Unos gritos provenientes de la cocina, le despertaron. Decían algo así como que sacara a ese bicho de ahí, o algo así. Para luego pasar a oírse golpes.
La persona que antes estaba dormida, ahora estaba sentada sobre la cama, y dudando si bajar o no. Al final, tras decírselo un par de veces decidió bajar a ver qué pasaba. La escena que vio le produjo un leve ataque de risa que trato de ocultar con una tos fingida.
Una mujer, de unos treinta y algo años, corría de un lado de la cocina, a otro. Tenía el pelo rubio y los ojos azules. Tratando de calmarla, inútilmente, un señor de unos cuarenta años, le decía palabras que en teoría la calmarían, pero nada. Era un señor con el pelo también rubio, pero de un tono más cenizo y los ojos igual de azules que su mujer, con la diferencia de que este llevaba gafas.
La mujer que no paraba de señalar en una dirección, se dio cuenta del chico que estaba parado en la puerta de la sala.
-Buenos días cielo, ¿Te hemos despertado, Berlwald?- Pregunto bajando la voz la mujer. A lo que su hijo les respondió asintiendo.
-¿Qué ha pasado?
-Oh, nada cielo, solo un bichejo que se ha colado por la ventana.- Hablaba como si eso fuera lo más normal del mundo, pero antes era ella la que estaba dando gritos por la cocina.
Berwald miro en dirección hacia la ventana, y allí vio, posada sobre el alfeizar de la ventana, una lechuza parda, que al sentir la mirada del chico hincho el pecho y voló hacía el.
Se poso en el suelo, frente a sus pies. Berwald, se agacho hasta la lechuza y acaricio su plumaje, pensó que era muy suave.
Se fijo en que el ave llevaba atada una carta en su pata, la cogió y al instante el ave alzo el vuelo posándose una vez más en la ventana.
Berwald se sentó en la mesa de la cocina y miro a ver de donde era: Ponía que era para él, su nombre y su dirección, estaban escritos en una tinta verde esmeralda, en el reverso del sobre había un sello de lacre de color purpura, que nunca había visto. Un escudo de armas, con 4 animales sobre una H; un león, una serpiente, un tejón y un águila.
Abrió la carta y al segundo se quedo desconcertado, la carta ponía que tenía una plaza en una escuela de magia y hechicería, llamada Hogwarts. Le informaba por escrito que el director Dumbledore, que tenía escritas un montón de cosas entre paréntesis, había permitido su entrada.
Después se le informaba de que las clases comenzarían el 1 de Septiembre, y estaba escrita por alguien llamado Minerva McGonagall
Berwald levanto la vista y le pasó la carta a sus padres, estaba procesando lo que ponía. Un colegio de magia, sonaba tan irreal, tan... Mágico... Precisamente.
Sus padres levantaron la vista de la carta igual que él, confusos. ¿Es qué... acaso son un mago? preguntas de ese estilo rondaban la cabeza del chico.
-Bueno... así... que tenemos otro mago en la familia...-La voz de su padre sonaba rara, sonaba algo triste. Pero Berwald, presto más atención a cierta palabra que había dicho, "otro" que ¿otro?, su padre pareció notar la confusión en su cara, y continuo hablando.- Berwald, ¿te acuerdas que te dije que tu abuelo murió?
El chico solo asintió y su padre prosiguió contando.
-Pues tu abuelo, era un mago, se entristeció cuando se entero de que yo no era un mago... Pero tu si lo eres, tal vez se salte una generación...- El señor empezó a murmurar un par de cosas y Berwald dejo de prestar atención a lo que decía. Miro a su madre que estaba leyendo y re-leyendo la carta, parecía tener un debate interno. Y así era...
Ya que sin esperárselo, su madre, saco un bolígrafo y escribió en una hoja de papel, que luego doblo y ató a la pata del ave, que emprendió el vuelo al instante. Berwald cogió la carta de encima de la mesa, esperando a que alguno hablara.
-Bueno, pues si es un mago, es un mago.- Un escalofrío recorrió la espalda de Berwald, el tono que había usado su madre significaba dos cosas. La primera, que él había hecho algo mal, la segunda, que quería que saliera de la habitación rápidamente. Por descarte, salía de la cocina mirando a su padre, que se removió incomodo en el sitio.
Berwald salió de la casa y se sentó en el porche, volvió a leer la carta hasta que llego a la parte de cosas que necesitaría para el curso.
¿De dónde voy a sacar una varita...? Un trozo de palo?, con ese pensamiento se acerco a el único árbol que había en todo el jardín delantero, de las ramas más bajas arranco una fina, y la miro fijamente, como va a valer esto de varita...tiene que haber algún sitio donde pueda comprarla...
Siguió mirando la lista, un caldero... bueno de eso tenía en casa... necesitaba tres capas negras y una de invierno, también negra, paso a la lista de los libros necesarios. Leyó una vez y otra vez cada uno de los libros que ponía, no conocía ni el libro, ni al autor.
Tiene que haber algún sitio donde se pueda comprar todo esto.
Paso toda la mañana en el porche de la casa, cuando su madre le llamo para que entrara a comer, recordó que no había desayunado con todo lo que había pasado.
El resto del día lo paso pensando de donde sacaría las cosas que necesitaría para el curso, mientras su madre lanzaba miradas cargadas de indignación a su padre, que solo se encogía en el sitio.
