La bella y la bestia.

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Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen, le pertenecen a su creador Masashi Kishimoto.

Advertencias generales: OoC, What If, lave maltrato.

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Prologo: Uzumaki Naruto, un chico distante.

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«Uno, dos, tres, cuatro...»

La futura heredera del Clan Hyuga, cuya edad apenas alcanzaba los cinco años, se había resignado a la idea de vivir contando mentalmente en cifras todas aquellas golpizas que recibía constantemente por parte de los chicos mayores. Por más que intentaba esquivar inútilmente todas esas agresiones, el dolor siempre impactaba de forma letal en las distintas extremidades de su frágil cuerpo. Le era imposible defenderse con sus palmas y ojos Byakugan, puesto que su chakra era muy débil como para activar su Dojutsu o cualquier técnica en particular.

«¡Eres un monstruo!»

La pequeña Hyuga escuchaba constantemente esa dolorosa frase salir de distintos labios, no obstante, el sentimiento de desprecio que sonaba en esas tres simples palabras era siempre el mismo ante sus oídos. No tenía muchos amigos, era muy tímida e insegura de sí misma... tal vez era por eso que el mundo entero parecía conspirar en su contra. Cada palabra, cada mirada de desprecio por parte de su propia familia y los miembros de su Clan eran como un millón de disparos a quemarropa implantando un profundo resentimiento en su corazón. En el fondo de su alma sabía que su familia solo era estricta con ella porque querían que se hiciera fuerte, pero eso no quitaba el norme pesar de sus hombros. De vez en cuando sentía que nadie creía en ella, ya que muchos pensaban que por el hecho de poseer poco chakra a su corta edad no sería capaz de cuidar de su alto linaje. La pequeña Hyuga entrenaba arduamente, se esforzaba para ser mejor y llenar las expectativas tanto de su padre Hiashi como las de su respectivo Clan, sin embargo, era presionada más de la cuenta y la mayoría de las veces ese intento de esfuerzo terminaba en un gran fracaso.

«¡Eres la futura heredera del Clan Hyuga, deja de lloriquear y madura de una vez porque así jamás podrás proteger a todos tus descendientes!»

Esa era la palabra clave en toda la situación: Madurar. La mayoría de las personas adultas veían a la pequeña heredera como la princesa de uno de los clanes más poderosos del mundo ninja, la poseedora de un Dojutsu muy especial y también como un digno ejemplo a seguir; cuando la verdadera realidad que nadie veía constaba en que Hinata Hyuga era una niña de corazón inocente que apenas estaba comenzando a vivir su vida. El término "Madurar" aún era muy avanzado como para aplicarlo en la vida de cualquier niña de cinco años, sin importar el alto linaje que esta podría llegar a poseer.

«... cinco, seis, siete…»

Hinata seguía contando los golpes. Como si no fuera suficiente también debía aguantar la hiriente marginación por parte de sus demás compañeros, los cuales vivían haciendo mella día a día efectivamente en su conciencia.

«Miren, es el monstruo del Byakugan»

Eso era lo que la mayoría de los pequeños aspirantes en la Academia Ninja pensaban cada vez que veían a Hinata pasar por delante. Pensaban en ella no como una shinobi de La Aldea De La Hoja, sino como un monstruo que merecía ser odiado simplemente por su debilidad emocional. Hubo momentos en los que la pequeña Hyuga mantuvo la esperanza de que algún día las cosas llegarían a ser diferentes, de que ya no sería tratada como escoria y que los demás se darían cuenta de que ella también merecía ser tratada con respeto... como a un ser humano. Sin embargo, con el tiempo esas esperanzas se fueron esfumando. Hinata no le había pedido nada a nadie jamás, aunque de vez en cuando anhelaba desde el alma tener por lo menos un amigo verdadero.

— ¡Alto! ¡Dejen de molestarla!

De entre medio de tantos golpes, Hinata pudo escuchar una aguda voz provenir desde lo lejos del bosque nevado. Una voz que se hacía cada vez más audible a medida que se acercaba al respectivo manto de nieve en donde ella se encontraba completamente derrotada.

La pequeña Hyuga apenas pudo reincorporarse del suelo, no obstante, había escuchado ese enorme grito sensato salir de la nada. A lo lejos, el sol se asomaba entre esa triste penumbra, y este no venía solo, sino que traía consigo a un pequeño niño rubio de ojos azules tan intensos como el mar, que parecía avanzar contracorriente hacia sus agresores.

— ¿¡Qué quieres bestia!? —Preguntó uno de los agresores mirando al más pequeño con burla y desprecio, puesto que se notaba que este era más grande y fuerte que el rubiecito —. Mejor vete idiota, luego nos encargaremos de ti.

—Mi nombre es Naruto Uzumaki, grábatelo en la cabeza —contratacó el rubio con una voz que denotaba un tono agrio y lleno de frialdad.

— ¡Ya vete, Naru-tonto!, tenemos que terminar nuestro trabajo aquí —exclamó el segundo agresor dispuesto a volver a clavar sus puños contra Hinata.

Naruto se enfureció al escuchar esa declaración, no permitiría que esos malditos le hicieran a otros lo mismo que le hacían a él todos los días. En un veloz acto de impulso, se interpuso ante el golpe que se suponía era para Hinata, el cual aterrizó en su mejilla. La pequeña Hyuga se quedó estática en su lugar, viendo como Naruto permanecía tieso aun con el puño clavado en su rostro, aunque no parecía dar señales de dolor, es más, ni siquiera se había movido por el impacto.

