FAROLES DE HOGWARTS
Capítulo Primero
"Fugitivas"
Era una joven bellísima; a sus 24 años tenía muchos admiradores y obvios pretendientes que ella decididamente rechazaba; sus atributos físicos agraciados eran una cosa, pero el magnetismo y el misterio se lo daba el hecho de ser la hija de la mismísima Rowena Ravanclaw, una de las fundadoras distinguidas del prestigioso colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.
Quien la desposara, no sólo gozaría del privilegio de casarse con alguien tan connotado y subir rápido en el escalafón social, sino también el poder ser acreedor de la misteriosa diadema de Ravenclaw, que sería heredada a su hija el día de su boda. Se rumoreaba que la misma Ravenclaw, había encantado la diadema, de modo de que su portador siempre tuviese buen juicio, y fuera capaz de resolver los peores entuertos y salir ileso. Quien la poseyera sería casi indestructible, pues su mente se volvería su aliada y con ello, está demás decir que no hay traición que valga.
-Madre, hoy no quiero ir – imploraba Helena a su madre cada 25 de agosto; día del torneo inter escolar de Quiditch; un evento multitudinario realizado en el recién inaugurado estadio de Hogwarts. Para Helena, esa clase de eventos significaban horas de martirio, por el grado de exhibicionismo al que se exponía en ellas. Definitivamente, ella detestaba las multitudes con todo su ser.
-Helena, es muy inapropiado que alguien de tu alcurnia no valla a estos eventos. –se detuvo para mirar a su hija a los ojos; estaban bajando las escaleras de caracol de la torre norte, dado que habían ido a estudiar las estrellas y ahora se dirigían a sus habitaciones correspondientes; el siguiente día se les venía agotador, así que debían estar preparadas. - Es muy importante que te ganes tu propio espacio en sociedad, dado que no siempre es favorable que te consideren "la hija de"; debes ser alguien por tu propia cuenta; sino logras hacerte valer como corresponde, podrías caer en un gran peligro por el mero hecho de que la gente te siga vinculando conmigo. – para variar, su madre, tenía la maldita razón, a veces odiaba ser la hija de Rowena Ravenclaw por todos los problemas que le acarreaba serlo, sin embargo, no podía quejarse, dado que había sido la mejor madre que pudiera esperar. Sin ningún pretexto para contradecirla en sus argumentos, suspiró de resignación y, en cierta medida, de ansiedad.
-Madre, ¿te queda algo de la poción del profesor Salazar? Estoy demasiado ansiosa y no quiero quedar tan mal mañana. – dijo Helena, en un arrebato de sinceridad. Su madre la miró con ternura, y al tiempo que le acariciaba los cabellos y la acercaba hacia sí para darle un abrazo, al que ella respondió con tibieza – Por supuesto, aun queda – agitó su varita – accio potion.
En un puerto no muy lejos de allí, se encontraba una chica llamada Annete Von McGray, hija de Aristócratas alemanes e ingleses; había llegado recién a ese sitio, su madre había vivido allí hasta que falleció de tuberculosis. Después de la muerte de está, su padre, ella y sus cinco hermanas (ella era la tercera hija de ese matrimonio), se marcharon a Alemania; sin embargo, la vida los hizo volver allí por algunos papeleos y asuntos diplomáticos con un señor Feudal de la zona.
Annete estaba harta de su vida, de actuar y de comportarse como señorita. Su padre siempre había sido distante y casi no había comunicación con el resto de sus hermanas; las mayores parecían sometidas y las menores… bueno, las menores hacían caso de las mayores y ella que estaba en el medio, no tenía ni voz ni voto en el asunto. Pero, a sus 21 años esas cosas ya no le importaban, además de que tenía un plan.
Esa noche, esperó paciente a que todas sus hermanas se durmieran. Había puesto premeditadamente cera de vela en el marco de la alta puerta de madera de caoba para que esta no se cerrara. Con mucho cuidado salió de allí; se aproximó al salón central del castillo del señor feudal. Eran las cuatro de la mañana; se asustó al sentir gemidos cerca de la zona; no tardó en percatarse de que se trataba del mismísimo señor feudal fornicando. Annete estaba con el corazón en un puño, ¿cómo haría para salir sin que se dieran cuenta?... claro podría sobornarlos si es que la descubrían a esas horas en pie, pero también aquello suponía que estaba poniendo su vida en riesgo; dado que si la descubrían, también podían matarla perfectamente. Se persignó y rogó por ayuda, mientras miraba con desesperación para todos lados. Ni modo, se arriesgó… anduvo a gatas por el pasillo alfombrado con tapices de Persia y enmarcado con altas armaduras que proyectaban sombras lúgubres por efecto de la luz de la luna filtrada débilmente desde una de las ventanas altas, rápidamente, mirando permanentemente hacia el espectáculo, por si acaso; llegó a la puerta y ya más tranquila se percató, que aquella mujer desnuda, que estaba allí fornicando con ese hombre, no era nada más ni nada menos que su hermana mayor Ariana. No era momento de quedar pasmada, abrió la puerta y se fue de ahí.
Corrió lo más que pudo, llegó a un bosque y encontró una pequeña cabaña… impulsivamente se resguardó allí cual víctima de una persecución terrible; estaba demasiado perturbada como para razonar. Por suerte no había nadie; estaba demasiado oscuro, lo único que iluminaba el interior de la cabaña era la luz de la luna que se colaba por la pequeña ventana. Por lo que pudo notar, la cabaña parecía una suerte de bodega. Sintió pasos en el exterior, buscó a tientas en la oscuridad algo con qué defenderse de quien quiera que fuera que iba a entrar, encontró algo duro… lo levantó; la manija se estaba abriendo…la puerta se abrió y…
-BUAAAAA! BUAAAAAA! – la cosa dura que había tomado empezó a gritar con estruendo.
