Harry Potter le pertenece a JK Rowling, quien amablemente nos permite interpretar su mundo en el Internet. Y esta historia le pertenece a White Squirrel, quien amablemente me ha permitido traducirla para el disfrute de la audiencia hispanohablante.
Notas de la traductora: Esta es probablemente una de las mejores historias que he leído y el mundo que White Squirrel construyó es increíble. Les recomiendo leer la original si les es posible.
Mi español es mexicano, pero haré lo posible para evitar coloquios. De la misma manera, la mayoría de los términos relacionados con el mundo de Harry Potter son de la traducción por Salamandra. Los que no, han sido interpretados de la mejor manera posible tomando en consideración el contexto. Cualquier comentario, duda, o sugerencia, estoy a su servicio.
Capítulo 1
Vernon Dursley sostenía a su sobrino contra la pared con una mano corpulenta mientras que lo golpeaba en el rostro con la otra.
–¡No aceptaré tu anormalidad en mi hogar! –Vociferó y lo golpeó nuevamente.
Los problemas de Harry Potter comenzaron antes de lo que podía recordas, pero su quinto año de edad parecía ser mucho peor que los anteriores. No era suficiente que lo hacían dormir en la alacena debajo de las escaleras, usar la ropa usada y extra-grande de su primo, o encargarse de todas las tareas del hogar que le fueran posible. De alguna manera, el comenzar la escuela primaria había empeorado la situación. Sus tíos no lo habían querido dejar asistir, pero sabían que no podían mantenerlo en casa así que a gruñidos le permitieron utilizar parte de su tiempo dedicado a ganarse su sustento para atender junto a Dudley. Sólo tomo dos días para que su primo y sus amigos inventaran su nuevo juego favorito, que involucraba pegarle a Harry, y el cual iniciaban cuando los profesores no los veían. Y tomó cuatro días antes de que, mientras un profesor lo regañaba por tirar su jugo (que en realidad había sido tirado por Dudley), Harry notó que su cabello se tornaba de un color azul brillante.
Esa noche fue la primera vez que el tío Vernon lo golpeó en lugar de dejar que Dudley lo hiciera. El pequeño Harry no tenía idea de que estaba ocurriendo y sólo tenía una mínima idea de porque estaba en problemas ya que su tío se había quejado toda la noche acerca de su anormalidad y jurando deshacerse de esa basura.
Harry aún tenía moretones una semana después cuando algo inexplicable ocurrió. La mayoría del tiempo no le molestaba que lo encerraran en su alacena; por lo menos eso lo mantenía lejos de su familia. Pero algo había cambiado después de esos primeros golpes. La necesidad de responder, reprimida por tantos años de condicionamiento, comenzó a tomar lugar firme en su mente. Así que, después de ser golpeado por Dudley y su pandilla en la escuela y escuchar a su primo saltar en las escaleras sobre su alacena con intensidad, la necesidad se cristalizó en un sencillo y arrollador deseo: escapar.
–¡Te vas a quedar en tu alacena cuando te digamos niño! –Continuaron los gritos del tío Vernon–. No puedes salir a menos que nosotros te digamos. Al igual que tus padres buenos para nada siempre te metes en problemas. ¡Inútiles todos ustedes! –Acentuó cada oración con una bofetada o un golpe en el torso.
El candado y la puerta de la alacena de Harry se abrieron drásticamente, aparentemente por sí solos. El tío Vernon se acercó rápidamente y la cerró antes de que Harry pudiera reaccionar, pero ocurrió dos veces más en frente de él lo que lo llevó a ser jalado a la fuerza al salón. Al comenzar los golpes Harry trató de no llorar pero fue una batalla perdida y como lo esperaba, sólo enfureció a su tío aún más. Ni siquiera notó que su tía Petunia y Dudley estaban de pie observándolo todo con desdén.
–¡No me llores niño o te daré algo que en verdad te hará llorar!
Con un último golpe los gritos de Harry saltaron una octava. Entonces, las luces comenzaron a parpadear y las puertas y las ventanas comenzaron a sacudirse.
