Pues bien, el concepto estaba todavía en creación incluso antes de que creara Moon Eyes. La cosa es que, cuando estaba conceptualizando se me ocurrió mejor hacer algo más místico por así decirlo y lo dejé de lado. Ahora que finalmente he terminado el proyecto del lobo introduciré un poco de drama cotidiano. A veces me dan estas rachas, cabe decir y las ganas de explotar diferentes conceptos se asaltan, por lo que espero que sea bien recibido, jiji.

Este es un drama familiar, pero no por ello menos maduro con ustedes un drama con el toque caracteristico de Yume no Kaze:


El camino a seguir.

-1-

Hora.


Dos horas después.

El bolígrafo de Sasuke cayó completamente cuando el hombre frente a él dijo la consiguiente frase. Sus ojos resplandecieron con un deje de incredulidad y al mismo tiempo el color pareció ir y venir de su rostro.

—¿Qué? – quería que lo repitiera puesto que la noticia había llegado de golpe sin tener tiempo de digerirla.

—Soy Nara Shikamaru de servicios especiales, el motivo de mi visita, Uchiha-san, es para informarle sobre el accidente automovilístico que ha puesto en riesgo fatal la vida de Haruno Sakura. En estos momentos se encuentra en el área de terapia intensiva del Hospital General de especialidades de Tokio, por lo que, sin más tutores legales prescindibles, acudimos a usted para solicitar se haga cargo de la tutoría de la infante Haruno Sarada. Así lo estipula el decreto de la línea para protección de menores y derechos humanos, es necesario que usted, al ser la referencia más cercana aparente responda al llamado de…

—Espere. – Sasuke se levantó frunciendo el ceño. —¿Sakura tuvo una hija? ¿Tuvo un accidente? – parpadeó un par de veces. —¿Por qué no se lo pide a sus padres? Yo no tengo nada que ver con Haruno Sakura desde nuestro divorcio.

—Lamentablemente los padres de Sakura-san no se encuentran disponibles.

—¿Ah no? – Sasuke gruñó ante esto.

—No, el matrimonio Haruno perdió la vida hace un año en un accidente ferroviario, junto a diez víctimas más. – la noticia pareció sorprender aún más a Sasuke.

—¿Y por qué no su esposo?

—Sakura-san es soltera. – dijo para su asombro. —Escuche, Uchiha-san, si hemos acudido con usted es porque no tenemos más opción. Investigamos el caso, no hay nadie más a quien podamos acudir, intentamos contactar a los señores Uzumaki, los cuales perfilan dentro de las referencias de Sakura-san, pero no se encuentran en el país, también intentamos con la señorita Yamanaka Ino, pero al parecer ella tampoco se encuentra en la ciudad, según su registro está de vacaciones fuera, la única persona y que se encuentra como una referencia proporcionada a la aseguradora por parte de Sakura-san es usted, Uchiha Sasuke, como tutor de la niña en cuestión.

—¿Por qué? – bufó. —Me gustaría ver a Sakura.

—Creo que no fui claro. – Shikamaru frunció el ceño ante la terquedad de Sasuke. —Sakura-san está en el pabellón de cuidados intensivos del Hospital General de especialidades de Tokio, si desea visitarla será en el horario que compete al hospital, por ahora necesito saber su confirmación para otorgarle la tutoría de Haruno Sarada.

—¿Qué pasa si me niego?

—De ser así la pequeña será trasladada a las oficinas gubernamentales para la protección a la infancia, se quedará en una unidad hasta que Sakura-san se recupere o en su caso…

—Entiendo. – apretó los puños y miró los documentos sobre su escritorio.

—¿Y bien? – el abogado no parecía especialmente encantado de estar ahí, pero habría de apresurar las cosas. No podían mantener a la pequeña retenida por mucho tiempo en las oficinas y tampoco podían dejarla sin un proceso.

Sakura miró a Shikamaru con la frialdad característica de los Uchiha y después de ello suspiró.

