Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. La vida, en realidad, es una calle de sentido único.

Agatha Christie

Capítulo I – Forks y mi pasado

No recuerdo cuanto tiempo había pasado desde la última vez que lo vi, pero seguía igual, su bigote, su uniforme, encontré algunas arrugas más, y ese silencio conjugado con su mirada perdida en el horizonte.

-Charlie…Charlie!

-¿Qué?- me contestó desconcertado, exasperado.

-Está en verde- me miró extrañado- el semáforo.

Pisó suavemente el acelerador y nos pusimos en camino de nuevo. Cualquiera que nos viese no diría que somos padre e hija, en realidad tenemos personalidades muy parecidas, somos callados y nos gusta la soledad, sabemos sacarle partido, pero cada vez que estamos juntos en el aire se puede respirar ese cariño protector de Charlie, y mi amor por él. Nunca llevé bien el divorcio de mis padres, juntos me completaban, la alegría y positivismo de mi madre con la sensatez de mi padre. En cierto modo estaba feliz de estar con él, pero echaba de menos Phoenix, echaba de menos el sol y la ropa de verano que habían sido sustituidos por la niebla, nubes, lluvia y por abrigos muy abultados.

Pero mi madre insistió en que necesitaba un cambio después de ese suceso, suceso por el cual Charlie no era capaz de mirarme a la cara.

-Estoy bien- le dije mientras intentaba sonreírle fallidamente adivinando lo que pensaba- tengo pensado acabar aquí mi último año de instituto y volver a Phoenix- Charlie asintió intentando sonreír pero con el mismo resultado que yo, no se nos daba bien eso de fingir.

Los cinco minutos restantes del viaje lo pasamos en silencio, pero no fue un silencio incómodo, al fondo sonaba una canción de country no recuerdo muy bien el nombre, de hecho, en ese momento hubo algo que me llamó la atención, un chico de piel oscura y con un cabello igual de oscuro y más largo que el mío, me sonreía. Bajé del coche y me abrazó mientras me levantaba del suelo, estaba más fuerte de lo que recordaba.

-Bells!- me dejó en el suelo después de haberme dado algunas vueltas- ¿cómo tienes la poca vergüenza de estar tanto tiempo sin pasarte por aquí?-me dijo mientras me apretaba cariñosamente los hombros, supuse que no sabía nada de lo que me había pasado, no estaría tan feliz, habría recorrido medio mundo hasta encontrale.

-Hola Jake- le di un pequeño puño- sabes que no me sienta bien este tiempo- le dije apartándome el pelo de mi cara, el viento era terrible, así que cogió mi maleta y entramos en casa.

-Veo que te quedas poco tiempo- dijo mirando mi maleta- supongo que ya no se trata únicamente de ir a la playa, o hacer tartas de arena.- Le sonreí, en la medida que eso fuera una sonrisa. Jake siempre había sido un gran amigo, no encajaba en Forks, tenía un alma tan colorida, un espíritu tan libre, ni siquiera encajaba conmigo, pero lo adoraba, aunque no se lo hacía saber demasiado.

- En cuanto acabe el instituto vuelvo a Phoenix.

-¿Qué tendrá Phoenix?- me dijo ahora más serio.

-¿A qué te refieres?- nuevo intento de sonreír.

-Bella…-mierda me había dicho Bella, solo me llamaba así cuando sabía que algo me pasaba, ¿tan transparente era? Acaso ¿lo sabía?- hemos crecido juntos, y te conozco demasiado bien, conozco tus sonrisas y sé que eres una malísima actriz- miré al suelo.

-Jake, estoy bien, solo necesitaba un tiempo cerca de Charlie, han pasado muchos años…-Estaba muy nerviosa, era como si leyese mis pensamientos, como si su mirada traspasase mi alma.

-Bueno, sabes que puedes contar conmigo- golpeó suavemente mi hombro- tengo que irme, le prometí a Sue ayudarla a pintar la casa- se acercó y me besó la frente, se separa lentamente y noté su respiración entrecortada, se fue sonriendo supongo que mis mejillas sonrosadas contribuyeron a esa sonrisa de dientes blancos y brillantes. Antes de salir se giró y me dijo:

-Ah! Y recuerda que siempre que mientes te muerdes el labio, te conozco muy bien Bells.- Jake despareció bajo la lluvia.

