Me quedé pensando en el final de la historia de Daniela, y no pude dejar de preguntarme qué habría pasado si al correr hacia el jeep Daniela hubiera podido oler a los policías. Decidí escribir lo que pienso que podría haber sucedido.
Para los que no leyeron "No juegues en el bosque" les hago un resumen (aunque igual recomendaría leer los 4 primeros capítulos de esa historia antes de leer esta):
Los Cullen se encuentran pasando una temporada bajo perfil en el sur de Chile, luego de que se rompiera la tregua con los hombres lobo. Escogieron Chile, por lo lejos, lo despoblado, lo remoto, y lo nublado. A la familia no le hace gracia, pero lo toleran ante la insistencia de su líder Carlisle.
Un día en que Jasper andaba un poco más sediento que de costumbre, una compañera de clase se corta y él escapa de la escuela junto con Alice para no tener un "accidente". En el bosque de los alrededores, pasan demasiado cerca de una alumna menor que también se había salido de clases. Jasper, perdiendo el control, la muerde. Logra a duras penas no seguir bebiendo su sangre, pero el daño ya está hecho.
La familia duda entre permitirle que termine de transformarse o eliminarla, dado lo joven que es. Finalmente deciden conservarla, e intentar integrarla a la familia, a pesar de estar conscientes que el éxito no es seguro y de que podrían llegar a acusarlos de haber hecho una niña inmortal.
Luego de varios meses de cautiverio, resulta evidente que la nueva es más parecida a un niño inmortal que a los otros jóvenes vampiros de la familia. Pero no se dan por vencidos. Y, un día, ocurre lo inevitable: la policía descubre que ellos pueden estar relacionados con la desaparición de la niña.
La familia intentará huir de Chile con ella, esperando que el asunto se olvide con el tiempo y que ella termine adaptándose.
Esta historia retoma en el último capítulo de "No juegues en el bosque", por lo que el primer capítulo les parecerá conocido a los que leyeron esa historia. Al igual que esa, este final alternativo está contado en primera persona, desde el punto de vista de la niña.
Sólo me queda avisar que esta historia contiene un poco de violencia, palabrotas, referencias sexuales, y se toma a veces el nombre de Dios en vano. Y contiene chilenismos, aunque espero que la historia se entienda a pesar de eso. Ah, y es un poco más larga que "no juegues en el bosque", ya que tendrá 21 capítulos, aunque más cortos.
Capítulo 5
Rosalie y Emmett llegaron para mi cumpleaños. Carlisle, Dios lo bendiga, creyó que sería una buena idea.
Después de más de tres meses con los vampiros, yo ya estaba dejando de creer que ocurriría un milagro, y que podría retomar mi vida de alguna manera. Las escasas cosas que Bella me contaba sobre mi hermanita no indicaban que mis padres estuvieran buscándome. Todo lo que sabía era que ella había vuelto a ser una niñita normal y feliz. Esto me alegraba, claro, me aliviaba. Pero también me hacía sentir que mi familia se había dado por vencida demasiado rápido.
Los primeros días, incluso las primeras semanas, yo tenía la certeza de que mis padres removerían cielo mar y tierra para encontrarme, y la esperanza de que cualquier día oiría las sirenas de la PDI o de carabineros acercándose a la casa del bosque. Cuando no estaba Edward en la casa, me gustaba evadirme imaginándome el feliz reencuentro. Humana o no, viva o no, mis padres correrían hacia mí y me recibirían con los brazos abiertos. Y los Cullen… Bueno, ellos conseguirían huir y ya. Los quería, supongo, del modo que un prisionero ama al carcelero que lo trata bien.
Pero, para cuando Rosalie y Emmett llegaron, yo ya me había comenzado a hacer a la idea que el milagro jamás ocurriría. Me estaba cayendo la teja, como se dice en buen chileno. A la velita de esperanza que mantenía encendida desde el principio le quedaba solo un cabito de cebo. Suponía que Carlisle contaba con eso.
Estaba lloviendo a chuzo, como era tradición en mi cumpleaños. Al menos eso no había cambiado desde el año anterior.
Aunque técnicamente no cumpliría 15, y prácticamente no podía tener la fiesta de 15 que yo hubiera querido, Esme y Carlisle se esmeraron intentando que fuera un día especial. Incluso me quitaron el bloque por el día. Todo un lujo.
Yo no le veía el sentido a la decoración. ¿Para qué mierda quería yo globitos con forma de corazón? Lo único que consiguieron fue que me dieran ganas de decirles por dónde se podían meter sus globitos. Eso hizo reír a Edward. E hizo reír a sus hermanos cuando se los contó. E hizo fruncir el ceño a Carlisle cuando los escuchó. La única que no supo lo que pensaba de sus globitos fue la bendita Esme, la de la idea de los globitos en primer lugar.
La llegada de los hijos pródigos fue memorable.
Se suponía que Carlisle iría a buscarlos en auto al terminal de buses de la ciudad, para traerlos. Pero ellos, pasándose por buena parte las órdenes de Carlisle, decidieron comprar un vehículo en Argentina y llegaron manejando a la casa, unas horas antes de lo planeado.
Cuando sentí el ronroneo de un motor desconocido acercarse por el camino a la casa por primera vez desde que había llegado, fui la única cuyo corazón se llenó de esperanza. Creí que era mi milagro de cumpleaños. Dios existía, había escuchado mis plegarias, y había decidido hacer justicia. ¡Aleluya hermanos!
Una mierda.
Los demás entraron en pánico, y Carlisle comenzó a disparar rápidas órdenes en inglés como un poseso. Yo intenté aprovechar el caos para salir corriendo al encuentro de mis salvadores, pero Esme me sujetó. Al parecer, su misión en el plan de huida consistía en sujetarme a mí. Pero el show sólo duró medio minuto, ya que Alice de pronto sonrió con alivio diciendo que sólo eran Rose y Emmett, que podía verlos a ellos llegando.
Todos suspiraron aliviados mientras a mí se me reventaba mi burbujita de esperanza.
Una mierda, como dije.
Pasado el alivio, Carlisle pasó de modo general en batalla a modo líder mosqueado. Pero nada borró la sonrisa de alivio de Esme, que seguía sujetándome como una araña de acero.
Salimos a recibirlos a la parte techada de la terraza, a tiempo de ver acercarse al jeep más grande que había visto en toda mi vida. Venía hecho un bólido salpicando barro, ya que llovía copiosamente.
