Disclaimer: MLB no me pertenece. La imagen de la carátula pertenece a lucressia en deviantart y fue subida con su permiso.

N/A: Tal y como se anticipa en el resumen de este fanfic, la pareja principal de esta historia es MariChat y se desarrollará sobre la base de mi tropo favorito: amigos devenidos en amantes. Porque los amores basados en estrechas amistades son mi perdición.

No quería dejar de advertir también que esta historia puede llegar a tener, más que probablemente, una actualización lenta. Estoy en época de exámenes y este año va a ser uno muy duro académicamente hablando; pero como tengo el fic ya bastante estructurado y bien encaminado, no me pareció una mala idea empezar a publicarlo.

Eso es todo ;) ¡Espero que lo disfruten!


—Creo que me odia.

—Estás exagerando, hermano. Marinette es incapaz de odiar a alguien. Bueno, quizás a Chloé, pero cualquier ser humano lo haría. Tal vez a Sabrina también… Nah, creo que es porque no le cae bien por añadidura porque siempre hace lo que Chloé le dice. Chloé es algo así como un centro gravitacional de desprecio y disgusto. O un agujero negro. Aunque, ¿sabías que los agujeros negros en realidad no son agujeros?

—Nino…

—Perdona, me fui por las ramas —admitió entre risitas—. De cualquier manera, insisto en que es casi imposible que te odie. Además, ¿por qué dirías algo así?

—No lo sé. Siempre que estoy cerca se tensa, o se pone nerviosa o me evade. Más de una vez se ha escondido tras Alya. Y no estoy ciego, Nino. Me he dado cuenta de que soy la única persona con la que se comporta de esa manera. Sólo después de pasar un rato juntos empieza a bajar la guardia y puede tener una conversación normal conmigo. Como cuando fui a su casa a jugar al Ultimate Mecha Strike III. Pero su primera reacción es siempre balbucear o tartamudear.

—Eso no es prueba suficiente para decir que te odia. Yo sigo insistiendo en que exageras. Si realmente lo hiciera o si le disgustaras aunque sea un poco, estoy bastante seguro de que no habrías sido invitado a su casa. Es más, seguro que te trataría como trata a Chloé. ¿Y acaso te trata como a Chloé? Pues no. Además, ¿no me habías dicho que te había regalado un pequeño brazalete para la suerte? ¿Ves a dónde voy con todo esto?

—Está bien, me retracto: es más que probable que no me odie. Pero sí tiene que haber algo de mí que la pone así.

—¿"Así" cómo, exactamente?

—¡No lo sé! —exclamó frustrado—. ¿Nerviosa? ¿Incómoda? ¡Entre más lo pienso, menos lo entiendo!

—Yo creo que estás dándole demasiadas vueltas al asunto… ¿Puedo preguntar por qué te preocupa tanto de repente?

—Pues… Marinette es una gran amiga apreciada por muchos, una excelente delegada de curso y siempre está ahí cuando la necesitas. Si estoy haciendo algo que le molesta o le afecta, me gustaría saberlo.

—¿Te pone celoso del resto que te trate diferente? —Leyó entre líneas.

—Eso también —admitió.

La campana sonó y, desde sus asientos, Adrien y Nino vieron entrar en el aula a Alix, Rose, Juleka, Alya y la susodicha en cuestión: Marinette. El grupo reía de alguna broma que seguramente Alix había hecho. El joven modelo, en parte por educación y en parte para probar su punto a su mejor amigo, les deseó unos buenos días. Todas le devolvieron el gesto a su manera ("¿Qué tal, hombre?" "¡Buenos días a ti también, Adrien!" "Buenas…" "¡Ey, chicos!") y el saludo de Marinette se destacó, paradójicamente, por su timidez y por ser casi inaudible. Una vez ella y Alya se hubieron sentado tras ellos, Adrien le dirigió a Nino una mirada de "Te lo dije". Nino sólo se encogió de hombros con una sonrisa.

Adrien sabía que escondía algo. Sin embargo, cada vez que creía que había acorralado a su amigo para hacerlo confesar, este encontraba siempre una manera de eludirlo.

