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Prologo
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Nuevamente había llegado ese día del mes, aquel día en donde absolutamente todo lo daba nauseas. Sólo levantarse de la cama de madera astillada le producía malestares estomacales que ni el escritor más detallista podría llegar a describir aunque los padeciera tan mensualmente como él. Mirar el techo bajo de maderas verdes algo descolorido eran una tortura para los ojos y no deseaba nada más que cerrarlos y volver a dormir.
¿Para qué preocuparse por un día como podría serlo cualquier otro para cualquier idiota de las calles? ¿Qué hacia ese día diferente para él? Lincoln tenía derecho a ser como los demás pobres diablos mediocres que caminaban aquella mañana por la ciudad de Royal Woods. Daría lo que fuera por ser uno de los miles de holgazanes que deben de estar disfrutando de otras tres horas de sueño extra en sus camas calientes, rodeados de una familia tolerante o dispuesta a ayudarlo a madrugar de una patada.
Echaba mucho de menos esos tiempos.
Aquellos tiempos antes de que todo se fuera al diablo por… por las mismas razones que tiene que levantarse de una buena vez, darse una ducha y comer algo rápido antes de que el abuelo despierte. Quizás su abuelo no era como Lynn o Lola a la hora de despertarlo, pero sin lugar a dudas podía ser rudo cuando lo quería fuera de la cama. Ese pensamiento logró la sombra de una sonrisa, pero no duró mucho ante de poner los pies desnudos sobre el piso de madera pulida.
Su cuarto era el doble de grande comparado con aquel viejo armario remodelado que usó hasta los quine, pero le era mucho más incómodo. Dos años de dormir dentro de esas cuatro paredes y todavía no sabe que hacer con el espacio extra. Trató de llenar un poco los rincones con viejos comics de Ace y algunas figurillas de acción. Pero no logró nada que no fuera hacer la ver un poco menos vacía.
Toda la ropa que usaba era casi la misma actualmente y estaba perfectamente ordenada en el armario junto con algunas cajas de zapatos.
Además de una cama de madera y un armario de tamaño moderado para un adolescente de diecisiete años, el lugar también tenía su propio televisor sobre una mesilla del otro lado de la habitación, una pequeña laptop sobre el escritorio junto a la cama y dos sillas. Pero eso era todo. Y a veces Lincoln sentía que una o dos de aquellas cosas parecían estar de más.
Con un gran sentimiento de resignación, Lincoln se puso de pie y dejó al descubierto un cuerpo bien desarrollado, quizás un poco delgado pero en clara formación de sus músculos. Lincoln había comenzado a ejercitare un poco como parte de su terapia. Había sido un bien método para mantener su mente ocupada, pero nunca era por mucho tiempo.
Recogió una toalla y un cambio de ropa del armario y salió de su habitación de techo verde pisos de madera pulida. Hasta ahora no había sabido de que era esa madera, quizás pudiera averiguarlo haciendo una llamada a la recepción, ¿Pero desde cuando les importa eso? Ya podía ver a la chica de allá abajo mascar chicle con una sonrisa forzada mientras dice "no sé" de tal forma que cualquiera diría que le están chupando la vida.
-¿Por qué mierda me estoy preocupando por un estúpido piso de madera? –Se regañó mientras se dirigía al baño. –Por lo que me importa puede ser de caoba, abeto, teca o nogal. Es sólo madera.
Pero no quería pensar mucho en todo lo que le estaría esperando ese día. Preferiría estar parado frente a la clase con un maldito libro de francés y una mala redacción del Fantasma de la Opera a tener que salir al mismo lugar cada jodido mes. Pero no era decisión suya. Y de negarse no le depararía nada bueno, aunque su futuro ya está marcado de todas formas.
Y sólo tenía catorce años cuando todo pasó.
Es increíble como una familia puede ser destrozada tan rápido de un día para el otro. Toda la confianza reunida a lo largo de los años, las experiencias y el amor compartido entre todos ellos pueden irse al carajo en una noche. Encendió la regadera y dejó que las gotas de agua chocaran contra su piel. –¡Mierda! –Retrocedió un paso y miró la regadera con furia. –Puta porquería. –Le dio un ligero golpe y esperó a ver el vapor del agua caliente.