Se estacionaron frente a la terraza, y del asiento del piloto salió la rubia más espectacular que había visto en toda mi vida. Guau. Yo no era lesbiana, pero había que estar ciego para no quedársela mirando como una aparición. Y del asiento del copiloto salió King Kong. El contraste era chocante. La bella y la bestia. Y qué bestia. Emmett era enorme. Yo pensaba que los libros exageraban. ¿Cómo semejante gorila podía haber pasado por un escolar? Y yo que pensaba que Carlisle era alto…
A mi espalda sentí que Esme tiritaba. Mi primer pensamiento fue que tenía frio porque estaba lloviendo. Luego recordé que era un vampiro, y me di cuenta de que Esme lloraba. Estaba llorando de felicidad por el retorno de los hijos que le faltaban.
Esme me soltó, y salió corriendo a abrazarlos. Pensé en aprovechar para salir arrancando, pero bastó que me moviera un nanómetro para que Carlisle me agarrara como lo había hecho su esposa.
Era todo un espectáculo ver a Esme con sus hijos. Abrazaba a uno, abrazaba al otro, luego volvía a abrazar a uno, luego volvía a abrazar al otro. Y todo a velocidad vampiro. Yo creo que le hubiera gustado poder dividirse en dos para poderlos abrazar a los dos al mismo tiempo. Resultaba cómico cuando abrazaba a Emmett, porque parecía una muñeca de trapo entre sus gruesos brazos.
Ya estaban los tres empapados cuando consiguieron que Esme los soltara lo suficiente como para avanzar. Y ahí comenzó el show de abrazos, el show de besos, de apretones de mano… Incluso el show de combos en el pecho. Todos hablaban en inglés a la vez, muy rápidamente. Yo esperaba que Carlisle me soltara, para ir a abrazar a sus hijos, pero creo que su sentido del deber pudo más.
Cuando el enjambre de vampiros se disipó lo suficiente como para que los recién llegados me vieran se produjo un silencio pesado. Rosalie me quedó mirando desde muy arriba, y dijo algo burlón en inglés, y tuve la sensación de que yo no le había gustado.
-Rosalie. En español y con respeto por favor -le pidió Carlisle con calma pero con un dejo de irritación en la voz. Ella puso los ojos en blanco.
-¡Hola Daniela! –me dijo, con una dulzura tan falsa que, instintivamente, intenté dar un paso atrás y terminé pegándome más a Carlisle. Podía ver todos sus dientes, y tuve la certeza de que no tardaría ni un minuto en hacerme puré. Carlisle me apretó y me hizo cariño en un brazo con los dedos que me aprisionaban como para que no tuviera miedo.
-Hola Rosalie –le respondí, intentando reponerme rápido para que no se notara mi miedo-. Gusto en conocerte. Te daría la mano, pero experimento dificultades técnicas.
Traducción: mira como me tienen agarrada.
King Kong se rio, y se acercó también. Tuve que levantar mucho la cara para verlo a los ojos. Sonreía de oreja a oreja.
-Así que tú eres el nuevo bebé de Esme –me dijo.
A pesar de lo desagradable del comentario, y del tamaño, me dio menos miedo que su esposa.
-Supongo que es una forma de llamarlo –admití-. Un gusto que hayas llegado a tiempo para mi fiesta de quince.
Rosalie resopló, y negó con la cabeza. Miró a Esme y a Carlisle con expresión de censura y entró la primera a la casa. Y sin sacarse los zapatos con barro. Esme nunca nos dejaba a hacer eso. ¿Por qué a ella no le decían nada? Emmett sonrió con una mueca incómoda, me dio unas estúpidas palmaditas en la cabeza y murmuró "un gusto en conocerte Daniela. Perdona por favor a mi esposa…". Y también entró dejando huellas. Y nadie le dijo nada.
Todos entramos detrás de ellos, y Carlisle me empujó algo tenso a los brazos de Esme. Ella me agarró de nuevo desde atrás, como una araña de acero, pero lo suavizó dándome un beso en la cabeza.
Carlisle caminó decidido hacia Rosalie, que le daba la espalda olímpicamente como ignorándolo. De camino, al pasar junto a Emmett, le gruño "mi escritorio". Cuando llegó donde estaba Rosalie le tomó un brazo y la arrastró prácticamente con él escalera arriba. Emmett los siguió con aire resignado. Luego de un segundo de tensión, Esme me empujó a los brazos de Alice.
-Alice… Por favor… -Le pidió indicándome, y corrió escalera arriba detrás de su esposo y sus esbirros. Me dio risa como ágilmente le hizo el quite a las huellas de barro para no manchar sus calcetines.
Los cinco nos quedamos en el living grande, en silencio.
-Cumpleaños feliz… Cumpleaños feliz… -comenzó a cantar Jasper muy bajito, con una risa nerviosa, y todos soltaron el aire que estaban conteniendo y se rieron también.
El ambiente se aligeró palpablemente. Eso relajó un poco a Jasper, que parecía estar sufriendo más que el resto. Alice por fin me soltó.
-Y bueno, ya conoces a toda la familia –dijo ella dejándose caer en un sofá-. Y sobreviviste. ¿Qué te parece?
-Familia de locos –dije riéndome, aunque estaba siendo sincera.
-Te acostumbrarás –me dijo Bella, sentándose también. Edward se sentó de inmediato a su lado, como si fuera su sombra. Y como si esa fuera la indicación que esperaba, Jasper se sentó junto a Alice. Así que, para no ser menos, me senté también. Sola.
De pronto se escuchó la dulce voz de Rosalie, diciendo algo que sonaba a un chorizo de insultos en inglés. Todos hicieron una mueca.
-¿Qué le pasa a Rosalie? –Pregunté.
Todos suspiraron y se miraron.
-Ella es… Complicada –respondió Edward.
-¿Me odia no? –Pregunté.
-No exactamente –dijo Edward.
-¿Alguien me puede dar una respuesta clara? –Pregunté un poco tostada.
-Me está odiando a mí –dijo Jasper.
-¿Por morderme?
-No. Por no matarte.
Me quedé callada.
