Amar a un Brujo
Secuela de Amar a un Príncipe.
Espero que esta ocasión si haya comentarios para poder enviárselos a IceQueenRia, miren que la historia esta de lo mas linda con final muy esperado.
Capitulo 1. Gwen se convierte en Reina.
Habían pasado tres meses desde que Merlín decidió quedarse con su madre en Ealdor en lugar de regresar a Camelot. El joven príncipe Arthur Pendragon, extrañaba a su sirviente terriblemente. Para él no era solo un sirviente, ni solo un amigo, era el hombre que amaba.
Merlín también lo amaba, de eso Arthur también estaba seguro, sin embargo habían optado por separarse antes siquiera de convertirse en una autentica pareja. Habían intercambiado unos pocos besos y palabras de amor y por unos pocos instantes Arthur hubiese jurado que estaban destinados a ser felices por siempre.
Sin embargo, el ser felices para siempre no pudo ser. El chico de cabello negro le confesó a Arthur que era un hechicero. Enseñado desde pequeño por el rey Uther a odiar y tener miedo a la magia, el príncipe reaccionó mal.
Después de una noche para calmarse y de unas cuantas bofetadas de Lady Morgana, Arthur había ido corriendo a ver a Merlín y pedirle disculpas. Pero a pesar de todo Merlín lo había abandonado, diciéndole que era lo mejor.
Aunque lo siguió, Merlín el hechicero no quiso regresar a Camelot con él, por lo tanto con el corazón adolorido, Arthur le permitió quedarse y desde ese momento quedó destrozado.
Todos podían ver que el joven Pendragon era terriblemente infeliz. Incluso su padre había notado el cambio en la actitud de su hijo.
—¿Morgana?— Uther se atrevió a preguntarle una noche después de cenar.
—¿Si mi Lord?— La dama respondió después de haberse pasado el bocado de alimento.
—¿Tienes alguna idea de por qué Arthur es tan infeliz? — le preguntó, observando cuidadosamente su rostro para detectar cualquier mentira.
—Estoy segura que solo es una fase mi Lord. —le dijo Morgana intentando mantener su rostro impasible. —Volverá a ser el mismo dentro de una semana o dos.
—No estoy ciego Morgana— replicó Uther, mirándola severamente. —Ha estado así desde hace varios meses y se que tu sabes algo al respecto.
—En realidad no me corresponde decírselo mi Lord. —Suspiró Morgana mientras se llevaba a los labios la copa de vino.
—Morgana— dijo Uther, con un tono que demandaba una explicación.
—Está bien. Su hijo esta sufriendo de mal de amores. —Le informó con prudencia dejando a un lado el hecho de que se trataba de otro hombre del cual se había enamorado el príncipe heredero.
—Debes estar equivocada— respondió el rey. —Arthur nunca ha estado enamorado de alguna dama.
—Eso es verdad— murmuró Morgana en voz baja.
—Debe haber algo más. —dijo Uther seguro. —Mi hijo ni siquiera ha mostrado interés en las mujeres. Él solo piensa en los combates y la cacería. A pesar de que tendrá que buscar una prometida pronto. Sabes Morgana, tú serías realmente una hermosa reina.
—Mi Lord, Arthur y yo somos amigos demasiados cercanos como un hermano y una hermana, para considerar casarnos— le dijo Morgana rápidamente.
—Si, si yo lo veo también de esa forma— Uther concordó aunque estaba claramente en desacuerdo.
—¿Qué pasaría si Arthur no se casara?— preguntó Morgana tentativamente.
—Bien, él debe hacerlo— dijo Uther con la boca llena de carne de cerdo. —Es el futuro rey y deberá engendrar un heredero para continuar la línea Pendragon.
—Pero… ¿Qué pasaría si Arthur ya se enamoró de alguien?— preguntó Morgana. —De una persona que ama con todo su corazón, alguien que podría hacerlo realmente feliz, pero que no pudiese darle un hijo.
—Entonces tendría que preñar a otra mujer— le respondió Uther —La línea Pendragon debe continuar, pero si ya encontró a alguien que realmente lo ama, como yo lo estuve de su madre, no le negaría esa dicha.
—¿Por lo tanto, mientras Arthur encuentre a alguien que lleve a su hijo, el podría estar con la persona que ama?— preguntó nuevamente Morgana solo para dejar las cosas más claras.
—Sería lo justo— dijo Uther— ¿Por qué preguntas tal cosa?
—Sin ninguna razón en particular— le contestó y antes de que terminara de cenar se disculpó para levantarse de la mesa.
Uther observó a su protegida salir del salón y se puso a pensar en su plática. Todo indicaba que Arthur estaba enamorado. Si el rey estaba en los cierto, esa persona era incapaz de darle a su hijo un heredero y probablemente esa era la razón por lo que Arthur estaba tan deprimido últimamente.
