Un giro del destino unirá dos almas separadas a través de los milenios...

Siglo XVI. Inglaterra. Michael Gehabich es el nombre del reconocido Zar de lo que ahora se conoce como Rusia. Su familia a estado en el poder desde que existe el uso de la razón. Viaja con su nieta, la princesa Alice. Es una joven de solo 15 años y ya actúa de la manera en que se comportaría una reina. Su figura esbelta, larga y abundante cabellera pelirroja, una tez que muchos consideran perfecta y unos hermosos y profundos ojos marrones la convierten en una de las deidades del mundo de los mortales. Muchos jóvenes de la alta sociedad la cortejan constantemente pero ella ha sabido apañársela de una forma impecable. Ha sido el orgullo del anciano. La madre de la niña murió cuando la daba a luz y su padre se marchó a una guerrilla para no volver jamás. Desde entonces a estado a la tutela de su abuelo.

El viaje hasta Inglaterra fue largo y tortuoso. Estaban en un carruaje tirado por 3 de los mejores corceles purasangre a través de caminos de tierra. Ambos suspiraron con alivio al ver que iban entrando en territorio inglés. Alice corrió las cortinas de terciopelo negro del carruaje para pode ver la hermosas calles de la cuidad. Era un día nublado pero no tenía onda de llover.

-"¿qué te parece el lugar, Alice?"- dijo el anciano cuando llegaron a la fachada de una enorme mansión.

-"es muy bonita abuelo,"- dijo Alice maravillada mientras salía del carruaje.

"Altezas, permítanos escoltarlos al interior" – dijeron dos guardias a sus espaldas

-"por supuesto"- dijo el rey.

Por adentro la mansión era enorme y a la vez acogedora. Las paredes estaban adornadas con exquisitas pinturas y un candelabro colgaba en medio del salón. En el fondo había una escalera que daba a un pasillo. por dicho pasillo aparecieron un hombre y una mujer, muy familiares para los recién llegados.

-"ah majestades"- dijo el hombre mientras juntaba sus manos en un sonoro aplauso en un gesto de complacencia – "sean bienvenidos a nuestro hogar."

"es un honor para nosotros el solo hecho que hayan consentido que nos hospedemos aquí, lord y lady Misaki "– respondió Alice con la debida cortesía de alguien de la realeza.

" sé que estáis cansados, no se preocupen, nuestros sirvientes llevarán vuestras cosas a sus respectivas habitaciones. Mientras esperan, podemos tomar el té en el salón principal "– dijo lady Misaki, haciendo un ademán para que los siguieran.

Los tres adultos se dirigieron al salón. Sin embargo, la princesa permaneció de pie a las escaleras.

"todo en orden alteza?" – preguntó uno de los sirvientes, sorprendido de que la joven se encontrara sola.

"Si no es mucha molestia... podría decirme dónde está Runo?"

"Sígame"- fue la respuesta del siervo mientras subía las escaleras y caminaba a la derecha

"Dime... tienes familia?"- preguntó la muchacha al joven lacayo. Parecía alguien de unos 15 o 16 años y en estupendo estado de salud.

"Si, alteza. Tengo una madre y una pequeña hermana de 8 años" – contestó.

"Ellas se encuentran bien, viven felices?"- preguntó la princesa muy interesada.

El muchacho se paró en seco. Ningún invitado había hecho esa pregunta a algún sirviente en todo el tiempo que estuvo trabajando. Se dio la vuelta y observó con detenimiento el rostro de la persona que tenía en frente, extrañado. Por sus ropajes, daba a entender que era de la realeza. Pero su hermoso y calmo rostro parecía el de una persona buena, sincera, confiable y humilde. En sus profundos ojos, que tenían el mismo color que el café molido, pudo ver una preocupación que solo puede tener alguien que se interesa por los demás. No la conocía, pero tenía el presentimiento que podía hablar abiertamente con ella. Se sentó en un banco del pasillo. La princesa caminó hacia el mientras se apartaba del rostro sus mechones rojizos y se sentaba a su lado.