-Rosalie piensa que eres demasiado joven –dijo Bella tomando la palabra. Eso me alegró, ya que ella era buena para decir las cosas en vez de andarse con rodeos-. Entiende el desliz de Jasper, pero lo odia por no matarte él mismo cuando se dio cuenta de que te había mordido. También odia a Alice por haberlo permitido. Los odia a ambos por correr donde Carlisle en vez de resolver el problema ellos mismos. Odia a Carlisle por haber dejado que terminaras de transformarte a pesar de ser sólo una niña. Odia a Esme por haber estado de acuerdo con Carlisle. Los odia a ambos por no haberte matado cuando demostraste que eras incapaz de controlarte. Y, por último, nos odia a todos nosotros por seguirle la corriente a Carlisle y no matarte nosotros mismos.
-En resumen –dijo Jasper con tono irónico-. Nos odia a todos menos a ti.
Eso no me alivió en lo más mínimo, pero me dio una idea. Aunque necesitaría que los cuatro aceptaran ser mis cómplices… Vi que Alice desenfocaba la vista.
-Ni. Se. Te. Ocurra. –Dijo ella muy seria, cuando salió del corto transe.
Bella, que era la que estaba más cerca de mí, me agarró de inmediato.
-No amor. No está pensando en escapar –le dijo su esposo atrayéndola de vuelta hacia él.
Si quería que resultara, tenía que asegurarme de que me escucharan antes de que Alice hiciera algo para impedir que se los contara. Tal vez ellos la convencerían luego.
-Carlisle prometió matarme en 10 años más –dije rápido pero bajito para que no me escucharan del segundo piso-. Pero les estaría agradecida desde el más allá, por toda la eternidad, si aceptaran matarme ahora. ¡Descuartícenme ahora y quémenme antes de que Esme y Carlisle vuelvan a bajar!
Para enfatizar cuan en serio estaba hablando estiré ambos brazos para que me los agarraran.
Pero no se movieron. En vez de eso se cagaron de la risa.
-La reina del drama… -Murmuró Bella divertida, haciendo a un lado el brazo que había puesto delante de ella.
-Carlisle no piensa matarte dentro de 10 años –me dijo Jasper muy serio, pero en forma extrañamente dulce para ser él-. Ni dentro de 100, ni dentro de 1000.
-Él me lo prometió –aseguré, genuinamente indignada.
Jasper inspiró como para decir algo, pero fue Alice la que habló.
-Te dijo lo que necesitabas escuchar para que te calmaras. Carlisle nunca mataría a uno de sus hijos –explicó como si fuera obvio.
Edward pestañeó. Tuve una sensación extraña. Aunque podría haber sido coincidencia.
-Yo le creo a Carlisle –aseguré-. Confío en que cumplirá su promesa.
-Y él confía en que dentro de 10 años ya vas a estar tan adaptada y razonablemente feliz que ni siquiera te vas a acordar de la ridícula promesa –aseguró Alice.
Ahí vi todo rojo.
-¡Cuando consiga contactar a mi familia, y le cuente a todo el mundo sobre ustedes, ahí se van a acordar de este día, y de que pudieron matarme, y que no lo hicieron, y se arrepentirán! –Los amenacé
Todos pusieron los ojos en blanco, en vez de asustarse como personas razonables.
-Estoy decidida –continué, picada al ver que no me tomaban en serio-. Así que Alice seguro que ya vio que tendré éxito. ¿O no Alice?
-Mis visiones cambian todo el tiempo Daniela –aseguró ella, con calma.
-Y si están tan seguros de que no tendré éxito, ¿por qué me vigilan tanto?
-Esa es la respuesta –dijo Jasper como si fuera obvio-. Sabemos que no tendrás éxito, porque decidimos que te vigilaríamos de cerca. Nuestras decisiones hacen que las visiones de Alice se vuelvan claras.
Me quedé consternada. ¿Esme me había mentido entonces?
-Esme no te mintió –me dijo Edward en tono conciliador-. Te dio la información real que tenía hasta ese momento. Pero, como somos personas responsables y no queremos que las cosas terminen mal, decidimos hacer todo lo que estuviera en nuestras manos para que las cosas terminaran bien.
Me quedé muda. Todos parecían tan tranquilos, y yo por dentro estaba hecha un nudo.
A los otros no parecía incomodarles el silencio que se había producido. De hecho, todos parecían más interesados en lo que Carlisle estaba diciendo arriba en ese momento. Yo no entendía las palabras, pero por el tono parecía como si estuviera retando a Rosalie y Emmett.
-¿Por qué está Carlisle tan enojado con ellos? –pregunté bajito, luego de algunos segundos, al ver que nadie comentaba nada.
-Por el coche –respondió Alice.
Esperé que elaborara, pero siguió escuchando.
-¿Qué hay con el coche? –Pregunté.
-Carlisle no quería que tuviéramos más de uno –explicó Bella-. Porque si tenemos que irnos es más engorroso.
-No entiendo.
Bella suspiró, y dejó de poner atención al techo para ponerme atención a mí.
-Carlisle piensa que, mientras estemos aquí, nos las podemos arreglar perfectamente con un coche, dado que tres de nosotros… Bueno, cuatro contándote a ti, no tenemos licencia. Y piensa que, cuando nos tengamos que ir, es un coche más para vender o dejar abandonado. Y piensa también que, si tenemos que irnos rápido, es una evidencia más que hay que preocuparse de eliminar.
-No veo que sea un problema realmente –comenté. No era tan difícil vender un auto que yo supiera.
-A Carlisle no le molesta tanto el jeep en sí –aclaró Edward-. Pero le duele que Rosalie lo haya desafiado comprándolo a pesar de que él le pidió expresamente que durante su viaje usaran un vehículo arrendado.
-A lo mejor Rosalie y Emmett sólo querían viajar más cómodos –razoné-. Y bastaría con que ahora lo vendieran y ya.
-Es argentino –explicó Edward-. Rosalie tendrá que volver a Argentina a venderlo.
-Ah.
Bueno, eso tampoco era tan grave, ¿no?
El resto del cumpleaños no fue tan interesante, aunque por el final se volvió a poner "rosaliesco".
Al rato bajaron los cuatro, y se integraron a nosotros. Rosalie venía más dócil, y Emmett venia más tranquilo. Y ambos veían con ropa seca y zapatos limpios. Carlisle parecía cansado, y Esme parecía aliviada. Se había puesto zapatos también, y ropa seca.
Me cantaron feliz cumpleaños, sin torta por suerte, aunque soplé una velita simbólica. Yo odiaba cuando teníamos que incinerar lo que habíamos cocinado con Esme. Me regalaron unos jeans, que agradecí mucho, un cuadro de esos para pintar con números (un paisaje) y… Un libro. Un. Maldito. Odioso. Puto. Libro. ¡Y de esos para aprender inglés más encima!