Las primeras horas de clase pasaron tranquilas y monótonas como tantas otras. Haber sido educado en su hogar de manera intensiva lo hacía contar con ciertos conocimientos en los que sus compañeros recién se estaban adentrando. Eso le permitía, no sin cierto orgullo y una pizca de petulancia, darse el lujo de no prestar atención a lo que decía Madame Bustier y pensar una manera de poder acercarse a Marinette. O descubrir qué era exactamente lo que le pasaba cuando él estaba cerca. O ambas cosas.

Decidió probar suerte a la salida del colegio. El lugar y el momento perfectos para encontrarse "casualmente" con Marinette y Alya. No bien sonó la campana, Adrien arrastró a Nino a la puerta de entrada sin darle muchas explicaciones y escapando de Chloé y de todo aquel que quisiera interceptarlos. Se pararon cerca de las escalinatas tratando de aparentar total normalidad.

—¡Chicas! ¡Ey! —las llamó Adrien tan pronto como cruzaron el umbral.

No necesitó ser un maestro de la observación para notar cómo Marinette se tensaba al verlo. Probó regalándole una sonrisa digna de una tapa de revista. Surtió el efecto contrario al deseado, aunque Marinette sí le devolvió una sonrisa tímida.

—¿Se puede saber en qué andan ustedes dos? —preguntó Alya con un tono pícaro pero inquisitivo.

—¿Este par de inocentes angelitos? En nada —le respondió Nino.

—En nada bueno, querrás decir —giró para mirar al modelo—. ¿Podemos ayudarte en algo, Adrien?

—Oh, sí. Bueno, verán yo… —Rayos. No había pensado en nada qué decirle a las chicas. Tuvo que improvisar—: Estaba pensando en que podríamos ir al cine un día de estos. ¿Qué les parece?

—Es una gran idea —contestó Alya—. ¿Verdad, Marinette?

—¡Me encantada! Quiero decir, ¡encantaría! Espera, no-

—Lo que Marinette quiere decir —intervino con una voz suave su amiga antes de que la otra siguiera tropezándose con sus palabras— es que nos encantaría. ¿Fecha y hora?

—Eh, ¿el sábado al mediodía?

—Perfecto —Alya lució una ancha sonrisa y la otra joven sólo asintió—. El sábado al mediodía. Luego arreglamos los detalles como el dónde y qué película, ¿sí? Ahora nosotras debemos ir a portarnos mal a otro lado.

Y con un adiós arrastró a Marinette con ella. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, Nino dejó escapar una risita y Adrien agachó la cabeza dando un suspiro.

—Está bien, lo admito: es seguro que no me odia. Pero algo le pasa conmigo. ¿Ves lo que te digo?

—Lo siento mucho, hombre —dijo Nino poniéndole una mano sobre el hombro—. Ojalá pudieras acercarte a ella usando una máscara o un disfraz, así quizás podrías interactuar con Marinette como todos los demás. Pero no todo se puede.

La idea iluminó a Adrien como un relámpago.

[...]

—¿Chat Noir?

—Muy buenas tardes, princesa. ¿Me permites pasar?

—Oh, sí, claro —Marinette se hizo a un lado para que él pudiera entrar por la ventana—. ¿Qué te trae por aquí? ¿Necesito tu ayuda con un akuma de nuevo?

—Algo así —le sonrió mientras le echaba un vistazo a la habitación—. Vengo de parte de Ladybug. Voy a quedarme contigo un rato sólo por las dudas.

Marinette parpadeó primero y luego levantó una ceja en señal de curiosidad o incredulidad, no estaba seguro de cuál de las dos. Chat Noir esperó que su mentira no fuera demasiado obvia. No había habido reportes de nada extraño o inusual en las noticias, después de todo.

—¿Y por qué no vino ella misma?

—¿Acaso prefieres su presencia a la mía, princesa?

—Chat Noir…

—No lo sé, Marinette —rió con suavidad, buscando tranquilizarla—. Ladybug trabaja de maneras misteriosas. Ni yo mismo sé qué está pensando la mayoría del tiempo. De cualquier manera, pensé que quizás podría hacer guardia desde tu techo; pero me pareció una mejor idea pasar a visitarte. Es la opción más divertida.

Marinette, ladeando la cabeza, lo estudió de arriba a abajo. Se encogió de hombros, como resignada. Por qué resignada, Chat no tenía ni la menor idea.