"mi familia vive lejos, en Alemania" – comenzó el chico – "fui traído aquí como prisionero de guerra y vendido como esclavo. Creía que al venir aquí me maltratarían, pero no. Cuando lord Misaki me compró mi estado era deplorable. Hizo que pasara a sus propios aposentos y me recostó en su lecho. Llamó a varios médicos a la habitación y les encomendó que me cuidaran. Ellos lavaron y vendaron mis heridas y me dijeron que tenía que guardar cama. '' entonces llévenme al establo'' les pedí '' no pretenderán que me quede en la habitación de mi amo''. Para mi sorpresa, el señor había entrado al cuarto y escuchó cada palabra que había salido de mi boca. '' eso no de chiste!'' bramó '' no permitiré que un joven herido duerma en un lugar tan sucio como ese''. No pude decir nada contra ese argumento. Había oído decir a los demás prisioneros que nuestros amos no sentirían piedad alguna; solo seríamos unos juguetes en manos de un niño pequeño y que nos harían la vida imposible. Por eso me sorprendí tanto al escuchar las palabras del lord. Al ver mi expresión hizo que se retiraran todos los presentes. Cuando no quedó nadie, se sentó a los pies de la cama. '' niño, no permitiré que te vallas de aquí hasta que te hayas recuperado'' me dijo con suavidad '' se que esta no es la forma en la que un amo trata a un siervo, pero me parece algo inhumano no hacerlo''.

''¿inhumano?'' le dije. El solo asintió. Me dijo que su familia, su padre en espacial, trataba a sus esclavos con crueldad. El le quería iniciar en ese hábito pero el señor no quería hacerlo, en especial luego de soportar los gritos de la gente cuando era azotada. Se juró a si mismo que jamás pondría un dedo en sus sirvientes y siempre los trataría de la mejor forma posible''

Alice se quedó en silencio todo el tiempo. Esa historia era muy conocida ya que ella misma la habría sufrido. Miró al joven de pies a cabeza: era alto, fornido, de tez blanca y ojos grises. Su cabello, rebelde por lo despeinado, era de un color castaño claro. Su rostro se mostraba sereno y amigable, el rostro de alguien que inspira confianza, volteó la cabeza y mirando a suelo suspiró. El siervo se extrañó por ese repentino cambio de humor. Intrigado, apartó varios mechones de color anaranjado del rostro de Alice.

"¿está todo bien, princesa?"

"Llámame Alice" – dijo la muchacha – "y si, todo está bien, es solo que desearía que los chicos de nuestra edad fueran tan comprensivos como tú."

El joven no se esperaba esas palabras y mucho menos viniendo de la boca de alguien de la realeza. Jamás habría imaginado que viniendo a Inglaterra conocería a gente de la clase alta que se preocupara tanto por alguien en inferioridad de condiciones en incluso, que anhelaran y gratificaran la compañía de tales personas. Mientras pensaba esto, una sonrisa se dibujó en el rostro de muchacho.

"cual es tu nombre?" – preguntó Alice cortando el hilo de sus pensamientos.

"Joe, Joe Brown" – contestó

"Joe. Dime como es Alemania? Nunca estuve allí pero me han dicho que es un lugar hermoso" – dijo la princesa poniéndose de pie.

"Si que lo es"- respondió Joe, parándose y caminando por el pasillo seguido de la joven – "uno de los lugares mas bellos y por el que vale la pena luchar."

"Dijiste que eras prisionero de guerra" – comentó la pelirroja recordando lo que el castaño le había dicho – "puedo saber cómo acabaste allí o sería muy entrometido?"