-Gracias Alice –le dije de corazón-. Por fin podré volver a usar pantalones (los primeros habían desaparecido mágicamente luego del día de la nadada). Y gracias Bella, Edward, por el cuadro. Tengo ganas de comenzar a pintarlo. Y Carlisle y Esme… No tengo palabras para expresar lo que siento al contemplar su regalo –les dije con sarcasmo levantando el libro.
Los vampiros se miraron incómodos.
-Carlisle quería comprarte el del gato –se defendió Esme.
-Te odio Carlisle… -le dije, riendo.
-Lo sé, tesoro –me respondió contento-. Yo también te quiero.
-¡Pero si te acabo de decir que te odio! –insistí.
-Lo sé tesoro. No estoy sordo.
El emperador de los huevones…
Carlisle se paró, me levantó del sillón donde estaba sentada y me sentó entre él y Esme. Todos pudimos ver cómo Rosalie se metía un dedo a la boca y hacía como si le dieran arcadas.
-Y a mí me dicen la reina del drama… –Gruñí.
Emmett resopló, divertido, pero cuando su esposa lo fulminó con la mirada se puso serio en un milisegundo.
-No tengo nada en tu contra –me dijo Rosalie seria, aunque con cierto desprecio en la voz-. Sólo creo que no te están haciendo ningún favor al dejarte con vida.
Todos se quedaron muy quietos.
-Y aquí vamos de nuevo… -murmuró Alice bajito, mirando para otro lado.
-Para que tú sepas, Carlisle me prometió matarme en 10 años más –le respondí picada.
Todos miraron para otro lado, y Alice se llevó una mano a la cara y murmuró "cállate Rose" muy discretamente.
-Qué suerte la tuya –respondió Rosalie con sarcasmo, y miró a Carlisle de mal modo.
-¿No puedes darle una bienvenida decente a alguien alguna vez en tu puta vida? –La increpó Bella.
Todos contuvieron el aire.
-Bella. Sin palabrotas –exigió Carlisle-. Rose. Ya es suficiente.
-Dile la verdad al bebé, Carlisle –exigió Rosalie con calma-. O, mejor todavía, no esperes 10 años.
-Rose… -Le dijo Carlisle, con tono cansado-. Si quieres ve a dar una vuelta.
-Estaba agrio el puma, parece –bromeó Jasper para aligerar el ambiente. Parecía estarlo pasando pésimo el pobre.
-¡Son todos unos patéticos y me dan pena! –Gritó Rosalie poniéndose de pie. Emmett intentó tomarle la mano para que se sentara pero ella se la soltó.
-Rose, no… -rogó Alice, y apuntó con la cara, discretamente, a Esme.
Esme estaba tiritando, mientras Carlisle le apretaba una mano por detrás de mi cabeza. Me pregunté qué le había hecho pensar a Carlisle que pedirles que volvieran a tiempo para mi cumpleaños era una buena idea.
-¿Sabes Carlisle? –Dijo Edward con los dientes apretados, poniéndose de pie-. Creo que debiste haber seguido tu instinto cuando esta te lo pidió.
Y había apuntado con la mandíbula a Rosalie.
-¡Edward! –gritó Carlisle horrorizado.
-¿De qué estás hablando? –Preguntó Rosalie despectivamente.
Alice saltó de su asiento y se abalanzó sobre Edward. Se trepó en el como un mono y le tapó la boca con una mano. Edward intentó soltarse pero Alice no cedió.
-Lee mi mente hermanito –le rogó.
Edward puso los ojos en blanco, pero finalmente asintió y Alice se bajó.
-No, no, no, no, no –dijo Rosalie-. Ya lanzaste la granada, ahora recoge los escombros.
-No quise decir nada, Rose –murmuró Edward.
-Edward, toma a tu esposa y vayan a cazar –ordenó Carlisle.
Bella se puso de pie de inmediato, le agarró la mano a su vampiro, y tiró de él. Edward comenzó a seguirla, pero Rosalie corrió y se les puso en el camino.
-Dime qué quisiste decir –insistió.
-Hazte a un lado Rose –le rogó Edward.
Carlisle soltó el brazo con el que tocaba a su esposa por detrás de mi cabeza, y se acercó a Rosalie. Sin decir nada, la abrazó y le dio un beso en la frente. Comenzó a hablarle bajito, en inglés, al oído. Supuse que estaría intentando calmarla.
Rose aguantó unos segundos, pero alejó la cabeza de Carlisle y volvió a enfrentar a Edward.
-Qué. Quisiste. Decir. Maldito. Cobarde. –Le dijo con los dientes apretados.
-Déjame pasar, Rose –insistió Edward. Parecía tener dificultades para mantener la calma.
Como Rosalie no se corría, y Carlisle tampoco la hizo a un lado, Edward intentó hacerles el quite. Pero Rosalie le agarró un brazo velozmente y se lo mordió.
Fue como la chispa en el polvorín. Bella le gruñó a Rosalie. Rosalie le gruñó a Bella. Edward le gruñó a Rosalie y Emmett corrió al lado de su esposa y le gruñó a Edward. Y Carlisle se movió para quedar en medio y que nadie le saltara a la yugular a nadie.
-Se van a calmar los cuatro –gruñó.
-¡Sólo cuando este imbécil me diga qué quiso decir! –Insistió Rosalie.
-¡Cállense! –Chilló Alice.
Pero el único que tendría que haberle hecho caso estaba demasiado ofuscado para escuchar razones.
-¡Quise decir, maldita demente, que eres la única a la que Carlisle a considerado matar alguna vez! –Le gritó Edward fuera de sí.
Eso consiguió callar todos los gruñidos. Nueve vampiros quedamos estupefactos. Y digo nueve, porque hasta Edward había quedado estupefacto luego de haber soltado la bomba.
Edward pareció darse cuenta de lo que había hecho, porque haciendo a un lado a Carlisle saltó al cuello de Rosalie. Por un milisegundo pensé que la iba a matar. Pero no. La abrazó y comenzó a llorar.
-Perdóname Rose. Por favor perdóname Rose. Perdona. Te quiero hermanita. Perdona… –comenzó a murmurar mientras lloraba, sin soltarla.
La cara de Carlisle me dio pena. Miraba a Rosalie con cara de horror, y parecía incapaz de moverse de donde había quedado luego de que Edward lo empujara.
