Insomnio. Es curioso cómo la falta de quietud y la excesiva preocupación genera el insomnio.
Algo involuntario que se genera en tu cuerpo y afecta a la mente.
Lo primero que percibieron sus ojos al abrirlos fueron los vestigios de la noche. La radiante luz del sol se abría paso en el cielo. Observó cómo amanecía a través de aquella sencilla ventana.
Todo lo que le rodeaba en ese momento se podría describir con ese adjetivo. Sencillez. Y es debido a que se había mudado recientemente a una nueva casa bastante simple y vacía si lo comparamos con los lugares donde había estado viviendo sus últimos veintitantos años, mansiones ridículamente ostentosas y extravagantes.
Quizá un poco de sencillez le vendría bien. Al menos eso pensaba nuestra protagonista antes de darse cuenta de que llegaba tarde.
Aquel distrito de la ciudad para ella tenía algo cautivador, quizá porque desde pequeña había permanecido en un entorno muy distinto, sin embargo, no podía dejar de observar a su alrededor olvidándose por un momento de la misión que se le había encomendado.
Noveno, le había ordenado verificar el estado de la décima generación de guardianes. De hecho, su papel siempre había derivado en reunir cualquier tipo de información que pudiera beneficiar a la familia, y ella muy a su pesar accedía y realizaba su trabajo.
Aquella misión le iba a resultar demasiado fácil.-Pensó la joven. A pesar de su corta edad tenía la capacidad de realizar cualquier tipo de misión; e infiltrarse en una universidad no era algo que se pueda considerar dificultoso.
Consideró que desde lo alto de la azotea del edificio podría visualizar y ampliar su campo de visión. Y eso hizo. Poco tardó en reconocer al joven: tenía la complexión delgada y poco atlética, era más bajo que la media de jóvenes a su edad, de mirada humilde y amable.
Era casi ridículo pensar que aquel pequeño chico se convertiría pronto en el Capo Vongola. Pero ella no era quien para contradecir esa decisión.
Su mirada se desvió al chico que le seguía, a quien identificó como Gokudera Hayato: guardián de la Tormenta de la nueva generación. Pocos dirían que apesar de su apariencia rebelde sería casi un genio en el ámbito intelectual.
Continuó con quien dedujo que sería el guardián de la Lluvia, un chico alto y de apariencia despreocupada.
-Eh, tú.
La joven volteó ligeramente la cara hacia donde había provenido la voz. Se había sorprendido ligeramente ya que no le había escuchado acercarse, siquiera había percibido su presencia.
-Nunca te he visto en mi territorio, intrusa.
La joven casi sonrió cuando observó las armas que llevaba el muchacho en las manos dispuesto a iniciar una pelea. Lo reconoció al ver esas tonfas y aquella cinta en el brazo con la palabra 'Disciplina' escrita; se trataba del guardián de la Nube.
-Hibari Kyoya.- Ella pronunció su nombre con una sonrisa en sus labios al tiempo que le echaba una mirada poco disimulada.- Eres muy sigiloso, como una nube recorriendo el cielo.
-¿Quién eres?- Cuestionó al tiempo que se abalanzaba contra ella con la intención de golpearla.
- Qué simple eres. -Se mofó ella esquivando sin dificultad su ataque.- Veo que es cierto que eres el líder del Comité Disciplinario incluso en la Universidad, Kyoya.
-No lo preguntaré más. ¿Quién eres?- Habló amenazante al tiempo que lanzaba una serie continua de ataques que nunca llegaron a golpear a la chica.
-No has cambiado ni un ápice. Sigues siendo malhumorado con esa mirada desafiante y amenazadora, aunque sé de alguien que te supera en eso.- Comentó la joven casi para sí misma.-Todavía eres ingenuo e impulsivo. Un error bastante común en personas orgullosas.
-Te morderé hasta la muerte.- Dijo al tiempo que una tonfa chocó violentamente contra el bastón extensible que materializó la joven en el último segundo para defenderse.
-Dino me dijo que te había estado entrenando, veo que es cierto, pero aún te falta un largo camino para poder lograr siquiera pensar en un enfrentamiento contra mi.- Se burló ella cuando sus rostros estaban a escasos centímetros.
Sintió una nueva presencia y con un pequeño impulso se alejó del chico para encarar al nuevo sujeto. No pudo reprimir una sonrisa al ver al dueño de ése característico sombrero negro, con una franja anaranjada, y el pequeño camaleón sobre el ala del mismo
-Me alegra verte bien, Ime. Ha pasado un tiempo desde la última vez.
-La última vez aún estabas atrapado en la forma de arcobaleno.- Murmuró ella observándole con fascinación.- Te has vuelto más... atractivo.
Y no era para menos. Aquel que tenía delante era nada más y nada menos que el ex-arcobaleno del pacificador amarillo: Reborn.
Cuando sus miradas se cruzaron, Reborn sintió una oleada de deseo y necesidad de sentirla entre sus brazos. ¿Qué tenía ella que lo hacía sentir de esa manera? La primera vez que la conoció sintió intriga. Al igual que él, le rodeada un aura de misterio. Pero conforme los años pasaron, y la vio crecer se dio cuenta de que ya no era una niña.
-Tú también has crecido.- Habló de nuevo el mayor con picardía.
-Reborn, has interferido.- Intervino Hibari molesto.
- No malgastes el tiempo en pelear contra ella. Más importante, ¿qué haces aquí?
-¿Quién es?- Exigió saber el menor.
- Are ~Are, y pensar que de verdad te has olvidado de mi, me siento dolida.-Murmuró mirando a Kyoya antes de centrarse en Reborn.-Verifico el estado en el que se encuentra la nueva generación de guardianes entre otras cosas.
-Otras cosas.- Recalcó Reborn con intriga.
La joven inquieta jugueteó con los anillos que llevaba puestos en las manos. Era obvio que no quería hablar de ese tema, y no pasó desapercibido para Reborn.
Sintió la mano de Reborn sobre su cabeza. El mismo gesto que hacía el hijo de Noveno cuando pretendía hacerla sentir segura y protegida.
-Está bien. Ve a casa, hablaremos más tarde de ello.
