Cry girl

Okikagu

[…]

Era un día lluvioso, como esos que eran habituales en su planeta. Las gotas caían con fuerza sobre los techos de los edificios, sobre las piedras, sobre su paraguas. Y nada más que recuerdos dolorosos volvían con la misma fuerza que las gotas que caían sobre la ciudad. Y por sobre los edificios grises que se mezclaban con el gris del cielo caían gotas –a penas–, señal de una nueva y prolongada lluvia. De la misma forma por sobre las piedras –restos de viejos edificios derrumbados en esas absurdas peleas de su clan–, caían un poco más intensamente. De la misma forma sobre su paraguas. O sobre el paraguas de su padre al irse y dejarlos solos con una madre con un pie en la tumba. De la misma forma sobre el paraguas de su hermano mayor, al irse dejándola completamente sola.

Y por más que odiara la lluvia agradecía, por más que odiara el viento fuerte agradecía, que se hayan mezclado para golpear fuertemente sobre su rostro, llevándose consigo sus lágrimas, mezclándose con las lágrimas restantes. Agradecía, porque sino Kamui la habría visto, cuando volteó antes de irse, después de arrojar veneno con sus últimas palabras, y la habría visto rota, destrozada, mucho más débil de lo que él decía que era; agradeció, mientras sus piernas y brazos temblaban, mientras cayó al suelo mojado y frío, mientras su paraguas dejaba de cubrir su rostro, agradecía al cielo que no la haya visto más débil.

"Si fuera así él no volvería aun si voy a buscarlo".

Se decía, mientras la lluvia se llevaba consigo sus lágrimas y trataba, débilmente, levantarse y sonreír al mismo tiempo.

[...]

Abrió los ojos, y ese sucio sonido de la lluvia sobre su paraguas seguía, había un aroma que conocía –uno que le era familiar–, y se dio cuenta: estaba llorando. Estaba recostada cubierta por su paraguas al lado de la persona que menos esperaba –o, quizá, la que más esperaba–.

—China, ¿ya despertaste? Oye... eso —señaló mi cara—, ¿te mojaste? —preguntó mientras hacía un gesto de preocupación fingida—. Bueno, después de hacer que un policía te recoja y te cubra de la lluvia mientras pasa frío, no es nada —me empujó, y se levantó con un gesto de molestia—. China, me voy, dame mi saco —señaló mis piernas.

—Oh.

"Oh" mis bolas, sólo dámelo, suficiente tuve con tener a un cerdo sobre mi hombro por casi una hora.

—Sí, sí, toma —dije, dándole amablemente su saco.

Me miró raro –supongo que esperaba que le rompiera una o dos piernas–, y se fue alzando la mano en saludo.

Estaba a punto de irme y sentí a alguien tomarme del brazo. Soltó unas mierdas como "China ahora que lo pienso, te ayudé a cubrirte de la lluvia, dame tu paraguas y, si lo quieres de vuelta, ven a buscarlo". Supongo que es de esperar de un idiota que finge pensar que las lágrimas de una chica son restos de lluvia.