Y Edward seguía apretando a su hermana, llorando y rogándole que lo perdonara. Y ninguno de nosotros se atrevía a decir ni hacer nada. Ni siquiera me atreví a aprovechar la confusión para saltar por la ventana.
Al final, la primera en reaccionar fue Rosalie, que giró la vista lentamente hacia Carlisle.
-¿Es verdad eso? –Preguntó con voz apagada. Casi parecía como si le fuera indiferente la respuesta.
-Fue sólo una duda fugaz –aseguró Carlisle, bajito. La miraba como si le doliera acordarse-. Cuando te veía sufrir tanto, y me rogabas insistentemente que acabara con tu vida, nunca quise hacerlo. Pero, en un momento, sólo un instante, consideré la posibilidad de que tal vez… -Inclinó la cabeza, como pidiéndole perdón-. Me arrepentí de inmediato de haberlo considerado siquiera. Yo te amo hija.
Rosalie no respondió, pero asintió lentamente indicando que entendía.
Esme se puso de pie. Estaba medio tiritona todavía, pero parecía decidida a tomar cartas en el asunto. Comenzó a disparar órdenes.
-Emmett, toma el todoterreno y saca a tus hermanos a dar una vuelta. Alice, no sueltes en ningún momento a Daniela. Daniela, no hagas nada estúpido. Jasper, asegúrate de que nada distraiga a Alice. Bella, quítale Edward de encima a Rose y llévalo al carro.
Todos (salvo Edward y yo) se pusieron en movimiento de inmediato. Emmett salió disparado hacia Carlisle y le sacó las llaves del auto del bolsillo sin pedirle ni permiso. Alice me agarró la mano y me arrastró hasta la puerta de calle. Jasper nos siguió como una sombra. Y Bella comenzó a tirar de Edward, que seguía colgado del cuello de su hermana llorando y rogándole que lo perdonara.
Hubiera querido quedarme a ver cómo se las arreglaba un vampiro para separar a otros dos vampiros, pero Alice tiró de mí con más y más fuerza y Jasper, impaciente, me pegó un empujón para que me moviera.
Estuvimos como cinco minutos esperando con el auto en marcha hasta que Emmett gruñó, apagó el motor, sacó la llave del contacto, y corrió de vuelta a la casa.
-8… 7… 6… 5… -comenzó a contar Alice bajito. Y, cuando iba a llegar a cero, apareció Emmett de vuelta cargando a Edward al hombro como un saco de papas. Bella venía detrás, con cara compungida.
Emmett abrió la puerta del todoterreno con un poco más de fuerza de la necesaria, y tiró el bulto adentro sin ceremonias.
-Eso no era necesario –le dijo Bella, molesta.
-Ocúpate de él –le ordenó Emmett.
Edward me sorprendió. Se abrazó las rodillas y hundió la cara en el espacio que quedaba entre ellas. No paraba de llorar. Bella se sentó junto a él y lo abrazó lo mejor que pudo.
Emmett volvió a encender el motor y comenzamos a alejarnos de la casa. Me sorprendió que fuera capaz de dejar sola a Rosalie en una situación como esa.
No tomamos el desvío del camino con baches que llevaba a los lobos, sino que seguimos por el camino de tierra que atravesaba el bosque. Nunca había estado en ese camino.
Por un buen rato no vimos nada salvo árboles, hasta que por fin llegamos a alguna parte. Una carretera. Emmett dobló a la derecha y seguimos rumbo sur.
En un momento dado, Alice le pidió a Jasper que me sujetara. No entendí por qué, hasta que me tapó los ojos. Luego de unos segundos, me los destapó y volvió a agarrarme el brazo.
-Gracias amor… –Le dijo a Jasper.
-¿Qué te pasa? –Le pregunté, molesta.
-Nada. Tú tranquila –respondió Alice muy bajito.
Anduvimos por media hora en la carretera. Una hora. Y Edward seguía llorando.
-¿Cuándo va a parar de llorar? –le pregunté a Alice al oído, lo más bajito que pude.
-Es posible que mañana, si todo va bien –me respondió Alice bajito.
¿Mañana? ¿Y a me decían a mí la reina del drama?
Cuando Emmett paró el auto pensé que por fin habríamos llegado a alguna parte. Pero estábamos en medio de la nada. No entendí qué pasaba hasta que se bajó, sacó un bidón de una caja rara que tenían en el maletero, y se puso a rellenar el estanque. Glugluglugluglu…
-¿Adónde vamos? –Pregunté en voz alta.
Nadie me contestó.
-¿Vamos a alguna parte? –Insistí.
Bella me miró feo. Jasper hizo esa cosa rara que hacía a veces y sentí como un relajo antinatural. Alice suspiró, resignada.
-Conduciremos rumbo sur por otras tres horas y veintidós minutos. Emmett dará vuelta en U, y conduciremos de vuelta a casa. Si nada cambia, y espero que así sea, estaremos de vuelta a las ocho con cinco minutos, y Carlisle y Esme nos perdonarán que no vayamos a clase a pesar del día lluvioso.
-Guau… -Dijo Jasper con un silbido de sorpresa-. Dos días nublados seguidos sin ir a clases. Todo un lujo. Podrías cumplir años más seguido, Daniela –sugirió en broma.
-Si todos mis cumpleaños van a ser así, no volveré a cumplir años nunca –murmuré.
Todos salvo Edward se rieron un poquito. Incluso Bella.
-Bienvenida a la familia Addams –me dijo con sarcasmo, como compartiendo un chiste.
-Los Addams eran más normales –comenté-. A pesar de que ni siquiera eran todos el mismo monstruo.
Nadie contestó, pero Emmett comenzó a tararear una canción de la película de Los Locos Addams.
Cuando Emmett dio la anunciada vuelta en U, y Edward seguía llora que llora, me dieron ganas de abrir la puerta y empujarlo fuera para que volviera a pie. Y, para sorpresa de todos, Edward soltó una breve y fugaz risa, que de haber sido humano estoy segura de que hubiera sonado llena de mocos. Pero casi de inmediato comenzó a llorar nuevamente.
Todos se miraron desconcertados, y Bella se encogió de hombros como diciendo "yo tampoco sé".
Preferí callarme y dejar que pensaran que estaba chiflado. Merecido se lo tenía, por echarme a perder el cumpleaños.
Cuando llevábamos una eternidad en la carretera de vuelta, y el alba comenzaba a despuntar, Alice volvió a pedirle a Jasper que me sujetara, y me volvió a tapar los ojos. Intenté impedírselo y ver lo que sea que ella no quería que yo viera, pero me apretó tanto las manos contra la cara que creí que me la deformaría para siempre. Cuando por fin me soltó le gruñí.
