Lα ηιñα dε mιs σנσѕ: Revelación
Por Tokio Cristal
Disclaimer: Sailor Moon, y todos sus personajes son propiedad de Naoko Takeuchi, yo sólo los tomo prestados para la creación de este fic.
ADVERTENCIA:
Este fanfic es la segunda parte de "La niña de mis ojos", por lo que, durante lo largo de este fanfic hay pequeños guiños hacia esta historia.
SPOILER de la primera parte.
Para refrescar memorias: Darien y Serena (con una diferencia de edad algo considerable) son profesor y alumna. Entre ellos surge el amor de forma inocente y pura pero Darien arrastra a sus espaldas un oscuro pasado que no lo deja abrirse del todo a Serena, por el miedo a perderla.
¡Pero al final el amor triunfa! *tambores*
Después de una serie de contrariedades, Darien decide finalizar su noviazgo con Serena para irse a estudiar a Estados Unidos.
Y ella decide esperar por él.
Pasa el tiempo y Serena prácticamente pierde comunicación con Darien, hasta el día de hoy, en el cual lo vuelve a ver.
¡Y desde aquí comienza este fanfic!
De ante mano, pido perdón por cualquier horror ortográfico o gramatical.
Universo Alterno.
Género:Romance/Humor/Drama/... Amnesia temporal/Ideas suicidas/Triple XXX (?)
Pareja: Darien y Serena.
SUMARIO
Después de aceptar los sentimientos del uno y del otro, finalmente llega la prueba más grande. ¿De verdad el amor lo puede vencer todo?
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Esta historia se ubica CRONOLÓGICAMENTE, un año con algunos meses después de los sucesos ocurridos en "La Niña de Mis Ojos"
La edad de Darien es de 29 años, y la edad de Serena en los primeros cuatro capítulos es de 17 años, en el quinto capítulo ya tiene 18 años.
El guión corto (-) son notas, el guión largo (—), como saben, son los diálogos.
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Espero que lo disfruten ^^
PRÓLOGO
SERENA POV
¿Dónde estás mi amor fugitivo?
Se supone que estaríamos por siempre juntos…
Pulso mi dedo contra una gota, esperando que se escurra entre mi piel, pero el agua sólo está del lado de afuera. Rió. Rió como una tonta. Si él estuviera a mi lado seguramente me tomaría el pelo. Juego con mi aliento sobre el cristal y escribo su nombre. Y así lo observo desaparecer poco a poco frente a mis ojos, hasta quedar sólo mi reflejo encarcelado entre las pinceladas grisáceas del casi anochecido día.
Inclino mi espalda en el marco lateral de la ventana mientras observo la calle siendo empapada por la lluvia y mis pensamientos se remontan a tiempos pasados junto a él...
Un aniversario lejos de Darien no es un aniversario. Sólo es un acontecimiento -con sesgos bipolares, entre la felicidad y la tristeza- que mantengo archivado con recelo dentro de mi memoria.
De hecho no he tenido noticias de él desde que se fue a Estados Unidos. ¿Cómo puede ser qué, existiendo tantas vías de comunicación, Darien jamás haya intentado comunicarse conmigo? Dejó de hacerlo imprevistamente hace un año y unos meses. ¿Acaso me olvido?
Mi mente palpita en su memoria con cada recuerdo y mi pecho locamente se comprime cada vez que pienso en la una y mil situaciones en las cuales podría estar metido.
Situaciones buenas y malas, ¡quién sabe!
Y yo, certeramente, ¡quiero saber!
Quiero una respuesta sensata a este desdén que llevo sufriendo hace casi quinientos cuarenta y siete días. ¿Parece enfermizo de mi parte llevar cuenta de cada día desde que Darien no me habla? ¡No, simplemente no lo es! Son quinientos cuarenta y siete razones para verlo, ¡quinientos cuarenta y siete cosas que tengo para echarle en cara si se me presenta la oportunidad de verlo!
Repentinamente en mi campo visual entra la elegante figura de Seiya, bajando de una lujosa limusina. Lleva en una de sus manos un paraguas negro que lo protege de la tempestad de la lluvia y en la otra mano un ramo de rosas rojas que son, seguramente, para mí. Suspiro. Me alejo de la ventana y arreglo la falda de mi corto y sencillo vestido negro. Sostengo la gabardina azul que está encima de mi cama y salgo de la habitación.
