Declaración:Bleach no me pertenece.

Muchos pensarían que seguramente no tenían tema de conversación, debido a ser diametralmente opuestos, pero a lo largo de los años Nanao descubrió que las platicas con su capitán eran realmente interesantes, hablando de cosas que con el resto de las personas no tenía mucha oportunidad. Poco a poco Nanao se encontró a sí misma deseando que su capitán la interrumpiera en su papeleo diario, que el no se dignaba a hacer, para que pudieran conversar, completando siempre la misma rutina:
-Nanao-chaaan- gritaba el hombre del haori rosado.
-Capitán, estuve buscándolo una hora!, podría por favor comenzar a trabajar!? -interrumpiría ella antes de cualquier disparate que saliera de la boca de Shunsui.
-Hermosa Nanao-chan, como podría hacer eso cuando mi pobre y adorable teniente se esta matando con ese papeleo!, mi responsabilidad como capitán es cuidar de la salud de mis subordinados, asi que vamos a tomar una siesta bajo los cerezos! ya florecieron!- respondía su capitán.
-Eso sería completamente inapropiado! y no me estaría "matando con ese papeleo" si usted realmente hiciera su trabajo!-argumentaba Nanao.
-Nanao, necesitas descansar, no me hagas dártelo como orden, sabes que lo odio- respondía Shunsui.
Y ella sabia que ya no tenía oportunidad, no con la mirada que le daba su capitán, ella no sería capaz de hacerle algo así, no soportaba esos ojos tristes.
-Esta bien, pero solo una hora, y luego AMBOS volveremos al trabajo-decía Nanao.
-Como ordenes, mi hermosa Nanao-chan -cantaba desafinadamente el capitán de la octava división, con una gran sonrisa impresa en su cara.
Nanao sonreía para si al ver esos ojos llenos de vida nuevamente, ojos que la derretían por dentro.

Así era la mayoría de las veces, de vez en cuando efectivamente tomaba una siesta, pero por lo general hablaban, se abstraían de la realidad y pasaban las horas rápidamente, ni siquiera se daban cuanta que la noche ya había caído al rededor, y cuando ya no se podían ver las caras en la oscuridad, se levantaban, Shunsui la acompañaba a sus cuarteles, y se despedían, para empezar nuevamente con su pequeña rutina al día siguiente.

Pasaron muchos años para que los dos tuvieran el mismo destino después de esas largas platicas, y ese destino era la casa de Shunsui, que mas adelante se convirtió en la casa de ambos.