Por más que lo intento siempre termino metiéndome demasiado en los personajes. Diantres, o narro demasiado lejana y fría o me involucro demasiado :/ Este me quedo medio depresivo :c acabo de escribirlo, quería publicar algo y me dije "ya, terminarás algo de aquí a la noche" y ta dán. Espero que les guste, sincerameente si dejan un review no desearé nada para navidad y seré feliz feliz feliz XD
Quería dedicarle este fic a alguien que probablemente ni lo lea, y si lo lee no lo entenderá porque nunca fue capaz de terminar PH :c XD pero si no fuera por ella jamás lo hubiera escrito, porque estaba desmotivada con esto de escribir :( Gracias por todo c: siento que terminaré dedicándote todos mis fics asdhak
Disclaimer: Ni Pandora Hearts ni ninguno de sus personajes me pertenecen, son propiedad de Jun Mochizuki :)
Apretó entre sus manos las rosas que ella le había dado.
Imaginó que las rosas no eran rosas, que era su pequeño corazón femenino el que estrechaba entre sus manos, estrujando cada gota de amor que reposaba sobre los pétalos. Ansiaba exterminar ese sentimiento enfermizo que de a poco conmovía su corazón intocable, que se iba colando entre sus debilidades. Más que nada deseaba no comprender ese afecto, no necesitarlo, no extrañarlo, no buscarlo, no corresponderlo.
Un amor enfermo esta destinado a morir; mejor matarlo del comienzo ¿no?
Oprimió su pasión morbosa entre sus dedos. Ella no debía amarlo, no, no, no de esa manera tan sincera e inocente; no tan profundo ni tan incondicional. Amores tan intensos no son más que una quimera, una llama destinada a extinguirse.
Comprendió entonces que no era su frágil corazón femenino el que destrozaba en su mente, sino el suyo propio. No era tampoco el amor de ella del que se protegía. Temía que ya fuera demasiado tarde, quererla tanto que ya no pudiera escapar, volverse dependiente; temía obsesionarse, transformarla en su musa, su felicidad, su pena, su anhelo, su miedo.
Deseó tener sus tijeras a su alcance, pero sólo tenía sus manos vacías para ahorcar las rosas y los pétalos caían arrugados sobre el suelo húmedo de aquella tarde otoñal.
— ¿Por qué hace eso? —Se escuchó su fina y acongojada voz rompiendo el silencio sagrado.
Él clavó una única mirada ausente en ella.
— Este es mi amor por ti —Repuso señalando los restos mutilados de las rosas.
Ada lo miró confundida y su ceño se frunció de manera casi imperceptible. Vincent sonrió, la había perdido. O talvez no… pero había provocado una pequeña herida; de a poco iría quitándole los pétalos a su rosa.
— ¿Qué hace? —Le tocó preguntar a él cuando vio a la muchacha arrodillada sobre las hojas.
— Reconstruyo nuestro amor.
Alargó una de sus manos y Vincent acercó sus palmas para aceptar ese amor morboso convertido en indefensos pétalos azules.
