[Actualizado, 2016]
Disclaimer: DRAMAtical Murder no me pertenece. De lo contrario, Noiz gemiría más.
Nota: Estoy re-subiendo lo que alguna vez escribí sobre este fandom. Este fic tendrá continuación al igual que Entre Role Player's, historia que también edité de forma decente.
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Entró a su habitación, azotando la puerta con más fuerza de la necesaria. No podía creer que sus padres no le dejaran hacer algo tan simple como salir con su único amigo. A sus diecisiete años era la primera vez que se sentía tan irritado. Ellos se creían lo más genial del mundo, pensando que con un chasquido podrían conseguir todo lo que quisieran.
Qué equivocados que estaban.
Observó el lujoso cuarto con el ceño fruncido, a veces ese era el problema. Ser millonario tenía su lado positivo y su lado negativo, oscuro.
En el pasado nadie de la familia, con excepción de su hermano, se preocupaba por él. Podían matarlo tranquilamente que ni el vecino se enteraría. Salía a cualquier hora, no miraban sus calificaciones ni hacían el esfuerzo por acercarse más a su segundo hijo. Hasta que… Theo falleció en un atentado.
No conocía los detalles. De hecho, nadie los conocía, tan solo sus padres sabían todo; sin embargo, al segundo día de lo ocurrido, éstos ya estaban de lo más normal del mundo, como si no hubieran perdido a uno de sus hijos.
Noiz tenía apenas quince años cuando aquello sucedió, y no solo fue el peor día de su vida, sino que fue el comienzo de toda su pesadilla. Sus grandes padres no dejaban de controlarlo, de ver cómo iba en el colegio, a dónde salía o, mejor dicho, ni siquiera le dejaban poner un pie fuera si no era para estudios. Lo tenían encerrado como si de un inválido incapaz de defenderse se tratara. Y, si quería salir al jardín, diez o más guardaespaldas estaban en las sombras, observándolo. Porque claro, ahora era el maldito heredero.
No entendía por qué tanta precaución por unos simples ladronzuelos que cumplieron su objetivo al asesinar a su hermano hace años. Aunque ya estaba comenzando a sospechar que sus progenitores ocultaban algo mucho más grande.
Parpadeó varias veces al escuchar que tocaban la puerta de la habitación, sin darse cuenta se había quedado parado en medio de ella, recordando el pasado.
Con irritación, se quitó el gorro que lo caracterizaba y abrió.
—¿Qué? —preguntó de mala manera.
—L-lo siento No… Noiz-sama —la voz temblorosa de la sirvienta empeoró el humor del mencionado. Está bien que no fuera sociable, pero tampoco se trataba de un monstruo para causar tales reacciones—. Sus… sus padres han dicho que saldrán de urgencia a un viaje de negocios, los… guardaespaldas lo cuidarán desde que entra hasta que sale de la Institución y… ¡AH! —un grito de terror y susto escapó de la garganta de la joven, el rubio había dado un puñetazo en la pared.
—Llamaré a Aoba, déjenlo entrar, ¿entendiste? —no hizo falta agregar nada más, la sirvienta asintió varias veces y salió disparada hacia la planta baja.
Volvió a adentrarse a su cuerpo, encendió la luz y le envió un simple mensaje al Seragaki: Ven ahora. Podría enviarle tan solo un texto en blanco y Aoba iría enseguida.
Sonrió ante aquel pensamiento, eran amigos desde que había llegado a Japón. Él era el único que estuvo siempre a su lado, aún más que su propio hermano. El único que lo vio llorar y supo cómo animarlo… Sí, una partida en la play en la que Aoba fue humillado más de una vez.
Soltó una carcajada al recordar eso, desde aquel día el Seragaki había comenzado a practicar con la promesa de que, en algún momento, le ganaría.
Se acostó en la cama justo cuando la puerta volvió a sonar, ya sabía quién era, por lo que tan solo soltó un sonidito a modo de respuesta, estando demasiado cómodo como para levantarse.