—Déjenla en paz, pueden seguir desquitándose conmigo si así lo desean. Un golpe más, uno menos no hará la diferencia para mí —declaró Naruto preparado para recibir los golpes, con el ceño fruncido y unos ojos que no denotaban ningún tipo de miedo.

Hinata, que permanecía observando la escena impactada, sintió un ligero temor. Ahora los papeles se habían invertido: era Naruto el que recibía los golpes injustamente y ella no podía hacer nada gracias a que estaba paralizada del miedo. Lo que más le sorprendía a la heredera del Clan Hyuga era ver que el pequeño rubio no hacia muecas de dolor por sus lastimaduras, sino todo lo contrario, su ceño permanecía totalmente fruncido y normal como si no estuviese recibiendo daño alguno.

"Debe estar acostumbrado a recibir heridas" —pensó Hinata observando los frágiles hilos de sangre que corrían por la boca y la frente de Naruto.

Una vez que los abusones se cansaron de lastimar a Naruto, aburrido de que este no se quejaba ni suplicaba, emprendieron la retirada esperando no encontrarse con ningún adulto en el camino. Hinata salió de su parálisis y corrió hacia el pequeño rubio que yacía de rodillas en el suelo. Su expresión no cambiaba, seguía siendo seria a pesar de ver como la sangre carmesí brotaba de sus enormes cortes, manchando la nieve blanca que se acumulaba en ese bosque nevado.

¿Porque la había ayudado? Nadie antes se había ofrecido a ayudarla de la forma en que él lo hizo, recibiendo la mayoría de las agresiones en su lugar. Hinata había visto antes a ese niño rubio, solo que jamás se había atrevido a cruzar palabras con él. Naruto Uzumaki, al igual que ella, era marginado por los aldeanos de su propia aldea, solo que aún no conocía la razón de ese odio. La mayoría del tiempo el pequeño rubio también se mostraba frío y calculador con las personas que lo rodeaban, serio e indiferente, y ella sabía perfectamente cuál era la razón de eso. A pesar de no conocerlo bien, Hinata sabía que las circunstancias de la vida habían transformado a Naruto en un chico que aparentaba no tener sentimientos. ¿Cómo es que lo sabía? La respuesta era simple: porque ella estaba en camino a dejarse vencer por las mismas circunstancias.

— ¿E-Estas bien? —tartamudeó Hinata estirando su mano con la intención de tocar el hombro del rubiecito.

Antes de que pudiera hacer algo, Naruto desvío rápidamente su mirada hacia ella, evitando que pudiera haber cualquier tipo de tacto entre ellos.

—No me toques —reclamó Naruto posando sus fríos ojos en los ojos perlados de la Hyuga, y aunque no gritó su voz sonó áspera y un tanto frustrada.

—Lo siento. Y-yo sólo quería darte las gracias —aclaró Hinata alejándose un poco del chico, para que este se reincorporara —. También quería saber si estás bien.

Naruto se sorprendió por esa pregunta, puesto que era tan ignorado en la aldea que nadie jamás se había interesado siquiera en saber si estaba con vida. ¿A qué jugaba esa niña haciéndose la preocupada por él? No lo sabía, por lo que no se confiaría de ella.

—Sí, estoy bien. Deberías preocuparte más por ti misma que por mí, ya que ni siquiera sabes defenderte bien —respondió Naruto observando como la pequeña Hyuga bajaba la mirada lentamente.

El Uzumaki se sintió un poco mal por ella, cosa que también le sorprendió mucho puesto que él no sentía lástima por nadie. Pronto ese sentimiento desapareció, ¿qué derecho tenía de sentir pena por ella? Él sabía que Hinata Hyuga tenía un padre, una hermana, primos, algunos amigos e incluso un hogar estable, en cambio; él no tenía nada de eso. Durante la mayor parte de su vida tuvo que aprender duramente a sobrevivir por su cuenta con la poca ayuda que recibía del tercer Hokage, puesto que todos lo odiaban sin razón. Eso le llevaba a pensar que Hinata tenía una vida perfecta y no tenía por qué quejarse, mucho menos sentir pena por sí misma.

—Tienes toda la razón. Me llamo Hinata, y tú te llamas Naruto ¿verdad? —preguntó Hinata queriendo grabarse el nombre de su adorado salvador.

—Sí, soy Uzumaki Naruto —dicho eso dio la media vuelta dispuesto a irse de allí, dándole una última mirada seria a la pequeña Hyuga. De verdad esperaba volver a verla algún día —. Adiós, Hinata.

Ella solo se quedó observando a través de la nieve como Naruto avanzaba rápidamente hacia la entrada de la aldea. Hinata podía ver la bondad y el dolor que se reflejaban muy en el fondo de esos ojos azules que aparentaban ser tan gélidos como el mismo hielo que cubría esa mañana de invierno. Naruto Uzumaki sin duda era un gran chico que, según se notaba, estaba necesitado del suave calor del afecto humano. Ella sabía que ese día en su vida sería inolvidable… el día en que había hecho su primer amigo de verdad. Aunque ese amigo permanecería de esa fecha en adelante solo en su corazón de forma distante... puesto que el Uzumaki se mostraba como un chico muy distante del mundo en general.

Hinata estaba segura de que en esos momentos solo podía contar en cifras el nivel de felicidad que sentía por primera vez en muchos años.

«…ocho, nueve y diez»

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Continuará...

N/A: Sé que Naruto está muy OoC, pero quería probar algo que no fuera como el Naruto de siempre, en este caso, algo más frío.