-Buen trabajo Lincoln –Murmuró –, esto te pasa por distraerte con los mismos pensamientos una y otra vez. ¿No podrías pensar algo nuevo para variar? –En ese momento tuvo un enorme deseo de gritarse a si mismo que no había nada más en lo que pudiera pensar, pero le fue imposible encontrar su propia voz mientras el vapor comenzaba a levantare en el baño del departamento. –Supongo que es un poco difícil pensar algo nuevo cuando se es tan amargado como yo. –Murmuró mientras comenzaba a humedecer sus blancos cabellos antes de aplicarles un poco de shampoo de ciruela.
La ducha duró lo suficiente para despertarlo completamente. Tuvo que secar su cuerpo con cuidado, pese a haber pasado tres años desde entonces y ya no tener nada malo, aun podía sentir como sus costillas se rompían nuevamente si presionaba muy fuerte el lado derecho de su torso aquel día del mes.
¿Un recordatorio?
¿Un castigo inconsciente?
¿Rencor?
-Ya no importa, maldición. Ya nada de eso importa. –Murmuró a su reflejo –De todas formas no las volveré a ver jamás –Su cabello blanco como la nueve había crecido hasta alcanzar sus hombros. Con mucho cuidado ató su cabello en una liga y la dejó correr hacia atrás. Finalmente se colocó con cuidado unos pantalones azul claro, deportivas de un verde oscuro, camisa blanca y una chaqueta anaranjada abierta. –, así es mucho mejor, ¿Verdad? –Esperó una respuesta de su reflejo que sabía no obtendría.
-Buenos días, Lincoln. –Albert se metió una tostada repleta de jalea de frambuesa en la boca y se la comió de un bocado. –Come un poco de cereal y algo de jugo de naranja, se cómo te pones este día del mes.
Lincoln sonrió con cansancio y se sentó frente a su querido abuelo en la mesa. Había pasado un año desde que su abuelo se había hecho cargo de él. Albert había utilizado gran parte de su jubilación e indemnización para pagar un departamento en un lugar agradable en el centro de la ciudad. Hubiera sido un verdadero hogar de no ser por la orden de la corte que obligaba a Lincoln a identificarse ante los vecinos.
El año se le había hecho largo desde entonces.
Lincoln sintió que tendría que levantarse la capucha para salir eternamente desde el primer día en su nueva vida.
Su único consuelo era su abuelo Albert. Su abuelo era el único que no lo miraba de la misma forma que lo hacían los demás. Albert aún era capaz de sonreírle y hablarle con normalidad, algo que muchas personas habían dejado de hacer hace mucho tiempo. Posiblemente ni sus padres podrían hablarle como solían hablarle a aquel chico de catorce años que siempre creyeron conocer.
Ahora tenía diecisiete de todas formas.
-Gracias abuelo. –Se sentó frente a Albert, y sintió como todo el peso acumulado sobre sus hombros volvía a presionarlo aún más duro que aquella mañana. Apenas pudo ver su cereal de copos azucarados sin sentir las mismas náuseas y deseos de meterse a la cama.
¿Por qué no rendirse y faltar este mes? En el mejor de los casos le darían n aviso y una reunión en menos de veinticuatro horas, tal vez ni siquiera lo noten y no tendría que hacer absolutamente nada hasta presentarse en la corte y alguien se dignara a revisar su caso. Aunque dudó que el viejo de pops estuviera muy de acuerdo en que se metiera en problemas con la ley. También podría hacer de vago por las calles, pero no soportaría las constantes miradas de los vecinos, y aunque se alejara del lugar, la paranoia se encargaría de que sintiera los ojos del mundo como un rayo láser sobre su nuca.
