Disclaimer: Los personajes pertenecen a L. J. Smith.

Como un juguete

Reía. La escuchaba reír. La veía reír. Sus suaves carcajadas llegaban a mis oídos e inundaban mi mente por completo. Elena reía. Con otro. Con él. Con Stefan.

¿Qué debía deducir de aquello? ¿Que la estaba perdiendo?

Que la había perdido.

Tal vez ni siquiera eso. No podía perder algo que nunca había sido realmente mío. ¿Verdad?

Elena era increíble. Siempre lograba salirse con la suya y hacia bailar a la gente a su son sin siquiera darse cuenta. Y yo, como un imbécil se lo había permitido.

Nunca comprendí porqué me había aceptado. Cómo no se daba cuenta de que se merecía alguien mejor que yo. Alguien como Stefan.

O tal vez sí lo había hecho. Y a eso venía.

Podía escuchar sus pasos dubitativos a mi espalda y me volteé antes de que pronunciara mi nombre.

-Ma...tt- se interrumpió, sobresaltada al verme volteado y observándola. Y sin una palabra me abrazó, rodeando mi cintura con sus finos brazos. Stefan nos observaba atentamente unos pasos más allá y eso lo dijo todo. Me lo soplaba el viento. Me lo gritaba el silencio. Se había acabado.

Entonces intenté ocultar mi tristeza, mordiendo mi labio inferior y cerrando fuertemente lo ojos. Me dolía. Me sentía como si fuera un juguete. Elena había jugado y reído conmigo hasta encontrar un juguete mejor que yo. Más divertido talvez. O más lindo. Simplemente, me había reemplazado por otro.

Pero debía aceptar la derrota como un caballero. ¿Verdad? Había perdido la batalla. Él supo luchar mejor que yo. Y ahí estaba su premio. Riendo con él. ¿Y saben qué era lo peor? Que me caía bien. Sí, lo admito. Stefan me caía bien. Su mirada franca y sincera me lo decía todo. Sabía cómo cuidarla. Sabía cómo hacerla feliz. Y eso era lo que realmente importaba ¿verdad? Yo sólo quería que Elena fuera feliz. No importaba que fuera conmigo o sin mí.

Le devolví el abrazo, depositando un ligero beso en su frente. La sentía temblar entre mis brazos. Fabuloso. Estaba llorando. Solté un suspiro y lentamente la alejé uno centímetros de mí, para enjugar con el pulgar las lágrimas que habían escapado de sus ojos.

-Lo siento tanto, Matt – musitó, observándome con el azul tan complicado de sus ojos abarrotado de dolor.

No contesté inmediatamente. Me limité a observar el suelo, empujando algo invisible con la punta del zapato.

-¿Matt?

Tomé aire y volví a alzar la vista. ¿Qué debía decirle? Repitiéndole cuánto la amaba no conseguiría retenerla conmigo. Deseché la idea con pesar, mientras sacudía las monedas olvidadas en mi bolsillo.

-Descuida, no te merezco- Solté al final tras unos segundos de silencio. Se mostró extrañada y sus labios se crisparon con reproche y confusión.

-Matt, no…- titubeó- no…- su voz se desvaneció.

-Es la verdad- insistí y forcé una sonrisa. -No te preocupes, ya lo tengo asumido- mentí, mordiéndome el interior de la mejilla.

Se quedó observándome como esperando que mi voz se quebrara y me delatara completamente. Odiaba que fuera tan perceptiva. Llené mi rostro de falsa alegría y haciendo un esfuerzo para que mi voz sonara casi normal, extendí una mano.

-¿Amigos?

Titubeó, escudriñando aún mi rostro, pero finalmente soltó un suspiro y me la estrechó.

-Amigos- Aseguró, regalándome una sonrisa. Se la devolví, sintiendo cómo algo en mi interior lloraba.

Intenté recordarle que Stefan estaba esperándola y que regresara con él, pero el nudo que se había formado en mi garganta me lo impedía. Por lo que me limité a sacudir la cabeza una vez hacia aquel extremo del patio desde donde él nos observaba. Volvió la cabeza hacia allí y leí la comprensión en sus ojos. Me dio un apretón en una mano antes de alejarse. Dejé que diera unos pasos antes de volver a llamarla. Había algo que debía decirle.

-¿Elena?

Se volvió rápidamente, observándome con sus ojos llenos de curiosa expectación.

-¿Puedo pedirte un último favor?- Inquirí, y ella movió los labios dispuesta contestarme, pero antes de que lo hiciera, volví a hablar – Cuida de mi corazón, lo estás llevando contigo.

Su rostro se volvió inexpresivo, sus ojitos se anegaron en lágrimas nuevamente y por mucho que movió los labios, las palabras no salieron de su garganta.

Mis labios se crisparon en una mueca y lentamente abandoné al patio. A pesar de escuchar su voz pronunciando mi nombre con voz atribulada, no me volteé. No me apetecía ver cómo Stefan se acercaba a consolarla.

-Adiós, Elena- le susurré al silencio. – Te amo.

Amo a Matt. Es tan adorable.

Espero que también les haya gustado. Espero sus comentarios.

Cuídense

Nati