Joe seguía impactado por el interés de la chica hacia su vida. *sindudaseráunaexcelentereinacuandocrezca,ojalátodosfueranasí* se dijo para sus adentros, en verdad lo deseaba. Ambos hablaron animadamente sobre sus vidas en sus países natales. Pasaron horas caminando por los pasillos y jardines de la mansión Misaki, como la muchacha pidió ya que habían pasado varios meses desde la última vez que ella estuvo allí. Joe le contó con sumo detalle cómo fue su estadía en aquel lugar y lo rápido que logró adaptarse. La joven princesa rusa escuchaba embelesada la historia de vida del alemán, de cómo fue entrenado en el arte de la pelea y cómo lo pusieron en el frente de batalla. Esa curiosidad innata no pasó desapercibida para en ex-soldado. Sonrió para sí, ya que sea situación le rea muy familiar.

Era el anochecer cuando ambos se encontraron en un kiosco, ubicado en una colina saliente del amplio terreno de uno de los tantos patios de la propiedad. La estructura de hierro estaba pintada de blanco. A la hora de comer o tomar el té el centro siempre se caracterizaba por tener una mesa y varias sillas de acuerdo ala cantidad de invitados. En las fiestas solía estar vacío, y era el lugar elegido por las parejas para bailar a solas o para proponerse matrimonio. La pelirroja empezó a reírse por lo bajo al recordar una situación que vio, relacionada con la última frase de sus pensamientos.

"¿Qué hay tan gracioso? "– preguntó el castaño de ojos grises.

"Recuerdo la vez que fui a una fiesta. No tenía idea de para qué tenía que asistir. Iba tanta gente que estaba segura de que nadie notaría nuestra ausencia. Pero como mi abuelo me recordó que éramos la familia real debíamos asistir. Así que tuve que dejar que me vistieran, maquillaran, peinaran... En fin, una completa tortura. Ustedes, los hombres, no necesitan tanto lío, tan solo bañarse ponerse un traje elegante y peinarse no suena tan difícil.

"Pues para mí ese es otro caso "– dijo Joe, levantándose los pelos con ambas manos y una expresión de fingida desesperación en su rostro, lo que hizo que Alice comenzara a reír.

"Jajajajaja, buena esa Joe "– dijo Alice entre risas.

"¡Enserio! "– exclamó, tratando de seguir el juego – "Arreglarme esta mañana me llevó tres horas! "– concluyó , lo que hizo que la chica volviera a reírse.

"Bueno quieres que siga contándote o no? "– dijo la pelirroja una vez recuperada del ataque.

"Bien, continúa" – dijo Joe, tratando de ponerse serio, pero sin que una sonrisa inquieta jugara con sus labios.

"De acuerdo, prosigo. En esa fiesta el conde Lordbradg le iba a proponer matrimonio a Lady Croswell, en el kiosco. Pero cuando ella estaba por decir acepto, uno de los perros se escapó y empezó a perseguir un conejo. En una de esas vueltas el enorme can chocó contra la frágil estructura de metal, haciendo que ésta se viniera abajo. Por supuesto, nadie salió herido de gravedad y se casaron a los dos meses."

Ambos chicos se miraron el uno al otro cuando Alice terminó su relato, y como si fuera una obra de teatro ambos se rieron de su seriedad. Cuando se calmaron contemplaron el anochecer. Joe pensaba en como su hermana disfrutaba esos momentos junto con él. La princesa recordaba un anochecer muy similar a este, con la única diferencia de que el primero lo había visto en un barco. Su semblante se entristeció cuando el recuerdo ocupó su mente, no por el momento en sí, sino por la persona que conoció en ese lugar hace 10 años. Una persona que portaba unos hermosos ojos del mismo color que el topacio líquido, ojos que sin saberlo, la habían cautivado en lo mas profundo de su corazón.

"¡Que estúpido! "– exclamó Joe de dando un salto, mientras se llevaba ambas manos encima de su cabeza, sacando a la joven de sus pensamientos.

"¿Qué ocurre?" – preguntó sorprendida.

"Tú me pediste que te llevara a ver a Runo y yo te entretuve durante horas. Por favor, sepa disculparme "– concluyó haciendo una reverencia.

La chica comenzó a reírse, dejando al muchacho con sus palabras en la boca.

"No tienes por que disculparte, Joe. Fue lindo estar contigo."

