Joder, España

Sumario: España vuelve a casa después de unos días por Europa con los dos sinvergüenzas que tiene por amigos y lo único que le apetece es relajarse un poco, pero... ¡Eso no es tan fácil con un italiano dando guerra! Historia de tres capítulos ya escritos.

Advertencias legales: ¿Tenemos que nombrar a un japonés para que nos enseñe como escribir un estereotipo español? ¡Manda huevos! Si fijo Himaruya no tiene ni puta idea de fútbol... y ya no hablemos de insultar, hacer fiesta o comer jamón serrano.

Advertencias para lectores: Romanito lengua-sucia necesita que le laven la boca con jabón.


España, después de dejar a Prusia bajo en yugo de su hermano y uno de los desmesurados castigos de Austria, no sin antes prometerle que volverán por él cuando su castigo termine, es decir, "cuando el infierno se congele" según palabras de Austria, "en tres días, tíos, ya veréis... O quizás menos" según palabras de Prusia, acompaña a Francia hasta París ya que le viene de camino y por fin termina en Madrid... Suspira cansado pero contento abriendo la puerta de su casa.

Romano está mirando la tele, con la casa echa una absoluta calamidad, latas de refresco y botellas de vino tiradas en el suelo, cajas de pizza vacías amontonándose, ropa sucia por los rincones, camas destendidas y todo en general siendo una catástrofe.

―¡Romanoooooo! ¡He vuelto! ―grita por toda la casa quitándose los zapatos y fijándose un poco en el desastre, hasta llegar al comedor y le encuentra―. ¿No vienes a saludarme?

El italiano le mira desde el sillón y frunce el ceño.

―No hay comida ―le informa, España parpadea y se sienta a su lado con una sonrisa.

―Pero si te dejé dinero... ―responde. Romano hace los ojos en blanco y vuelve a mirar el televisor.

―No seas idiota, España... ya sé que me dejaste dinero.

―Bueno, no pasa nada, iremos a cenar fuera, ¿quieres? ―propone ilusionado. El menor le ignora―. ¡Ah! ¡Te he traído algo! ¡Mira! ―sigue contento el español sin esperar respuesta. Se gira a buscar en la mochila que llevaba y que ha dejado al lado del sillón cuando se ha sentado. Romano no se mueve, sigue haciendo zapping a la tele.

―Has tardado mucho, ¿dónde mierdas estabas? ―pregunta después de unos segundos sin mirarle. España empieza a sacar todo tipo de regalos de dentro de la mochila.

―Mira esto es de Ginebra, son bombones, ¡Suiza me dijo que era buenos! Y esto es de París, son pastas de hojaldre, ¡Francia las hizo para mi! Y esto es de Berlín, ¡es cerveza! Y esto es de Viena, es una camiseta que dice "alguien que me quiere mucho fue a Viena y solo me trajo esta estúpida camiseta"… Es que Austria no quiso ayudarme a elegir nada, pero me hizo gracia por que tu sueles decir que todo es estúpido fusosososo~ ―se ríe como bobo y trata de ponérsela.

―¡Quítate! ―grita dando golpes al aire―. ¡España, quítate, bastardo! ¡No me toques! ―se hace para atrás en el sillón―. ¡No voy a ponerme tu estúpida camiseta!

España le mira un poco triste, deteniéndose con la camiseta en las manos... Pero rápidamente recupera la sonrisa.

―Sí, será mejor que te la pongas luego, así no se arruga… y también estuve en Londres ¡y traje algo mejor! ―sonríe mucho. Romano se cruza de brazos y frunce el ceño.

―¿Qué? ―pregunta mirando de reojo las pastas de hojaldre de Francia.

―¡Ah! ¡Lo mejor de lo mejor de todo! ―exclama muy contento― es para que me perdones por haber estado fuera tanto tiempo.

Romano se sonroja un poco.

―¡Es que no hay comida, cretino! ―suelta dando una explicación que nadie le ha pedido.