-¿Qué tal si esta tarde vamos a comer unas buenas hamburguesas luego nos vamos a divertir en el arcade, Lincoln? –Albert sonrió mientras colocaba más jalea sobre una tostada recién hecha. –¿Deseoso de un poco de venganza contra el abuelo? Te dije que la edad no me impediría darte una buena batalla en guerreros del baile. –Aquella risa era la misma que cada mes dejaba salir: totalmente forzada, pero la mantenía por él.
¿Se merecía algo como esto?
Lincoln se había encontrado dudando sobre muchas cosas desde que salió del reformatorio. Al principio creyó que podría con esta nueva vida, quizás incluso se merecía algo de ella, pero no esperó romperse en menos de un año. Pero le dijeron que así sería cuando saliera: tu visión del mundo depende de la visón que el mundo tiene de ti. Le había parecido una tontería hasta el día en que tuvo que tocar la puerta de sus vecinos.
-No sé si podré soportar esto durante más tiempo, pops. –Un año era lo máximo que pudo aguantar con nada más que el apoyo del abuelo. –¿Por qué tengo que pasar por esto? Yo no hice… –Decir que no hizo nada sería una mentira, y ambos lo sabían. –Yo no quería esto.
Albert suspiró. Habían pasado por lo mismo el mes anterior. Lincoln sabía que si lo repetía este mes entonces haría lo mismo cada mes desde ahora: lloriquear en el hombro de su abuelo mientras le ruega a Dios que todo se acabe. ¿Por qué tenía que pasar por esto? Maldición. Es como si él hubiera sido el único culpable… Y quizás lo fue. Decir la verdad sólo serviría para que lo consideraran un enfermo aún más grande. ¿Quién le creería?
Miró fijamente a su abuelo y se preguntó si él realmente le creería, o sólo lo dijo por cortesía.
-Lincoln, te entiendo –Mentira, él jamás podría entenderlo. No estaba en sus zapatos. –, y me gustaría que las cosas pudieran ser diferentes, pero… Mira, tienes que mantenerte fuerte hasta que todo ese asunto se aclare. –Después de tanto tiempo era imposible que todo se aclarara y pasara como algo más. –Una vez que se den cuenta que no tienes nada malo ya no tendrás que seguir yendo a ese nido de enfermos –¿Cuántas de ellas podrían haber estado en su misma situación? –… y podrás regresar a casa.
-¿Siquiera me quieren en casa? –Lo dijo con un poco más de fuerza de lo necesaria. –Sí, seguramente Lynn me estará esperando con los brazos abiertos y una buena llave inglesa lista para salirse de las normas de la lucha libre, –Se tocó las costillas y reprimió una mueca de dolor. –o tal vez Luna tenga más que decirme. –Se rio sin ningún tipo de humor. –Nadie me está esperando allí, abuelo.
Albert lo miró con tristeza. Eran los únicos ojos que parecían tener aquel día del mes, y Lincoln los encontraba más dolorosos que cualquiera de los ojos que el mundo pudiera arrojarle en las calles.
-No importa… Sólo déjalo, pops. No tengo hambre. –Dejó el cereal sin tocar. –…¿Seguro que quieres recibir una paliza en la pista? Un mes es como un año para los viejos, podrías romperte la cadera.
-¡Ja! A este viejo le sobran fuerzas para humillar a su nieto.
No quería echarle todas sus frustraciones a alguien que lo había aceptado y recibido con los brazos abiertos. Las cosas debían estar siendo igual de duras para Albert. Las primeras semanas se despertaban para encontrar grafitis sobre la puerta del departamento y algunos letreros con mensajes tan obscenos que le producía un terrible vacío en el estómago recordar para quien estaban dirigidas aquellas palabras.
El tiempo pasaba demasiado rápido para su gusto mientras platicaba con su abuelo de las cosas triviales de cualquier adolescente, como las chicas. Lincoln no creyó que pudiera tener una relación normal lo que le quedara de vida, pero era agradable fingir un poco de normalidad por las mañanas para variar.
-…Es tiempo de salir.
-Es por sólo por un tiempo, Lincoln. –Albert le recordó.