–¡Vernon! –Exclamó tía Petunia con un tono de miedo.
–¡Detente! ¡Detente ahora mismo fenómeno!
Harry pateó tratando de soltarse pero su tío lo sostenía con fuerza. Sin que se dieran cuenta, las luces se encendieron y apagaron en todos los cuartos a la vez. El piso comenzó a vibrar.
–¡Papá! –Exclamó Dudley.
–¡Detente en este instante!
¡BAM!
Mientras los gritos de Harry se elevaban a un tono inhumano cada bombilla en la casa explotó, todas las puertas se abrieron de golpe, y los tres Dursley fueron lanzados al otro lado de la habitación y cayeron uno encima del otro. Cuando se recuperaron, Harry Potter había desaparecido.
Vernon corrió a la puerta gritando:
–¡Regresa niño! ¿Niño? ¡Dije que regreses! –Pero no había ninguna señal de su sobrino–. No pudo haber ido lejos –dijo finalmente bajando el volumen de su voz. Notó que los vecinos lo observaban, atraídos por las ventanas y el leve temblor en Privet Drive. Con un gruñido se rindió y azotó la puerta.
No notó al pequeño gato negro sentado en los arbustos junto a la puerta, un gato con pies blancos, ojos verdes y una extraña marca blanca en forma de cicatriz en su cabeza. Cuando se cerró la puerta el gato corrió sin mirar atrás.
–Vernon, ¿qué ocurrió? –Preguntó Petunia en el salón, el cual que estaba hecho un desastre.
–El fenómeno se escapó y lo dejé ir. Lo encontrarán en algún momento. Arreglaré las luces mañana.
Los Dursley cerraron la casa y comieron su cena incómodos bajo la luz de unas velas. Esperaban que sus problemas se hubieran terminado por el momento, pero serían visitados por algo anormal dos veces más esa noche.
La primera visita fue de dos desmemorizadores del ministerio de magia quienes aparecieron enfrente de unos sorprendidos Dursley antes de que pudieran decir algo. No había señal de ningún mago caminando en el vecindario, y la traza no denotaba ningún usuario de magia en la zona, por lo que el ministerio concluyó que la descarga de magia en el número 4 de Privet Drive fue causada por un maleante de paso. Los desmemorizadores repararon los daños de las luces, acomodaron los muebles, repararon las puertas, y removieron la memoria del incidente de la mente de los Dursley.
Lanzaron un hechizo para calentar los alimentos antes de despertar a la familia con un rennervate, asegurándose de que ningún detalle estuviera fuera de lugar. Se fueron sin siquiera ver la alacena debajo de las escaleras y los Dursley se despertaron como si nada hubiera pasado.
El siguiente visitante esa noche usaba una túnica morada y larga y tenía una barba blanca. Albus Dumbledore estaba más preocupado de lo que había estado en años cuando tocó la puerta del número 4. Desde afuera un rápido hechizo de detección le hizo saber que Harry Potter no se encontraba en la casa.
Una mujer alta, delgada, y con cara de caballo abrió la puerta a una gran sorpresa.
–¡Tú! –Gritó–. ¿Qué estás haciendo aquí?
–Es un placer verte también Petunia –dijo Dumbledore con voz monótona.
–¿Quién es, Petunia? –La llamó Vernon.
–Es el raro que nos dejó al niño.
–¿Qué? –Vernon corrió a la puerta–. ¡Tú! Puedes tener al niño de vuelta. Desde un principio no lo quisimos.
Las cejas de Dumbledore se elevaron ante eso. Los Dursley parecían menos amigables de lo que hubiera esperado, y el hombre gordo estaba alistándose para despotricar. Lo interrumpió rápidamente diciendo:
–¿Dónde está el niño?
–Él está… –Vernon se detuvo. Se suponía que el niño estaba en la alacena, pero no sólo no podía decir eso, por alguna razón no creía que fuera cierto. Intentó recordar lo que había ocurrido esa noche. Sus recuerdos eran confusos pero logró recordar algo cierto:
–El niño se escapó esta tarde. Simplemente salió corriendo y no lo pude alcanzar. A buena hora. Que alguien más se encargue de él.
–¿Y simplemente lo dejó que se fuera solo?
–Sí. No ha sido más que problemas desde el principio…
Dumbledore ignoró sus reclamos. Era claro que algo no estaba bien basado en su comportamiento. Irrumpió levemente en las mentes de los dos adultos pero no tuvo que buscar mucho para encontrar su respuesta, y le hubiera gustado no saberla: señales claras de desmemorización, y lo que era claramente un mal trabajo. Algo terrible había ocurrido y habían hecho un mal trabajo al encubrirlo.
–¡… y no toleraré más de su anormalidad!
–¡Basta! –Exclamó Dumbledore antes de aturdir a los tres. Lazando un nuevo encantamiento desmemorizador para cubrir el anterior les dio sus instrucciones:
–Están muy preocupados porque su sobrino se escapó. Contactarán a las autoridades inmediatamente. Le pedirán a Arabella Figg el estar atenta por si lo ve y le informarán una vez que lo encuentren. No recordarán mi visita de esta noche. –Una vez que hubo terminado les lanzó un rennervate en retraso que le daría el suficiente tiempo para salir del límite de la propiedad y aparecerse en las puertas de Hogwarts.
Minerva McGonagall ingresó a la oficina del director para encontrarlo inclinado sobre sus instrumentos con el ceño fruncido, murmurando encantamientos, y con una mirada oscura en sus ojos que no había visto en años.
–Albus, ¿qué ocurre? –Preguntó–. Mencionaste que era urgente.
Albus levantó la mirada.
–Oh, Minerva, temo que algo terrible ha ocurrido –dijo–. Tengo razón para creer que Harry Potter ha sido secuestrado.
–¿Qué? –Minerva dio un paso atrás de la sorpresa, pero logró tomar asiento–. ¿Secuestrado? ¿Cómo?
–Esta tarde todos mis instrumentos para rastrearlo lo han perdido. Indican que sigue con vida, pero no puedo encontrarlo en ningún lugar.
–¿No puedes encontrarlo? ¿Qué puede hacer algo así?
–Para bloquear mis encantamientos de rastreo requerirían barreras muy poderosas a las que no estoy conectado, posiblemente el encantamiento Fidelio. Acabo de regresar de la casa de su familia. Dicen que huyó, pero en sus mentes había rasgos obvios de desmemorización.
Minerva puso las piezas juntas.
–Alguien, algo, logró irrumpir en tus barreras, lo secuestró, lo escondió detrás de otras barreras, y borró la memoria de sus parientes. Y como no te involucraron…
Albus asintió con seriedad.
–Podemos asumir que sus intenciones son perversas.
Se levantó con rapidez.
–¡Debemos encontrarlo, Albus!
–Sí, debemos –dijo– pero lo debemos de hacer con discreción. No podemos arriesgar sobresaltar al público o mostrar nuestra mano.
–Pero el niño…
–Sigue vivo por el momento, lo que sugiere que su intención no es asesinarlo. No vi indicación de que la barrera de sangre hubiera sido quebrantada, así que quien lo tomó no tenía intención de lastimarlo. Debemos de comenzar a investigar a aquellos lugares o individuos que pudieran tener acceso a ese tipo de barreras, pero no podemos permitir que los enemigos del pequeño descubran que ha desaparecido. Eso sería un desastre aún mayor.
Minerva se sentó nuevamente con pesadez.
–Supongo que tienes razón, Albus. Comenzaré a investigar durante el poco tiempo libre que tenga.
–Gracias, Minerva. Yo haré lo mismo.
Harry Potter en ese momento se encontraba deambulando las calles de Little Whinging muy confundido. Estaba feliz de estar lejos de sus familiares, pero no tenía idea de cómo lo había logrado. Por el pelaje y la cola podía deducir que se había transformado en algún tipo de animal. No fue hasta que logró verse en el reflejo distorsionado de un automóvil que logró descubrir que ese animal era un gato. No sabía cómo se había podido convertir en un gato, ni cómo cambiar de vuelta, pero pudo adivinar que tenía que ver con la anormalidad de la que su tío había estado gritando y decidió que lo mejor sería llegar lo más lejos que pudiera antes de intentar cambiar de vuelta.
