan de acción. Naruto, ayudarás a nuestros aliados de la arena a deshacerte de este inconveniente. ¿Quedó claro?

Todos asintieron y sin perder más tiempo se marcharon. Sin embargo, Hinata no había creído que el viaje a la aldea de la arena fuera tan arduo. Tres días habían pasado ya. Durante el día, el desierto era el equivalente al infierno, y de noche, las temperaturas eran tan bajas que su respiración parecía evaporarse cada vez que exhalaba. Siendo honesta consigo misma, Hinata no había dormido prácticamente nada en aquellas dos noches. Estaba exhausta, pues en ningún momento se habían detenido a descansar. Y probablemente deshidratada. Sus largos cabellos índigo, habitualmente lacios y sedosos, se adherían pegajosamente a sus hombros, frente y nuca, y pequeñas gotitas de sudor corrían por todo su rostro. En especial, por sus enrojecidas mejillas. Y, esta vez, ni siquiera era por estar avergonzada que estaba así.

—E-Esto... ¿S-Shikamaru-kun...? —susurró, extendiendo su mano débilmente y tironeando con suma gentileza del chaleco del chico. Éste, desconcertado, se volteó a verla.

—¿Huh?

—Umm... —vaciló, observando de reojo a Naruto. Realmente deseaba que el rubio no oyera lo que estaba por decir, o probablemente creería que era una debilucha—. ¿F-Falta m-mucho...?

La expresión del moreno se suavizó, si bien de forma imperceptible. Aún así, lograba lucir de la misma forma aburrida que lo hacía habitualmente —¿Te sientes bien?

Negando con la cabeza suavemente, intentó ignorar la sensación de que el calor la estaba aplastando contra el suelo árido que estaban pisando —S-Si... n-no, e-estoy b-bien Shikamaru-kun... e-esto... g-gracias por p-preguntar... Y-Yo solo...

El Nara asintió y volvió la vista al frente, ambas manos en sus bolsillos —Nah. Pronto llegaremos.

—O-Oh, b-bien —susurró, mirando al frente; preguntándose cómo podía saber tal cosa. Allí donde mirara, Hinata solo veía arena y más arena. Quizá alguna roca o alguna lagartija, en una ocasión, habían visto coyotes, pero nada más. Tanto era así que hasta el cielo parecía estar adquiriendo para ella tonalidades áridas.

Aún así, no descreyó sus palabras. Shikamaru era listo, y había estado en la aldea de la arena más de una vez. Así que él, más que nadie, debería saber en donde se encontraban.

Hinata solo deseaba que llegaran pronto. Su frágil cuerpo no resistiría mucho más, y su pálida piel no estaba exactamente preparada para temperaturas tan elevadas. Realmente admiraba la fortaleza de sus compañeros y, más aún, la fortaleza de Naruto, quien no había dejado de soltar broma tras broma durante todo el viaje, como si nada le afectara. R-Realmente, N-Naruto-kun es fuerte... Pensó apesadumbrada. O-Ojalá p-pudiera ser como N-Naruto-kun.