La vejes comenzó a hacerse visible en Albert. Sin importar como actuara seguía siendo un hombre en la tercera edad, alguien que ya había tenido una crisis de ataque cardiaco hace un año y se mantenía alejado del calor de una gran familia sólo por él. Lincoln a veces sentía que le había arrebatado a su amado hija, su querido yerno y sus adoradas nietas. Todo para hacerse cargo de él.
Quizás las cosas serían más fáciles para todos si simplemente desapareciera.
Fuera de la puerta del departamento había una placa con el número B23, y algunas notas de odio echas con pintura roja. No eran tantas como al principio, las personas ya habían comenzado a perder el interés hace tiempo y ahora sólo lo hacían cuando tenían tiempo libre y nada más que hacer. Se había acostumbrado un poco a ellas, pero seguían siendo un poco dolorosas de ver.
La recepcionista ni siquiera le dio una mirada mientras salía por la puerta. El sentimiento que tuvo al momento de salir por la puerta y sentir los rayos el sol de la mañana lo hizo temblar. Su paso se aceleró sin darse cuenta de nada y bajó la mirada levemente hacia el piso.
Podía imaginar a las personas a su alrededor mirándolo para luego desviar los ojos con molestia o simplemente ignorándolo mientras pensaban en lo lindo que sería el no tener que verlo nunca jamás. O tal vez algún otro grupo de inadaptados ya estuviera reuniendo otro grupo para darle una paliza. El primer mes recibió una buena paliza de parte de algunos chicos, llegó a creer que volverían a romper sus costillas y puede que alguna otra parte de su cuerpo. Al menos alguien había tenido la consideración de llamar a la policía, pero eso posiblemente se debió a que no sabían a quién estaban golpeando.
Esos tipos debieron quedar como héroes aquel día.
-¡Degenerado! –Alguien le gritó desde la otra calle. Lincoln no volteó la vista mientras trataba de ignorarlo.
¿Por qué tenía que soportar todo esto? Desde joven había tenido que soportar un millar de cosas que volverían loco a cualquiera, ¿Por qué tenía que pasar por esto ahora que era adolescente? Ni siquiera podía disfrutar de sus años rebeldes como lo haría cualquier otro chico normal. No podía escapar de casa para asistir a fiestas, o pelear por sus padres por algún estilo de peinado, tampoco recurrir a sus hermanas mayores cuando tenga que tener una cita con una linda chica y esté inseguro de que hacer. Aunque eso último posiblemente no era algo típico de los adolescentes.
Su edad rebelde se estaba desvaneciendo y la había pasado oculto tras cuatro paredes.
Lo primero que vio cuando llegó al edificio municipal fue a algunas personas con carteles mientras comenzaban a gritarle a un hombre que ya conocía de rostro. Este mes no eran muchas: sólo cinco o seis, algunas asistiendo por pura obligación y esperando el momento de irse a casa a aprovechar una mañana de domingo.
La mujer del frente lo vio acercarse y comenzó a gritarle las mismas tonterías de siempre. ¿Él no era uno de esos menores a los que tanto quería proteger? Vamos, todavía tenía diecisiete. Que saque la cuenta, tenía unos catorce cuando todo eso pasó y lo viene a criticar con todas sus tonterías sacadas de páginas de Internet y foros públicos. Lincoln había visto algunas de esas referencias dar vueltas por la web, y muchas de ellas realmente no tenían sentido, sólo sonaban bonitas y eran algo pegajosas.
Pero la idea estaba ahí, y era lo único que importaba. Que las personas le dieran el significado que quisieran a esas palabras mientras la idea continuara esparciéndose como un virus por toda la ciudad, y quizás algún día por todo el mundo y las personas como el sean tan apedreadas como aquella mujer le grita sin parar.
Muchos de los hechos históricos que dicta mientras pasa por la puerta del municipio son históricamente incorrectos, pero Lincoln no quiere meterse en una batalla de opiniones o intelecto precisamente con una mujer así, eso sólo le daría otra excusa para continuar con el trabajo que realizaba casi insanamente cada mes.
-¡Lárguense de nuestra ciudad, monstruos!