—¡Es Seiya! —grito al sentir los nudillos contra la puerta de casa mientras bajo apurada las escaleras, danzando torpemente en el último escalón y yendo directamente hacia la entrada.
—Que linda te ves, bombón —musita Seiya sonriendo ampliamente mientras mantiene escondido el ramo de rosas tras su espalda.
Frunzo el ceño y mis flacuchos hombros se cohíben como un potro recién nacido. Tendría que sentirme alagada pero en realidad no lo hago. Más allá de que mis mejillas ardan como un caldero en el fuego lanzando vapor, realmente no están achicharradas por la pena. Bueno, capaz que sí siento un poco de vergüenza… No sabría decir el porqué de mi vergüenza ya que me encuentro algo confundida. He perdido peso. Bastante peso. No me veo para nada saludable, ¿qué hay de bello en eso? El vestido, que por cierto es una talla pequeña, no me queda para nada ajustado en las caderas. Y Seiya… ¡Seiya está increíblemente guapo en su smoking!
Él alza el ramo de rosas frente a mí y su rostro iluminado, entre tanta lluvia, me recuerda al sol con cara de bebe sonriente que solía ver -y que veo cuando nadie me ve- en las caricaturas.
¿Por qué, sólo simplemente por un instante, no puedo querer a este chico tanto como quiero a Darien?
—Sé que te gustan por eso te las traje.
Con las manos temblorosas sostuve el ramo y musité un apenas audible "gracias", agachando la mirada hacia las rosas. El rojo escarlata de los pétalos son poco comparado a mi rostro.
¿Cómo podía agradecer esta atención de su parte?
Levanté la mirada y nuestros ojos se enfrentaron. Inmediatamente volví a agachar la mirada como la cría que soy. En realidad sigo siendo tan sólo una niña. La misma niña torpe que se enamoró de Darien Chiba. Estoy en mis tardíos diecisiete años y sólo he estado con un hombre en mi vida. Y es más, ¡recién ahora acepté salir con Seiya otra vez! Después de todo esto no se considera una traición hacia Darien, ¿no? Le sigo siendo fiel aunque no me lo pida, ¡je! Sin que Darien lo sepa le he dado todo lo que puedo porque -¡ah!, duele admitirlo- se ha llevado lo mejor de mí. Mis pensamientos, mis anhelos, mis suspiros, mis...
—Cálmate Kenji –escucho musitar a mi madre a mis espaldas—, ¡vamos!, ¡saluda al joven Seiya!
Mis extremidades se comprimen. ¡Ahora si qué estoy avergonzada! Esto es muy bochornoso. Es la primera vez que salgo "oficialmente" con un chico a una cita. El permiso me lo dieron papá y mamá...
Mi padre alza su robótica mano hacia Seiya. Él le corresponde con una encantadora sonrisa de crío que nunca ha rompido un plato en su vida. Bueno, no es la primera vez que lo ha visto. Seiya me ha visitado varias veces, además es un chico "famoso", de vez en cuando sale en los noticieros por su banda los "Three Lights." ¿Qué más puede pedir? Es un jovencito guapo, bueno y con plata.
—Seiya, como sabes, es la primera vez que dejo que mi bebe salga con un chico…
¡Papá!, me dan ganas de gritarle pero me muerdo la lengua.
¡Ay, papá, si tan solo supieras de aquellas veces que estuve a solas "estudiando" en el apartamento de Darien!, ¡ay, si tan sólo te enteraras de cómo la pasábamos súper bien repasando biología, física y química!, ¡ay, papá!, ¡si sólo supieras que en aquellos tiempos aprendí que la atracción física es una reacción química, y que a las abejas le gustan polinizar flores campestres, virginales y hermosas!, ¡la miel no sólo se obtiene como piensas, papá!
—Lo sé señor Tsukino, pero no se preocupe, conmigo estará más que segura. Como ve, vamos en limusina, abrigados del frío, custodiados por mis guardias de seguridad y, sobre todas las cosas, la cuidare como mi vida… ¡mejor que eso imposible!
