-Lo bueno es que puedo reencarnar en hombre la próxima vez- se consoló.
Odiaba esos días. Tenía erupciones en la piel. Le dolían la espalda y la cadera. Su humor empeoraba, se llenaba de ansiedad y sólo deseaba quedarse en la cama hasta que todo pasara.
Por más que hiciera cálculos, aquello era impredecible; y siempre venía en el peor momento. Duraba de dos a tres días en que lamentablemente no la dejaban en paz. Tenía que seguir su estricto entrenamiento.
Se colocó la toalla suave de algodón en la pernera del pantalón y se resignó; tenía suerte después de todo. Muchas cosas habían cambiado desde que la tecnología moderna puso a disposición de las mujeres del mundo mejores maneras de asearse.
Alguna vez su madre le contó de los incómodos cinturones de tela que usó en su juventud. El clima frío del Polo Sur tampoco permitía un cambio frecuente de aquella prenda, con lo que veía a ser lo mismo que usar la ropa de diario. Del dolor, ni hablar; la única "solución" planteada era la maternidad o la vejez.
Más de setenta años de progresos espectaculares en todas las ramas de la ciencia, el saber y el arte, y una necesidad ancestral había sido obviada. Debía ser porque los inventores son casi todos hombres.
Salvo en la Nación del Fuego y su esfera de influencia, las mujeres tenían poca participación en la vida pública y científica. En el Reino de la Tierra y las Tribus Agua, las ideas estaban aún muy imbuidas de ese machismo institucional; las mujeres eran poco menos que invisibles, así como sus propias necesidades. Por lo visto, la Orden del Loto tampoco tenía esto en consideración –de lo contrario, la hubieran dejado descansar, pensó-.
Pero la modernidad -y con ellas la comodidad y limpieza- estaba llegando a los rincones más apartados del mundo. Quizá algún día esos dolores serían evitados. El cambio era inevitable, pero estaba tomando demasiado tiempo.
El Avatar Korra no era una persona muy atenta a las reflexiones, y no tenía el ánimo para seguir aquella idea. Mal encarada, se dirigió al campo de entrenamiento, sosteniéndose el vientre con los dedos.
-Son malos días- concluyó con fastidio.