Monstruo. Lincoln sintió nuevamente la rabia acompañada de la tristeza al momento de escuchar esas palabras. Su madre misma le había dicho que era un monstruo la última vez que pudo intercambiar unas cuantas palabras con ella, y Lynn se lo repitió bastante mientras lo golpeaba en su propia habitación.
Odiaba esa palabra. Ya ni siquiera podía ver películas de horror sin que esa simple frase se la echara totalmente a perder y tuviera que apagar la Tv sólo para hundirse en las sabanas y tratar de dejar la mente en blanco para poder dormir un poco.
-Vamos, Lincoln. Sólo termina con esto.
Una vez que terminara el día podía volver a ignorar todo lo referente al pasado y concentrarse en el presente. Sólo dejar le las palabras y miradas de la gente se resbalaran de su cuerpo y estudiar lo que le resta del año para entrar a una universidad algo decente y que no se preocupara mucho por su registro.
Escuchó el eco de sus pisadas mientras caminaba por los pasillos vacíos del municipio, siempre estaba algo deshabitado los domingos, llegó a la conclusión de que esa era la razón de que las reuniones se llevaran a cabo precisamente en esos días. Se metió por una puerta azul que daba a unas escaleras de piedra y comenzó a bajar.
Al final de las escaleras había una pequeña puerta de madera con una placa, la ignoró y se metió.
-Buenos días, Lincoln. Te estábamos esperando, toma asiento. –La mujer frente a él señaló una silla vacía. Otra de las sillas que conformaban el enorme círculo de personas. –William estaba a punto de contarnos como estuvo su mes, ¿Quieres ser el siguiente? –Lo sería aunque no quisiera, siempre permitían a los menores ser los primeros.
No dijo mucho y se colocó junto a dos chicos de una edad similar a la suya y que parecían casi igual de incomodos que él.
Trató de poner atención al relato de un hombre ya entrado en sus treinta y de como por fin consiguió un empleo estable en una pescadería, pero le era un poco difícil al ser consciente del tipo de personas que lo rodeaban, un poco hipócrita, pero le gustaba pensar que era diferente a ellos. Tenía que serlo.
El relato llegó a su punto culminante cuando William confesó haber tenido pensamientos que no debería tener y recaer en las redes clandestinas utilizando el ordenador de su madre. Lincoln estuvo a punto de interrumpir y decirle que al menos él tenía una madre dispuesto a darle una segunda oportunidad, que si se atrevía a recaer le metería el ordenador tan profundo en el culo que se le quitarían todos los deseos.
-…Pero entonces recordé lo que hablamos aquí el mes pasado –William respiró hondo. –, acerca de dejar los malos pensamientos fluir como en un lago. –Siguió respirando hondo y soltando el aire por la boca. –Me imaginé a mí mismo como si fuera un lago y lo dejé todo correr hasta que el deseo se desvaneció de mí. Incluso atendí a la pequeña como a otro cliente normal, y lo era, era un cliente como cualquier otro.
Todos en el círculo aplaudieron al momento de entender que era el final del relato. Lincoln se vio obligado a hacer lo mismo incluso si todo le parecía una gran tontería. El modo en que describió sus deseos como si fuera la víctima de una terrible trampa cósmica le trajo nuevos deseos de salir de aquel grupo y ocultarse debajo de la cama.
-Veamos… –Aquella mujer que respondía al nombre de Ester miró su libreta como si realmente la necesitara para saber de quién era el turno. –Lincoln, ¿Por qué no compartes tu mes con el resto del grupo? –La sonrisa falsa que Ester le lanzó realmente no engañaba a nadie, pero todos preferían fingir que era real. –Estoy segura de que tomaste los concejos de todos y lograste hacer algo productivo en tu tiempo libre. –No lo había hecho.
-No hay mucho que contar –Murmuró. –, la misma mierda de siempre.