—¿Quieres algo para beber?

—Te lo agradecería mucho, princesa.

La susodicha le dijo que no tardaría en volver y pronto desapareció por la escalera que conducía a la sala de estar. Chat Noir recorrió la habitación con la mirada. No había cambiado mucho desde la última vez en la que la había visitado. El dormitorio ponía en evidencia sus gustos y ambiciones: proyectos de moda aquí y allá, bocetos de sus próximos trabajos, los libros y útiles escolares desparramados sobre el escritorio. Reparó en la tabla de corcho que colgaba de una de las paredes y se arrimó a ella. Había papelitos de todos los colores con recordatorios y listas, recortes de revistas y fotos pinchadas con tachuelas. Se notaba que varias de las fotos llevaban algún tiempo allí. Había una selfie de Marinette y Alya, también una foto de todo el curso de hacía unos años (Nino se veía particularmente gracioso) y, para su sorpresa, una de él mismo. Como Adrien Areste, claro, no como Chat Noir. Notó que la foto estaba intacta, es decir, Marinette no le había clavado una tachuela entre los ojos ni parecía haberle tirado dardos o algo por el estilo. Eso tenía que ser una buena señal, ¿no?

Se dio vuelta cuando escuchó los pasos de Marinette a sus espaldas. Había vuelto con una pequeña bandeja en las manos con dos vasos encima.

—Espero que te guste el jugo de manzana. No solemos tener mucha variedad.

—Estoy seguro de que cualquier cosa que me des me gustará, princesa.

—No es como si lo hubiera exprimido yo, Chat —le sonrió.

—Eso no cambia las cosas, Marinette —Se volteó para señalar las fotos—. ¿Tus amigos?

—Sí —Caminó hasta pararse a su lado y le tendió un vaso—. Esa es Alya, mi mejor amiga, aunque estoy segura de que ya la conoces. Es capaz de perseguirte a ti y a Ladybug hasta cualquier rincón del mundo con tal de ser la primera en entrevistarlos.

—Nunca mejor dicho —rió Chat Noir—. ¿Estos son tus compañeros de curso?

—Creo que el cartelito que dice "Collège Françoise Dupont 2014" lo hace bastante evidente, ¿no?

Chat Noir volvió a reír.

—Eres terrible, Marinette.

—Gracias, practico todos los días.

—Y dime, ¿es acaso este el Adrien Agreste? ¿Eres una de sus tantas fans?

—Más bien soy seguidora de su padre. Gabriel Agreste es mi diseñador favorito. Adrien —sonrió tímidamente— es un buen amigo.

Chat Noir se imaginó que, de haber estado ahí, Nino se habría burlado con un gran "No quiero decir que te lo dije, pero te lo dije". Ahora sólo le quedaba averiguar el porqué de sus reacciones. Bebió un sorbo de jugo.

—Deberías pedirle que se saque una foto contigo, entonces —dijo con un tono apenas un poco más serio—. Seguramente preferirá eso a que tengas un recorte de revista, ¿no?

—No me gustaría molestarlo. Y me moriría de vergüenza —admitió.

—Marinette, si de verdad es tu amigo, dudo que le moleste. Hasta donde he oído, no muerde.

—Tienes razón —rió suavemente y bebió un trago del jugo—. En fin. Suficiente sobre mí —Se dirigió a la silla al lado del escritorio y se sentó cruzada de piernas—. Siento que hay algo que no me estás diciendo, Chat. De verdad, ¿qué te trae por aquí?

—Ya te lo dije, Mari, ¿puedo llamarte Mari?, ni yo mismo sé muy bien por qué estoy aquí.

—Sí, sí puedes. Y, vamos, Chat Noir, ¿acaso no son ustedes dos un equipo? ¿No debería Ladybug decirte mínimamente por qué estás aquí conmigo? No me parece justo que tengas que andar cumpliendo ciegamente sus órdenes —inquirió.

—Ser un equipo también implica confiar en ella, princesa. Si ella no quiere o no puede decirme algo, estoy seguro de que hay una muy buena razón para ello, ¿no crees? Es la gran heroína de París, después de todo.