—¿Podrías abrirme verdad? ¡Vago! —la voz del mayor resonó en la habitación.
—Gastaría demasiada energía —respondió Noiz, soltando un débil bostezo. Aunque pronto éste se cortó, al sentir como un gran peso caía en su estómago dejándolo sin aire—. ¡AUCH!
—Una pequeña venganza —se burló, acostándose a un lado de Noiz. Después de todo, era una cama matrimonial.
—No sé qué tienes en ese bolso, ya pareces una mujer llevándolo a todos lados —chistó, quitándosela de encima y tirándola por ahí sin remordimientos.
—¡Claro que no soy una mujer! —indignado, Aoba se reincorporó y le lanzó una almohada en la cara.
—Oye, desde que llegaste me estás maltratando. Te denunciaré —una sonrisa ladeada apareció en su rostro al momento de devolverle el almohadazo, pero tal vez lo hizo un poco fuerte, porque el Seragaki perdió el equilibrio y terminó cayendo de la cama.
—AH, ¡TE ODIO! —chilló, apuntándolo acusadoramente. El alemán ya no se aguantó, soltó una carcajada que hizo sonreír a Aoba. Después de todo, ese era su objetivo, que sonriera— Bien, deja de burlarte ya, niño. ¿Por qué me llamaste? —cuestionó, sobándose la espalda. Ugh, la caída le dolió. Lo que tenía que hacer por la amistad.
—Quiero recorrer la mansión —contestó con simpleza, encogiéndose de hombros—. ¿Te duele mucho?
—¿Qué? ¿Recorrer tu propia mansión? —una clara mueca de confusión se formó en su rostro— No me duele tanto; más importante, ¿por qué quieres hacer eso?
—Las sirvientas deben estar a punto de irse, a mis padres no les gusta tener extraños durmiendo aquí por más que sean del personal. Los guardaespaldas siempre están afuera, nunca van a entrar a menos que noten algo extraño. Además, mis queridos y amados padres —rodó los ojos con sarcasmo—, se han ido de viaje y creo que ocultan algo. Quiero ver si encuentro alguna cosa en esta casa. Es enorme, algo debe haber, ¿cierto? —mientras hablaba, se iba vistiendo de negro. Era su mismo estilo pero de tinte oscuro, con guantes sin dedos y una capa cubriendo su espalda y parte de su cuerpo. Dejó una bolsa a un lado de su amigo para que hiciera lo mismo, ya sabía que no se negaría.
—Será divertido —sonrió ligeramente, aunque la mueca confundida no desaparecía del todo—. ¿Hace falta vestirnos de negro? —cuestionó, observando inseguro las prendas.
—Sí, porque después saldremos. No les pienso hacer caso —bufó, apoyándose en la pared—. ¿También tardarás en cambiarte mujercita?
Aoba le sacó la lengua a modo de respuesta y, sin más preámbulos, se vistió. Era exactamente lo mismo que Noiz llevaba puesto. Apenas ambos estuvieron listos, abrieron la puerta lentamente. Todo estaba apagado, eran las diez de la noche y la servidumbre ya se había retirado.
Caminaron sin prisas por los pasillos con una linterna en mano, si prendían aunque sea una luz uno de los guardaespaldas entraría para asegurarse de que era Noiz, y no les convenía que los vieran vestidos de esa manera.
El alemán movía cuadros, jarrones y todo lo que encontrara, siendo imitado por Aoba. Le hizo una seña para que avisarle que bajaría a la última planta, tal vez allí encontraría algo.
Así, el Seragaki quedó sin compañía, caminando en la oscuridad de la residencia. Un trueno resonó y apretó la linterna por instinto, la mansión de Noiz podía ser tenebrosa cuando quería.
[…]
Suspiró, dejando el cuadro nuevamente en su lugar. ¡No encontraba nada! O, mejor dicho, no sabía exactamente lo que su amigo quería encontrar en su propia mansión.