-Lincoln, controla un poco tu lenguaje. –Ester lo reprendió del mismo modo que lo hubiera hechos su madre, eso le desagradó. –¿Por qué no comienzas desde el principio? Tal vez lograste más de lo que tú mismo pudiste darte cuenta. –Miró la libreta sobre sus piernas cruzadas un momento. –¿Has logrado recuperar el contacto con tus padres?
-No. –Fue una respuesta seca y no iba a profundizarla.
-Bien. –Ester no lo intentó. La mujer de tez oscura, negros cabellos y ojos azules le sonrió dispuesta a continuar con sus preguntas. –¿Qué hay de tus estudios? ¿Encontraste alguna universidad dispuesta a dejarte tomar el examen? Te recuerdo que soy amiga de un maestro en una universidad pública al oeste de aquí, podría lograr que te tomen una prueba.
-No gracias, y no, todavía no logro encontrar una universidad que sea de mi agrado. –O que lo aceptara.
Ester esperó un segundo antes de mirar su reloj de muñeca y continuó. –¿Qué tal si comienzas relatando lo que has estado haciendo desde las últimas dos semanas? –Era una señal de que el tiempo para todos podría ser insuficiente hoy, por lo que quería acelerar las cosas.
Lincoln suspiró y miró a todos a su alrededor. Lo que más le incomodaba en esas reuniones era que los ojos de todos esos degenerados eran mejores que los ojos de cualquier persona por la calle. El sentimiento que producía estar rodeado de personas que no lo juzgaban era todo lo que anhelaba, pero no lo estaba recibiendo de las personas indicadas.
Sólo de un grupo monstruos.
¿Eso realmente lo volvía un monstruo? ¿Tenía que ser un monstro porque las personas lo veían así? No, tenía que ser un monstruo por lo que había hecho y posiblemente se lo merecía. Cualquier pensamiento que le indicara lo contrario no sería más que la desesperación fruto de las semillas que el mismo sembró.
-Yo…
-Lincoln, por favor. –Ester lo interrumpió. –Sé que odias este momento, pero es tienes que repetirte porque estás aquí, ¿De acuerdo?
Por supuesto que odiaba ese momento, y estaba seguro de que aquella mujer disfrutaba cada vez que se lo recordaba. La perra sólo quería escucharlo decirlo, es por eso que dirigía estas sesiones, ¿Para qué más aceptaría estar rodeada de personas así si no era por eso? La irritación volvió con Lincoln al momento de pensarlo.
No quería volver a hacerlo. Tal vez ese era el momento en que por fin se revelaría y se negara a responder pese a que todo el grupo le diera fuerzas para hacerlo, hasta el punto en que por fin agotara la paciencia de alguien y estallara una pelea que descontrolaría a la mayoría de los tipos del lugar y muchos de ellos la utilizarían como una excusa de recaída.
No quería arriesgarse a tener más de lo mismo sobre su conciencia, así que respiró profundamente y se preparó para responder. Se relamió los labios mientras cerraba los ojos y apoyaba sus hombros sobre las piernas. Eran palabras simples y que terminarían en un instante, las había dicho muchas veces desde el primer día.
Y seguían siendo igual de difíciles de decir que siempre.
¿Eso era lo que era realmente? ¿Podía considerarse a si mismo como uno de ellos? Lo cierto es que nadie sabía realmente lo que pasó, y aunque lo supieran no le creerían. ¿Cuántas personas así habían utilizado la misma excusa? Sólo le dirían algo como "eso ya está gastado, chico", y lo arrastrarían a más sesiones de lo mismo.
-Lincoln, estamos esperando. –Ester miró disimuladamente su reloj.
-Mi nombre… Mi nombre es Lincoln Marie Loud –Esa era la parte fácil, era hora de lo realmente complicado. –Y soy un agresor sexual.
NA: Un proyecto pequeño para alejarme del horror y adentrarme un poco en el drama.
Antes de criticarme les aviso que este proyecto no será muy grande. También los pongo sobre aviso al decirles que terminé el capítulo 4 de "Consulta", es sólo que no estoy muy convencido por lo que esperaré un poco antes de subirlo (pero una vez que lo haga posiblemente continúe con los otros capítulos hasta terminarlo).