Ese comentario dibujó una sonrisa de oreja a oreja en los rostros de ambos adolescentes. Apenas se habían conocido esa tarde y ya eran los mejores amigos.

De repente escucharon el inconfundible sonido del choque de dos espadas.

"viene del centro de caballería" – murmuró Alice, yo volviéndose rápidamente el joven exclamó – "¡llévame!"

"Por supuesto" – dijo el muchacho-" ¿Quieres por el camino largo y apto para una joven delicada "– dijo con burla –" o prefieres el corto y no tan delicado?"

"Opto por el segundo "– dijo la princesa, decidida.

"Bien, entonces le sugiero que cierre los ojos, Alteza "– dijo Joe

La pelirroja cerró los ojos y el castaño la levantó en volantas(N/A: como los recién casados) y bajó de un salto la colina. Dejó a Alice sobre la fina hierba y ambos echaron a correr hacia el establo. A medida que se acercaban se podía escuchar el sonido de las espadas y dos voces que provenían del interior. Una voz era masculina, de una persona de unos 20 o 25 años. Se la escuchaba molesta, arrogante, y con un claro indicio de burla y diversión. La otra voz era femenina, perteneciente a una chica de 14 años, la cual sonaba muy irritada y cada tanto gruñía.

Los chicos se quedaron afuera del lugar unos momentos, para entrar cuando el ambiente estuviera mas calmo.

-"¡Touché! "– gritó triunfante la voz femenina – "¡Já! Y tú que decías que jamás te vencería."

-"¿Runo? "– preguntó Alice a reconocer la voz de su amiga y acercándose a la gran puerta de roble.

-"Permítame" – dijo Joe, acercándose a la puerta entes que la muchacha. La abrió sin ningún esfuerzo, a pesar del tamaño colosal de la pieza de madera – "Mi Lady, tiene visitas" – dijo el castaño dirigiéndose a las personas que se encontraba en el interior.

-"¿Alice? "– preguntó una chica cuando la susodicha apareció en el umbral – "¿De verdad eres tu?2

-"¡Runo!" – exclamó la nombrada corriendo al encuentro de su amiga – "¡Que alegría volver a verte!"

Ambas chicas se abrazaron fuertemente mientras se reían por lo bajo. Ambas habían esperado con ansias el reencuentro. Joe le hizo señas al hombre que estaba tras las chicas y ambos salieron sigilosamente del lugar.

-"Te extrañé mucho amiga" – dijo Alice en voz baja.

-"Yo también"- contestó Runo, separándose un poco de la pelirroja para observarla con detenimiento. Alice llevaba un vestido de seda dorado, no muy voluminoso pero si llamativo. El corsé también era dorado con incrustaciones de madreperla y acentuaba a la perfección el magnífico cuerpo de la muchacha.

Runo se vestía muy diferente. Para empezar, nada de vestido, sino un cómodo pantalón blanco no botas negras de caña alta, una camisa beig de botones y un saco amarillo largo hasta las rodillas. Traía consigo una espada al hombro que ella misma había forjado, la cual poseía un filo de acero duro y resistente, y una empuñadura de oro con incrustaciones de diamantes. El cabello de la chica, de un peculiar color celeste, era largo y lacio hasta la cintura. Lo llevaba atado en dos coletas altas, su peinado habitual. Con su tez blanca y ojos esmeralda, era una de las bellezas más codiciadas en el viejo continente.

-"Dime, ¿Has entrenado bastante con la espada? – preguntó Alice al ves el atuendo de su amiga, el cual era el apropiado para esa práctica.

-Oh si – contestó la condesa, manipulando el arma a modo de demostración – ya la conozco como la palma de mi mano. La pregunta es... – continuó mientras se agachaba para abrir un baúl – si tú no has perdido tu estilo para pelear – completó lanzándole una espada a la princesa.