―Ah... ―españa mira alrededor, las cajas de pizza vacías y las botellas de vino―. ¿Quieres abrir los bombones o los hojaldres? Aún es pronto para ir a cenar ―propone amablemente.

―Cállate y dime qué me trajiste... ―murmura con los brazos cruzados aún, todavía mirando las pastas de Francia (Romano el brillante con el cállate y dime). España ríe como un tonto.

―Te lo diré... si me dejas que te de un abrazo ―pide levantando los brazos y abriendolos hacia él.

―¡No vas a darme un abrazo, bastardo pervertido! ―exclama sonrojándose. España baja los brazos un poco decepcionado.

―Bueno… ―sonríe otra vez rápidamente―. ¡Te lo diré igual! mira, son dos entradas de fútbol ―se las enseña muy contento. Romano le mira un segundo con los ojos abiertos, genuinamente interesado. Luego frunce el ceño y se sonroja un poco, mientras mira de nuevo a la televisión.

―¿Entradas para ver qué partido?

―Son para aquí, para el Bernabeu. El Madrid con el Manchester... son para hoy. ¿Quieres ir conmigo? ―pide. Romano frunce el ceño más, sonrojado aún

―Pensé que sería fútbol italiano o algo así... ―se agacha al frente y abre la caja de pastas de hojaldre de Francia y se come uno, llenando todo de moronas. Le mira de reojo―. Si te digo que no vas a hacer un drama, ¿verdad?

España lo mira un poco triste otra vez.

―Pues es que a mi me gustaría ir contigo. Yo... es que no encontré, busqué alguno del Napoli, pero estaba en Londres y claro, solo había de la liga inglesa.

Romano hace los ojos en blanco inmediatamente.

―¡Pues qué coño se le va a hacer entonces! ―exclama.

―¡Ah! ―España contento―. ¿Entonces aceptas venir conmigo? ―le toma de las manos―. ¡Que bien! ―exclama inmediatamente.

―S... sólo porque vas a hacer un drama si no voy... ―protesta―. Y porque te pones insoportable... y... ¡suéltame, España!

El íbero sigue sonriendo haciendo lo que le dice, pero sin hacerle mucho más caso.

―Iremos a por unos bocadillos de esos... o pizza, ¿quieres cenar pizza? y luego iremos al partido... ¡oh! ¿te han gustado las pastas de Francia? él dice que son buenísimas, ¡te las guardé expresamente para ti!

―Están secas, y... ―no es capaz de decir absolutamente nada malo de las pastas―. Da lo mismo ―se levanta―. ¿A qué hora es el partido ese de mierda del que hablas?

―Pues... no lo sé ―se ríe como un tonto y mira las entradas―. Es... a las diez, aún tenemos un rato.

―Quizás puedas recoger todo mientras tanto, porque está hecho una mierda. Ya no hay lejía tampoco, por cierto. Ni papel de baño ―vuelve a sentarse. España mira alrededor.

―¿Porqué no fuiste a comprar? no deberías tener así las cosas, podrías hacerte daño... ―riñe un poquito, preocupado. Romano gruñe un poco y luego se sonroja―. Bueno, ¡no pasa nada! ―vuelve a reírse―. Te perdono si me dejas abrazarte ―insiste con una gran sonrisa, abriendo los brazos de nuevo.

―¡España! ―protesta. Él mayor se ríe.

―Esta bien, esta bien, perdona ―responde sin acercarse―. Te perdono igual... ―se levanta y se pone a recoger las cosas más grandes mientras le cuenta todas sus aventuras de los últimos días. Y cuando digo todas me refiero a TODAS. Desde cuando Francia casi les mata por presentarse en Londres, como cuando perdió la pasta de dientes.

Romano lo sigue con la mirada mientras recoge mientras sigue comiendo hojaldres.

―…y he traído también toallas de los hoteles, ya sé que no te gusta que me las lleve, pero todo el mundo sabe que están para cogerlas, es decir, ¡todo el mundo se las lleva! ―explica.

―¡Nadie se las lleva, España! ¡eso es robar! ―protesta.

―¡No!, las ponen ahí para que las uses, es de lógica que puedes llevártelas, como los jaboncitos esos que... pequeñitos, ¿sabes cuales digo? ―pregunta haciendo gestos con las manos. Romano hace los ojos en blanco.

―Un día van a detenerte por robar toallas ―augura―. Y yo no voy a irte a sacar y ni creas que me va a importar un jodido pepino que lo hagan ―agrega inmediatamente.

El íbero se ríe como un bobo por que en España la gente roba las toallas... y en general cualquier cosa que no este clavada de los hoteles. Es decir, esta considerado como un acto... normal. Y no es realmente como que Romano pueda quejarse mucho, en Italia los hoteles son TERRIBLES. Es decir, es el peor sitio de Europa en cuanto a calidad y cuanto más al sur peores son, en serio, un hotel cuatro estrellas en Nápoles es como un hostal de dos en cualquier otro lado de Europa.

―Y luego... ¿sabes? deberías estar orgulloso del jefe España, Romano, ¡gané a Prusia al PES TODAS las veces que jugamos en el avión! ―sonríe con orgullo metiendo las cajas de pizza dentro de una bolsa de basura. Romano sonríe un poco cuando España se voltea, pero inmediatamente deja de sonreír

―Los dos son unos absolutos inútiles en el PES...

―¡Ah! ¡No puedes decir eso! ¡tengo también una media mejor que la tuya aquí en casa! y ahora he estado entrenando… ¡no vas a poder ganarme! ―le reta.

―Claro que puedo ganarte, puedo ganarte siempre si no te pones a toquetearme pervertidamente a la mitad del juego y luego me metas puto gol mientras yo estoy distraído ―protesta. España vuelve a reírse como un bobo y cuando tiene más o menos todas las cosas grandes recogidas en una bolsa se lleva las manos a las caderas, satisfecho.

―¿Y qué? ¿Vas a dejar la casa así? ―reclama Romano mirando a su alrededor― ¡Pero si está hecha una MIERDA, España! ¡Eres un guarro!

―No... pero estoy un poco cansado ahora y quiero ducharme y vestirme antes de irnos por que me hace mucha ilusión y quiero ir arreglado. Seguro podemos acabar de recoger mañana ―sonríe.

―Quizás... no sé si... no sé si necesites bañarte ahora o... ―se cruza de brazos, sonrojadísimo, viendo la tele y pensando en el jabón del que le gusta a España, que está en el baño, nuevo y es lo único que ha comprado mientras no ha estado. Mentó madres tres horas por eso y pensó en comprarle otro. Fue al súper, agarró cualquier otro y luego paseó tres horas entre la caja y el estante del jabón eligiendo otro. Al final terminó por comprar este y luego dudo en tirarlo a la basura, pero en conclusión...―, da igual, lárgate a bañar si quieres.

Vuelve a sonreír como un bobo y recoge su mochila del suelo para llevársela y cuando está atrás del sillón, se acerca sigiloso, dándole un beso en la mejilla, para separarse riendo rápidamente, antes de que le pegue.

―¡Aaaaaah! ¡Pervertido! ¡Bastardo! ―grita rojo como un tomate. El español se sigue riendo mientras se va corriendo para que no le lance cosas y se va a bañar, contento.

España termina de bañarse... sin haber notado lo del jabón, por que al final es un poco despistado, pero con el baño se le ha pasado un poco el cansancio. Se vuelve a afeitar, por que esta mañana se ha afeitado con una cuchilla mala y se lava los dientes, se pone colonia, se arregla el pelo y se viste con su camiseta favorita del Real Madrid. Cuando acaba, vuelve al comedor y ataca a Romano abrazándole por la espalda, mientras se ríe como bobo.


Los reviews ponen de buen humor a España... como casi cualquier otra cosa en el universo.