Diez horas antes…

La alarma sonó insistentemente mientras el sonido de una melodía ya bastante conocida, pero en vez de ser lanzada por los aires, como comúnmente sucedía, la dueña del aparato simplemente lo silenció mientras terminaba de escribir las indicaciones del paciente en turno. Respiró agotada mientras terminaba de redactar todo y una enfermera esperaba impaciente a su lado.

Finalmente terminó de redactar, imprimió rápidamente, firmó y se lo entregó a la mujer. Ésta le agradeció con una reverencia y se apresuró a integrarla en su carpeta. Sakura estiró los dedos mientras se quejaba ligeramente al sentir la cadena adolorida.

Con esta ya completaba su tercer día de dobles turnos. Se había quedado en el turno nocturno faltando al menos dos horas para iniciar la nueva jornada diurna. Había hecho un trato con el director del hospital en donde trabajaba para poder tener unos días extras de vacaciones, por tal motivo, la doctora Haruno Sakura debía literalmente partirse el lomo para obtener un poco más de beneficios.

Si bien las cosas no parecían ser demasiado justas, generalmente por las noches no había tanto trabajo, pero aquella guardia parecía haber sido desafortunada. En Tokio los accidentes pasaban continuamente, así como casos de intoxicación, asalto a mano armada, etc. Su trabajo era sencillo en realidad, pues debía valorar todo paciente que entrase por las puertas de urgencias con dolor en la barriga o algún órgano fuera de su cuerpo.

Era cirujana y estar en un quirófano siempre sería su pasión, desgraciadamente ahora estaba tan agotada como para regresar al campo de batalla y más ahora que parecían haber problemas en su piso de encamados. Esa noche había llegado un anciano quejándose de un terrible dolor abdominal, cuando Sakura llegó a la escena no tardó en percatarse de que se trataba de una perforación intestinal, no tardó mucho en establecer todo, rápidamente llamó a su equipo para entrar a quirófano y realizar el procedimiento.

Para cuando se abrió paso descubrió un panorama nada agradable por lo que la reconstrucción tardó más de lo predicho. Cuando pudo desocuparse volvieron a solicitarla en el servicio de emergencia, donde afortunadamente se trataba de una falsa alarma. Cansada y con la esperanza de poder dormir un poco fue a un sitio tranquilo, pero cuando estaba por pegar el ojo recibió una llamada de su practicante, el cual informaba sobre un paciente bastante grave en encamados, el cual necesitaba su valoración inmediata.

Casualmente era lo que estaba terminando de hacer. Después de estabilizarlo tuvo que cambiar sus indicaciones médicas debido a su inesperada evolución. Ahora, que al parecer había terminado miró su reloj con lamentación, pues rogando por que no pasara nada más, pidió de favor a sus practicantes la cubrieran por una hora más.

—Por favor. – suspiró Sakura mientras miraba insistente su reloj. —Tengo algo muy importante que hacer, si necesitas algo te dejaré mi número.

—Está bien, Sakura-sensei. – dijo el muchacho. Apuntó su número y la vio retirarse al elevador. Sentía los parpados sumamente cansados, incluso llegando a quedarse dormida unos pocos segundos, mas su motivación principal la hizo volver a la tierra.

Salió a paso seguro por las puertas principales y su primera parada fue una cafetería frente al edificio. El dependiente, que ya la conocía, llenó un vaso portátil con café y Sakura dejó el precio exacto en el mostrador.

—Gracias, Shiro.

—Que tenga un buen día, Haruno-sensei. – ella sonrió y caminó al estacionamiento. Casi se bebe la mitad en el camino a éste. Encendió su auto con algo de dificultad, últimamente parecía tener fallas en cuanto al arranque, pero una vez que lograba hacerlo andar todo parecía ir bien.

