Who i am?

Me hueles. Me palpas. Me sientes. Me respiras. Me saboreas. Te acaricio. Te rodeo. Te envuelvo. Te acecho. Te vigilo. Aguardo el momento en que te tomaré entre mis brazos y te llevaré conmigo. Ansío hacerlo porque, sencillamente, ésa es mi condición.

Apenas un rumor. Una sombra enlutada. Para algunos, una calavera enfundada en una vestimenta encapuchada de tétrico patrón. Para otros, sólo un atisbo que marca la diferencia entre la vida y el cese de ésta.

Guerras, epidemias, accidentes, asesinatos, el devenir natural… Desde el principio de los tiempos, ejerzo de manera implacable y así continuaré mientras haya hierba que sesgar. Mi empresa salta por encima de la simple transacción y produce un acúmulo sentimental en las personas y seres vinculados a la víctima.

Es entonces cuando traspaso las meras fronteras biológicas y me hundo en las cábalas de filósofos y pensadores. Intentan ver más allá de mi encomiable tarea, escudriñan mi razón, analizan los criterios que utilizo para decidir quién, cuándo y cómo... No hace falta estudiarme tan exhaustivamente ni comprender los motivos que me mueven. Simplemente, el mundo sin mí es inconcebible.

¿Te preguntas quién soy?

Tan elemental como el aire. Tan esencial es dar vida como quitarla. Necesitada desde que el primer reloj dejó de arrojar arena en el compartimiento inferior. Doy alivio al desesperado por poner fin a su humilde existencia que lo angustia y reza cada día rogando mi visita. Destrozo al más esperanzado, lleno de proyectos y vitalidad, y lo arrastro hacia lo inevitable.

Algunos se niegan a aceptar lo más evidente que tienen ante sus ojos, reniegan de la única verdad que conocerán con toda confianza y seguridad. Se enfrentan a mí en un vano intento de regresar a sus vidas; de proseguir sus existencias; de volver a sus familias que ahora lloran su pérdida; de reflejar en sus funestos ojos a aquellos que les recuerdan bañados en la nostalgia y la pena; de rememorar viejas vivencias, momentos pasados, experiencias irrepetibles. Se aferran a una idea que no hace más que dificultarles su partida, la ineludible marcha hacia el destino más inexorable al que jamás hayan ido.

¿Aún te preguntas quién soy?

Cuando lo descubras, y ten por seguro que lo harás, ya será muy tarde. Te será imposible explicárselo a ésos en cuyas cabezas repica una y otra vez la misma cuestión; a ésos con los que compartías el pensamiento tan sombrío y tenebroso que, tan solo dedicar tiempo en formular algo tan trivial, te produce ansiedad, mareo que te desorienta, vértigo que te causa la impotencia de saber que, algún día, llegaré y tocaré a tu puerta, doblaré la esquina, cruzaré la calle o contemplaré la ciudad por última vez contigo.

La parca, el sueño eterno, fatal destino el que me une al vehículo en el que transporto a las víctimas y las dejo descansar en el anverso del que nunca saldrán. Muchos nombres y expresiones para hacer mención a la misma cosa. A veces, sencillamente, dejan paso al silencio más esclarecedor reduciendo mi entidad a la mínima expresión llena de comprensión, rindiéndose a la naturalidad.

Ése soy yo: la muerte.