NI INUYASHA NI SUS PERSONAJES ME PERTENECEN. HAGO ESTE FANFIC SIN FINES LUCRATIVOS Y DEDICADO A LAS CHICAS DEL GAZZIERO—GUMI, Y EN ESPECIAL A SERY TAISHO, QUIEN ME TOCÓ EN EL INTERCAMBIO DE REGALOS.
"Fic participante del torneo del Foro Desquiciados: Adictos a la Pareja Inuyasha y Kagome". Gracias por leer!
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NOTA DE LA AUTORA:
Primero que todo, le deseo lo mejor a Sery Taisho esta Navidad, a quiero mucho y le agradezco por ser tan genial y por participar activamente en el Grupo. :)
Espero que disfrutes mi intento de comedia, ya sabes que no se me da mucho, así que realmente me esforcé. :)
Un abrazo navideño a todos los que leen también esta historia :)
EL REGALO
ESPECIAL DE NAVIDAD
CLAUDIA GAZZIERO
CAPÍTULO I
Inuyasha puso el grito en el cielo. ¿Cómo es que Kagome osaba marcharse durante una semana? ¡Justo cuando corrían rumores de que una gran energía maligna comenzaba a concentrarse en el oeste.
—¡Kagome, sólo tres días! ¡Ni un solo día más!
Kagome se volteó a mirarlo antes de lanzar su enorme mochila hasta dentro del pozo. —Inuyasha, ya te dije que estoy demasiado cansada. Necesito estudiar y dedicarme a mis cosas. También tengo una vida del otro lado del pozo… —explicó, sin que esto causara una reacción lógica en el hanyou.
—¿Y tu vida aquí? ¡Es mucho más importante detener a Naraku! ¿Ya olvidaste que él está a punto de conseguir la Perla?
La azabache suspiró resignada. Inuyasha no entendía sus motivos, él sólo se preocupaba de sus intereses, y para ello necesitaba sus ojos de cualquier manera. —¡No puedo! —Sobrerreaccionó gritando—. ¡Me iré por una semana! —anunció molesta, mientras se lanzaba al pozo y desaparecía tras una gran luz azulada.
—¡Kagome, no te saldrás con la tuya! ¿Oiste? —gruñó Inuyasha, mientras se lanzaba al pozo en su busca. No permitiría que hubiera más retrasos, no cuando faltaba tan poco para que todo acabara.
Kagome llegó a su época, pudo percibirlo porque lo primero que vio fue el techo del templo en donde se encontraba el pozo. Suspiró, siempre era un alivio saber que estaba de vuelta en casa. Subió por la rudimentaria escalera que su abuelo había instalado para ella y llegó corrió hasta su casa.
Corrió la puerta anunciando su llegada y saludó a todos llena de vitalidad. —¡Familia, estoy en casa!
—¡Kagome! —Alborotó su madre, secándose las manos en el delantal—. ¡Justo preparaba la cena! Has llegado a tiempo, cocinaré tu platillo favorito.
Abrazó a su mamá y besó a su abuelo en la mejilla. ¡Cuánto amaba el olor de la comida de su madre! Seguramente sabía a gloria aquella comida. Luego de dos semanas en el Sengoku lo único que quería era descansar, tenderse en su plácida cama y dormir por lo menos tres días para recuperar fuerzas. Pero antes… quería un baño.
—¡Madre, me daré un baño, mientras espero la cena! —Entonces, corrió escalera arriba y una vez dentro, se quitó la ropa. En su cuerpo había magulladuras y un sin número de pequeñas cicatrices que la habían marcado en cada una de las peleas que habían tenido en su ardua búsqueda de los fragmentos de Shikon, y contra el demonio Naraku y sus artimañas.
Se metió en el agua tibia y pronto sus pensamientos negativos se disiparon, dando lugar a uno mucho más agradable: Inuyasha. Bueno, tampoco podría decirse que el hanyou era lo más agradable del mundo, sobretodo luego de las peleas que se formaban cuando mencionaba que regresaría a casa. Aún así, estaba contenta. Los últimos días había logrado muchos avances en su relación, incluso lo había descubierto mirándola fijamente mientras ella no le prestaba atención. Cuando fue descubierto, se sonrojó. ¿Por qué una persona se sonrojaría por eso? Sintió su corazón latir lleno de esperanza.
Con esa misma alegría y ánimo completamente renovado, se secó el cabello y bajó a la sala.
—¿Está lista la cena? ¿Está lista la cena? ¿Está lista la cena? ¿Está lista la cena? —reiteró, sin notar la presencia de cierto peliplata que la miraba sin poder creer su desvergüenza.
—¿Así es como te comportas en tu casa? —se burló Inuyasha ante la aparente infantilidad de su compañera de viaje. La cara de Kagome cayó hasta el piso y lo fulminó con la mirada.
—¿¡Por qué estás aquí, Inuyasha!? —exclamó indignada—. ¿No tienes respeto por mi vida personal?
El hanyou rió, mientras jalaba las manitas de Buyo, el gato. —¿Vida personal? ¡Feh! Sólo vine a traer tu mochila, la olvidaste en el pozo —comentó, mientras apuntaba con su filudo dedo su olvidado equipaje.
Kagome se sonrrojó. —Luego iba a ir por ella. Estaba demasiado cansada para subir por ella por el pozo.
La madre de Kagome interrumpió la conversación y disipó el ambiente de ironía y reproche que se había tomado la sala y los invitó a todos a sentarse. Kagome fue la primera en obedecer y correr a sentarse en su puesto habitual.
—¿No le pusiste mucho picante, verdad mamá? —quiso asegurarle la azabache, Inuyasha no podía comer aquellos sabores tan condimentados.
—¡Por supuesto, hija! —sonrió—. Inuyasha es parte de nuestra familia, ¡no podría cocinar algo que le causara daño!
Kagome la miró acusadoramente. —Por casualidad… ¿estás de su parte? Si fuera por él nunca verías a tu hermosa y encantadora hija.
Inuyasha, que había metido recién un pedazo de carne en su boca casi muere atragantado. —¡Menos mal que eres encantadora! No quieor imagianr qué sucedería conmigo si no lo fueras.
—¡Inuyasha! —saltó Kagome.
—¡¿Qué?
—Por cierto, Inuyasha… ¿Te quedarás para la cena de Navidad? —preguntó Sonomi, completamente ignorando la pelea que su hija y el hombre mitad bestia tenían.
—¿¡Ya es Navidad!? —chilló la azabache—. ¿Cómo es posible que el tiempo pase tan rápido?
Su madre sonrió. —Así es hija, mañana es noche buena y con tu abuelo decidimos comer pollo frito, aunque tu abuelo…
—¡Por supuesto que no estoy de acuerdo con esas celebraciones extranjeras! En mis tiempos… —Iba a empezar una larga historia, pero esta vez, fue Inuyasha quién lo interrumpió.
—¿Alguien me puede decir qué es la navidad?
Kagome olvidó su anterior pelea y entusiasmada comenzó a contarle sobre ella. —Es una fiesta que celebran los cristianos y que últimamente está muy de moda en nuestro país. Verás, ellos creen que el Hijo de un gran Dios vino a la Tierra con los humanos, y la Navidad es la fecha de su nacimiento, aunque se supone que fue hace más de dos mil años.
—¡Qué fanfarronería! —se mofó el hanyou.
—¡Inuyasha! —recriminó Kagome.
—Aunque la Navidad es una fiesta extranjera, se ha popularizado mucho porque la gente intercambia regalos con sus seres amados.
—A las doce de la noche de mañana, todo el mundo podrá abrir los regalos que Papá Noel les trajo.
—¿Y quién diablos es Papá Noel? ¿Qué tiene que ver con el hijo del gran Dios? —quiso saber Inuyasha, sin comprender del todo.
Silencio.
¿Qué tenía que ver?
—¡Eso no importa! —rió tímidamente Kagome—. Es Papá Noel quien se encarga de llevar regalos a todos los niños del mundo en Noche Buena, antes de Navidad; aunque obviamente él no existe.
—¿Y si no existe cómo lo hace?
—¡El no lo hace, es la familia quien se encarga de comprar los regalos y luego dicen que fue Papa Noel.
—Entiendo… —mintió Inuyasha—. ¿Y para qué es el pollo frito?
—¡Eso no es lo que importa! Lo realmente importante es que es una fiesta que sirve para reunir a la familia y conmemorar a nuestros seres amados a través de un presente.
—¿Me darás algo, Inuyasha? —murmuró emocionada Kagome.
—¡Feh¡ ¡Ni que fueras un ser amado!
La verdad es que sí, lo había arruinado, y de una manera magistral De hecho, a penas las palabras salieron de su boca quiso retractarse, pero Kagome no le dio la oportunidad. ¡Por supuesto que no iba a dársela! Acababa de decirle que no la amaba, y de una manera inescrupulosa. Se sintió como el idiota más grande del mundo, y probablemente lo era.