Se abrazó un poco en un pobre intento de darse calor, todo estaba pagado y afuera la lluvia era terrible por los ruidos que se llegaban a escuchar. Hacía mucho frío, pero aun así, apuntó con la linterna en todas direcciones para seguir con su búsqueda, encontrando una puerta enorme.
Si era sincero, no tenía idea de dónde estaba ubicado. Al no ver bien y estar rondando sin rumbo fijo, ni siquiera sabía lo que había bajo sus pies.
—No pierdo nada con intentarlo —murmuró, caminando lentamente. Posó su diestra en el pomo de la puerta e intentó abrirla.
—Está cerrada —una voz fría se escuchó detrás de él.
Con el corazón en la boca y ahogando un grito, Aoba volteó rápidamente.
—N-noiz…. ¡Me asustaste! —se quejó, intentando controlar su respiración.
—Lo siento —mentiroso, la sonrisa en sus labios le decía claramente al Seragaki que no lo sentía.
—Algo raro está pasando, ¿te has dado cuenta? —cuestionó, mirando hacia todos lados con la luz del artefacto como guía. Su expresión lucía preocupada.
Noiz no respondió al instante, sino que se acercó a la puerta quitándose uno de sus piercings.
—Lo sé —habló luego de un rato, la entrada ya estaba abierta.
Aferrándose al brazo del rubio como si de eso dependiera su vida, entraron al despacho del padre de Noiz. Todo era normal, la típica oficina millonaria. Llena de libros, un enorme escritorio y una lujosa computadora.
Primero, se acercaron a la estantería de ejemplares. Alumbrando con la linterna, comenzaron a tocarlos y a moverlos para ver si había algo fuera de lo normal.
—Recuerdo… —habló Aoba, moviendo un pesado libro— Que tu padre re prohibió entrar aquí.
—Es por eso que quise entrar —fue lo único que pronunció, suspirando al no tener éxito.
No hablaron por un buen rato, hasta que un libro resbaló entre los dedos del Seragaki, provocando un ruido sordo. Alarmados, observaron la puerta en silencio, a la espera de que algún guardaespaldas entrara; sin embargo, nada ocurrió.
Un suspiro aliviado escapó de los labios de ambos.
—Noiz… ¿esto es una llave? —cuestionó Aoba. Entre las páginas del ejemplar, el brillo dorado de un objeto se dejaba ver.
El alemán la tomó. No la conocía y un grabado extraño había en ella.
—Sigamos moviendo los libros, tal vez haya algo detrás —luego de decir aquello, se dirigió hacia otro estante.
No sabían cuánto tiempo había pasado, los libros eran tantos que parecían jamás acabar.
—Este es un escondite como de películas —musitó Aoba con una mueca pensativa—. Noiz, dame la llave.
Arqueando levemente una de sus cejas, el alemán asintió, entregándosela. El Seragaki apuntó con su linterna el escritorio y, una vez se acercó a él, comenzó a examinar cada uno de los cajones y sus cerraduras hasta que… Oh sorpresa, uno de ellos encajaba a la perfección con la llave del libro.
—Lo sabía, los grabados solo eran una distracción —asintió Aoba satisfecho. Noiz, del otro lado de la habitación, aún le observaba confundido.
Luego de abrir el cajón, un botón negro apareció ante sus ojos. Con algo de duda, y temiendo alguna especie de trampa, lo presionó. Por unos momentos no ocurrió nada, mas luego de unos segundos las estanterías comenzaron a moverse con fuerza.
Se levantó con sorpresa, corriendo hacia Noiz sin llegar a creerlo. Cuando los estantes terminaron de separarse, una pequeña caja dorada quedó a la vista, parecía poseer luz propia.
El alemán se acercó para tomarla y verificar qué era; sin embargo…
—Les recomiendo no hacer eso.
Una dulce voz resonó en la habitación, y tanto Aoba como Noiz voltearon alarmados, sin ver nada realmente.
—Todas aquellas criaturas que creían inexistentes, están detrás del contenido de ese cofre. Si lo que hay en él se fusiona con ambos, aquellos seres estarán detrás de sus vidas.