-¿Quieres apostar? – le dijo la pelirroja mientras clavaba la espada en el suelo de tierra y se sacaba la larga falda del vestido, dejando al descubierto un pantalón negro y botas violetas de caña alta. Volviendo a tomar la espada se paró frente a su oponente y le hizo un ademán para que atacase. El ruido de los metales al chocar componía una sinfonía peculiar y ambas contrincantes se desenvolvían en un baile digno de ver en cualquier pelea. Sus movimientos eran fluidos y armoniosos, como si siguieran un compás determinado. Aquel "baile" duró poco, ya que Joe apareció de improvisto en la caballería.

-Señoritas- dijo El joven bastante agitado- Vuestros mayores las buscan, les dije que ambas estabais en el kiosco de la colina, vallan de inmediato

los tres jóvenes salieron disparados hacia la colina y, al llegar, dispusieron de unos pocos minutos para arreglarse y que no se notara la "práctica" de las chicas.

-Con que aquí estaban niñas- dijo el padre de Runo – las estábamos buscando.

-¿En verdad padre?- Preguntó la ojiverde, un tanto alterada.

-¿Está todo en orden?- inquirió su madre – te noto algo exaltada hija – continuó acercándose un poco mas a la joven.

-Ay Runo ¿no me digas que aún te sorprende que aquello pasara?- comentó Alice con un buen fingido tono de burla – ya sabes que eso era de esperarse.

La chica entendió que su amiga trataba de sacarla del aprieto, así que decidió seguirle en juego – bueno es que esa noticia fue muy chocante; aún no acabo de digerirlo.

-¿Y se puede saber a qué va todo esto? – preguntó el Zar.

-Cosas de chicas – contestaron la condesa y la princesa a la ves.

-bueno, ya que las encontramos, deberían prepararse para cenar. A, una cosa- dirigiéndose el padre de la peliazul a la portadora de ojos marrones- pedí que pusieran tus cosas en la habitación de Runo, Alice. Pensé que te gustaría que ambas estuvieran juntas, así podrían tener más privacidad.

- ¡Perfecto!- exclamaron ambas al unísono.

-¡Excelente! Joe, lleva a las chicas a la alcoba para que se cambien.

-como usted mande, Milord- respondió el aludido con una reverencia - Milady , Alteza – dijo el, extendiendo una mano para indicar a las damiselas que pasen antes que el.

Se dirigieron rápidamente a los aposentos de runo, el cual se hallaba en una de las tantas torres de la mansión, ocultas tras la fachada. Cuando la chica de ojos verdes cerró la puerta tras de si, ella, joe y Alice estallaron en carcajadas.

-¿Qué... qué creen... que hubiera pasado, jaja, si los señores descubrían lo que ustedes dos hacen a escondidas? – Joe apenas si pudo formular la pregunta, ya que todavía no se recuperaba.

-¡AL REFORMATORIO LAS DOS!- gritaron a la vez, antes de ser invadidas por un nuevo ataque de risa.

-Vaya, veo que redecoraste tu habitación ¿eh? – dijo Alice luego del estallido. La pieza era enorme y las paredes estaban forradas con un papel que imitaba una tela de encaje color hueso. A la derecha, había una hermosa cama de dos plazas, cierta con un cubrecama color dorado y un montón de almohadones en un tono más oscuro. A la izquierda un enorme armario hacia su colosal presencia. Era de madera de pino y tenía un par de espejos en las puertas centrales. En el fondo, unos ventanales de madera tallada protegidos por unas cortinas de terciopelo beig, se abrían para dar paso a un balcón con barandas de mármol blanco. En el centro del cuarto había un sofá blanco leche muy espacioso. La cereza del pastel la ponían las farolas en las mesas de luz y el candelabro de cristal.

-si un poco- replicó Runo – el estilo anterior no era el mío, así que decidí cambiarlo

-Fue una tortura ayudarte a decorar el lugar – murmuró Joe, con la esperanza de que Runo no le oyera.

-¡Eres un descarado! – exclamó la peliceleste arrojándole un almohadón al castaño claro.

-¡Oye! ¿y eso por qué fue? – reclamó el ojigris con fingida inocencia.

-Eso fue por hablar de mas – sentenció la ojiverde dramatizando un puchero.

