Este fic se lo dedico a Agnet y a Colgadadeunpalo, por supuesto y, a dos personas cuyos reviews me alegran cada vez que los leo: Time Death y Ellie-Kino... mil gracias, chicas!

DISCLAIMER: todos los personajes de la serie Naruto que aparecen en este fanfic son propiedad de Masashi Kisimoto, en todos los capítulos sin excepción.


YO SOY EL MIEDO

El sonido de sus tacones resuena, nervioso y hueco, contra las frías paredes de ladrillo. Es un sonido rítmico y enormemente molesto, que hace que de entre tus labios escape un siseo airado y que tus ojos se conviertan en dos finas rendijas aguamarina. Observas como su hermoso cuerpo de diosa griega se balancea embutido en ese vestido rojo como tu pelo que parece quedarle extremadamente pequeño y que resalta como la sangre sobre su pálida piel.

Su piel...

Se te hace la boca agua solo de pensar en lo fácil que sería cortarla para ver como la sangre se desliza lentamente sobre ella, combinando armoniosamente con la escasa tela que la cubre. Ladeas la cabeza preguntándote curioso cuan agudos serían sus gritos si en vez de cortársela le arrancases la piel a tiras.

Hmm... Sublimemente delicioso.

La ves trastabillar torpemente y algo similar a una queda risotada resuena en tu pecho. Recorres el callejón con la mirada desde tu elevada posición sobre uno de los edificios que lo bordean y una sádica mueca rompe el aire helado que te rodea. Llevas una mano hacia el interior de tu chaqueta de cuero, y de uno de los múltiples bolsillos extraes tres diminutos shurikens que colocas hábilmente y con rapidez entre tus dedos. Levantas el brazo por encima de tu hombro y, con un veloz y certero movimiento, los lanzas. Las armas cortan el aire y en apenas una fracción de segundo ya han alcanzado tu objetivo. El bidón metálico cae al suelo con estrépito y tú sonríes tu suerte cuando de su interior sale un erizado y asustado gato negro. Todo ambiente misterioso o terrorífico debería tener su gato negro. La chica chilla estridentemente y tropieza consigo misma hasta acabar apoyada contra una de las paredes del callejón.

Desde tu posición puedes incluso oler su miedo. Tan dulce...

Es el olor de la presa que sabe que ha sido acorralada por el depredador.

Desde que salió de aquella ruidosa discoteca no has dejado de seguirla en la distancia ni un solo instante. La has guiado poco a poco y ni siquiera se ha dado cuenta. Has utilizado su miedo y sus emociones conduciéndola justo hasta donde tu querías, como a un cordero conducido al matadero.

Vuelves a olfatear el aire y disfrutas un instante de ese ambiente que tú mismo has creado. Ya la tienes donde querías, y ahora... toca actuar.

Y desde la azotea de ese edificio que es exactamente igual a todos los que te rodean, te dejas caer en picado, como si te lanzaras a una piscina, atravesando esos doce metros a la velocidad del rayo. Y justo cuando apenas faltan un par de metros para que tu cuerpo impacte contra el suelo, giras en el aire, contorsionando todos los músculos, para acabar aterrizando con un golpe sordo cual ágil felino, frente a los aterrados ojos de la muchacha, que se aplasta contra la pared sin poder reprimir que un agudo grito de pavor escape de su garganta.

Te reprochas a ti mismo la calidad de tu entrada triunfal. Es mucho más placentero caer sin hacer ruido alguno para sorprender aun más a una presa ya de por sí alterada.

Presa...

Saboreas la palabra mientras caminas con parsimonia hasta situarte a poco más de dos metros de la joven, que no ha dejado de farfullar y sollozar suplicas, mezcladas con palabras ininteligibles, y que, en contra de lo que suele suceder, comienzan a aburrirte.

Sonríes con crueldad, haciéndola enmudecer al instante. Te preguntas distraídamente que pasaría si cortases primero esos labios secos y temblorosos, que continúan moviéndose sin proferir sonido alguno. Y entonces, cuando decides que comenzarás justo por ahí, su garganta vuelve a reaccionar

— ¿Q-quién...?—el resto de la frase se vuelve inaudible al convertirse sus palabras en un desesperado sollozo, cuando ve brillar el cuchillo en tu mano

¿Quién? Vaya... la verdad es que esa chica te irrita cada vez más... aunque tienes que reconocer que es entretenido observar como su pecho sube y baja a gran velocidad y como su cuerpo se retuerce, apretándose contra la pared. ¿Quién...? la verdad es que no tienes ganas de contestar a eso.

—No... por favor... por favor... no...— gruesas lágrimas comienzan a salir de sus ojos claros, dibujando en su cara irregulares caminos de rimel negro. No te gustan las presas que lloran pero, curiosamente, la situación comienza a divertirte enormemente.

— ¿Tienes... miedo?—es una pregunta absurda, pero no puedes evitar que una sonrisa socarrona se instale en tu rostro, habitualmente impasible, al ver como ella se estremece sin parar de llorar— Yo soy el miedo.

Y entonces... actúas.

Sin que ella sea capaz de verlo te has colocado acorralándola con tu cuerpo; y, para cuando sus lentos reflejos han podido darse cuenta, tu cuchillo ya se ha hundido en su cuerpo hasta la empuñadura, justo en el esternón.

Te habría gustado divertirte un poco más con ella, pero eso que ruge en tu interior no podía soportar por más tiempo su sangrienta sed.

De entre sus labios entreabiertos comienza a brotar la sangre, sin darle tiempo a decir ni media palabra. Sus ojos, ya vidriosos, se clavan en los tuyos y un suave ronroneo palpita en tu pecho. Te inclinas hacia delante aplastándola contra el frío muro y el cuchillo se hunde un poco más en su cuerpo, ahogándola. Tus labios rozan su oreja y formulas cuatro palabras, como si de una sentencia o un réquiem se tratara:

—Yo soy tu miedo


Espero de todo corazón que os haya gustado leerlo tanto como yo disfruté escribiéndolo... y hablo en serio: este es uno de los fanfics que más he disfrutado escribiendo. (sádica 4 ever)

Si alguien tiene alguna sugerencia, comentario e incluso una crítica (constructiva, por favor) ya sabe: Botón de Reviews