¡Ay, papá, si tan sólo supieras que con menos guardias y en un auto menos lujoso he pasado de paseo en paseo con Darien!, ¡hasta alguna vez me llevo a dar una vuelta para ver el "paisaje" y desde ese momento me hice la mejor amiga de la naturaleza!
De la naturaleza masculina me refiero.
—Traeré a su hija sana y salva al hogar y a la hora indicada, ¡puede contar con eso!
Entonces me retiro de mi casa junto con mi cita de hoy, despidiéndome con un beso en la mejilla de mi preocupado padre y con un abrazo caluroso a mi orgullosa madre. ¡Vámonos, rápido! Ya deseo escabullirme de ese tenso momento que tan calurosos recuerdos me ha traído de mi pasado como alumna de Darien. Subimos en la limusina y me arrinconé a un extremo lejos de Seiya, mirándolo de reojo. Él sonrió coquetamente.
—¿Por qué los nervios bombón?
—¡Dejá de decirme bombón!, ¡soy Serena!, además, para tu información, ya sabes que tengo novio así que no intentes aprovecharte de mí... —vociferé cruzando altaneramente mis brazos sobre mi pecho.
—Pero para mí siempre serás bombón… —él rió y mi cara se retornó llena de fastidio. Su expresión se volvió seria y agregó—… y además, tu "novio" se ha ido de viaje muy lejos…
Sus ojos se volvieron intensos. Mi corazón se detuvo.
—Sí, lo sé. Y todos los días le escribo contándole como estoy.
–¿Y te responde?
—En realidad no. Él... —mi garganta se sintió seca y mis nudillos se tensaron contra mi falda— él debe estar muy ocupado con los estudios, en realidad, no quiero molestarlo...
—¿No has pensado por casualidad que ya empezó una nueva vida?, ¿qué ya tiene una nueva pareja?
—No —negué inmediatamente, casi llevándome por arrastre su pregunta—, él no es así.
Entonces las mejillas de Seiya se encendieron dándose cuenta de su metida de pata. Desconozco las razones de Darien, pero de algo de lo que estoy segura es que no hay otra mujer en el medio. Confío en él, porque después de todo lo que pasamos sé cómo es. Y eso es lo peor de todo porque, descartado de antemano el hecho de que me engañe, únicamente existe otra opción para su silencio que no me gusta demasiado: enfermedad, un accidente…
—¡Perdón! —se disculpó titubeante—. Olvídalo bombón… —sostuvo mi quijada alzándola hacia arriba—, escucha, ¡la noche es joven y recién comienza! —sonrió—, ambos somos jóvenes, hay que disfrutar la vida, y este momento es nuestro… ¡sólo tú y yo sin ningún tipo de compromiso entre los dos!
Alcé las comisuras de mi boca y él acarició tiernamente mi mejilla con su dedo pulgar. Repentinamente me retorné mansa como un pequeño felino, atrapada somnolientamente por sus ojos azules como el océano, infinitos y llenos de cariño, que en ocasiones me recordaban a los tiernos ojos de mi Darien. Miré sus labios pálidos y brillantes, y relamí los míos, que contrarrestaban por los secos y agrietados. Entonces, sentí la necesidad de besarlo, recordando aquella vez en la que Seiya me robó un beso…
Su rostro comenzó a acercarse lentamente al mío y cerré mis ojos, como queriendo hundirme en otra realidad atemporal en la cual Darien está junto a mí. Pero apenas sentí su cálido aliento me aparté de él, cruzándome de brazos y mirando desinteresadamente hacia la carretera por la ventana.
Seiya suspiró resignado.
Yo, por mi parte, no dije nada lo que resto de camino.
Él lo sabe: tengo novio.
No me gusta. Me gusta el brillo, la iluminación, los vestidos -mi vestido realmente no es el indicado para esta fiesta-, los hombres en smoking, las máscaras –algunas dan miedo-, la música clásica… ¡pero no encajo! Es una fiesta de alta sociedad en la que no calzo.
Miro de soslayo la mesa de comidas. Mi estomago gruñe y mis mejillas se encienden. Sostengo la mano de Seiya con fuerza y lo arrastro hacia la mesa de comidas. Él simplemente ríe.
—Hace tiempo que no veo el apetito en ti.
