Los hombres no son nada confiables

Hijikagu

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Era difícil decir qué en especial le había llamado la atención de él. Pero llegado un momento, era necesario llamarlo cuando estaba en peligro, por más que casi nunca estaba expuesta a uno, sólo por ser ella. Más difícil aún era decir por qué ella estaba así por alguien, y ni decir, por alguien como él.

Sí, estaba enamorada (como le dicen algunos) del vice comandante del Shinsengumi. Y era ella, la reina de Kabuki, la jefa autoproclamada de la Yorozuya.

Por qué, cómo, cuándo. No podía dar respuesta a esas preguntas, por más que quisiera. Y es que el sentimiento (tan nuevo y repugnante) le espantaba hasta la lógica, esa que no tenía antes, pero por algo se puede empezar ¿no?

Recordó que lo había llamado cada vez que estaba en problemas. Y se sintió estúpida, hasta donde sabía la única cosa en el mundo mundial que podía asustarla (u orillarla a necesitar auxilio) eran las cucarachas. También, aquella vez en la que la temperatura en sus mejillas subió cuando él, poseído por la espada, le tomó fotos para propósitos desconocidos para ella. O cuando en el dojo de los Yagyuu fueron equipo, y él, con menos quejas que las que esperó de su parte, cumplió sus caprichos de niña mimada, arriesgando su propia espalda para buscar lo que ella quería (un inútil plato que no estuviera sucio).

Y una mierda, ella no estaba enamorada del adicto a la mayonesa, sólo que era el único en quien se podía confiar del Shinsengumi, qué va, era el único hombre confiable que existía en el anime.