Apuntar con la linterna no era suficiente, ¿Quién era?, ¿A qué criaturas se refería?
—¿Y tú quién eres? Si eso es verdad, ¿por qué nos ayudas? —cuestionó el rubio con molestia.
—Porque Master estará en peligro si toca eso.
En un parpadeo, frente al Seragaki apareció un lindo joven de blancos cabellos y ojos rosas que destilaban dulzura. Llevaba puesta una túnica negra con medusas rojas en los bordes, un sombrero oscuro con una cinta alrededor y un bastón en su mano derecha. Mientras, en la izquierda se podía apreciar un brillo del mismo color que la sangre, era un anillo.
—¿Mas…ter…? —repitió el peliazul, entrecortado por la sorpresa y confusión.
—Mi nombre es Clear. Soy uno de los magos de alto rango y estoy al servicio de mi Master —luego de decir aquello con ese tono tan melodioso, se alejó. Fue ahí cuando Noiz notó que estaba flotando, y que su figura era completamente transparente, como un holograma—. No se asuste, Noiz-san. Me veo de esta manera porque no estoy aquí realmente, solo es un hechizo. He sentido a Master en peligro, y no puedo permitir eso.
—Creo que te has confundido —musitó el alemán, tomando el cofre.
—¡NO! —a pesar del grito del mago, Noiz abrió la caja.
[…]
Los rayos surcaban los cielos como si de simples nubes se tratasen, la lluvia era tan intensa que cualquier humano podría salir lastimado por su causa; sin embargo, a dos sombras no parecía importarles, puesto que caminando bajo la luz de la Luna de aspecto tenebroso, les era indiferente.
—¿Has sentido eso? —cuestionó una de ellas, frenando de golpe al sentir el choque de energía.
—Es una de las joyas. O tal vez… ¿dos? —musitó la otra. Un destello rojo se dejó ver en la oscuridad, eran sus ojos. Su largo cabello era entre negro y azulado, mientras una cicatriz surcaba parte de su rostro. Unos filosos y peligrosos colmillos se asomaron por sus labios, al momento de pronunciar palabra.
—Koujaku-san.
Frente a ellos apareció la figura de Clear, en un simple hechizo como siempre. Con los magos muy pocas veces podías hablar en persona, ni siquiera las criaturas sabían el por qué de ello.
—Clear —Koujaku se inclinó un poco a modo de saludo. Como el vampiro pura sangre que era, sabía con quién ser educado con quien no.
La sombra que lo acompañaba retrocedió hasta quedar detrás del vampiro, su rostro no se veía al tener la cabeza inclinada con su capucha puesta. Aunque si Clear lo deseaba, podía verlo sin problemas.
—Necesito un favor. Supongo que lo ha sentido, dos de las joyas han sido liberadas.
—¿Liberadas? ¡¿Acaso un HUMANO las tomó?! —la sombra que hasta entonces había permanecido callada, levantó la mirada con molestia, dejando ver unos amenazantes orbes azulados.
Clear pasó por alto el tono de voz, después de todo era uno de los magos más tranquilos e inocentes que cualquiera podría llegar a encontrar en ese mundo desconocido para los humanos. Es por eso que Koujaku le tenía aprecio, era tan sincero.
—Así es. Son dos humanos, y uno de ellos es mi Master.
—Entiendo la gravedad de la situación al estar tu amo involucrado, pero no entiendo en qué deseas que te ayude. No me interesa mucho el tema de las joyas, eso es para los débiles que creen que algo material los hará respetados —respondió el pura sangre con desinterés. Al ser un día de lluvia horrendo no había tenido muy buena suerte con la cacería. No mataba personas, solo bebía lo suficiente y borraba sus recuerdos; sin embargo, en días como esos se le hacía difícil y aquello lo irritaba.
—¿Tu amo es un humano? ¿Del mago más fuerte de esta parte del Reino? —incredulidad, ese fue el tono de voz que utilizó el acompañante del vampiro.