-Ese chico ha cambiado mucho, tendré que charlar con el seriamente- Charlie se colocó a mi lado en la ventana, le sonreí, esta vez sinceramente. Por un segundo nuestras miradas se cruzaron, él estaba triste, no hacía falta estar en su cabeza para saber lo que pensaba. Le abracé, desde el suceso, es decir, desde junio, no había soltado ni una sola lágrima, pero en ese momento ese muro que había levantado, esa fortaleza se derrumbó, abracé a Charlie y me puse a llorar como un niño cuando se cae de su bicicleta. Charlie correspondió mi abrazo, me apretó contra su pecho y en ese momento sentí que nada me podía pasar, lo olvide todo. No me preguntó, ni intento consolarme, simplemente me abrazó.

Pronto se hizo de noche, mi cuarto no había cambiado nada, simplemente las sábanas y la colcha que Charlie había encargado para darle un aire más maduro a esa habitación. Agradecí que no la hubiese cambiado, me gustaba mi habitación. Coloqué mi ropa en el pequeño armario y bajé a cenar algo.

- He encargado unas pizzas, tranquila- se adelantó- no tienen nada de carne, recuerdo que eres vegetariana.

-Charlie debes comer mejor, tu corazón…- miré al suelo, recordando el día en el que Sue me subió rápidamente a mi habitación, mientras mi madre lloraba en el suelo alrededor de mi padre. Le dio un pequeño ataque – a partir de ahora yo haré la cena, cancela esas pizzas- me acerqué al frigorífico- nada sano, voy un momento al supermercado de los Newton.

-Bella es muy tarde, mejor mañana- me dijo intentado quitarme el abrigo.

-Charlie no quiero verte tendido en el suelo otra vez- le dije cortante mientras me ponía de nuevo el abrigo. Bajó la mirada, eso había sido un golpe bajo, intenté arreglarlo- a partir de ahora yo llevaré los pantalones en esta casa, los viernes podrás tomar rosquillas- sonreí.

-¿Solo los viernes?

-Solo los viernes- le volví a abrazar. No era muy habitual esas muestras de cariño entre nosotros, pero habían pasado muchos años- ahora vuelvo.

Llegué a tiempo antes de que cerraran y me encontré con la señora Newton que me recibió con un abrazo muy largo, hablaba muy alto y me convertí en el centro de atención entre las pocas personas que había en el supermercado.

-¡Robert!, cariño mira quien está aquí!- un hombre de rostro inexpresivo, de complexión fuerte y muy alto se acercó a mí. Me extendió la mano, hice lo mismo, en seguida una fuerte carcajada inundó el local y me abrazó.

-Está hecha toda una señorita Isabella Swan, quien lo iba a decir- le sonreí, siempre había tenido una gran afinidad por el señor Newton, pasé una gran parte de mi infancia con Jake, Charlie y él aprendiendo a jugar al béisbol.

-Veo que usted tampoco ha cambiado- me agradaba pero lo único que quería hacer era volver a casa, debía terminar cuanto antes- vengo a por algo de comida sana para Charlie- ambos se echaron a reír, pero no me molestó, yo también me hubiese reído, o quizás no.

-Coge lo que quieras cariño- me dijo Sarah. Fui rápidamente al pasillo de las verduras con la cabeza escondida entre mis hombros para no encontrarme con nadie más, además a ese pasillo no llegaría ninguno de los amigos de Charlie, solo sabían alimentarse de hamburguesas y beber cerveza. Elegí unos tomates, lechuga y algo de soja, una ensalada ligerita por la noche sienta muy bien.

Ya lo tenía todo cuando un grupo de muchachos entraron en el supermercado gritando y riendo. Noté como mis rodillas se aflojaban, y las verduras se caían de mis manos. Mi corazón se paró cuando los vi llegar al pasillo en el que yo estaba, uno de ellos me señaló. Lo último que recuerdo es una cabellera rubia y unos ojos dorados decía algo que no alcanzaba a escuchar, finalmente todo se volvió oscuro.