Marinette se quedó pensativa ante la respuesta. Chat Noir esperó que no siguiera preguntándole acerca de la razón por la cual había venido; se le estaban acabando las excusas y no sabía por cuánto tiempo más podría sostenerlas.

—Tú también eres el gran héroe de París, Chat.

Él jamás habría esperado ese comentario.

—Me siento enormemente halagado, princesa.

—Lo digo en serio —Bebió lo que le quedaba de jugo y dejó el vaso sobre el escritorio—. A veces parece que los medios dicen "Ladybug esto, Ladybug lo otro" y pareciera que te dejan de lado. No te dejes a ti mismo de lado, Chat Noir. De hecho, ahora que lo pienso, tú me has ayudado más veces que Ladybug. Eres más mi héroe de lo que lo que ella lo es para mí.

—Gracias, Marinette —Le regaló una sonrisa genuina—. Eso significa mucho para mí.

—Ni lo menciones —recorrió su propia habitación con la mirada—. Dime, Chat, ¿sabes cuánto tiempo más te tendrás que quedar?

—Si te estoy importunando, princesa…

—No, no me refiero a eso. ¿Conoces el Ultimate Mecha Strike?

—Soy todo un campeón —alardeó señalándose con el pulgar.

—Genial. Hace unos días salió el cuarto y todavía no he tenido oportunidad de jugar el PvP. ¿Te apetece jugar un rato? —Sacó los controles de un cajón y le ofreció uno. Chat lo tomó confundido.

—Espera, ¿ya salió el cuarto?

—¿Que no eras todo un campeón?

—Ser un héroe a veces me tiene lo suficientemente ocupado como para no enterarme de las últimas noticias de mis videojuegos favoritos, Marinette —rió—. Pero claro, puedo enseñarte una cosa o dos.

—Te aseguro que será exactamente al revés, gatito.

Se sentaron al escritorio y la dueña de casa prendió la computadora. En unos minutos, el clamor de los robots virtuales llenó la habitación. Por cada ronda en la que Chat Noir salía vencedor, Marinette le ganaba dos o tres. Él era muy bueno, pero ella era increíble. Se había olvidado lo que era ser derrotado sin piedad por la muchachita de las coletas. Y no podía culpar el hecho de no haber jugado la última versión del juego, ya que los comandos no habían cambiado en lo más mínimo. El héroe la estaba pasando genial, sin embargo. Marinette era, sin las inhibiciones que la presencia de Adrien le producían, una de las personas más divertidas que había conocido.

—Todavía sigo esperando aquello que me ibas a enseñar, Chat Noir —se burló.

—Debo admitir que has hecho que me trague mis palabras, Mari.

—Trágate esta patada también —Con un rápido movimiento de pulgares de la jugadora, el personaje de Chat Noir terminó por morder el polvo. A continuación habló con petulancia en la voz—. ¿Listo para ser humillado una vez más?

—A decir verdad, no —Se puso de pie y se estiró—. Si bien me estoy divirtiendo muchísimo, ya es hora de que me marche. No ha habido señales de akuma, así que creo que ya podemos considerarte completamente a salvo, Marinette.

—¡Qué habría hecho sin ti, Chat Noir! —exageró. Él rió.

—En tal caso, el mérito es todo de Ladybug, Mari.

—Si tú lo dices…

La respuesta le llamó la atención. Cada vez que traía a la heroína a colación, Marinette callaba o ponía un gesto raro. ¿Quizás, así como Adrien, Ladybug tenía algo que la incomodaba también? Se moría de ganas por preguntarle, pero le pareció que era mejor no hacerlo.

Seguido de cerca por Marinette, Chat Noir se arrimó a la ventana por la que había entrado. Se volteó luego de levantar el cristal:

—Para serte honesto, Mari, esta ha sido una de mis misiones más divertidas. Espero que podamos repetirlo alguna vez. Excepto por la parte en la que puede ser que estés en peligro.

La joven rió ante el comentario y él supo que todo volvía a la normalidad.

—Yo también la pasé genial, Chat Noir. Sé que estás ocupado siendo un héroe y todo eso, pero si alguna vez tienes un rato libre y quieres volver a ser humillado una y otra vez, eres más que bienvenido.

—Ah, ¡pero qué oferta tan tentadora, princesa! —De un movimiento, le hizo una reverencia y le tomó la mano para besársela—. Nos vemos pronto, Mari.