—Ryuho, cálmate —musitó Koujaku. Clear era muy tranquilo, pero no podía asegurar que siguiera siéndolo si su compañero seguía refiriéndose al amo del mago de aquella manera.
—Koujaku-san, necesito que los saques de allí. Estoy demasiado lejos, incluso más lejos de aquí. Estoy seguro que no fuiste el único que percibió la energía, ya que son dos de las cuatro joyas —el tono de voz del albino fue frío, una mirada de advertencia fue arrojada hacia Ryuho.
Koujaku formó una mueca pensativa. Al ser un vampiro de clase alta, no le interesaban mucho los asuntos de los humanos; pero Clear lo había ayudado cuando estuvieron a punto de asesinarlo, y muchas veces más.
Tal vez…
[…]
Un rayo de luz iluminó la habitación, el hechizo de Clear se rompió y ambos jóvenes salieron disparados en direcciones contrarias.
—¡Ugh! —el alemán soltó un quejido, chocando contra el escritorio.
—¡Ah! —y Aoba le imitó al impactar contra la dura pared, cayendo de frente al suelo con un fuerte dolor en su pecho.
Noiz se levantó con dificultad, la caja dorada dejó de emitir su brillo y su interior quedó completamente vacío, como un cascarón. No sabía exactamente lo que había sucedido, pero sentía su cuerpo muy pesado, como si estuviera cargando algo.
Observó al Seragaki, sus labios estaban entreabiertos y se apretaba fuertemente el pequeño, como si estuviera sufriendo. Pequeñas gotas de sudor comenzaban a deslizarse por su sien y sus jadeos cada vez se hacían más fuertes, dificultosos, le costaba respirar.
—Ao…ba… —musitó de forma agónica, acercándose lentamente a él hasta quedar arrodillado a su lado.
Con dificultad, lo volteó suavemente, encontrándose con los ojos dorados de su contrario. Solo algo se distinguía en su mirada:
Dolor.
Su pecho se oprimió al pensar que eso era por su culpa. Nunca lo había demostrado, pero él era como su hermano, su padre, su madre, su todo, y no lo quería perder.
Cuando estaba por intentar ir por ayuda, un estruendoso ruido se escuchó y las ventanas estallaron en miles de pedazos. Los libros comenzaron a caer, abriéndose en una página al azar y los rayos iluminaron todo con más potencia, como si estuvieran al tanto de la situación.
—¿Y se supone que estos mocosos tienen las joyas en su interior? —la voz áspera y seca de un ser asqueroso se escuchó en medio de tanto alboroto.
Noiz volteó, mas no tenía nombre para un ser tan monstruoso. Con más de dos ojos en su cara —¿se le podía llamar así? —, filosos dientes e innumerables cicatrices por si inhumano cuerpo. Y no venía solo, dos seres idénticos estaban a su lado cual fieles seguidores.
—A-ah…¡Ugh! —un quejido escapó de la garganta de Aoba, provocando que el alemán volteara a verle alarmado.
No tenía idea de lo que hablaban aquellas cosas, tal vez era en lo que sus padres estaban metidos, no lo sabía. A diferencia del Seragaki, él solo se sentía muy cansado, no comprendía por qué su amigo estaba así y eso comenzaba a desesperarlo.
—Bueno, no hace falta que respondan —otra criatura se carcajeó, no había tanta diferencia en su voz.
—No se preocupen —agregó la otra, mostrando la hilera de afilados dientes en un intento de sonrisa—. Tan solo los abriremos para sacar esas preciosidades.
Haciendo un hoyo en el suelo con cada paso que daban, comenzaron a acercarse, y Noiz deseó por primera vez que esos malditos guardaespaldas estuvieran allí; pero tal vez era el karma, ya que no oía a nadie acercarse.
Un veloz relámpago pasó a un lado del rubio, atravesando el cuerpo de una de esas cosas, dejándola fuera de combate al instante. El alemán volteó sorprendido, encontrándose con el mago que anteriormente les había advertido.
—Volverá a regenerarse —avisó alarmado, Koujaku tardaría un poco más en llegar y su Master estaba sufriendo—. No puedo hacer verdadero daño si no peleo cuerpo a cuerpo.
—¡MALDITO MAGO! —gruñó uno de los acompañantes, haciendo ademán de vomitar al soltar una especie de líquido de su garganta hacia Clear.
—Cle…ar… ¡AH mmh! —apretándose aún más fuerte la zona del corazón, Aoba cerró sus párpados fuertemente, no podía más.
Noiz le miró preocupado, mas no pudo hacer ningún otro movimiento. Sus ojos copiaron las acciones ajenas al cerrarse, el peso invisible que sostenía era tanto que no lo soportó, cayendo inconsciente a un lado del Seragaki.
—¡Master! —gritó el albino, justo cuando aquella criatura lo atravesaba; sin embargo, no le hizo ningún rasguño, fue como si el ataque hubiera pasado de largo. Y qué bueno que así fue, ya que era una especie de ácido potente que ya estaba haciendo la pared añicos.
—Oh, ¿llegamos tarde? —la voz divertida de Koujaku se dejó escuchar. Se encontraba parado en el marco de la gran ventana junto a Ryuho, que mirada la escena con desagrado.
A una velocidad mortal y con sus peligrosos colmillos más expuestos, el vampiro rompió el cuello de una de las criaturas, mientras Ryuho atravesaba el corazón de otra. Claro, si a esa masa negra podía llamársele así.
El otro ser que comenzaba a levantarse luego del ataque de Clear, fue asesinado por ambos a la vez, ya que aplastaron su cabeza de un solo puñetazo. No eran más que criaturas de nivel inferior, para suerte los de clase alta aún no habían llegado.
—Tenemos que sacarlos de aquí, se están acercando más —informó Koujaku, quitándose los guantes ensangrentados al igual que su acompañante.
—Master está tomando de mala manera la entrada de la joya a su cuerpo, es como si estuviera luchando de forma inconsciente para quitársela. Eso es…malo, podría detener su propio corazón —la voz del mago era una asustada, siempre había cuidado de su Master en las sombras y ahora estaba sufriendo frente a sus ojos, ¡Maldito hechizo!
—Lo llevaremos a la mansión y lo mantendremos allí. Clear, será mejor que llegues rápido, no quiero meterme en toda esta estupidez —resopló. Lo había ayudado, pero no tenía intenciones de meterse en una batalla por un par de mocosos.
El albino solo asintió, deshaciendo el hechizo y desapareciendo de allí. Koujaku tomó a Noiz y Ryuho a Aoba, debían irse rápido si no quería que les vieran.
[…]
Camino a la gran residencia, apartada de todo ser humano, pudieron sentir varias presencias dirigirse hacia la mansión del alemán. No podían creer cuántas criaturas eran capaces de perder los estribos por aquellas cosas. Aunque debían admitir, que eran muy poderosas.
Al ser vampiros, su velocidad y fuerza eran anormales, por lo cual no les quitó mucha energía cargarlos hasta donde vivía el pura sangre. Lo que sí los irritó, fue el tener que esconder su presencia de todas las especies. Por suerte estaban enfocados en llegar rápidamente al lugar, de lo contrario la mayoría habría sentido el aroma de los jóvenes que cargaban.
Una vez estuvieron a salvo en la estancia, llamaron a los sirvientes —que más bien eran fantasmas— para que se encargaran de lo demás y, de paso, mandaron a llamar a la bruja Tae. Les haría falta la ayuda de sus artes en todo ese embrollo.
Koujaku era uno de los vampiros más respetados, pero no el único. A pesar de tener a su disposición a uno de los magos y brujas más poderosos no podía confiarse para nada, puesto que existían otros clanes imponentes que también les hacían competencia.
En su clan, Beni-Shigure, solo estaban los pura sangre, magos, demonios y brujas con mejores habilidades. Y entre las encantadoras, se encontraba una de las más antiguas: Tae. Seguramente ella podría atender al joven de azulados cabellos en lo que Clear llegara.