-No vuelvas a hacer eso. Me dolió.
-Lo siento –se disculpó.
Alice había tenido razón. Sus padres les perdonaron el no ir a clases, e incluso Carlisle se tomó un segundo día libre del trabajo.
Rosalie estaba tranquila cuando llegamos, aunque considerablemente apagada. Emmett se fue corriendo donde ella y comenzó a cubrirla de besos. Los demás entramos a la casa detrás de él, un poco apestados después de tantas horas dentro del auto. Me fijé, no sé por qué, en que Esme había limpiado las huellas de barro del piso.
-Carlisle –dijo Emmett de pronto, como recordando algo-. Al coche le queda sólo el combustible del estanque.
-Ok, hijo –respondió cansado-. Gracias por avisarme. Yo me encargo, de todos modos nos queda un poco en el cobertizo. ¿Me quieres acompañar Rose?
-Di que sí… -murmuró Alice entre dientes.
Rosalie la miró fugazmente.
-Sí papá –le contestó.
¿Papá? ¿Sin gritos? ¿Sin sarcasmo? ¿Sin violencia? Me quedé con la boca abierta. ¿Qué le habían hecho a Rosalie? ¿Le habían sacado la avispa que traía atorada en el culo o qué?
Miré a los otros, que también se miraron un poco desconcertados. Edward era el único que estaba mirando el piso. Y seguía llorando el hijo de puta…
-¡Vamos a ver una película todos! -Propuso Alice y, sin esperar respuesta, me soltó por fin, agarró a Bella, la arrancó del lado de Edward, y la arrastró escalera arriba. Y el llorón gimió. ¡Gimió!
Todos la seguimos, intuyendo que Alice nos llevaría por la senda con menos drama.
Al final, Carlisle se llevó a Rosalie y a Edward con él a la estación de servicio a rellenar todos los bidones que habíamos gastado esa noche.
Mientras tanto, yo aproveché para ponerme por fin mis nuevos pantalones. Con todo el jaleo no me habían vuelto a poner el bloque y decidí aprovechar. Cuando me iba a separar del grupo para ir a mi cuarto, Esme se me pegó de inmediato y me siguió.
La miré con mala cara, pero ella sólo me sonrió de vuelta.
Pasamos toda la mañana viendo dos películas al hilo, y Carlisle no volvía. Bella y Emmett parecían un poco deprimidos sin sus respectivos cónyuges, y creo que Alice y Jasper no se fueron a su cuarto a regalonear sólo para solidarizar con sus hermanos.
-Está lejos la estación de servicio parece –comenté cuando Emmett escogía una tercera película para ver. Todos pusieron los ojos en blanco, incluso Esme.
-Necesitan estar a solas y hacer las paces –me explico Esme.
Me quedé pensando, mientras empezaba la tercera película. Si era verdad lo que había dicho Edward, sobre que Carlisle sólo una vez había llegado a considerar la posibilidad de matar a uno de sus hijos, entonces los otros tenían razón y Carlisle me había mentido. Jamás cumpliría su promesa. Eso me hizo contemplar a Carlisle de una forma diferente.
En todos esos meses, y bromas aparte, yo había llegado a sentir cierto respeto por él. Me parecía confiable, honorable, honesto, recto. Tal vez demasiado inocente, optimista y con demasiada fe en los demás. Pero un buen tipo al fin. Incluso lo había perdonado por el hecho de que me golpeara a 5 minutos de haberme conocido, entendiendo por qué lo había hecho y constatando cada día que no volvía a ponerme un dedo encima para hacerme daño.
Pero, al entender que me había hecho una promesa que jamás pensaba cumplir, me sentí vacía. Comencé a recordar todos los momentos que había compartido con él durante mi cautiverio, y no pude evitar preguntarme cuánto de eso había sido verdad y cuando había sido un acto. ¿Cuántas veces había actuado en forma falsa, o me había mentido, con el único fin de que yo hiciera o pensara lo que él quería?
De pronto caí en cuenta que, durante todo el día de mi cumpleaños, no había intentado ni una sola vez imaginar cómo habrían pasado el día mis padres y mi hermana. Sólo había tenido en algunos momentos la idea de fugarme o de que venía un auto a rescatarme. ¿Estaba acaso olvidando a mi familia? ¿Habían bastado tan solo unos pocos meses para que yo respetara a Carlisle y olvidara a mi propio padre?
Me sentí horrible. Y bastó que comenzara a sentirme así para que Jasper apartara la vista de la pantalla y me quedara mirando. Y bastó que él hiciera eso para que todos lo imitaran.
Rápidamente sonreí e hice un signo como restándole importancia y me forcé a pensar en cosas alegres por varios minutos.
Funcionó, todos se relajaron rápidamente y volvieron a concentrarse en la película.
Si Carlisle había sido capaz de mentirme a sangre fría aprovechándose de un instante de vulnerabilidad, yo también sería capaz de fingir que nada había cambiado. Y esperaría mi oportunidad. Esta tendría que llegar, tarde o temprano. Algún día ellos cometerían un error, y yo estaría preparada para hacer lo correcto. Y me forzaría, de lunes a viernes, mientras Edward estaba lejos, a pensar en qué estarían haciendo mis seres queridos en ese momento. Sin pensar en planes concretos, para que Alice no sospechara nada.
-.-
Pasaron las semanas, y los meses. Hasta que la oportunidad se presentó al fin, a mediados de noviembre.
Con la llegada de Rosalie y de Emmett, el aquelarre contaba con dos guardias adicionales. Y guardias que no iban a la escuela.
Emmett fue aburrido siempre. Me estacionaba frente a la tele, ponía un partido de lo que fuera, y se concentraba en él sin soltar el control remoto. Y me comentaba todo lo que pasaba en el partido, impermeable a mi falta de interés. Para él, cuidarme a mí sólo significaba tenerme a la mano mientras él seguía con su vida.