-bueno, bueno chicos, ya cálmense – dijo Alice – tenemos que alistarnos para cenar. Ya saben como se ponen los padres de Runo y mi abuelo cuando no comen.

-De muy mal humor – completó la condesa.

Después de un rato de andarse probando vestidos, zapatos y accesorios, y de lanzarle uno que otro almohadazo a Joe para que dejara sus bromitas para después, las chicas salieron de la pieza para dirigirse al salón principal.

Allí se encontraron con los mayores. Comieron, charlaron del viaje, qué pasó durante la ausencia de cada uno y cosas de ese estilo, que estaban matando de aburrimiento a las mas jóvenes.

-wow , creí que jamás terminarían – dijo Runo, tratando de volver a sentarse en su silla, ya que se había ido deslizando en esa hasta quedar recostada.

-Jamás podré entender cómo hacen para que les guste tanto hablar de política – dijo Alice mientras se paraba y estiraba los brazos.

Ambas se dirigieron rápidamente a su habitación, pero antes de entrar se sorprendieron al escuchar voces provenientes del interior. Al principio se asustaron, creyendo que eran ladrones, pero recobraron la calma al reconocerlas.

-¡tigrera!¡Hydranoid! será mejor que bajen el tono de voz – dijo la princesa en tono de reproche - el abuelo no sabe que te traje.

-lo siento Alice – se excusó Hydra, inclinando sus tres cabezas.

Hydranoid era el compañero Bakugan de alice, y utilizaba el atributo Darkus en la batalla. Tigrera era un Bakugan haos e indiscutida compañera de Runo.

-oh por todos los dioses, Runo – dejo Tigrera acercándose a la susodicha para inspeccionarla.

-Creo que 3 horas de charla política la descompusieron – dijo la pelirroja mientras se recostaba en la cama que habían puesto para ella.

-Voy a tener que acostumbrarme a esa cháchara para cuando crezca, aunque no garantizo nada – replicó la peliceleste dirigiéndose a una mesita al lado del sofá - ¿Es tuya?

Alice volteó a ver de qué estaba hablando su amiga. Ella tenía entre sus manos una bella cajita peculiarmente adornada, y la miraba con curiosidad. La pelirroja tardó un rato en responder a la pregunta. Un leve rubor apareció en sus mejillas mientras apartaba la mirada. Runo se extrañó por el repentino cambio de humor de su amiga y se paró delante de ella.

-Para ser tu mejor amiga, no me has contado todo – dijo la muchacha muy seria - ¿verdad? – completó extendiendo la caja que aún traía en sus manos.

La ojimarrón se levantó de la cama y sin dirigirle una sola mirada a su amiga se acercó al armario. Abrió las puertas y empezó a buscar algo entre sus ropas. Runo y Tigrera la observaban entre curiosas y preocupadas. Hydranoid, en cambio, la veía con el corazón encogido.

La muchacha se dio vuelta y tomó la pequeña caja de las manos de su compañera, mientras se sentaba en el sofá. Runo se sentó a su lado y los dos bakugans la rodearon. La princesa había sacado de las faldas de uno de sus vestidos una piedra. Con un rápido movimiento la abrió por la mitad y dejó al descubierto un orificio que contenía una pequeña llave. La joven la tomó y con ella abrió el la cajita. De su interior sacó un hermoso collar de alambre de plata, que iba enredado alrededor de varios cristales verdes. Del collar, colgaban tres cruces de diferentes tamaños y formas. En la cruz del centro había incrustada una esmeralda en la que se podía ver el símbolo del atributo ventus. Runo contempló la joya embelesada, hasta que se percató de que su amiga la miraba con cierta extrañeza.

-Este collar guarda una historia, y quisiera que me la cuentes.

La aludida soltó un suspiro y sin mirar a la persona que tenía al lado, comenzó su relato.

