El deseo

Nadeshiko miko

Prólogo

La feria estaba llena, la gente se movía excitada de un lado para otro. Los gritos de la gente ensordecían sus oídos y su corazón latía desbocado. Hacía mucho tiempo que no iba a una feria como ésa, los mejores espectáculos que había visto y muchísimos artistas estaban presentes para mostrar sus talentos. Jamás había conocido a un artista famoso. Miró a su derecha, allí estaba Kenshin con las niñas, señalando a un hombre enorme disfrazado de payaso que hacía malabares con unas pequeñas pelotas y se tambaleaba encima de una gran pelota. Parpadeó varias veces, aquella pelota parecía a punto de estallar por el peso que aguantaba.

—Kenshin. Kenshin —llamó la pequeña Ayame tirando del pantalón de su haori, él agachó la cabeza para fijar su mirada en ella —. Mira, quiero montarme en uno —señaló a los potros que estaban atados y eran llevados por unos muchachos, los niños hacían cola para montarse en ellos.

Suzume siguió la dirección que apuntaba el pequeño dedo de su hermana y sus ojos brillaron al ver los caballos.

—¡Yo también! —exclamó encantada, fijó sus ojos brillosos hacía Kenshin y Kaoru —. ¿Vamos?

—Está bien, está bien —dijo Kenshin sin poder resistirse a la mirada implorante de las niñas, ambas sonrieron agradecidas y le cogieron de las manos tirando de él —. Vamos señorita Kaoru.

Kaoru sonrió y comenzó a andar tras él.

—Veo amor en tu mirada —fue tan solo un susurro, una voz que parecía provenir del viento, pero fue lo suficiente para detener sus pasos. Se giró desconcertada y allí, ante ella, una anciana la miraba fijamente, con sus grandes orbes blancas. Un escalofrío recorrió su columna vertebral y frunció el ceño —. ¿Es tu esposo? —preguntó dirigiendo una mirada significativa a Kenshin.

Kaoru se sonrojó.

—No —contestó y sonrió —. Es sólo un amigo.

—Tu mirada dice que es más que un amigo. Te puedo ayudar a conquistar a ese hombre —ladeó la cabeza graciosamente —, ¿vienes?

Kaoru miró de hito a hito a aquella anciana. ¿Debía confiar en ella? No entendía porque quería ayudarla, ni cómo diablos sabía que estaba enamorada de Kenshin, aquella mujer le producía una sensación muy extraña, como si su mirada mirase más allá del exterior, una de esas miradas, parecidas a las que Kenshin a veces le daba, que podían traspasar su alma. Bueno, si la mujer decía que le podía ayudar a conquistar a Kenshin no veía que había de malo en seguirla y aceptar su ayuda. No iba a perder nada.

—Sí... —susurró y la mujer, después de sonreír y mostrar sus amarillentos dientes se giró y anduvieron hasta un pequeño puesto, casi al final de la feria, rodeado de piedras y amuletos, de velas y libros. Arrugó la nariz, además olía mucho a incienso.

—Éste es mi pequeño puesto —dijo la anciana buscando entre unas cajas.

—¿Es usted una bruja? —preguntó Kaoru mirando los extraños amuletos de esa tienda.

La anciana sonrió.

—Bueno…Suelen llamarme así —cogió entre sus manos una pequeña caja de plata llena de polvo, la puso en la mesa y sopló, las partículas de polvo volaron hacía la cara de Kaoru, la cual tosió con molestia.

—¿Por qué desea ayudarme? —preguntó y en el momento en que la mujer le dirigió una mirada ofendida deseo haberse mordido la lengua.

—Sería inhumano no ayudar a alguien cuando está en tu mano el poder hacerlo, ¿no lo crees? —no esperó a que ella le contestase, colocó la caja en la mesa frente a ella —. Aquí en esta caja hay una piedra que concede el deseo que quieras.

Kaoru enarcó una ceja y se cruzó de brazos.

—Es enserio —dijo al ver su expresión dudosa.

—Entonces, ¿por qué no lo utiliza usted?

—Porque yo ya tengo todo lo que deseo —abrió la caja y sacó una pequeña y redonda piedra blanca que brillaban en múltiples colores a la luz, la sostuvo con cuidado entre sus manos —. Esta piedra tiene un gran poder, muchacha, concede cualquier deseo, por imposible que sea, si éste proviene del corazón.

Kaoru la miró dudosa y consternada, su único deseo era que Kenshin la amase, que correspondiese sus sentimientos, pero...

—No quiero que me quiera por haber pedido el deseo, quiero que me quiera por su propia voluntad —dijo y sus ojos se humedecieron.

La anciana se acercó a ella y le agarró una de sus manos, colocó la piedra en ella y la cerró con fuerza.