-Pero… ¡¿QUÉ? – exclamaron dos voces al unísono.
-Lumos – dijo una voz en la oscuridad y se hizo una chispa de luz desde una ramita, o al menos eso era lo que creía Annete en ese momento, dentro de lo que alcanzaba a razonar (si es que a esas alturas razonaba). De la pura impresión se cayó de espaldas, la cosa que tenía en sus manos parecía una cría de aguilucho ultra crecida ¿a dónde rayos había llegado? ¿estaría soñando? – Tranquila, Beth – murmuró la joven desconocida frente a ella, al tiempo que recibía la enorme criatura en sus brazos - ¿Có…cómo llegaste aquí? – preguntó, entre tartamudeos, a Annete.
-No…no lo sé – dijo, para luego recordar – por favor, no le digas a nadie que estoy aquí… he… - la chica se calló, no podía decir que había huido, iba contra toda moral; ¿cómo podría confiar en esta extraña?
-¿haz huido? – dijo la chica, como leyendo sus pensamientos y al ver que Annete se ponía nerviosa, la joven desconocida, agregó – no te preocupes, no le diré a nadie – dijo al tiempo que tocaba su hombro en señal de apoyo – encenderé la chimenea… por cierto yo también, estoy huyendo – dijo al tiempo que encendía la chimenea y empezaba a recitar conjuros en todos los rincones de la cabaña, lo que no era demasiado trabajo, debido a las modestas dimensiones del lugar donde se encontraban.
-¿Para qué dices eso? Me estás asustando – murmuró Annete desde el suelo refiriéndose a las palabras extrañas que estaba recitando su interlocutora.
-¿Qué? – preguntó la joven sorprendida, deteniéndose – ¿porqué? si sólo son unos hechizos de protección.
-¡¿QUEEE? – ahora la sorprendida era Annete – ¡E..ERES UNA BRUJA! – exclamó consternada.
-¡¿QUEEE? ¡No eres bruja! – dijo igual de consternada su interlocutora pero con voz más baja. Luego de largo rato en shock, en donde ambas chicas sólo atinaban a mirarse las caras sin comprender nada. Annete cortó el silencio – supongo que ya ambas sabemos un secreto de la otra.
-Mi nombre es Haydee Hufflepuf, encantada – dijo la chica que tenía una cara agradable y algo sonrosada.
-Annete – dijo a secas la joven.
-Annete, gusto en conocerte – dijo la chica de rizos dorados estrechándole la mano a una de pelo castaño. – perdona la imprudencia ¿de qué estas huyendo? – dijo una confiada Haydee. Suponiendo que ya estaba fuera de peligro; Annete, prefirió confiar en esta chica extraña; muy a pesar de que no sabía a ciencia cierta si era porque temía de que una bruja le pillara diciendo mentiras para luego convertirla en un escarabajo o porque de verdad la chica de la cara redonda le inspiraba confianza; ¡en fin! Era un asunto confuso por donde quiera que se lo mirase. Habló de sus padres y de sus hermanas, e incluso le contó lo que había visto esa noche… lloró un poco, para luego recuperar la compostura – es por eso que quiero irme, no quiero que mi familia me identifique… ahora cuéntame algo tú – se atrevió Annete.
-Soy sobrina de Helga Hufflepuf, quien es fundadora del colegio Hogwarts - al ver la cara de confusión de Annete, le explicó en qué consistía un colegio de magia. -Como único pariente directo de la tía Helga, debo hacerme responsable de ayudar en el torneo de Quidditch y la ayuda que me pidió ella, no es algo que yo sea capaz de hacer.
-¿Y qué ayuda sería? – hizo una pausa -Si es que se pudiera saber – agregó apresuradamente, Annete, para hacer pasar inadvertida su descortesía.
-Hacerme amiga de Helena – dijo suspirando con desdén.
-No parece una tarea difícil ¿Quién es Helena? – dijo Annete mientras el Aguilucho demasiado grande como para ser considerado una criatura corriente, caminaba entre ellas; mientras las llamas crepitaban en aquella rudimentaria chimenea.
-Helena es la hija de la fundadora Rowena Ravenclaw. Pero es un tanto intratable…e intentado acercarme a ella por las buenas, pero cree que lo hago por interés o porque cree que es un intento de su madre para espiarla y controlar que haga las cosas bien. La verdad, es que ya lo intentado tanto que ya se me hace insoportable verla.
-¿y porqué no le dices eso a tu tía?
-No puedo… dado que… - no pudo terminar la frase, puesto que un estruendo en el exterior las había interrumpido. Eran fuegos artificiales mágicos que daban por iniciado el primer torneo inter escolar de Quiditch. - ¡Rayos! – murmuró, Haydee – ya empezó
-¿qu…qué empezó? – preguntó Annete
-El torneo de quiditch
-¿el qué?
-No hay tiempo para más preguntas… tendremos que disfrazarnos para salir de aquí – dijo Haydee, procesando algunas ideas que se le ocurrían de manera casi instantánea – toma ponte esta ropa… yo me pondré esta; con esto pasaremos inadvertidas.
Continuará...