/Flash Back/

Era el anochecer, y un navío ruso surcaba las olas del mar. Una niña de 10 años, de cabello rojo, ondulado y corto, entonaba una peculiar canción. Su vestid, de seda blanco se movía con la brisa y del cuello de la pequeña colgaba un dije de plata con forma de luna, con una franja de cristal violeta surcándolo. Unido a la luna, había un col de rayos desparejos. En su centro portaba un diamante violeta en el que se veía el símbolo Darkus.

-Alice! – exclamo su abuelo al escucharla cantar – Esa es una canción pirata. No es correcto que una jovencita cante eso.

La niña calló, y comenzó a mirara el vasto océano, hasta que algo en las tranquilas aguas llamó su atención. Se acercó más y pudo observar el cuerpo de un niño de su misma edad flotando a la deriva sobre unas vigas de madera.

-Abuelo! ¡Hay un muchacho en el agua! ¡Hay un muchacho en el agua! – gritó desesperada y señalando al mar - ¡Tienen que salvarlo!

Varios hombres escucharon el pedido de auxilio de la pequeña y rápidamente sacaron al chico del agua.

-¡Llévenlo a algún camarote! – ordenó el rey mientras se iba a hablar con el capitán.

-Pero todos están ocupados señor – dijo uno de los marinos, pero el monarca ya se había marchado.

-Llévenlo al mío – dijo Alice – Trataré de hacer que despierte.

Los hombres asintieron y llevaron al joven al camarote de la princesa. La niña de ojos marrones observó al chico recostado en su cama. La piel del pequeño era blanca y estaba mucho mas pálida por haber estado a la deriva por quién sabe cuanto tiempo. Sus labios, de una alarmante tonalidad azul temblaban con cada respiración. El pantalón negro y la camisa blanca pero sucia mojaban la tela de la cama. El cabello negro y corto hasta los hombros estaba quemado en las puntas.

Sin perder tiempo, Alice se acercó al armario y sacó unas toallas, con las que intentó secar al muchacho. Mientras pasaba la tela por uno de los costados de su rostro despertó. Sobresaltado, el pelinegro tomó la mano de la pelirroja quien aún sostenía la toalla. La niña se quedó mirando los ojos del joven, que tenían el mismo color que el oro líquido.

-No te preocupes, estás a salvo ahora – dijo la princesita, tratando de tranquilizar al moreno. El chico se relajó un poco y soltó su mano, pero sus ojos miraban fijamente el techo del camarote

-¿Cómo te llamas? – le preguntó a la joven volviendo a mirarla.

-Para ti, solo Alice – respondió la pelirroja con una sonrisa hermosa y encantadora para el chico – Ahora descansa, y si necesitas algo llámame – le dijo mientras lo abrigaba con un par de colchas y salía de la pieza.

Alice dejó al chico solo en el camarote y se dirigió a cubierta. Mientras, el niño moreno se abrigaba con las colchas para evitar el frío y trataba de recordar cómo fue que terminó nadado a la deriva. Se había puesto de costado, peor algo le incomodaba en las costillas. Revisando su empapada camisa dio con un collar de cristales verdes del que colgaban tres cruces de plata. La del medio tenía una esmeralda con el símbolo ventus incrustado en ella. "sabíasloqueestabapasando,verdadmamá?" pensó el muchacho mientras dos lágrimas escapaban de sus ojos.

Pero el chico no sabía que un par de ojos marrones le observaban de la rejulla del techo.

/Fin Flash Black/

-Valla- atinó a susurrar runo cuando su amiga terminó - ¿No recuerdas su nombre?

-no, no lo recuerdo – dijo Alice apenada – me hubiera gustado recordarlo pero nunca e sido buena en eso.

-Cierto, por eso siempre te llevas historia – comentó la peliceleste tratando de liberarla de la depresión en la que se había sumido. La pelirroja le dio un empujón mientras se reía.

-Le contaste esto a Julie? – preguntó la condesa.

-Si, y se pasó l resto del día suspirando mientras decía "que romántico" – contestó imitando la voz de su amiga.

- vamos a acostarnos. Mañana hay que ir a la escuela – dijo Tigrera, y mandó a las chicas a la cama.