Le ardían los ojos por la falta de sueño, pero aun así se apresuró a salir de ahí antes de que la pillara un directivo, aunque para estas horas todos estarían dormidos o duchándose para comenzar el día. Cruzó las calles mientras bebía más café. No le importó mancharse la bata, la cual no se había quitado, pues tan sólo quería llegar a su destino. Miró el reloj digital de su consola y suspiró, iba treinta minutos tarde, pero aún alcanzaría a hacer el desayuno y ducharse.

No tardó en ver su departamento. Hizo señas al portero con las luces delanteras y éste le saludo con una sonrisa mientras le dejaba entrar. Sakura le regresó la sonrisa. Se sentía agradecida y afortunada de haber podido conseguir aquel departamento. Había sido una ganga y lo mejor era la seguridad del lugar. La renta era ligeramente más alta del presupuesto acordado pero el sitio superaba con creces el aumento.

Se estacionó, ya se había acabado su café, por lo que lanzó el vaso en un gran cesto de basura afuera de su puerta. Tardó unos segundos buscando sus llaves y entró. Para entonces la casa continuaba en profundo silencio y oscuridad. Caminó lentamente hasta llegar a la cocina, encendió la estufa y sacó algunas cosas, miró el reloj que tenía en la pared y asintió, tal vez se había retrasado un poco, pero aún estaba bien de tiempo. Cocinó rápidamente algo, estaba tan abstraída en la mecánica del proceso que dio un pequeño respingo cuando sintió un tirón en su bata.

—Mamá. – la pequeña Sarada se había levantado al oler el desayuno y había ido donde su madre, como era costumbre. Tan sólo tenía cinco años, pero al igual que ella estaba adaptada al ritmo de vida que tenían.

—Buenos días, Sarada.

—Buenos días. – bostezó y se talló un ojo. —Llegaste tarde.

—Lo sé, cariño. – Sakura bostezó, contagiada por su hija. —Ve a vestirte para la escuela, ayer te dejé todo listo.

—Está bien. – ella dio media vuelta y corrió a su habitación. Mientras Sakura terminaba de cocinar y corría a la ducha. No tardó ni cinco minutos, lo hizo verdaderamente rápido, ella también ya tenía la ropa lista, previendo que no tuviera que atrasarse por nada en la mañana.

Las cosas eran bastante aceleradas en su hogar y en el hospital. Sakura trabajaba casi los siete días a la semana, siendo el domingo el único libre para compartirlo con su hija. Trabajaba en la mañana, por las noches tres días a la semana y turno completo diurno y vespertino los sábados. En verdad trabajaba mucho, pero debía ser así para poder subsistir en la gran ciudad.

Últimamente no había tenido mucha suerte. Después de la muerte sus padres, Sakura había tenido las cosas de mal en peor. Con prestaciones de aquí para allá, alquiler, facturas y demás se veía obligada a trabajar para la manutención de su hija y la casa, sin contar la propia. Además, como no era especialista con antigüedad en las instituciones donde trabajaba, debía conformarse con trabajos extras para compensar sus gastos y prestaciones.

Llegando el momento y percatándose de que podría ser necesario, Sakura había contratado un seguro de vida en uno de sus días de vigilia, además de eso, tenía problemas con el automóvil desde su adquisición, puesto que al parecer tenía uno que otro detalle de fábrica, pero debido a su ocupada agenda y decidía, no había ido en forma para internar su coche, más con el estilo de vida tan apresurado.

—¿Terminaste de comer, Sarada? – le dijo mientras entraba al comedor, en donde la niña miraba televisión mientras masticaba.

—Mamá, ¿No vas a desayunar? – Sakura asintió y se sentó a su lado. Agradeció por los alimentos y comenzó a comer en silencio. En verdad estaba agotada, pero no podía rendirse tan fácil, todavía debía cubrir su turno habitual. —Mamá… - Sarada volvió a llamar en medio del silencio.

—¿Umm? – Sakura la miró mientras se llenaba la boca, el huevo le había quedado un poco crudo, admitió con pesar.