Levantándose de la mesa, Uther atravesó el castillo dirigiéndose hacia los aposentos de sus hijos. Cuando entró en estos, vio a su hijo acompañado por la sirvienta de Morgana.
—Deseo hablar con mi hijo en privado— le dijo a la chica de piel oscura.
Gwen se inclinó en señal de respeto y después abandonó la habitación rápidamente.
—¿Qué sucede padre?— preguntó Arturo.
—¿Quién es esa chica?— cuestionó Uther mirando a la puerta por donde la sirvienta había pasado. —¿Cuál es su nombre?
—Guinevere— Arturo respondió confundido.
—¿Es ella la causa por la que has estado tan apagado?— preguntó el rey.
—¿Qué? Yo no estoy apagado— Negó Arturo.
—No creas que puedes mentirme hijo— le dijo Uther. —El reino entero puede ver que no eres tu mismo. Morgana misma tiene la impresión que estas sufriendo por mal de amores.
El príncipe agachó su cabeza y eso fue todo lo que necesito su padre para confirmarlo.
—Ya veo que es cierto— dijo Uther causando que Arturo levantara la cabeza rápidamente intentado infructuosamente mantenerse sereno. —¿Qué doncella ha roto tu corazón?
—No es exactamente eso— respondió Arthur, después de todo Merlín no era ninguna doncella, por lo cual no podía decirle eso a su padre.
—Creo saber lo que esta sucediendo aquí— le dijo Uther a su hijo, mientras lo sujetaba de los hombros y le dedicaba una sonrisa rara. —Estás enamorado de Guinevere.
—¿Qué?— Arturo palideció. —Eso es ridículo.
—Esta bien, puedes admitirlo— dijo Uther sin dejarle de sonreír. —Estoy seguro que es una joven extraordinaria que ha ganado tu afecto.
—Pero… pero— El príncipe farfulló.
—Si en verdad estás enamorado de esa chica, por supuesto que te daré mi beneplácito para que te cases con ella. — Uther continuó hablando, sin darse cuenta que su hijo comenzaba a ponerse de color verde. —Sin embargo, sólo podrás casarte con Guinevere con la condición que encuentres una mujer de noble cuna para producir un heredero.
—No quiero un heredero— Arturo protestó mientras en su mente se creaba la imagen de un niño corriendo y gritando con su espada, causando estragos en el castillo, con Morgana sonriendo al fondo y alentando al futuro rey.
—Por supuesto que aun no— Uther acordaba. —Pero en algunos años estoy seguro que estarás listo para asumir la paternidad. Así que ¿Cuándo piensas casarte con la joven Guinevere?.
Con un ruido sordo, Arthur cayó desmayado al suelo.
En Ealdor, Merlín estaba trabajando en los campos de cultivo, el sol ardiente caía sobre su espalda de tal manera haciéndolo sudar. No muy alejada, su madre Hunith también estaba trabajando arduamente, junto con otros aldeanos.
—Merlín— lo llamó Hunith, al observar como su hijo estaba trabajando fuertemente. —Ve más lento, estas esforzándote demasiado.
—Estoy bien madre— insistió, mientras continuó trabajando desesperadamente para mantener su mente alejada de cierto imbécil real.
Desde que eligió abandonar Camelot y regresar a Ealdor, no había pasado un día sin que la mente de Merlín se ocupara de pensar en el príncipe. Cada noche el hermoso rostro de Arthur aparecía en sus sueños. Eran esas veces cuando en el sueño de Merlín lo sentía tan real y tan vivido que a veces creía que había regresado a los brazos de su príncipe. Pero cuando llegaba el día y despertaba en el suelo de la casa de su madre, sentía una y otra vez que había perdido a Arthur.
Esos eran los momentos cuando Merlín consideraba fuertemente regresar a Camelot, pero el siempre lograba convencerse así mismo que lo mejor era quedarse en Ealdor.
La vida era mucho más sencilla en su villa natal que el ritmo frenético que Camelot tenía. Fuera de ese sitio, el no había tenido la necesidad de seguir viviendo en un constante miedo de que el rey Uther pudiese descubrir sus poderes y sentenciarlo a muerte. Tampoco tenía que lidiar con los enigmas tontos del dragón.
Aun así el joven brujo extrañaba a Camelot demasiado. Extrañaba a sus amigos, Gaius, Gwen y Morgana. Pero más que a todo, extrañaba a Arthur Pendragon.
Echaba de menos la forma en que discutían, la manera en que Arthur caminaba, como se iluminaba su rostro cuando ganaba un torneo o había tenido una buena caza, como brillaba el sol en su cabello rubio, dándole esos tonos dorados, sus ojos azules y labios suaves que los hacia ver tan besable. En resumen echaba de menos todo lo relacionado con el príncipe.
—Se que los extrañas— le dijo Hunith, provocando que su hijo abandonara sus pensamientos. —¿Por qué no dejas de auto castigarte y solo regresas a Camelot?