—Que estés bien, gatito.

Intercambiaron sonrisas y saludos con la mano, y Chat Noir emprendió el camino a casa. Su misión de acercarse a Marinette había sido todo un éxito.

En el camino, Adrien notó que estaba de excelente humor. Ella era realmente una gran amiga y persona. ¡Qué dicha haber pasado una tarde tan maravillosa con Marinette! Al principio había tenido sus dudas: No se suponía que debía usar sus poderes para satisfacer caprichos personales, pero no se había metido en problemas. Y no haber causado daño ni haber molestado a nadie era lo más importante.

—¿Se puede saber qué estás haciendo? —preguntó Plagg una vez Adrien hubo deshecho su transformación. El kwami voló con exagerado drama y pereza hasta recostarse sobre uno de los almohadones.

—¿Visitar a una amiga?

—Sí, estuve ahí, chico; eso lo sé —le respondió irritado—. Lo que quiero saber es qué estás tramando. Nunca usas tus poderes irresponsablemente.

—Oh, vamos, Plagg —Se sentó a su lado—. Siempre me estás metiendo en líos, ¿y ahora vas a sermonearme sobre ser responsable?

—Eso no fue un sermón, y no me has respondido la pregunta.

—Está bien, está bien —suspiró—. Solamente quería pasar el rato con Marinette. Ver cómo es cuando no está nerviosa. Quería saber por qué se inhibe tanto conmigo.

—¿Y lo averiguaste? —preguntó Plagg con un tono entre burlón y molesto.

Adrien reflexionó unos segundos. La sensación de victoria con la que había llegado a casa se esfumó en instantes. Frunció el entrecejo.

—No.

—Porque no pensaste bien las cosas —le reprochó—. A decir verdad, no hiciste nada que no podrías haber hecho sin el traje. Actuaste impulsivamente y te dejaste llevar.

—Tienes razón, Plagg…

—¿Cuándo no?

—¡Tengo que volver a visitarla!

—¿Qué? —incrédulo, el kwami se elevó y su acto de cansancio desapareció—. ¡Eso es exactamente lo contrario de lo que te estoy diciendo que hagas!

—¡No descubrí casi nada de lo que me propuse! —Se pasó las manos por el rostro—. ¡Arg! ¡Desperdicié mi oportunidad!

—Momento, momento, muchacho —Con el entrecejo fruncido, el ser mágico se acercó a la altura de los ojos de Adrien—. ¿Por qué de pronto te desespera tanto acercarte a Marinette? ¡Ella misma dijo que te consideraba un amigo! ¿Acaso eso no te basta?

—No lo entiendes, Plagg…

—No, la verdad es que no.

—Hay algo de mí, no sé qué, que le afecta lo suficiente como para ponerla nerviosa cada vez que me acerco a ella. —intentó explicarle—. No puedo preguntarle directamente, porque sé que no me lo dirá para no lastimarme o algo. Marinette es así de considerada.

—¿Y por eso es buena idea engañarla usando irresponsablemente tus poderes? —preguntó Plagg con los brazos cruzados.

—Bueno, cuando lo pones de esa manera…

—Mira, Adrien. Sé muy bien que tienes buenas intenciones, sino, no serías Chat Noir. No obstante, como tu kwami y guía, no puedo permitir que uses tus poderes de manera irresponsable. Créeme cuando te digo que prefiero estar jugando con Marinette a que estar peleando contra un sirviente de Le Papillon —ladeó la cabeza—. Pero, ¿y si ataca un akuma cuando tú estás distraído con ella? No podemos arriesgarnos a que Ladybug combata sola, ¿verdad?

Adrien permaneció callado durante unos segundos. Pensó en su dama y la imaginó batallando sin su fiel compañero. Eso sería abandonarla y traicionarla.

Suspiró agachando la cabeza.

—Tienes razón. No debería usar mis poderes para cosas personales.

—Me alegra que nos entendamos, chico —dijo entre triunfante y orgulloso—. Ahora, ¿no te parece que me merezco un delicioso trozo de camembert? Ser responsable me da hambre.


¡Gracias por leer! Como siempre, los comentarios son súper bienvenidos *les tira corazoncitos* c: