La fría lluvia golpeaba la ventana con fuerza, como si no hubiera mañana, como si el mundo se acabara. A pesar de ello, su sonido provocaba un relajante eco que inundaba toda la casa. Yo me encontraba sentada junto a esa ventana tomando un café, pensativa, dubitativa... Observaba frente a ella la hermosa ciudad de Tokyo. A decir verdad, si me dieran a elegir, preferiría estar observando algún paisaje más verde o más natural, como el de las montañas de mi tierra natal, Alaska. No era la melancolía lo que añoraba mi tierra natal, sino mi ser, mi ser necesitaba deshacerse ya de los grandes edificios de luces y hormigón, de las personas que corrían de un lado a otro con el objetivo de no llegar tarde a todas las citas que tenían previstas ese día, de los gases tóxicos que los coches y las fábricas expulsaban alrededor de toda la ciudad... Pero así era ahora el humano. Y lo peor, ya no había marcha atrás.
Mientras miraba por la ventana recordé mi vida y la comparé con la misma ciudad de Tokyo. Nací en una familia humilde al norte de Alaska. Vivíamos en una casa de madera, ladrillos y cemento que mi padre construyó con sus propias manos pocos meses antes de que yo naciera. A pesar de vivir en Alaska, yo no compartía la sangre de aquellos que habitaban allí. Mi madre era una bella mujer de cabellos dorados, piel nivea y mirada amielada nacida en Rusia. Mi padre, sin embargo, era un apuesto galán italiano de cabellos oscuros y mirada azulada. Ambos eran detectives y así se enamoraron, en uno de los casos más aparatosos que les había tocado investigar. Cuando terminó el caso, se casaron y se trasladaron a Alaska, pues mi madre se había quedado embarazada durante la investigación. 9 meses después llegue yo. Los amigos más cercanos a mis padres siempre decían que yo era igual que mi madre, una mujer de apariencia nórdica, de cabellos largos y dorados y con cara de "muñeca", pues nuestras facciones estaban compuestas por una cara bastante redonda, una nariz pequeña pero respingona, unos labios rosados y carnosos y una piel nivea que era comparable a las nevadas montañas de Alaska. Sin embargo, mis ojos eran completamente diferentes a los suyos, atigrados y azules, una clara herencia de mi padre. También decían que yo era tan alegre como mi madre y tan pícara como mi padre, pero aquella personalidad solo duró 10 años, ¿Por qué 10 años? Porque cuando yo simplemente tenía 10 años, ellos desaparecieron. Los asesinaron. Algo que ahora mismo no me apetece explicar, ni explicaré.
Este momento en mi vida es comparable a Tokyo, mejor dicho, es comparable con el momento en el que los gases tóxicos invadieron Tokyo. Una semana después de sus muertes me trasladaron a un pequeño orfanato del condado donde viviría hasta mi mayoría de edad, pero las cosas no fueron así. Los profesores y encargados del orfanato llegaron a la conclusión de que mi capacidad deductiva era mayor que la de los otros niños y decidieron trasladarme a uno de los mejores orfanatos del mundo, a "Wammy's House", un orfanato en el que solo se criaban las mentes más prodigiosas del mundo. Siempre supe que mi capacidad deductiva era mayor gracias a mis padres, los cuales me enseñaron y actuaron como profesores durante los 10 primeros años de mi vida.
Recuerdo el temor que sentía al bajar de aquel avión, hacía solamente un año que mis padres habían muerto, yo me sentía sola y desprotegida a mis once años, hasta que crucé la puerta y vi a aquel entrañable señor que se me acercaba lentamente con una sonrisa y una rosa en su mano.
- Hola, pequeña.-me dijo con dulzura. -Mi nombre es Quills Wammy, pero prefiero que me llames Watari.
Tenía una sonrisa tan paternal que no le pude quitar la vista ni un solo segundo. Desde que mis padres murieron nadie me había vuelto a mirar así. No supe articular palabra, simplemente le miré y le sonreí para luego adentrarme en el coche que me llevaría a mi nuevo hogar. Allí no fui infeliz a decir verdad, quizá los primeros días fueron difíciles, pero enseguida me acomodé a sus estancias. Mi nombre real fue ocultado tras el seudónimo de "Bella", así lo decidió Watari al enterarse de mis raices italianas.
En Wammy´s House encontré cosas que jamás había soñado tener: una nueva figura paterna, un objetivo en la vida, un sentido para la vida, un primer amor...
Un primer amor que adoré durante todos los años que estuve en Wammy´s.
Un primer amor que quebró todo lo que había encontrado...
Un primer amor que me arrebató el corazón, se lo llevó y no volvió a aparecer...
UN PRIMER AMOR QUE SI LO VUELVO A ENCONTRAR JURO QUE LO MSADRGYIAFHBH...
Salí de mis pensamientos. La taza de café estaba encima de mi ordenador y su contenido entre mi maravilloso teclado. Miré enfurecida a la derecha y ahí estaba ella con esa estúpida sonrisa después de haberme roto el maldito ordenador.
-¿Me acabas de tirar un cojín, no? Porque creo que tu bromita de los cojones te va a salir cara guapa.
-¡Así es!- sonrió victoriosa. - ¿Que narices escribes? ¿Ya te ha dado uno de tus super bajones emocionales por ese tío?
-Vete a la mierda un rato, Emily. -Ella simplemente bufó
-Madre mía Bella, pareces tonta. Te abandonó, asúmelo.
-Lo sé, no hace falta que me lo restriegues por toda la cara.
-Anda no seas tonta. - se acerco hasta a mi y se colgó de mi cuello. -Mira tengo una idea.
-Miedo me das. -dije limpiando el ordenador y mirándola desafiante. -No se porque no te he matado aún.
-Olvidate del ordenador. -dijo quitándome el ordenador de las manos. -Hoy es sabado, sabadete día de echar un polvete. Seguro que se te olvida todo en cuanto encuentres un cañón de tio. Y de paso yo me busco a otro.
-Es lo que hacemos todos los sábados. Somos unas malditas frustradas emocionales. -Dije riendo a carcajadas. Mi mal humor había disminuido. -Vamos a acabar como esa serie de "Mujeres desesperadas".
-No te confundas. -dijo levantando su dedo índice. -Somos mujeres libres que hemos sufrido por amor, y hemos decidido que echar un polvo es la mejor opción.
-Acabas de decir lo mismo que yo pero pintándolo más bonito.
-Vístete y deja de quejarte que hoy follas. Osea que saca las "boobys" a paseo y... ¡FIESTA, FIESTA!
Emily corrió a su cuarto a prepararse dejando a Bella sola en la sala de estar, esperando que algún día aquel maldito ojeroso y encorvado muchacho volviera a su vida. Las posibilidades no eran bajas, ya que ambos se dedicaban al mismo oficio.