—Te la regalo, es un obsequio de mi parte —dijo. Kaoru abrió la boca para protestar —. Puedes pedir otro deseo que no sea el de tener a tu amado, pero ten cuidado con lo que deseas —le advirtió.

Kaoru miró la piedra, brillante y hermosa en su mano. ¿Era cierto lo que decía esa anciana? ¿O era un cuento inventado? Había oído que los gitanos eran charlatanes, embusteros y estafadores, pero...

—Anciana...—calló al no verla, miró a ambos lados de la tienda y no estaba. Frunció el ceño irritada, no entendía nada de lo que había pasado, y ahora que tenía la piedra en su poder no sabía muy bien que hacer. ¿Qué deseo podía pedir ella? Un deseo de corazón.

—Señorita Kaoru, está aquí —la voz de Kenshin la sacó de sus pensamientos. Enseguida se tensó y escondió la piedra en la manga de su kimono.

—Kenshin...—dijo girándose hacía él y sonriendo. Él, sujetando en sus hombros a la pequeña Ayame le devolvió la sonrisa.

—Señorita Kaoru, ¿qué hace en este sitio? —preguntó observando el lugar.

—Enn... Nada, nada —exclamó haciendo aspavientos con las manos. Sujetó su brazo y lo giró —. Vamos —dijo empujándolo mientras él lanzaba una última mirada hacía aquel puesto.

Oh, aquel baño le había sentado muy bien. No había nada mejor que un baño caliente en pleno invierno para relajarte por completo después de un día agotador. Se pasó la toalla entre sus cabellos mojados. Estaba exhausta, las niñas tenían una energía envidiable y los había tenido todo el día arriba y abajo, montándose en cada una de las atracciones que les antojara y Kenshin, sin tener miramientos por el dinero, aceptaba con gusto con su hermosa sonrisa y dispuesto a ser feliz a las niñas y a ella...Se sonrojó notoriamente, recordaba cómo se había parado en uno de los puestos y había sacado su viejo monedero y le había regalado una rosa. Una preciosa rosa roja, que representaba la pasión. La vendedora le había dicho: Joven, ¿por qué no le compras una rosa a tu mujer? Y él se la compró. Que detalle tan hermoso había tenido. Sonrió, eso era un paso muy importante en su relación, según Megumi, cuando un hombre te hacía un regalo es que para él eras muy importante, y Megumi, con su gran dominio en el tema de los hombres tenía que tener razón. Puso sus manos en sus mejillas y sonrió como tonta.

Anduvo por el pasillo directa a su habitación, pero unos murmullos captaron su atención. Qué raro...Yahiko se había quedado a dormir con Sanosuke, y Kenshin hacía rato que se acostó. Frunció el ceño y fue corriendo a su habitación, agarró su espada de madera y se dirigió hacia donde procedía la voz. Corrió poco a poco la puerta, no quería alarmar al visitante y que éste pudiese reaccionar a tiempo para atacarla. Con asombro y alivio vio una larga melena pelirroja sentada en el porche, mirando las brillantes estrellas del cielo. Suspiró y dio un paso hacia él.

—Tomoe...—el susurro de Kenshin le produjo un escalofrío y un profundo dolor en su pecho, una gran opresión que hizo que le doliese al tragar. Retrocedió y se apoyó en la pared, respiraba con dificultad y colocó su mano en su pecho que latía de una forma dolorosamente lenta. ¿Tomoe? —. ¿Sabes? Aunque han pasado diez años desde que te fuiste de mi lado no te olvido...Fuiste y siempre serás muy importante para mí...

Aquello era suficiente, no podía escuchar más. Las lágrimas salieron de sus ojos y se mordió el labio reteniendo un sollozo que luchaba por salir. Corrió, como una cobarde, a su habitación y cerró la puerta con fuerza, con todo el coraje y el dolor que sentía en ese momento. Las lágrimas ya corrían libres por sus mejillas, nublando su vista. Apoyó su espalda en la puerta, deseando tener algún apoyo, las piernas le temblaban y se deslizó hasta quedar sentada en el suelo. Dolor y más dolor, eso era lo que sentía ahora. Había sido una tonta al creer que Kenshin llegaría a sentir algo por ella. Una estúpida por creer que él olvidaría a alguien que le enseñó lo que es amar, la que fue capaz de arriesgar su vida por él. Un sollozo desgarrador salió de sus labios desde lo más profundo de su corazón. El corazón le daba pequeños saltos y le costaba respirar. ¿Por qué?, pensaba con dolor. Ella lo amaba más que nada y estaba dispuesta a dar todo por él. ¿Por qué razón él no la amaba? Quizás sea porque era fea, demasiado masculina y bruta, no sabía cocinar y siempre andaba regañando. ¿Quién iba a quererla?

