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Por fin… Terminó
La batalla ya había terminado, y con ella, muchas vidas. Se veían a lo largo del campo de batalla, docenas de cuerpos unos de nuestro bando, otros del de ellos y ninguno parecía ser el tuyo. Los magos y brujas que llegaron enviados por el Ministro luego de todo lo que había ocurrido, no sirvieron de nada, pues ya muchos habían muerto.
Dean Thomas era ahora quien se encargaba de hacer el recuento de los heridos e informarlo a los medi-magos que habían llegado desde hace pocos minutos, me acerqué a él aún tomando mi cabeza, me dolía mucho desde que Voldemort había dejado de existir, supuse que era por la cicatriz, o por mi inmensa preocupación de ver a todos allí, en condiciones no muy favorables.
Miré a Parvaty, que estaba con Seamus ayudando a un grupo de elfos domésticos, a sacar a un enano de entre las grandes manos de un gigante ya vencido, sonreí ante la escena pero mi preocupación volvió, era imposible que estuvieras… no, no quiero ni imaginarlo.
-¿Cómo va todo? –Pregunté a la pareja de amigos, mientras ellos me devolvían la mirada algo preocupados y por fin, de un último jalón, sacaron al enano, quien me miró y sonrió satisfecho.
-Felicidades señor Potter, ahora todo el mundo tiene una deuda con usted. Mi pueblo no olvidará este día. –Me dijo haciendo una innecesaria reverencia, la cual me pareció muy formal.
-No es una deuda… No lo hice por algo a cambio, sino por…
-¡Oh, claro que es una deuda! Tómelo como una recompensa a su favor, -dijo dándome un saquito pequeño con un contenido no muy pesado. Miré el saco con recelo, sin entender lo que acababa de darme –Son diamantes, los más difíciles de encontrar.
-Y, ¿por qué me los das a mí? –Le pregunté devolviéndole el saco, pero el enano se negó a recibirlos. –Toma, muchas gracias pero no, no fue por una recompensa.
-Entonces déselos a ella, de seguro le agradará verlos en un anillo, –me dijo cerrando un ojo y señalando atrás mío -más viniendo de…
Pero yo no escuché nada más, mi cabeza me decía que le devolviera el saco y ya, pero mi corazón mandaba a voltearme y ver a la persona que señalaba, no le hice caso a la primera, así que me di la vuelta y la miré, sus cabellos estaban sueltos y sucios, lisos y rojos, como siempre, caminó hasta mí y con una gran sonrisa me dijo:
-Lo lograste Harry, por fin terminó.
-Si Ginny, -le dije abrazándola, sentí como su cuerpo temblaba y me pareció que necesitaba ir donde un mago más experto para que la curara –ya todo terminó.
-No Harry, no todo… -me dijo apartándose y mirándome a los ojos –te está buscando, hace rato por cierto. ¿Ves ese árbol? Es de cerezo, está con Fred y Ron. ¡Corre!
Comprendí que el enano no se refería a Ginny, sino a quien estaba buscando desde hace rato, a quien estaba atrás de ella, recostada sobre su árbol preferido, entre muchos otros grandes y ya casi sin hojas. Ahí estaban Fred y Ron, ayudando a muchos a ponerse de pie y que fueran por ayuda, mientras ella… por algún momento pensé que estaba… bueno, no quiero recordar lo que pensé. Corrí hasta ella.
Fred y Ron, a ellos los dejé atrás hace rato, pues se habían apartado del cerezo y yo corría hasta llegar ahí, sin importar que pasara. Ahora estaba ella sola, ayudada por algunas hadas a ponerse de pie, como siempre algo estaba mal.
-Veo que… que, bueno, ¿qué te pasó?
Ella me miró con uno de sus cabellos en la cara, luego se lo apartó de un soplido y sonrió, me regló aquella tarde una de las sonrisas más hermosas que he visto en toda mi vida, una de las que no se olvidan, y te las quieres dejar para siempre ahí… en tu mente y sacarla cada vez que surja un problema, como siempre ella lo hizo.
-Nada, -me dijo apenada, bajando un poco la mirada hasta su pie –creo que me fracturé el tobillo… ¿Cómo estás tú? ¿Bien? ¿Te siente bien?
-Sí.
-Oh… pues, bien. –Dijo frunciendo su ceño y, algo sonrojada bajo su cabeza, negando con ésta, volvió a hablarme. –Pensé por un momento que no te volvería a ver.
-¿Tan malo soy con la varita?
-No… -rió con un tono de tristeza –pero él era… bueno ya sabes, "el peor mago de todos los tiempos"
-Sí, pero yo…
-Tuve miedo, ¿sabes? De perderte, tuve miedo. No quería que Voldemort… acabara con toda m-mi…
-¿Tu qué? –le pregunté acercándome, uniendo peligrosamente nuestra respiraciones, la de ella, claramente más acelerada.
-Mi… vida. – Sonreí con mi estómago revuelto de la emoción y con mi corazón paralizado. Hasta hace pocos minutos la había imaginado muerta y en el suelo junto a un mortífago asesino, pero cuando la vi ahí… rodeada de pequeños resplandores parecía un ángel, el cual se levantaba luego de su pelea más grande. No aguanté más y la abracé.
-¡Pensé que me ibas a dejar sola! ¿Por qué no pareciste cuando todo terminó? –Me reprochaba aferrándose a mí, como si yo me fuera a ir de nuevo. –No vuelvas a hacer eso.
-No fue mi intención… ¡Yo te estaba buscando! No te encontraba y…
Pero no pude seguir hablando, pues Hermione empezó a llorar, sentía sus gotitas saladas en mi cuello, y su respiración tornarse entrecortada y difícil de mantener. Pronto se separó de mí y tosió entre lágrimas, las cuales no dejaban de salir de sus hermosos ojos miel.
-Lo siento Harry… Y-yo soy u-una tonta, –me dijo limpiándose las gotitas que se quedaban mezcladas unas con otras en sus mejillas –Ahora tengo q-que irme, m-me duele el pie.