—La siguiente semana tengo vacaciones. – Sakura tragó al escucharlo y asintió. —¿Iremos al campo verdad? – no faltaba ni un día en el cual no le preguntara eso. Sarada había nacido en Konoha, su ciudad natal y lugar en donde había pasado toda su infancia. Ella había vivido ahí hasta la muerte sus abuelos, época en la cual su madre pareció incomodarse con el lugar que la vio nacer y decidió mudarse a Tokio dadas las ofertas de trabajo. Ya hacía un año que no regresaban y Sakura, después de pasar su luto, decidió que sería bueno ir en el aniversario de la muerte de sus padres y disfrutar de un pequeño descanso después de tanto esfuerzo. Por lo que, se le ocurrió comentarle a Sarada su idea de ir a Konoha y la pequeña quedó encantada.

—Claro. – Sakura sonrió, sintiendo que todo su sacrificio sería bien recompensado. —Nos iremos a primera hora. – logró sacarle una risa de felicidad a su hija.

—¡Sí, le presumiré a mi clase que iré al campo!

—Está bien, sólo ten cuidado, no te ensucies. – Sakura se inclinó ligeramente para limpiarle la boca. Volvió a mirar el reloj, si no salían ahora se retrasarían. —¿Terminaste? – la niña asintió. —Está bien, toma tus cosas, te llevaré al colegio. – ella recogió su plato y lo llevó al fregadero.

Sakura hizo lo mismo, a pesar de trabajar tanto no tenía apetito, tan sólo deseaba dormir, pero aún no podía hacerlo, no hasta la tarde. Se sirvió café en su recipiente personal y se apresuró para abordar su auto. Revisó su teléfono celular y al no ver llamadas de su practicante se sintió más confianza.

—¿Ya? – instó a su hija, quien se acomodaba en la espalda su mochila para la escuela.

—Sí. – se subió rápidamente y colocó el cinturón, Sakura sonrió ante esto, era un hábito que le había enseñado hasta el cansancio y parecía haber resultados.

—¿No olvidas nada?

—No.

—De acuerdo. – encendió el auto después de bombear un poco y emprendió camino hasta la escuela. Estuvieron en el tráfico unos minutos y después se apresuró para aparcarse en la entrada.

—Mamá, ¿Hoy vendrás tarde también?

—Intentaré llegar temprano, cariño. – desabrochó el cinturón de la infante para que pudiera salir.

—Bueno. – se alzó y le dio un beso en la mejilla. —Que tengas un buen día.

—Igualmente, hija. – Sakura también regresó el beso en la frente y despidió a su pequeña mientras entraba a su salón correspondiente. Luego de esto volvió a inmiscuirse en el tráfico y conducir hasta el hospital.

Diez minutos antes.

Sakura respiró agotada mientras sentía las piernas pesadas. Finalmente acababa de entregar a todos los encamados y verificar que todo estuviera en orden. Había conseguido dormitar una hora, pero el trabajo activo de la mañana era todavía más demandante y debía interrumpir sus descansos para sacar a flote los pendientes de su servicio hospitalario.

Pero ahora, mirando su reloj con ahínco firmó su salida para dirigirse al estacionamiento. Tan sólo quería pasar por su pequeña y dirigirse directamente a su cama. Estaba demasiado cansada pero un tirón más no habría de matarla, ¿O sí? Se subió a su automóvil y lo encendió. Emergió a la autopista y aspiró su nariz mientras intentaba no adormecerse. No faltaba mucho para llegar a la escuela de Sarada, mas el destino pareció empeñarse en arruinar sus planes. Estaba a punto de cruzar una glorieta cuando su auto se detuvo por completo.

Sakura chaqueó la lengua molesta, la calle estaba concurrida pero no demasiado como para causar un embotellamiento. Bombeó varias veces intentando encender el motor sin éxito. Se sacudió la cara, estaba tan adormecida y exhausta que no tenía ni ánimos de ponerse de mal humor. Hizo las cosas sin pensar, con automatismo. Se quitó el cinturón de seguridad para salir y llamar una grúa o pedir ayuda a algún conductor, mas todo pasó demasiado rápido.