—Si te refieres a mis supuestos problemas alimenticios, no tengo… sólo no tengo ganas de comer de vez en cuando.
Él alza las cejas y su boca se encorva hacia abajo sin agregar nada más. Sabe que no quiero escuchar sus sermones sobre mi pobre alimentación.
—Me gustaría que no estuvieras siempre a la defensiva conmigo, después de todo no soy tu enemigo —musita casi contra mi oído para luego besar tiernamente mi mejilla.
Alzo mis ojos y veo por momentos -tras el antifaz que lleva- la tristeza en su mirada. Él se da cuenta de eso y rápido mira hacia otro lado, soltando mi mano. Mi pecho se comprime. Titubeo, después de todo tiene razón. ¡A veces, sin razón aparente, lo trato tan mal! No entiendo cómo es que sigue siendo tan insistente conmigo respecto a mi cariño.
—Tengo que ir al baño —digo sin poder desatar el nudo en mi garganta.
Me aparto de su lado y voy directo hacia un mayordomo quien me da instrucciones sobre dónde está el baño. Fui directamente hacia allí, sin querer mirar atrás. Tomé el ascensor, seguí de largo por los blancos pasillos hasta un estrecho corredor y me encerré en aquel lujoso lugar iluminado. Caminé directo a una canilla y abrí el grifo, dejando que el agua se escapara libremente.
¡Diablos!, ¿por qué seré tan idiota?, ¿por qué, no simplemente, puedo olvidarlo?, ¿por qué no puedo pasar más de un solo instante lejos de él? ¡Deseo verlo!, ¡de verdad lo necesito…!
Apoyé mis manos contra el mármol frío y mi cabeza cayó hacia adelante mientras mis hombros se cohibían. Pestañé unas cuentas veces intentando mantener mi vista en un punto fijo. ¡No quiero que las lágrimas me traicionen! Frunzo el ceño y mis pies tambalearon en el suelo como si no pudieran aguantar mi peso.
–Darien… –susurré con el pecho comprimido y un pequeño lamento se escapó dentro de mi garganta.
Apreté los dientes conteniendo las ganas de llorar y levanté la mirada; mis ojos chocaron contra la imagen impregnada en el espejo. Me pregunté quién era esa joven mujer. No quiero admitir que soy yo porque no soy yo. Nunca fui así. Ya no me reconozco… ¿Darien, qué me has hecho? Estoy enfermando…
De repente las luces se apagaron. Sentí a mi débil corazón en la garganta, golpeando por salir corriendo de mi cuerpo. Escuché gritos. "¡Me robaron!", vociferaba locamente una mujer, "¡auxilio, me robaron!"
¡Ah!
¡Diablos!
¿Qué está sucediendo?
Quedé tiesa, ¡tan dura como las estatuas que decoran el lujoso jardín!
¡Era lo que faltaba para que finalmente los nervios me traicionaran!
¡La luz!, ¡qué regresé la luz!
Comencé a palpar locamente la mesada de mármol frente a mí hasta encontrar la pared, buscando desesperadamente el interruptor. Justo cuando lo encontré volvió a encenderse todo. No lo pensé dos veces y corrí hacia la puerta, dándome de bruces contra un caballero que estaba por entrar.
—¡Oiga! Este es el baño de muj…
El hombre tapó mi boca con su guante blanco y con la mano libre alzó su dedo índice en son de silencio. Fue entonces cuando por primera vez vi su rostro y aquellos inconfundibles ojos escondidos detrás del antifaz.
—No te asustes, por favor —susurró con voz aterciopelada—, no soy malo.
El ton-ni-son de aquella resonancia tan dulce que escapo de sus labios, ¡oh!, fue como una especie de tortura. ¡Esa voz!, ¡era su voz!, ¡Su aroma! Su suave y dulce aroma. ¡Sus ojos! Azul marino como la noche despejada.
Era todo "él" pero a la vez no lo era.
¡Darien!
—Escucha, promete no gritar.