Agregando a su confusión eran las extrañas sensaciones que acompañaban el ser un felino. Podía ver extraordinariamente bien en luz tenue. Sus bigotes le daban cosquillas con la más leve brisa. Estaba rodeado de chirridos y sonidos agudos que nunca había notado antes. Pero lo que más lo desorientaba eran los olores. Estaba siendo bombardeado por docenas de esencias desconocidas, algunas muy fuertes para la comprensión de su mente humana, pero todas capturadas de manera individual. Sólo podía identificar unas cuantas, las más prevalentes siendo pasto, tierra, y las hojas otoñales, pero había muchas más, rastros probablemente dejados atrás por animales, humanos, automóviles; todos sutilmente diferentes de una manera que no podía explicar.
Harry debió de parecer un gato muy inusual caminando de un lado a otro en los jardines, deteniéndose cada ciertos pasos, observando a su alrededor y en ocasiones dando la vuelta completa antes de continuar, tratando de capturar tanto como pudiera del mundo a su alrededor. Dio muchas vueltas debido a esto y sólo había caminado unas cuantas calles antes de perderse por completo.
Aunque no le interesaba que no pudiera encontrar la casa de sus tíos nuevamente se dio cuenta que estaba muy hambriento, tenía sed y se sentía cansado debido a los golpes que había recibido; y no sabía cómo lidiar con ninguno de esos problemas como gato.
No fue difícil encontrar agua. No estaba acostumbrado a tomar agua de algo que no fuera un vaso de cristal o una manguera de jardín, pero suficientes personas en Little Whinging tenían estanques, piscinas, o fuentes, y no podía ser exigente. Fue al primer estanque que encontró y se sorprendió de aprender que una de las esencias que ahora podía oler era el agua. Estaba seguro de que el agua no tenía olor como humano. Con un poco de práctica fue capaz de tomar agua como había visto a otros gatos hacerlo en fotografías.
Fue difícil encontrar algo de comer. Harry sabía que se suponía que lo gatos comían ratones, pero no sabía cómo atraparlos, y no estaba seguro de si podría comer uno aún si lo lograra. También había escuchado que algunas personas alimentaban a los gatos callejeros que se acercaban a sus puertas. Decidió rasguñar la puerta trasera de una casa con un estanque sólo para encontrarse con una mujer que actuaba muy similar a su tía Petunia y lo espantó con una escoba. Corriendo por el miedo decidió que encontraría otra forma de alimentarse.
Vio a un par de gatos e intentó seguirlos esperando que ellos supieran donde encontrar comida, pero le bufaron cuando se acercó mucho. Pero ellos también tenían que comer así que debía de haber algo cerca. Después de un tiempo decidió que ya que los gatos podían oler agua, tal vez debiera de seguir su olfato para encontrar algo de comer. Olfateó y percibió una serie de esencias, algunas de las cuales, a pesar de no saber porque, olían sabrosas. Titubeando, siguió el rastro hasta un cesto de basura y lo investigó después de espantar a una ardilla que se había lanzado dentro. El olor era arrollador pero podía notar que esa parte provenía del fondo. Encontró unas cuantas sobras encima, incluyendo un poco de carne. Estaba sucia, pero no podrida. Tomó con sus dientes pollo a medio comer y lo arrastró lo suficiente para poder aguantar el olor del cesto. Después de cuatro años de sobras no era peor a lo que estaba acostumbrado. Sosteniéndolo con sus patas comenzó a comer y se sorprendió de lo fácil que el pollo se desbarataba con sus dientes filosos.
Un poco después Harry encontró un lugar cálido donde recostarse (sin saberlo al otro lado del muro se encontraba un calentador de agua mal protegido) y se quedó dormido. Fue un inicio muy difícil, pero comenzó a pensar que disfrutaría ser un gato más que un humano atrapado en la casa de los Dursley.