¿Sabes? Aunque han pasado diez años desde que te fuiste de mi lado no te olvido...Fuiste y siempre serás muy importante para mí...Aquellas palabras se clavaban una a una en su corazón como un puñal. Agarró su cabeza entre sus manos y volvió a sollozar, le dolía, le dolía y mucho. Saber que el dueño de su corazón amaba a otra... Un recuerdo, y con los recuerdos no se podía luchar. Tomoe pertenecía al pasado de Kenshin, pero él seguía teniéndola en su presente.

—Kenshin...—susurró con la voz entrecortada —¿Por qué...?

¿Por qué no olvidaba su pasado, maldita sea? Sólo tenía ojos para su pasado y no sabía que se estaba consumiendo, a él y a ella, vivía en el dolor, incapaz de olvidarlo. Ella...ella...

—Deseo borrar tu dolor...Borrar tu doloroso pasado...

Un brillo intenso iluminó la habitación. Levantó la cabeza asustada, y vio, entre las ropas de su kimono doblado, como el brillo se intensificaba.

Cerró los ojos con fuerza cuando el brillo se intensificó aún más. Se sintió mareada, asustada y desconcertada. Mareada, por las fuertes emociones sufridas y por la extraña sensación de que la habitación daba vueltas; asustada, por el brillo que la cegaba y desconcertada, porque no sabía qué estaba pasando... Clavó las manos al suelo, intentando que la sensación de peligro y de movilidad parase, pero no ocurría, el brillo seguía ahí. Pero, de pronto, toda sensación de mareo y aquel brillo desapareció.

Abrió un ojo, dudosa, el sitio era oscuro. Mmm...Su habitación no estaba tan oscura. Abrió el otro ojo y parpadeó varias veces intentando acostumbrar sus ojos a aquella oscuridad. Se levantó, con esfuerzo, pero se levantó, y sintió como la cabeza le daba vueltas. Cerró los ojos y se frotó las sienes, cuando el mareo pasó, volvió a abrirlos. Aquel sitio era extraño, nunca había estado, las calles eran muy estrechas, parecidas al lugar donde vivía Sanosuke. Un momento... ¿Qué hacía ella ahí? Sintió un escalofrío. Ella estaba en su habitación, ahora en la calle... No lo entendía. El frío de la noche empezó a calar en sus huesos, pero no le dio importancia, estaba demasiado consternada. No entendía... no entendía nada...

Abrió los ojos sorprendida cuando algunas palabras resonaron dentro de su cabeza...deseo borrar tu dolor, borrar tu doloroso pasado...Ten cuidado con lo que deseas...

—Corred, él nos pisa los talones —gritó un hombre regordete seguido de otros tres, corriendo como alma que lleva el diablo. Su mirada se cruzó con la de ella y un brillo extraño cruzó su mirada. Frunció el ceño, el hombre regordete pasó por su lado y después se colocó tras ella y detuvo su paso. Kaoru frunció el ceño, pero demasiado tarde, sus reflejos estaban muy lentos, aquel hombre se colocó, con una rapidez sorprendente, detrás suya y sujetó con fuerza su brazo retorciéndolo poco a poco, Kaoru se doblegó por el dolor y se mordió el labio. Maldito desgraciado, pensó. Reunió fuerzas para atacar a aquel hombre, pero...

—Así que aquí os escondéis, cobardes...

Aquella voz, fría y calculadora, ronca y llena de rencor la sobresaltó. Ella conocía esa voz, levantó la mirada y allí, a pesar de la oscuridad del lugar, podía ver perfectamente la silueta de un hombre, un hombre delgado, con una coleta alta y dos orbes doradas. Aquel hombre tenía apoyada su mano en la empuñadura de su espada y los miraba fríamente. Dio un paso más, acercándose a ellos, y el reflejo de la luna dio en su rostro, un rostro perfecto y hermoso que, aunque no tenía ninguna cicatriz ella reconoció perfectamente. Kenshin...no, Kenshin no... Battousai...Battousai, el asesino más sanguinario de todo Japón.

Continuará...


Bueno, aquí os traigo un nuevo fics, siento no haber actualizado mis demás historias pero esta semana he estado enferma y retrasé demasiado las actualizaciones y la petición de una chica de hacer un fics en que Kaoru pedía un deseo y viajase por el tiempo, pero ya estoy mejor y volveré ha escribir!. Bueno, no sé si este resultado es el que ella esperaba, pero a mí me gustó, estuve pensando y pensando y siempre volvía a la misma imagen.

Espero que os guste y agradecería vuestros reviews!