¡Oh, Darien! ¿Cómo piensas que gritaré si apenas puedo gesticular? Mi voz se perdió en un desierto seco, ahí, dentro de mi garganta se desvaneció, resbalando sobre mi adormecida lengua. Si tan sólo la "de" pudiera escapar traviesamente de mis labios junto la "a", la "erre", la "i" y la "ene." ¡Consonante, vocal, consonante, vocal, consonante, tal como me enseñaban en el jardín, como si fuera necesario volverlo a aprender!, ¡Da-ri-en! Mi mente le da la orden a mis labios pero ellos se rebelan cruelmente.
—¿Lo prometes? —volvió a insistir en un manso susurro y yo me sentí perdida en su mirada, sin titubear, sin vergüenza, como un pirata navegando sobre océanos prohibidos.
Él pareció entender mi adormecimiento conciliador y lentamente alejó su mano de mi boca.
—Ayúdame —suplicó apartándose rápidamente al escuchar unos acalorados pasos en el pasillo. Se colocó estratégicamente contra la pared del lado contrario donde se abre la puerta, tieso, sin moverse y el pestillo se agitó furiosamente desde el lado de afuera.
—¡Oiga! —grité sin pensarlo dos veces al ver asomarse un guardia de seguridad con un arma en mano—, ¡este es el baño de mujeres!
Las mejillas del señor se enrojecieron y con determinación dijo:
—Disculpe señorita, pero debo hacer un allanamiento del edificio ya que hay un ladrón suelto, y si puede usted ser amable le pido que se retire del lugar.
Puse mis manos en jarra contra mis caderas y sacando mis mejores dotes de "actora" -dotes que en realidad no tengo- indiqué con total seguridad:
—¿Pues le parece que justamente se va a esconder en el baño de mujeres de un segundo piso? ¡Lo más seguro es que ya debe haber escapado en un taxi hacia su casa mientras usted se ocupa de allanar el baño de mujeres!, ¡además no he visto a nadie entrar aquí!
Nuestras miradas chocaron. La mía fue bastante insistente contra la de él, ¡aunque interiormente me muero de miedo! Mentir nunca se me ha dado bien. El hombre estaba más rojo que un pimentón y sin agregar ninguna palabra cerró lentamente la puerta. Apenas salió, Darien fue rápido de movimientos y paso el pasador en la puerta. Luego miró hacia mí sonriendo de medio lado mientras escuchábamos desvanecerse los pasos del guardia en el pasillo.
—Gracias —simplemente susurró y en el acto sostuvo delicadamente mi mano, depositándole un suave beso entretanto hacía una leve reverencia—, estuviste genial, te debo una...
—Ah...
¡Tonta!, Estás frente a Darien y, más allá de que sea una situación bastante confusa, ¿es lo único que se te ocurre decirle?
¡No me debe una!
¡Me debe unas cuántas!
—Creo que te debo una explicación.
Finalmente reaccioné, ¡es justamente lo que necesito! Asentí eufóricamente. Él rió entre dientes dulcemente. ¡Cómo extrañaba esas pequeñas risitas de picardía de su parte!, ¡esa eterna sonrisa sólo para mí!
—Veo tu interés. Y he de admitir que está bien ese interés de tu parte pero hay algunas cosas que se deben mantener en la anonimato —admitió tocando levemente su antifaz para apoyar su punto— porque hay mucha gente adinerada ahí afuera que me aborrece y que puede hacerme daño si se entera quién soy. ¡Y con justa razón! No robo por vanidad, por querer ser más rico. Simplemente soy una especie de Robin Hood, ¿entiendes? —asentí torpemente—. Todo va para caridad. En especial, para niños que no tienen a nadie ni nada que los guíe en esta vida. Es como un fondo de solidaridad. Yo robo, pero robo en nombre de las personas a las que robo. Es decir, para que no puedan echarse atrás luego de la forzosa donación. Los fuerzo a separarse de cosas banales y a ser un poco más equitativos, porque esta gente, en dónde me incluyo, son también ladrones, sólo que con un traje negro y una corbata que les estrangula el cuello…
Ah, mi Darien, quien al parecer dice no ser mi Darien. A cada palabra nueva que da mucho más me confunde y, al mismo tiempo, más entiendo su punto de vista. Esto es algo que haría mi -no sé cómo calificarlo ahora-"novio." Él fue un niño no muy querido y que sufrió vejaciones de todo tipo en su adolescencia, por eso entiendo que quiera ayudar a otros…
Quise decirle que lo sé todo, que sé quién es, que sé su pasado y que hasta ahora sabia su futuro, pero hay un hormigueo molesto en mi lengua que no me permite decir nada.