Estaba a punto de tomar la manivela de la puerta cuando el impacto llegó a una velocidad alucinante para aquella calle concurrida. La sacudida vino de acompañada de un empujón monumental. No reaccionó suficientemente rápido debido a sus sentidos adormecidos, pero al momento que las partículas de cristal le hirieron el rostro alcanzó a ver a un gran tumulto de personas mientras una de ellas, al parecer una mujer, gritaba escandalizada. Estaba tan aturdida y el olor a gasolina no le dejaba las cosas fáciles, pero claramente alcanzó a percibir un dolor punzante en su abdomen y rostro, la vista se le nubló y no precisamente por un desmayo, sino más bien un líquido cálido que ella conocía de sobra.

—Sarada. – fue lo último que logró decir antes de perder la noción del tiempo y espacio.

—¡Señorita! – llamaron a lo lejos y después una sirena, pero no fue capaz de responder. Todo se volvió tan negro como la noche.

Como sus ojos…

Dos horas y media después.

Los piecitos de Sarada iban y venían al filo de la silla. Su madre ya hacía tardado demasiado. Generalmente llegaba por ella una hora después de las clases, pero en esta ocasión ya se había tardado demasiado, más de dos horas y comenzaba a parecerle raro. El turno vespertino había entrado y la directora había insistido en que se quedara en su oficina. Al parecer alguien importante le había llamado y comentado algo interesante que la involucraba a ella, pues desde ese momento se había dirigido a ella con el rostro contrito e informado que alguien vendría a recogerla más tarde.

Tenía bastante hambre. A pesar de comer su colación, ya era más de medio día y dado a su metabolismo ya comenzaba a padecer ante el gruñido de sus intestinos. Comenzaba a molestarse, generalmente era muy paciente pero esto ya era una exageración. Apretó sus puños y decidió bajar, ir con la directora y pedirle que se comunicara con su madre, pues al parecer ya no podía aguantar más tiempo en ese lugar.

Mas su plan se vio interrumpido aún en elaboración cuando escuchó pasos en su dirección. Se impaciento por saber si era su madre y estaba a punto de asomarse cuando reconoció la voz de su directora.

—Ella está aquí, ¿Me dijo que protección infantil se comunicó con usted?

—Sí. – Sarada prestó especial atención en la voz masculina que había respondido a la interrogante de la profesora.

—Bien, ¿Puedo confiar en usted, Uchiha-san?

—Descuide. – la puerta se abrió tras la confirmación del hombre. Sarada casi respingó ante la fuerza inusual de la maestra. Sus ojos se encontraron directamente con él. Un escalofrió le recorrió la espalda y sintió que su corazón bombeaba más sangre de lo habitual. El ambiente se tornó tenso, tanto que podía sentirlo.

Sasuke por su parte apretó su gesto. Casi como si su corazón diese una punzada extraordinaria intentó no perder la compostura. El rostro de la niña era demasiado como para fingir que no pasaba nada. Su corazón dolió debido a su descontrol y por un instante una gota de sudor resbaló en su sien.

La directora iba a hablar pero Sasuke se apresuró. Dio un paso al frente y se detuvo mientras inclinaba la cabeza para ver mejor a la niña. La pequeña Sarada elevó su barbilla, siguiendo sus ojos, sin perderlos de vista. El olor a su colonia y la severidad fue lo primero en entrar en contacto con ella, no pudo evitar tragar saliva. Ese hombre imponía mucho respeto.

—¿Sarada? – ella asintió. —Mi nombre es Uchiha Sasuke. Yo seré tu tutor a partir de ahora por un tiempo indefinido. – ante aquella información la niña frunció el ceño y Sasuke supo conocer aquel gesto tan singular.

—Pero… Mi mamá vendrá por ti, ¿En dónde está mi mamá? – preguntó rápidamente a la directora, quien no pareció poder responder con libertad.

—Sarada, hija, ella… - la mujer desvió la mirada, impotente.

