Habían pasado dos meses desde que Goku se marchó junto con Shenlong , la vida en la tierra continuaba con una paz y tranquilidad que nunca antes había gozado, una paz que no ocultaba una próxima amenaza.

Los guerreros z también habían vuelto a su vida cotidiana, Milk acostumbrada a la ausencia de Goku, ya sea por que este moría o se marchaba a entrenar, no le costo mucho trabajo adaptarse a su vida de nuevo. Goten estaba más inmerso en su relación con Pares y poco a poco su vida se parecía más a la de un joven humano. Trunks por su parte regreso al mando de la Corporación Capsula, aun que sus recientes aventuras lo hicieron recordar lo mucho que amaba pelear y buscar nuevos retos, por lo que decidió seguir con su entrenamiento junto con Pan, quien extrañaba enormemente a su abuelito, pero por lo mismo decidió que entrañaría muy duro para volverse más fuerte y así hacer sentir orgulloso a Goku, donde sea que se encontrara. La vida de padre de familia y profesor hizo que a Gohan no le costara trabajo distraer su mente de la tristeza causada por la perdida de su padre y Piccolo, aun que siempre estarían presentes en su memoria y corazón. Kirlin siguió viviendo tranquilamente en Hame House junto con no. 18 y su hija Marron, aun que extrañaba a su viejo amigo la vida nunca había ido tan bien para él, ahora podía disfrutar con calma de su pequeña familia. Yamcha se había mudado a ciudad Satan a vivir con tranquilidad y a disfrutar de su debilidad, las mujeres, claro siempre acompañado de su fiel amigo Puar, quien era le ponía los límites.

TenShinHan regresó a vivir a las montañas a entrenar junto con Chaoz, aun que su entrenamiento era constantemente interrumpido por Launch, quien nunca dejaba de perseguirlo. Bulma tal vez era la única que no se encontraba deprimida por la ausencia de Goku, ella fue la primera en conocerlo y sabía bien que Goku tenía una razón para hacer las cosas y que probablemente el muy descarado se encontraba entrenando para hacerse más fuerte en alguna parte del universo.

Si, la vida en la tierra había vuelto a la normalidad, con tristeza y melancolía que en algún punto dejaría de existir, pero había alguien que no podía volver simplemente a la normalidad, desde que Goku se marchó Vegeta se encontraba de un humor terrible, aun peor que el habitual, se encerraba días enteros en la cámara de gravedad, pero ni eso lograba calmarlo, tampoco el hecho que su hijo volviera a mostrar un real interés en las batallas, para Vegeta ya no había una verdadera razón para pelear. Toda su vida había combatido, entrenado y buscando nuevas formas para ser más poderoso, para vencer a Kakaroto. Ahora que ya no existía Goku en ese mundo, el Príncipe de los Saiyajin no tenia un oponente digno de combatir, ningún ser en el universo hacia que la sangre le corriera por las venas como lo hacia al pelear contra Goku, nadie lo motivaba a ser más fuerte como la idea de que Goku lo superara. Pero ahora no tenía una razón para pelear, para ser más fuerte. Cuando Goku moría Vegeta sabía que algún día se aparecería de nuevo y que sería más fuerte, por lo que él no dejaba de entrenar, para que a su regreso Goku no fuera el único que había incrementado sus poderes, pero ahora que Goku no había muerto, que simplemente se había ido con Shenlong, Vegeta sabía que nunca volvería a verlo, no en esta vida, no en el otro mundo, nunca. Eso lo llenaba de rabia, impulsos por ir a buscarlo en el universo lo atacaban día y noche, pero sabía que nunca lo encontraría. Fue entonces cuando una lagrima solitaria rodó por su mejilla que el Príncipe de los Saiyajin se dio cuenta que no había perdido simplemente a un rival digno de admiración, había perdido a un amigo entrañable.