—Ellos me dicen Tuxedo Mask...
—¿…xe...do Mask? –sólo atiné a decir como una idiota.
Él asintió con una sonrisa.
—Eres una chica muy tímida. ¿Cómo te llamas?
Parpadeé.
Y recién mi mente cae en cuenta.
Aunque lo supe desde la primera mirada.
Desde el principio.
Me gustaría tener la maldita suerte de no desearte pero a la vez de tenerte, casi de un modo bipolar, diferente a como es ahora, que te deseo inmensamente pero no te tengo, porque egoístamente esas ansias de olvidarme, que tantas veces vociferaste, se hicieron realidad.
Eso es lo que quiero decirle. Eso es lo que deseo echarle en cara.
No respondí. Presioné los labios en una fina línea. Sabía que si hablaba un grueso lamento iba a escapar de ellos.
¡Y estas ganas de tocarte que queman en las puntas de mis dedos!
¿Cómo soy capaz de mitigarlas?
—Mmm, veamos —alzó ambas manos detrás de su nuca mientras se hamacaba con sus pies— supongo que debo adivinarlo, ¿no? —agregó con una sonrisa.
Alcé ambas cejas para luego fruncir mi ceño de forma amargada.
—Más allá de tu fea expresión —la acentué más para dejar en claro mi horrible temple– tu nombre debe estar referido con... dame una pista —negué con la cabeza— ah... está bien, mmm... está referido con la... ¿calma?
—No lo sé.
—Lo tomaré como un sí... además debe tener algo que ver con la noche...
—Capaz...
—Serena —abrí mis ojos como platos—, tu nombre es Serena.
Una sonrisa se extendió por todo mi rostro y, si pudiera, hubiera ocupado todo el espacio en el baño.
—Soy bueno adivinando, ¿no?
Mi sonrisa se desvaneció.
—Eso es lo que me trasmites por eso creo que ese es tu nombre.
Y mis ojos se volvieron a iluminar. Estos malditos sentimientos de amor van tomando parte de mi ser hasta hacerme agonizar.
—Bueno, "Serena"—murmuró casi mofándose de mi nombre—, sin ánimo de ofender, el nombre no te sienta muy bien con ese entrecejo ceñudo… te ves muy amargada. Así espantas a los chicos… —y se mordió la punta de la lengua guiñándome un ojo para luego sonreír coquetamente.
¡Pudo haber perdido su estúpida memoria pero sigue siendo el mismo imbécil y engreído de siempre!
¡Y eso me trae felicidad!
—Fue un gusto conversar contigo —mi cuerpo se tensó y quise sostenerle del brazo—, pero he de irme. La noche también es parte mí y debo esconderme junto a ella como si fuéramos uno solo.
Hizo una leve reverencia y pude leer entre líneas a aquel melancólico muchacho que conocí en un principio, cuando nos enamoramos, y él se alejaba de mí por miedo. Siento rabia. ¡No, Darien, la noche no es parte de ti!, ¡yo soy parte de ti! No entiendo que te pasó, no comprendo tu comportamiento… ¡Cómo me gustaría arrancar de mí todas las preguntas que me hieren! Pero tu inconsciencia me cohíbe y mi cuerpo sólo puede reaccionar ante ti como si fueras un simple desconocido.
—Adiós Serena —y sin más, con una pícara sonrisa y un pequeño movimiento de su galera sale de la habitación.
¿Adiós?
¡No, Darien! Esto no es un adiós, esto es un hasta pronto. Porque cuando te vuelva a ver no me comportaré como una estatua. Si es necesario te moleré el rostro a cachetazos hasta hacerte reaccionar.
Estoy triste, sin embargo, también estoy eufórica y feliz de volver a verte.
¡Y te volveré a ver!
¡Y me recordaras!
¡Por qué después de todo soy tu novia!
Y después de todo sigo siendo Serena Tsukino.
Las lágrimas escapan finalmente de mis ojos...
¡Hasta pronto!
Gracias por leerme.
ღ Tokio ღ
EDICIÓN: 18/03/2016