—Ella no vendrá. – Sasuke respondió con fuerza y seriedad, Sarada le miró intrigada.

—¡Uchiha-san! – la mujer reclamó con reproche por su frialdad.

—Sarada. – Sasuke casi pudo deletrear el nombre de la niña. —Tu madre ha tenido un accidente, se encuentra en el hospital, por lo que… ahora yo cuidaré de ti.

—Pero mamá trabaja en el hospital.

—Tu madre está internada, Sarada. – intentó explicar Sasuke, con tosquedad.

—Oh. – entonces lo comprendió. Conocía la palabra "internar", su madre constantemente la usaba para referirse a sus pacientes. Sus ojos se empañaron ligeramente. —¿Pue-Puedo verla? – no quería llorar, no frente a aquel hombre que le imponía miedo.

—Lo siento, mi amor, no será posible. – la mujer se acercó a ella intentando abrazarla, pero la cercanía para con Sasuke le causó un temor inexplicable.

—Andando. – fue rudo y sin mucho tacto, pero no era por que intentara serlo en verdad, sino más bien porque sentía que la única manera de mantener sus sentimientos a raya antes de volverse loco era con la frialdad que le categorizaba.

—¿Seguro que usted estará a su cargo? – la directora seguía mostrándose escéptica y no era para menos, dada su actitud.

—Sí. Si no me cree puede hablar con asuntos infantiles. – volvió a dirigirse a Sarada. —Toma tus cosas, Sarada. – ella asintió en silencio, con sus ojos acuosos. Bajó de la silla y le siguió de cerca. Sasuke asintió a forma de despedida hacia la mujer y caminó firmemente siendo la cotilla de todos los alumnos y maestros.

Estando casi a la entrada se detuvo y miró hacia atrás. Sarada ya no estaba a su lado. Iba a apresurarla pero simplemente no tuvo las agallas para hacerlo. La niña se había pasado de repente intentando secar las lágrimas mudas y pueriles que emergían de sus ojos, tratando a duras penas de acallar sus pequeños sollozos.

Sasuke frunció el ceño y suspiró, se había comportado como un bruto al darle la noticia con gran peso, sin tacto alguno. No importaba que ella fuese el producto de algo que hasta la fecha continuaba hiriéndole, tan sólo era una niña e inocente de todo error. El hombre se acercó a ella la cual no hizo amago de elevar su vista. Hipó ligeramente y el hombre suspiró para extenderle la mano. Ella le miró atorando sus gemidos en su garganta.

—Vamos. – ella reprimió las ganas de gritar y llorar a sus anchas, acercó su manita temblorosa a la del caballero y cuando estuvo sobre la de él se cerró a su alrededor, brindándole la protección que tanto necesitaba.

Sarada continuó llorando, mas a Sasuke no le importó, caminaron en silencio uno al lado del otro.

—¿Cuántos años tienes, Sarada?

—Cinco. – dijo ella, mientras limpiaba sus lagrimitas que insistían en salir. Sasuke apretujó sus dedos contra los de ella.

—Ya veo. – suspiró. —¿Tienes hambre? – asintió todavía con los ojitos hinchados. —De acuerdo, vamos a comer algo.

Aunque no fuera el caso, él también estaba muriendo de hambre, después de todo ya era la hora del almuerzo.

Continuará…

¡Sasuke que cruel! Je, je. Bien, como podrán ven esto oculta mucho más trasfondo del aparente. Espero lo hayan disfrutado.

Otra cosa que me gustaría remarcar es que la jornada de Sakura no es por menos inventada. Los profesionales de la salud, al menos en mi país muchas veces deben cubrir jornadas extenuantes de trabajo para mantenerse en un nivel socioeconomico medio-alta o sólo medio. Debido a la economía entre otras cosas. Lo que hace Sakura pasa comunmente e imagino que no es sólo en referencia a México, sino a demás paises ya sean latinoamericanos o no.

¿Merece un comentario?

Yume no Kaze.