Rosalie, al igual que Bella, me demostró que las primeras impresiones no siempre son acertadas. A pesar de su hostilidad durante el primer día, todo el tiempo posterior que pasé con ella se portó en forma bastante decente. Pasar tiempo con ella era parecido a pasar tiempo con Esme, pero sin el besuqueo y la cursilería. Parecía entender que yo no quería ser tratada como el bebé de su madre, y me dio en el gusto. Pintaba conmigo, pero hacía su propio dibujo. Y no encontraba automáticamente bonito todo lo que yo dibujaba. Jugaba juegos de mesa conmigo, pero ni me dejaba ganar como Bella ni trataba de ser siempre la más inteligente como Carlisle. Y nunca me presionó sicológicamente para cumplir una fantasía de ella, como lo hacía Esme con la cocina (que tenía como la fijación "cocinar con la hijita") o Alice en el armario ("vistamos a la hermanita").
Un día como cualquier otro, un viernes por la tarde, estaba siendo vigilada por Rosalie. Yo estaba pintando el cuadro "pinte con números" que me habían regalado para mi cumpleaños, apoyado en mis rodillas a modo de caballete, sentada en un sillón. Rosalie estaba a pasos, mirando un Reality Show de modelos en la televisión.
El cuadro me estaba durando semanas, porque estaba llenando cada espacio meticulosamente sin pasarme de las líneas. Lentamente. Había descubierto que, cuando me concentraba totalmente en eso, descansaba emocionalmente, desconectándome de las personas que me rodeaban y de la falsa sensación de familia. Y, cuando me desconectaba, Edward y Alice se relajaban con respecto a mí.
Los cuatro que iban a la escuela solían dejar sus mochilas en sus cuartos, pero ese día en particular, por una feliz coincidencia, todo se dio.
Esme había ido de compras, llevándose a Alice.
Edward y Bella andaban dando vueltas por el bosque solos, probablemente buscando privacidad.
Carlisle se encontraba abajo, leyendo seguramente.
King Kong estaba afuera de la casa, haciendo algo con el jeep (habían conseguido convencer a su padre de conservarlo, argumentando que más de la mitad del aquelarre tenía licencia).
Y Jasper pasaba junto a nosotras, con su mochila, cuando Emmett gritó un improperio y pidió ayuda…
En el mismo momento ocurrieron tres cosas: Jasper dejó su mochila en el suelo, al lado de mi sillón. Rosalie despegó los ojos se las modelos, y corrió a la ventana a mirar para abajo, dándome la espalda (asumo que no bajó como Jasper porque no me podía dejar sola). Carlisle salió de la casa a ver qué le ocurría a su hijo.
No necesité hacer planes. El plan ya había sido concebido la primera vez que hicimos galletitas. Actué en forma mecánica, sin un pensamiento consciente detrás. Para eso me había estado entrenando mentalmente todo ese tiempo.
Unté el fino pincel en la pintura más parecida al color de la lona de la mochila. Rápidamente dibujé un pescado muy particular en una zona visible pero discreta de la mochila. Una caricatura que para mi hermana tenía un significado pero que no lo tendría para nadie más. Un pescado maloliente en un plato, a medio comer. Una réplica exacta de un dibujo que habíamos hecho juntas. Dejé la mochila tal cual, confiando en lo rápido que el acrílico se secaba.
Para cuando Rosalie se dio la vuelta y volvió al sillón, yo hace segundos que había terminado. Y no se me había movido un pelo de la cabeza. Y no se me había arrugado un músculo de la cara. Y no había tenido un solo pensamiento de plan en mi cabeza.
Seguí pintando como si nada.
-.-
Pasaron casi dos semanas, y evité disciplinadamente pensar en mi familia o en lo que había hecho. Del mismo modo en que evité, disciplinadamente, pensar en qué haría si el plan resultaba.
Y ocurrió. Un día, cuando los vampiros se bajaban del auto de Carlisle para entrar al colegio, mi hermana pasó lo suficientemente cerca de la mochila de Jasper como para ver el discreto dibujito. Y tuvo el acierto de mirar en la dirección adecuada, en el momento adecuado. Y recordó cuando lo habíamos dibujado juntas. Y pensó en mí. Y se preguntó por qué un dibujo mío estaría pintado en la mochila de ese chico raro. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una coincidencia.
Yo no estaba ahí para ver lo que había pasado. Pero lo supe por la forma en la que los acontecimientos se precipitaron después de eso. La bomba estaba lanzada: un humano había hecho un vínculo entre esa familia extranjera y la niña desaparecida en marzo.
-.-
Todo fue muy rápido después de eso. Edward oyó el pensamiento de mi hermana. Entró en pánico, y llevó a sus tres hermanos a una zona sin gente del colegio. Tal vez debió detener a la niña primero. Pero no lo hizo. Los cuatro vieron mi dibujo en la mochila de Jasper. Los cuatro comprendieron que había conseguido engañarlos, y que les quedaba poco tiempo.
Mi hermana preguntó el apellido de aquellos jóvenes extranjeros, y escapó del colegio sin entrar a clases y sin que nadie la viera. Mi valiente hermana. Estudiante modelo de conducta irreprochable, se escapó por primera vez del colegio, para salvar a su hermana, con solo 10 años. Corrió al retén de carabineros, y consiguió convencer a los que estaban de guardia de que sabía quién tenía a su hermana. Consiguió que la tomaran en serio. Consiguió que enviaran gente a la casa de ellos.
Para cuando los vampiros llegaron lo suficientemente cerca del retén, la niña ya había comenzado a hablar.
Para cuando los vampiros ya estaban con su padre en el auto, dos vehículos policiales ya salían del pueblo.
Para cuando Carlisle y sus hijos habían tomado la decisión de irse a las rocas, y conducían hacia allá para esperar ahí al resto de la familia, la policía ya sabía que el doctor extranjero y su auto habían salido de la posta donde trabajaba.
-.-
Esme estaba echando ropa a la lavadora cuando sonó su celular. Yo estaba junto a ella. Aunque podía escuchar la voz de Carlisle, me hubiera bastado con verle la cara a Esme para entender que había llegado el momento.
Emmett y Rosalie habían salido a dar un paseo. Pero la policía venía en camino. Si queríamos llegar al desvío sin cruzarnos con sus vehículos teníamos que salir de inmediato. No había tiempo para esperarlos. No había tiempo para buscarlos.
Esme priorizó: primero saldríamos las dos de ahí. Luego, desde el jeep, llamaría a sus hijos para que corrieran a los lobos. Era más rápido correr de todas formas. Probablemente ella hubiera preferido correr, incluso cargándome a mí, si no fuera porque el plan incluía hundir los vehículos en el mar para que, si los encontraban, pudieran darnos por muertos. O, si jamás los encontraban, pensaran que habíamos huido en ellos. Porque el plan era escapar por mar, nadando rumbo norte. La forma de huida que los humanos jamás considerarían.