—No estoy autocastigándome— objetó Merlín. —Y no puedo regresar. Mi vida esta ahora aquí, es lo mejor.
—Merlín soy tu madre— apuntó Hunith. —No puedes ocultarme como te sientes realmente. Amas a Arthur. De hecho yo diría que durante todo este tiempo, separados ha hecho que lo ames más. En realidad no eres feliz aquí. Despertarte cada día y colocar una sonrisa falsa en tu cara, no va a cambiar para nada eso. Regresa a él hijo; te necesita tanto como tu a él.
—Probablemente ni siquiera me extraña— replicó Merlín, mientras continuaba con su trabajo. —Ya probablemente me olvido del todo y continúo con su vida.
—Honestamente no puedes creer eso— dijo Hunith a su hijo y lo obligó a dejar de cosechar. —Probablemente pase la mayor parte de su tiempo deprimido mirando por la ventana, esperando que de un momento a otro atravieses las puertas de la ciudad.
Merlín no respondió, permitió que su madre lo condujera de nuevo a su casita y lo llevara hacia la mesa para que se sentara. Suspirando dejó caer su cabeza sobre la superficie de esta, mientras su madre le hacia tomar agua. Levantó su cabeza y la inclinó hacia atrás para luego verter todo el líquido en su garganta, apenas le tomó gusto, nada le agradaba desde que había visto por última vez a Arthur.
A medida que hechicero se sintió descansado, se encontró pensando de nuevo en el príncipe, su madre mientras tanto doblaba cuidadosamente todas sus pertenencias en un saco, para después colocarlo frente a él.
—Sólo vete Merlín— le dijo. —Permítete ser feliz por una vez en tu vida.
—No, no puedo regresar— dijo, mientras la miraba con miedo, como si pudiera todo salir mal.
—Merlín deja de ser tan terco— suspiró exasperada Hunith. —Eres mi único hijo y no voy a ver como día tras día caes más profundamente en depresión.
—¿Así que vas a echarme?— preguntó incrédulo Merlín.
—Estoy haciendo lo que tengo que hacer con el fin que puedas ser feliz de nueva cuenta— le respondió.
—Regresar a Camelot no resolverá todo por arte de magia. —razonó Merlín. —Por lo que se Arthur seguramente me ha olvidado o tal vez ni siquiera quiera verme. Todo estará mucho mejor si me quedo.
—Al menos ve a Camelot por unos pocos días— dijo Hunith. —Visita a Gaius y a tus amigos, habla con Arthur y dile como te sientes. Si después de esos días tú aún quieres regresar, entonces serás bienvenido de nuevo. Pero si finalmente quieres abrir los ojos y dejar de ser un idiota, podrás quedarte por siempre ahí y ser feliz con Arthur.
—En realidad no quiero…— trató de decir Merlín, pero Hunith que ya había metido todas sus pertenencias en un saco se lo dio y lo empujó hasta la puerta.
Afortunadamente para Merlín, el tiempo fue agradable en su largo camino de vuelta a Camelot. Se detuvo para pasar la noche y acampó bajo las estrellas antes de emprender el resto del viaje a la mañana siguiente.
Después de un sencillo almuerzo, el magnifico castillo apareció ante su vista haciéndose más grande con cada paso que daba, acercándose a Camelot y mucho más importante acercándose a Arthur.
Con cada paso que daba, Merlín desesperadamente quería girar y alejarse corriendo en dirección opuesta, aun así sus pies aceleraron la caminata para llegar a Camelot antes de ceder a sus instintos primarios.
Entonces cuando pasó los muros de Camelot el deseo de huir fue dominado por el de ver a su príncipe otra vez.
Se abrió paso entre la gente del pueblo, una sonrisa comenzó lentamente a aparecer en su rostro al pensar en unos ojos azules y un cabello rubio. Estaba prácticamente en la escalera del castillo cuando escuchó a dos caballeros platicar.
—Arthur se va a casar— dijo el primer caballero en tono bajo, entonces Merlín se congeló en el acto y agudizó su oído para escuchar la conversación.
—¿Y quien será su esposa?— preguntó el segundo caballero. —¿Lady Morgana?
—No— El primer caballero negó— Su sirvienta, Guinevere.
Las palabras susurradas resonaron fuertemente en el oído del brujo y las lágrimas comenzaron a amenazar con salir de sus ojos, se giró para alejarse rápidamente del castillo y lo más importante lejos de Arthur.
Continuará…
Arima chan
Espero sus comentarios, para quienes no han visto la serie la pueden encontrar en series yonkis o en series 21 hasta la tercera temporada…
Por cierto si leyeron el anterior fic de Amar a un Príncipe se darán cuenta que ahora respeté los nombres y títulos en su idioma original, no se que opinen.
Otro aviso es que la historia ya esta en su totalidad traducida así que las actualizaciones serán de manera continua.