—Lo siento, olvidé que nunca podrías amarme —sentenció Kagome, intentando no demostrar ninguna emoción, aunque la tristeza se le escapaba de todas formas.
—¡Kagome, espera! —Intentó detenerla, pero ella se levantó y dio grandes zancadas hasta su habitación. Sintió como la puerta se estrechó contra el umbral y entonces supo que tardaría mucho hasta que Kagome saliera de ahí nuevamente.
Quería disculparse con ella. Se levantó impetuosamente de su asiento, dispuesto a rogar por su perdón, pero la madre de la azabache lo detuvo tomando fuertemente su brazo.
—No vayas —habló tranquilamente, y le sonrió—, sólo empeorarías las cosas. Mejor regresa mañana, recuerda que es la cena de Navidad.
¡Navidad! Todavía no celebraba su primera Navidad y ya la odiaba. ¿Por qué rayos tenía que ser tan idiota? No dijo nada, sólo se limitó a asentir y a marcharse a su época que era mucho menos complicada, aunque hubiera monstruos a la orden del día.
Cuando Kagome llegó a su habitación, no puedo evitar estallar en lágrimas. ¿Por qué Inuyasha era así? ¿No se daba cuenta de que la hería con aquellos comentarios? Sabía que él no la amaba, pero era totalmente innecesario que lo repitiera a cada momento, y delante de su familia. Nunca podría ocupar el lugar que ocupaba Kikyou en el corazón del hanyou, para él sólo era la chica que lo ayudaba a encontrar los fragmentos de la perla, y en el mejor de los casos, una amiga o una compañera de viaje. ¿Por qué se había enamorado de Inuyasha?
—¡Ese baka no tiene nada bueno! —Intentó convencerse, completamente acongojada.
Entonces, su madre abrió la puerta despacio y buscó su atención. —¿Kagome, hija… estás bien? —Preguntó su madre, reconociendo un mal de amores en las lágrimas de su hija.
—Estoy bien, mamá… —No quería decirle que no lo estaba, ni que aquella no era precisamente la primera vez que derramaba lágrimas como esas. De hecho, llorar a causa de Inuyasha se estaba haciendo demasiado común y frecuente en su vida.
Sonomi la ignoró, y se sentó junto a ella sobre la cama. Acarició su cabello largo rato hasta que se decidió a hablar. —No te molestes con Inuyasha, él es un poco bruto y hosco para expresarse.
Kagome se volteó y la miró acusadoramente. —Estás de su parte.
—¡Por supuesto que no! Sólo creo que hubo un malentendido, no es bueno presionar a Inuyasha. Él no es bueno demostrando sus verdaderos sentimientos…
—¿Y cuáles, según tu, son sus verdaderos sentimientos?
Su madre rió, y relató con la voz de la sabiduría. —A él le incomoda pensar en un presente para ti… no es fácil darle un presente a la persona que amas siendo tan tímido.
La azabache sonrió tristemente de medio lado. —Gracias por querer aniamrme, mamá; pero ten por seguro que yo no soy la persona que ama. Además ya no me importa.
—Y si dices que no te ama, ¿qué estás haciendo para ganar su corazón?
—¿Qué? —Realmente estaba sorprendida, no conocía esa faceta de su madre. Bueno, tampoco era como si tuviera muchas oportunidades de saber qué opinaba ella sobre el amor. Desde que ella se había enamorado, habían tenido muy pocas oportunidades de conversar de madre a hija.
—¡No digas nada! Mañana es Navidad, ¿qué tal si le das un presente que cautive su corazón?
Lo pensó durante un momento. —No creo que funcione… Inuyasha no es muy materialista que digamos.
—¿Hay algo que necesite? —Quiso saber su madre.
¡Por supuesto que había muchas cosas! Zapatos por ejemplo, también ropa para vestir en la época moderna, un gorro a medida para sus orejas de perro y ¡cinta adhesiva para ponerle en la boca y que evitara decir idioteces que le rompieran el corazón! Bueno, quizás aquello era demasiado.
—Creo que hay muchas cosas que necesita. —Admitió pensativa.
—Sé que harás un buen trabajo. —Sonrió su madre, acomodándole el cabello suelto y secando sus lágrimas con los pulgares. Las madres siempre podían solucionar el mal de amores.
—¡Gracias mamá! —Rió, definitivamente, el corazón del Hanyou sería de ella en Navidad. No por nada era una bonita fiesta que había llegado hasta Japón.
CONTINUARÁ…
¿REVIEWS? ¿Les gustó? Continúa en el siguiente capítulo!
25/12/2013