No me sacó el bloque. Deseé que lo hubiera hecho. Me dio un rápido beso en la frente y me dijo que todo saldría bien. Mi resolución a odiarlos flaqueó fugazmente al verla en ese estado de desespero. La emergencia la había pillado completamente sola. Tendría que hacer todo ella.
Recorrió rápidamente la casa tomando todo lo que involucrara sus verdaderas y sus falsas identidades. No era mucho. Fue rápido. Y no había nada en toda la casa que pudiera ser asociado conmigo, ya que Esme tomó incluso mis cosas de dibujo (salvo el cuadro a medio pintar). No había olor a Daniela. No había ADN de Daniela. Ni siquiera había ropa realmente de mi talla, salvo por los jeans que traía puestos. Hasta la falda que habían cosido para mí era genérica. Si conseguían sacarme de ahí, los humanos nunca podrían demostrar que yo había sido retenida por ellos.
Cuando terminó de meter todo en una mochila grandota, me tomó a mí y fue al jeep. Me sentó junto a ella. No me puso el cinturón de seguridad. También olvidó el de ella.
Mientras conducía a la máxima velocidad que el auto permitía, con una mano sostenía el manubrio y con la otra llamó a Rosalie. No contestaba. Llamó a Emmett. Tampoco contestaba. Volvió a llamar a Rosalie. Esta vez contestó. Llegamos al desvío mientras resumía la situación y les ordenaba correr a las rocas. Pero ellos ya sabían, Alice ya los había llamado. Saltábamos, pero me agarré bien para no estamparme contra el techo.
A lo lejos se escucharon las sirenas. Nos habían visto, y uno de los dos vehículos nos había seguido por el desvío. Esme echó una maldición. En esos segundos me vinieron muchos recuerdos a la mente, de todos esos meses que había pasado con ellos en la casa del bosque. Mi decisión comenzó a flaquear, en gran parte, al percibir el intenso sufrimiento que estaba experimentando Esme. Casi deseé que lo lograra. Que ganara la carrera. Pero en un terreno con baches, en un vehículo humano, ser vampiro no era una gran ventaja.
Sonó su celular. Vio que era su esposo y contestó. Con eso y un bache muy alto bastó: perdió el control del vehículo y volcamos. Recuerdo que dentro de la rápida confusión sentí asombro de que un vampiro pudiera tener un accidente.
Yo estaba con el bloque. Y la sirena se acercaba cada vez más a nosotras ahora que no avanzábamos. Esme me sacó del vehículo, se colgó la mochila y comenzó a correr conmigo en brazos. Le dije que correríamos más rápido si me sacaba el bloque. Dudó. Debió haberme amado realmente, porque confió en mí. Corrí con ella unos cientos de metros, pero detrás de nosotros el jeep se incendió. En esa fracción de segundo que nos detuvimos tomé una decisión repentina. Correría de vuelta al jeep. Me aseguraría que la policía me viera quemándome adentro.
Vi el horror reflejado en su cara cuando comprendió, demasiado tarde, que la había traicionado. Corrí como nunca lo había hecho. Me persiguió. Pero los policías ya estaban demasiado cerca y la verían si continuaba. Ambas oímos como Carlisle corría hacia ella, desde la playa, llamándonos. El viento que soplaba desde mi espalda parecía empujarme para que lograra llegar al jeep en llamas, a pesar de traerme también la voz de Carlisle rogándome que regresara. Supongo que fue el viento a favor el que me impidió oler la sangre de los policías.
Esme estaba parada sola, entre Carlisle que se acercaba y yo que me alejaba, y tenía que tomar una decisión: o bien corría tras de mí impidiendo que me quemara pero haciendo que la policía los descubriera, o bien me dejaba ir y corría con Carlisle de vuelta para salvar a su familia.
Ambos me seguían llamando, lo suficientemente despacio para que yo escuchara pero no los humanos. Todavía creían que yo podría cambiar de opinión. Estoy segura de que no me siguieron sólo para no poner exponer a sus hijos. Yo ya estaba junto al jeep, pero alcanzaba a verlos. Los carabineros, con suerte, no podrían. Ellos no tenían tan buena vista.
De pronto el viento cambió de dirección, y sentí por primera vez en mi vida de vampiro el olor de la sangre humana. Y no supe de captores, ni de libertadores, ni de auto en llamas. Mi cerebro lógico se apagó, y sólo vi presas.
Fue mágico. Mejor que todo lo que pudiera haber probado antes. Cuando unas manos tocaron mis hombros gruñí, porque sólo beber era lo importante en ese momento.
Cuando ya no quedaba nada que beber, volví a tener conciencia de donde estaba. Frente a mí había dos cadáveres humanos sin sangre y una patrulla vacía. Detrás de mí había fuego, y me volví asustada.
El jeep en llamas no estaba tan cerca como para representar una amenaza. Entre el fuego y yo había dos vampiros que me miraban con caras tristes. Esme. Carlisle. Mierda.
Ahí recién recordé cómo había llegado ahí, y me di cuenta de lo que había pasado. Me volví a ver los policías, que habían venido a rescatarme, y yo los había matado. Me sentí horrible.
Intenté correr hacia las llamas, pero Carlisle me agarró. Intenté soltarme, pero me sujetó. Sentí como Esme me volvía a poner el bloque en los pies, y luego me tomó impidiendo que me moviera.
Sin decir una palabra, y muy rápidamente, Carlisle metió los cadáveres a la patrulla, volcó el vehículo como simulando un accidente, lo pateó muy fuerte, sentí olor a combustible, y luego lanzó hacia el líquido un palo que había encendido en las llamas del jeep. Todo el auto prendió rápidamente.
-Esperemos que no se incendie todo esto –murmuró mirando alrededor, con aire apesadumbrado-. Vamos –le dijo a su esposa.
Los otros seis nos esperaban en las rocas. No había rastro de lobos, obviamente. Tampoco del todoterreno. Ya debían haberlo hundido.
Nos metimos en el agua. Como la otra vez que habíamos nadado, a mí me llevaban Carlisle y Esme. Y yo ni siquiera podía patalear, por el bloque.
No pasamos frente a mi pueblo. Hubiera querido poder mirarlo por última vez, aunque sea de lejos. Pero toda la familia nadó como un cardumen, varios metros bajo el agua, por entre las islas, hasta que salimos a mar abierto.
-.-