Suspiró con cansancio, no solo no se había alimentado, sino que también se había metido en aquello.
—¿Seguro? —logró escuchar la pregunta de Ryuho cuando cerró sus párpados en busca de tranquilidad. El vampiro ya se había quitado la capucha que denante llevaba, dejando ve un tatuaje que cruzaba uno de sus ojos, era una cruz. Irónico para uno de los de su especie.
—Está por amanecer —fue su única respuesta antes de levantarse y dirigirse a su habitación, esperando que Tae pudiera solucionar aunque sea una parte de ese problemón—. Ese mocoso…tiene buena sangre —pensó, relamiendo ligeramente sus labios. El aroma que emanaba la sangre del alemán aún estaba latente en sus fosas nasales; sin embargo, logró contenerse, creyendo que aquello se debía a que no se había alimentado esa noche.
Ryuho observó cada movimiento de Koujaku hasta que se perdió entre las sombras del oscuro pasillo.
—Aún eres un niño —musitó con fastidio, decidiendo irse a dormir también.
[…]
Sus párpados fueron abriéndose con lentitud, para su suerte, la habitación solo estaba iluminada por algunas velas, por lo que no hubo luz potente que lastimara su visión.
Intentó levantarse; sin embargo, el sentimiento de que tenía una piedra encima no desaparecía, obligándole a tirarse nuevamente en el cómodo colchón.
—Despertaste —la voz femenina hizo que ladeara su cabeza hacia la derecha, encontrándose con una anciana de cabellos rosados y verdes orbes que denotaban fiereza.
—¿Dónde estoy? —cuestionó Noiz, su tono siendo más débil de lo que imaginó.
—A salvo. Al parecer tu cuerpo combinó a la perfección con la joya, no sabría decirte si eso es bueno o malo —respondió la bruja, paseándose por la habitación con un libro en mano, provocando que su capa tan oscura como la noche ondeara con cada movimiento.
—¿Joya…? ¿Dónde está Aoba? —recordando todo de golpe, intentó incorporarse de nuevo; sin embargo, esta vez no solo sintió cansancio, sino que un agudo dolor le golpeó tan fuerte que cayó nuevamente con una mueca adolorida.
—Él está bien, por ahora. He hecho uno de mis conjuros para calmar su resistencia. Debo decir que tu amigo es muy peleador, al parecer no está dispuesto a dejar que un intruso se apodere de su cuerpo, para bien o para mal —por la forma en la que se expresaba, se notaba la admiración que sentía. Realmente nunca creyó que habría un humano con semejante resistencia ante una de las joyas sangrientas—. No te muevas mucho, fue una combinación exitosa y es por eso que debes reposar —dejó el libro en una silla y se acercó a Noiz, colocando su diestra en la frente de éste para, seguidamente, recitar un cántico antiguo, apartándose al terminar.
—Ugh… ¿C-conjuros? ¿También eres una especie de maga? —comenzaba a dormirse, ¿qué demonios le había hecho? Estaba demasiado perdido, esperaba que lo que le dijo haya sido verdad y que, en unas horas, ya estuviera con sus energías renovadas.
Una suave risa de diversión escapó de la garganta de la mujer.
—Soy una bruja —suspiró—. Se nota que los humanos nos han dejado en el olvido —terminó de responder, notando cómo el alemán iba cayendo al mundo de los sueños lentamente—. Será mejor que estén preparados, esto no será fácil —murmuró.
Dicho aquello, Tae salió de la habitación, dejando al chico completamente dormido. Cuando iba camino a la mansión, había sentido la presencia de algunas criaturas y hombres lobos. Eso, sin contar con que ya era de día.
—Me pregunto si lograrán salir de esto —susurró, desapareciendo en un destello morado. Ciertamente, sería divertido ver el resultado de todo aquello. Aunque el chico peliazul ya se había ganado su respeto, tal vez los ayudaría en caso de que precisaran su poder.
Ese solo era el comienzo de la batalla.
